El
shandy y la cartografía de su rostro
No es casual que el
inicio de Historia abreviada de la literatura
portátil (Anagrama, 1985), novela de Enrique Vila-Matas (Barcelona, marzo
31 de 1948), tenga entre sus escenarios el número uno de la Spielgasse, frente
al Cabaret Voltaire, en Zurich. El Cabaret Voltaire, reza el Manifiesto Dada de 1918, fue el sitio donde dos años antes se forjó
y canonizó la palabra que bautizó al propio Tristan Tzara (1896-1963) y al
movimiento de vanguardia donde fue demiurgo de demiurgos. Pero aunque en la
novela el episodio referido ocurre en un supuesto invierno de 1924, cuando Dada
se encuentra celebrando “el feliz quinto aniversario de su desaparición del
panorama cultural”, no por ello deja de tener deudas moleculares con el
dadaísmo, sino que también la historia de la sociedad secreta shandy que
escribe el investigador (alter
ego de Enrique Vila-Matas y, como él, residente en Barcelona) se refleja en el anagrama que titula el
supuesto libro que escribió Tristan Tzara en el Sanatorio Internacional (un
manicomio de Praga): Historia portátil de la literatura abreviada,
como en su contenido: “El libro ofrecerá —reporta
Crowley a Picabia durante el inicio—
esbozos de las costumbres y vidas de los shandys a través de un medio más
original que los habitualmente adoptados por la novela. Tzara pretende cultivar
el retrato imaginario, esa forma de fantasía literaria que esconde una
reflexión en su capricho y una empresa en su ornamentación.”
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Perfume con la imagen de Rrose Selavy (Marcel Duchamp) Foto: Man Ray |
Historia abreviada de la literatura
portátil evoca a la matrioska y al laberinto: el prisma de los espejos en
los espejos, dado que la idea de lo portátil y del artista portátil devienen de
la llamada Boîte en valise (Caja en valija) de Marcel Duchamp
(1887-1968), cuyo arquetipo el alter ego del escritor resume así: “La caja-maleta de Duchamp, que
contenía reproducciones en miniatura de todas sus obras, no tardó en
convertirse en el anagrama de la literatura portátil y en el símbolo en el que
se reconocieron los primeros shandys”. Es por ello, se infiere,
que el imaginario título de Tristan Tzara y el susodicho fragmento implican y
suponen en miniatura la novela de Enrique Vila-Matas.
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Marcel Duchamp con la Boîte en valise (1942) |
Además
de las anécdotas que ilustran sobre las vidas y costumbres de los shandys durante
la breve existencia de su dizque “conjura secreta” (entre 1924 y 1927, que son
los años del volátil estridentismo en Xalapa), el lector asiste a una serie de
imaginarios retratos de pintores y artistas, cuyas obras y nombres pertenecen a
la historia, pero cuya reunión y conjura son tan ficticias como imposibles.
Algunos protagonistas son: Walter Benjamin, Marcel Duchamp, Francis Picabia, Tristan
Tzara, Valery Larbaub, Alberto Savinio, Rita Malú, Georgia O’Keefe, Paul Klee, Ezra
Pound, Erich von Stroheim, Blaise Cendras, Juan Gris, Gustav Meyrinck, César
Vallejo, Federico García Lorca, Louis-Ferdinand Céline, Man Ray, Dalí, Scott Fitzgerald,
Witold Gombrowicz, Paul Morand, Max Ernst, Ramón Gómez de la Serna, entre
otros.
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Rrose Sélavy (c. 1920-1921) Foto: Man Ray |
Según el investigador, shandy es el nombre de
una bebida embriagante, pero también, “en el dialecto de algunas zonas del
condado de Yorkshire (donde Laurence Sterne [1759-1767],
el autor del Tristram Shandy [1759-1767],
vivió gran parte de su vida), significa indistintamente alegre, voluble y
chiflado”. Estas son las razones dialécticas y elementales por las que los
portátiles se hacen llamar shandys. Su “sociedad secreta”, y la novela en sí, sólo
tienen sentido como divagación, divertimento, embrollo de contradicciones,
locura: juego imaginario cuyo sentido es el juego por el juego mismo.
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Enrique Vila-Matas de joven, cuando era alegre, voluble y chiflado |
“Viajo para conocer mi geografía”, apunta el autor en
francés en el epígrafe del capítulo “Un shandy dibuja el mapa de su vida” y lo volvió
a recordar en español al inicio de Suicidios ejemplares (Anagrama, 1991)
al escribir (en el proemio “Viajar, perder países”) que a principios del siglo
XX lo anotó un loco en las paredes de un manicomio francés. En su Historia
abreviada de la literatura portátil, el alter ego del narrador
dibuja un mapa en un espejo y en él emprende un viaje: nombres, siluetas,
sueños, pesadillas, colecciones, historias, ciudades, calles, libros por los
que viaja y deambula a la deriva, rostros que no son su rostro y son el suyo,
se pierde en ellos, en sí mismo, se abandona a sus demonios; entonces postula:
“Todos los shandys conforman el rostro de un shandy imaginario”. Lo cual, por
caprichosa asociación y especular refracción (el espejo en el espejo), recuerda el párrafo con que concluye el
“Epilogo” que cierra El hacedor (Emecé, 1960), libro de poemas y poemas
en prosa de Jorge Luis Borges (1899-1986): “Un hombre se propone la tarea de
dibujar el mundo. A lo largo de los años puebla un espacio con imágenes de
provincias, de reinos, de montañas, de bahías, de naves, de islas, de peces, de
habitaciones, de instrumentos, de astros, de caballos y de personas. Poco antes
de morir, descubre que ese paciente laberinto de líneas traza la imagen de su
cara.”
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Borges en 1968 Foto: Eduardo Comesaña |
En Historia abreviada de la literatura
portátil son los locuaces y delirantes años 20 del siglo XX y a imagen y semejanza de hongos alucinantes y venenosos proliferan
las vanguardias. Junto a la herencia de Dada, los shandys canonizan tildes y
gestos tan absurdos y caricaturescos como surrealistas. Su conjura quesque
secreta —con tabla mosaica portátil— que se debe cumplir ante la amenaza de ser
expulsado, es una aventura snob,
de dandys con pose de enfants terribles y despreocupados que
viven la quimera de exhibirse en la efímera sombra underground, pero
ante “los ojos del mundo”, como “la exaltación espectacular de lo que surge y
desaparece con la arrogante velocidad del relámpago de la insolencia”; es
decir, sueñan con que su secta encarna “la expresión de un Yo rebelde,
escandaloso, imperecedero, que se impone mostrándose”.
El relato de sus estancias y vicisitudes en
París, Londres, Port Actif, Viena, Praga, Trieste, Sevilla, tienen y no tienen
que ver con la historia y la realidad. Las perspectivas paródicas y fantásticas
que emplea Enrique Vila-Matas, a imagen y semejanza de un espejo deformante,
reflejan, deforman y reelaboran lo que de ellas toma. De modo que el arquetipo
de shandy que dibujan los rasgos del conjunto, es, al unísono, emblema y
caricatura de una historia imposible.
Los demonios adversos que suelen asediar (e incluso castrar)
a un artista o escritor son llamados por los shandys: inquilinos negros u
odradeks. Estos se materializan en espectros o cosas autónomas; y como dicta el
lugar común, se encargan de arrebatarle concentración y creatividad al artista.
Para que su odradek lo deje en paz, el shandy tendrá que abandonarse a la
vagancia o a una tumbona sin hacer absolutamente nada. Por si fuera poco, los
odradeks tienen sus propios demonios: los golems, que a su vez tienen los suyos:
los bucarestis, “criaturas originarias de Rumania, parientes pobres del conde
Drácula”.
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Narrativas Hispánicas núm. 23, Editorial Anagrama (Barcelona, 1985) Ilustración de Jacques-Henri Lartigue: Gran Prix Automobile (La Beule, 1929) |
A imagen y semejanza de un artista o poeta
maldito, el shandy vive la “necesidad de soledad, junto con la amargura por la
propia soledad”. Comulga con la soltería y con el sexo sin ataduras (vil
máquina soltera especializada en la polimorfa cópula). Necesita concentrarse en
su trabajo, aislarse, sumergirse en él. “O está uno sumergido o la atención
flota lejos”, reporta el investigador que escribió el pintor cubista Juan Gris.
Es por ello que la conjura shandy, para huir de sus demonios, se instala en el Bahnhof
Zoo, un submarino inmóvil ubicado en el puerto de Dinard, en Inglaterra,
donde sin moverse realizan un laberíntico viaje por las profundidades del mar:
historias dentro de las historias, digresiones dentro de las digresiones.
Meollos tan absurdos y risibles, como la tienda de campaña que Céline instala
en medio de la habitación de un hotel; o la expedición secreta al Sanatorio
Internacional; o la Antología negra, el libro de mitos
y leyendas apócrifas que escribió Blaise Cendras a partir de las anécdotas que les
oía a los shandys, en Praga; pero que sin embargo fue recibido por la crítica
francesa, en pleno 1972, como “la primera oportunidad para el gran público de
conocer la literatura popular africana”. Lo que recuerda que en Xalapa,
califato de Sergio Pitol, aún a mediados de 2022 el presente libro de Enrique
Vila-Matas sigue siendo la primera oportunidad para el gran público de conocer
la popular y nunca olvidada Historia abreviada de la literatura portátil.
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Enrique Vila-Matas y Sergio Pitol de avioncito |
Enrique Vila-Matas, Historia
abreviada de la literatura portátil. Colección Narrativas Hispánicas núm. 23, Editorial Anagrama.
Barcelona, 1985. 128 pp.