miércoles, 3 de marzo de 2021

Un daño irreparable

 El Peje es un personaje que polariza

 

Impreso en México por Editorial Planeta Mexicana, en enero de 2021 se publicó la primera edición de Un daño irreparable. La criminal gestión de la pandemia en México, libro de la doctora Laurie Ann Ximénez-Fyvie, cuya campaña publicitaria empezó antes de que físicamente apareciera en las librerías del país (con acceso restringido) y por ende se pudo comprar en preventa a través de varias cadenas con tienda virtual. (Yo mismo así lo adquirí el viernes 29 de enero y lo recibí en mi casa, en Xalapa, el viernes 5 de febrero.)

           

Editorial Planeta Mexicana
México, enero de 2021

          Además de la foto del rostro (¿angustiado?, ¿azorado?) del impune y hablantín doctor Hugo López-Gatell (“subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud de México”), en el encabezado de la portada se pregonan (a los cuatro pestíferos vientos de la recalentada y envirulada aldea global) las altas calificaciones de la autora del libro: “Jefa del Laboratorio de Genética Molecular de la UNAM, Doctora en Ciencias Médicas por la Universidad de Harvard”, mismas que se reiteran y amplían en la segunda de forros (debajo de su fotografía y encima de su twitter): “Laurie Ann Ximénez-Fyvie se doctoró en la Universidad de Harvard y es profesora e investigadora de Microbiología. Actualmente es jefa de Laboratorio de Genética Molecular de la Facultad de Odontología de la UNAM [que ella fundó y encabeza ‘desde el año 2000’], directora general de la iniciativa Salvemos con ciencia [ONG con plataforma en la web que orienta y apoya a los contagiados con el virus SARS-CoV-2] y asesora proyectos para ayudar a controlar la pandemia de COVID-19 en México. A raíz de su artículo ‘El fiasco del siglo’ en el periódico Reforma se volvió una de las referentes expertas que han trabajado para exponer la verdad detrás de la gestión de la pandemia en México.”

          El libro Un daño irreparable, si bien está escrito por una científica e investigadora muy documentada y analítica que a sí misma se llama “cazadora de microbios” (cuyo objetivo es entender y admirar “la vida microscópica y las relaciones que guarda con nosotros y con el resto de las especies con las que cohabitamos en este planeta”), es de índole periodística, testimonial y autoanecdótica (con visos autobiográficos); en este sentido, sin discriminar a la comunidad médica y científica, se dirige al lego y al público en general para denunciar y compartir constancia de lo que desde el inicio fue (y aún es a inicios de marzo de 2021) La criminal [e impune] gestión de la pandemia en México. Yo, como muchos lectores mexicanos confinados en el interior del país, no leí su seminal artículo en Reforma (“publicado el 5 de mayo de 2020”) ni ninguno otro escrito por ella; pero sí la oí en varios programas del canal televisivo El Financiero Bloomberg, y por ello me percaté de que era una mujer muy parlanchina, pero crítica e inteligente, con una oratoria fácil, polémica y puntillosa, y al unísono amena, pedagógica, sarcástica, dicharachera, lúdica, juvenil, dispuesta a no dejar títere con cabeza, a señalar errores y omisiones, y a proponer lo que debería ser la ruta más óptima para confrontar, individual y comunitariamente, el curso y la propagación de la pandemia en territorio mexicano. Y esto es, precisamente, la pulsión y el tono conversacional o de charla de su libro: la leo y me parece que la estoy oyendo en uno de los programas de El Financiero Bloomberg.      

       

Dra. Laurie Ann Ximénez-Fyvie

        En el “Epílogo” de Un daño irreparable, la doctora Laurie apunta: “Ha comenzado un nuevo año. Estamos a 11 de enero de 2021.” Esto implica que lo concluyó antes de que el Estado Mexicano empezara (morosa y caóticamente y con abusiva propaganda de Morena) a vacunar a la población que reside en territorio mexicano. Y que si bien lo empezó a urdir (quizá aún sin saberlo) desde el momento de 2020 en que decidió ser crítica y activista, y no indiferente al dolor de los demás, ni omisa ante las mortales barrabasadas y tonterías del subsecretario López-Gatell, del Peje (Manuel López Obrador), del fantasmal secretario de la Secretaria de Salud y del no menos fantasmal e ineficiente Consejo de Salubridad General, apenas concluido, se fue a la imprenta. Y quizá por ello le faltó cierta corrección y cierta concordancia en algunas líneas. Claro que lo relevante y trascendente de su libro, además de las cifras duras y del bosquejo histórico del surgimiento y propagación planetaria del virus SARS-CoV-2 y de la mortal enfermedad COVID-19, es que exhibe y pone en la palestra una serie de equivocadas decisiones, erradas estrategias, ridículos argumentos (entre los más memorables están los referentes a la supuesta inutilidad del uso del cubrebocas, al menosprecio de las pruebas diagnósticas y al supuesto hecho de que los asintomáticos no contagian), inextricables a la flagrante impunidad de las autoridades mexicanas (reflejada en el creciente número de muertos, contagiados, asintomáticos y enfermos), supuestamente encargadas de contener y mitigar la dispersión de la pandemia; de oír, por sentido ético y común, los señalamientos y recomendaciones de los especialistas y críticos; de brindar a los pacientes el tratamiento adecuado y digno; de proveer los insumos necesarios y la protección debida a todo el personal sanitario que estaba en la primera línea y falleció, dando por resultado que sea México el país del mundo que presenta el mayor número de muertos por COVID-19 en esa área angular y básica de la salud pública. 

       Ejemplo uno. En la página 24 dice la doctora Laurie: “Hoy sabemos que COVID-19 no es una enfermedad respiratoria, sino un síndrome microvascular.” Pero en la página 164 resulta que sí es una enfermedad respiratoria, pues apunta (y añade el plus): “Hoy sabemos que COVID-19 es un síndrome sistémico microvascular, no sólo una enfermedad respiratoria, y produce daños en órganos y tejidos, que finalmente pueden resultar en la muerte.”

       Ejemplo dos. En la página 19 anota: “El 27 de febrero [de 2020], en México se confirmó el primer caso de COVID-19.” Y en la página 95: “los dos primeros casos de COVID-19 en México se dieron a conocer el 28 de febrero de 2020 en Ciudad de México.”

       Ejemplo tres. Entre las páginas 21 y 22 apunta (observe el paciente lector el patético cantinfleo del subsecretario Hugo López-Gatell, pues es él quien parlotea en la transcripción entrecomillada por ella):

      “Para marzo [de 2020] era claro que el discurso y las decisiones en torno a la pandemia en nuestro país adoptaban cada vez tintes más político-demagógicos que académico-científicos: ‘Vamos a suponer que tenemos una escuela de mil niños, nadie está infectado y de repente, de esos mil, un niño tiene la infección; si yo cierro la escuela en ese momento, voy a tener un efecto positivo, porque estoy evitando que un niño contagie a 999 niños. Si yo, en lugar de cerrar la escuela en ese momento, me espero a que la escuela tenga, por ejemplo, 10 niños infectados, puedo cerrar la escuela y esa medida aplicada a 10 contra 990 es más efectiva que si la cierro cuando es solo uno contra 999. Si me espero aún más y tengo, por ejemplo, 100 niños infectados, es todavía más efectiva la intervención, porque estoy evitando que 100 tienen una mayor fuerza de infección [sic], así se llama técnicamente, para contagiar a los 900 restantes, y así sucesivamente hasta llegar a un punto en donde llego a la máxima utilidad de la intervención y es cuando un volumen muy grande, vamos a pensar 400 niños, tienen la fuerza de 400 para infectar a los 600 que restan, esa sería la máxima utilidad de la infección.’

     

Detalle de la cuarta de forros

       “López-Gatell dijo lo anterior en la conferencia de prensa del 14 de marzo de 2020. Lo escuché por televisión durante la transmisión en vivo.

       “Su explicación contradecía los principios básicos de la contención epidemiológica de las enfermedades transmisibles y evidenció la estrategia que el gobierno mexicano había emprendido para enfrentar la pandemia, misma que habría de sentenciar la vida [de] más de 134368 personas —en cifras oficiales— al cierre de este texto. Cuatro días atrás, la Organización Mundial de la Salud (OMS) había declarado la expansión de COVID-19 en el mundo como una pandemia.”

       

Tedros Adhanom Ghebreyesus
Director General de la OMS

        O sea: según reporta la doctora Laurie: la OMS, tardíamente, declaró la pandemia el 10 de marzo de 2020. Fecha que reitera en la página 171 al apuntar: “el 13 de marzo, cuando la OMS hacía apenas tres días que había decretado la pandemia mundial”. Pero en la página 69 dice que fue el 11 de marzo, pues apunta: “Para el 25 de marzo, apenas 14 días después de la declaración tardía de pandemia por parte de la OMS, Italia registraba 7527 víctimas fatales y 74349 casos.” No obstante, en la página 47 había optado por “el 9 de marzo”: “Un mes después del aviso por parte de las autoridades chinas, con casos reportados en cuatro continentes, la OMS finalmente declaró la emergencia, pero no fue hasta el 9 de marzo cuando decidió declararla oficialmente pandemia; habían ya más de 110 países que en conjunto reportaban alrededor de 113000 casos y cerca 4000 defunciones.”

      Ejemplo cuatro. Entre las páginas 99 y 100 apunta: “Para que quede claro: como lo grafica un artículo de El Financiero, ‘las industrias que regula Cofepris producen todo aquello que ingerimos, tomamos, nos untamos, nos aplicamos, inhalamos; es decir, todo lo que entra de una u otra manera a nuestro organismo. Esta industria tiene su propio peso dentro de la producción económica de país. En años anteriores se ha estimado que los sectores industriales que regula el organismo sanitario representan el 10% del producto interno bruto (PIB) de México’.” Cita cuyo pie de página es el número 32; no obstante, en la página 260 el número 32 remite a una página web de El Economista, no de El Financiero.

      Vale resaltar que el preludio de tal cita es la crítica que la doctora Laurie formula en torno al hecho de que, frente al cuestionamiento mediático que polemizaba sobre la desatinada gestión del subsecretario López-Gatell, el Peje, en lugar de destituirlo o de exigirle un cambio certero y eficaz que pusiera punto final a sus erradas y erráticas estrategias, decidió empoderarlo aún más. Lo cual está en la lógica autoritaria, ególatra, caprichosa (el Tren Maya, el Aeropuerto Felipe Ángeles, la Refinería Dos Bocas, la remodelación del estadio de beisbol en Palenque para el equipo de su hermano Pío), antidemocrática y concentradora del poder supremo que caracteriza al populista, aldeano, misógino, machista y demagogo presidente de México, proclive al monopolio y manipulación de todos los poderes subalternos y paralelos, y no sólo al retrógrado regreso y monopolio estatal de las arcaicas y encarecidas energías sucias y fósiles. En este sentido, apunta la doctora Laurie en la página 99:

      “El nombramiento de López-Gatell como máximo responsable de conducir al país durante esta tormenta, que es la de COVID-19, no sería nepotismo. Es verdad que el niño mimado de López-Obrador no se cansa de adular en público a su jefe —en realidad, el único que tiene, pues Alcocer Varela [el afásico secretario de Salud de México] es a todas luces un secretario fantasma—. A diferencia del doctor Anthony Fauci, su par estadounidense que varias veces y en forma pública ha contradicho a su jefe, el ahora expresidente Donald Trump, López-Gatell permanece sin chistar, pues en apariencia el pacto que hizo fue el siguiente: obedecer ciegamente al presidente a cambio de obtener favores y ascensos.

      

El Peje y su cuate Hugo López-Gatell

       “Prueba de ello es que, en agosto [de 2020], Andrés Manuel López Obrador [alias el Peje] le cedió a la subsecretaría de López-Gatell el control de 13 unidades administrativas y órganos desconcentrados de la SSA [Secretaria de Salud], entre los que destacan la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris) y la Comisión Nacional contra las Adicciones (Conadic). Que hoy el subsecretario de prevención y promoción de la salud esté a cargo de la Cofepris, un órgano hasta agosto independiente y hoy degradado, lo convierte en uno de los funcionarios más poderosos del actual gobierno.”

        Ejemplo cinco. En la página 229, dentro del subcapítulo “Los errores de la OMS”, apunta la doctora Laurie Ann Ximénez-Fyvie dirigiéndose a un lector plural:

        “En caso de que no lo recuerden, vuelvo a citar la primera parte del documento [‘Un mundo en peligro. Informe anual sobre preparación mundial para las emergencias sanitarias’, elaborado por la OMS y difundido en ‘septiembre de 2019’]: ‘Nos enfrentamos a la amenaza muy real de una pandemia fulminante, sumamente mortífera, provocada por un patógeno respiratorio que podría matar de 50 a 80 millones de personas y liquidar casi 5% de la economía mundial.”

     

Dra. Laurie Ann Ximénez-Fyvie

        Quizá no es la intención de la doctora Laurie, pero me parece que trata al lector de marras con cierta soberbia, dando por hecho que es un pobre desmemoriado que lee cabeceando o echándose un coyotito entre las páginas, casi como el clásico aquel, que en la feria de Guadalajara, rebuznó que La silla del águila era de Krauze; o aquel otro que, dándoselas de “muy leído”, dizque citó a José Luis Borgues. Ese pasaje, tal cual, se lee primero en la página 81 con el siguiente añadido del mismo informe de la OMS que cita la doctora: “Una pandemia mundial de esa escala sería una catástrofe y desencadenaría caos, inestabilidad e inseguridad generalizadas. El mundo no está preparado.”

       Tal fragmento la doctora Laurie lo cita en el subcapítulo “Nadie escucho las alarmas” (p. 79-82). Y según mi experiencia de lector ese subcapítulo se torna indeleble (o memorable y ubicable en su libro) porque allí alude tres advertencias (que nadie oyó) sobre la inminencia de una catastrófica pandemia a escala mundial. Me parece que la mayor gravedad de la paradójica sordera (sin excluir al subsecretario Hugo López-Gatell) recae en la propia OMS, pues es un organismo científico, dependiente de la ONU, que éticamente vela por la salud y sobrevivencia del género humano que habita e infesta la aldea global. De ahí que la doctora apunte, en la página 81, antes del citado fragmento: “en septiembre de 2019, es decir, muy poco antes de que se detectara el primer brote en Wuhan, la misma Organización Mundial de la Salud emitió un grito que pocos oyeron”. Pero años antes hubo otro vaticino, casi de hollywoodense y restringido top secret, pues según reporta la doctora Laurie: “Como indica el periodista Ignacio Ramonet, hubo otra alerta, en 2017, en un informe elaborado por el Pentágono y destinado al presidente de Estados Unidos, Donald Trump.” De ese impresentable y obtuso presidente (inculto, mentiroso, tramposo, gandalla, culocéntrico y racista) se puede inferir que lo desdeñó tras saber de él a priori. De ahí que no sorprenda que al ver el voraz aumento de muertes y la multitudinaria propagación del apostrofado por él de vairus chainís, haya rebuznado ante los medios que era “algo que nadie esperaba”. (Sorprendentemente, el pasado viernes 26 de febrero de 2021, en el noticiero de las 8 pm del canal televisivo de El Financiero Bloomberg, al conmemorar el primer aniversario del primer caso en México de un enfermo de COVID-19, la periodista Sofía Villalobos dijo, también, “que nadie lo vio venir”, que era “algo que nadie esperaba”.) En este sentido, creo que vale la pena transcribir (para todo el disperso orbe de habla hispana que navega por la web) los fragmentos del subcapítulo “Nadie escuchó las alarmas”, donde la doctora Laurie comenta y reseña lo que parece fue (y quizá es) la primera advertencia del inminente y cercano arribo de una pandemia a escala planetaria:

        “En Estados Unidos, el primer deceso por COVID-19 se produjo el 29 de febrero de 2020, cerca de Seatle. Hacía casi tres meses que la epidemia había estallado en Wuhan y velozmente había saturado el sistema hospitalario de China primero y luego de varias naciones europeas; o sea, en Estados Unidos hubo tiempo para prepararse.

       

Páginas 80-81 de Un daño irreparable (Planeta, 2021)

       “Donald Trump, por ejemplo, no dudó en afirmar repetidas veces —cuando ocurrieron en su país las primeras muertes por coronavirus, meses después de China o Europa— que ‘nadie sabía que habría una pandemia o una epidemia de esta proporción’, y que se trataba de ‘un problema imprevisible’, ‘algo que nadie esperaba’, ‘surgido de ninguna parte’.

      “¿Pero realmente nadie esperaba esta pandemia? ¿No hubo forma de anticiparla?

       “Tristemente sí.

        “Hubo varias advertencias e informes provenientes de organismos de distinto tipo, empezando por la que emitió en 2009 —sí, leyeron bien, 2009— el National Intelligence Council (NIC), la oficina de anticipación política de la CIA. Aquel año, ese organismo de inteligencia publicó el reporte Global Trends 2025: A Transformed World, basado en estudios realizados por más de 2000 expertos de universidades de 35 países. Un megainforme que luego se convirtió en libro y que desde 2010 se consigue en Amazon por poco más de 400 pesos, más envío. Increíble, ¿no?

       “Más increíble aún es lo que contiene ese reporte respecto a las tendencias en temas que moldearán y afectarán a todo el planeta para 2025: migración, terrorismo, alimentos y agua, cambio climático, energía, ascenso de la clase media global, economía, urbanización. En efecto, en la página 95 se alerta sobre algo que provocaría una especie de madre de todas las pandemias: ‘La aparición de una enfermedad respiratoria humana nueva, altamente transmisible y virulenta para la cual no existen contramedidas adecuadas, y que se podría convertir en pandemia global’.

       “El libro alertaba, además, de que ‘la aparición de una enfermedad pandémica depende de la mutación o del reordenamiento genético de cepas de enfermedades que circulan actualmente, o de la aparición de un nuevo patógeno en el ser humano que podría ser una cepa de influenza aviar altamente patógena como la H5N1, u otros patógenos, como el SARS-CoV-1, que también tiene ese potencial’.”

       

Dra. Laurie Ann Ximéz-Fyvie

        Ejemplo cinco. Puede ser, pero no imagino a un romo pejezombi, renuente al uso del cubrebocas (y por ende seguidor a ultranza de las necias posturas del Peje y del subsecretario López-Gatell), leyendo el presente libro de la doctora Laurie Ann Ximénez-Fyvie. No lo veo, además, gastando $298.00 para comprarlo y atesorarlo en su biblioteca personal o familiar. Me parece que el lector promedio de su libro no es ese previsible estereotipo, sino aquel que ya tiene, con antelación, una postura crítica y cuestionadora ante La criminal gestión de la pandemia en México y por ende usa, motu proprio, el cubrebocas y observa, día a día, las consabidas medidas higiénicas y de “sana distancia”, y el doméstico uso del oxímetro y del termómetro. Desde luego que no resulta inaceptable y baladí la reiterada defensa que la doctora Laurie hace del uso del cubrebocas; pero sí parece chocante, y fuera de sitio (con falta de respecto al lector que compró su libro), que entre las páginas 184 y 186 (o sea: muy avanzada la lectura) se le suba el tepache y adopte un papel de regañona mamá de los pollitos del octavo día y vocifere y vuelque una jocosa e hilarante diatriba para que, ya por fin, los necios (entre los mil y un necios de nunca acabar) se enteren y usen el cubrebocas. Truena la doctora Laurie en el salón de clases ante los demudados alumnos que no aprueban ni de panzazo y sacan cero en conducta:

     


         “Y si hay quien todavía tenga dudas sobre la utilidad de este pedazo de tela que se sujeta de las orejas, diré lo siguiente: a estas alturas no me voy a tomar el tiempo de escribir un tratado sobre la utilidad de los cubrebocas para el control de las infecciones, porque me parece una verdadera necedad.

      “Mejor les hago algunas preguntas para que ustedes las contesten solos y saquen la conclusión que, desde un inicio, debería haber sido obvia e intuitiva para todos. Si los cubrebocas/mascarillas no sirven para controlar la transmisión de las infecciones,

        “1. ¿Por qué un cirujano que realiza —digamos— una cirugía rutinaria, como podría ser una colecistectomía por laparoscopía, se coloca un cubrebocas en el quirófano? (aquí la intención es proteger a quien no porta el cubrebocas, es decir, el paciente).

        “2. ¿Por qué, desde hace décadas, uno de los dogmas centrales para el control de infecciones durante la realización de cualquier procedimiento odontológico es la utilización de cubrebocas por parte del clínico? (aquí la intención es proteger tanto a quien porta el cubrebocas como a quien no lo porta: paciente y clínico).

       “3. ¿Por qué una de las indicaciones principales que se hace a los pacientes seriamente inmunocomprometidos, cuando tienen que deambular por donde hay otras personas, es que se coloque un cubrebocas? (aquí la intención es proteger a quien porta el cubrebocas).

       “¿Todavía son tan ingenuos como para pensar que, en la OMS, como en cualquier otra gran institución u organismo —incluyendo la Iglesia católica, la ONU y todas las demás—, en donde existen jaloneos de poder, todos los que toman decisiones son querubines, discípulos de la madre Teresa de Calcuta, y que no predominan los intereses económicos y políticos muchas veces por encima de cualquier otro?

      “¿Necesitan que ‘papá López-Gatell’ les dé luz verde y autorización para protegerse a ustedes mismos, a sus familiares y a la gente que los rodea de una enfermedad que los puede matar? ¿Acaso el afán por la obediencia rebasa el sentido común?

   “¿Requieren que alguien —yo o quien sea— les escriba un tratado sobre el tema para tener un ‘arma’ que les permita justificar el uso de medidas preventivas, que de antemano saben que son efectivas, con tal de esquivar las posibles críticas de una multitud de ignorantes? ¿Acaso el temor al ‘oso’ supera el instinto de supervivencia?

      “Contéstense las preguntas anteriores y, si después les queda alguna duda de lo que opino sobre el uso generalizado de los cubrebocas por parte de toda la población que deambula fuera de sus hogares, entonces mándenme un mensaje para que se los explique con dibujitos.”

       Curiosamente, y pese a su airado y chistoso discurso de dogmática bolchevique defensora del uso y utilidad del mentado cubrebocas, en un despiste y exceso de confianza se lo quitó para conversar y debatir, en grupo, en un programa en vivo (en YouTube) conducido por la periodista Adela Micha, y por ende se contagió del virus SARS-CoV-2 y padeció los síntomas de la COVID-19, e incluso llegó a necesitar un tanque de oxígeno y pensó en la fóbica cercanía de la muerte, dado que, con 51 años, padece de obesidad y de esclerosis múltiple (y por ello utiliza unas muletas para moverse), según lo narra en el “Epílogo” de su libro.

        

Los cuatro jinetes del Apocalipsis:
el Peje, el fantasma, Gatell y Ebrard

          En contrate con toda la crítica y el cuestionamiento que hace sobre las paradójicas declaraciones y la errada tarea del subsecretario Hugo López-Gatell, incluido el presidente de México y el canciller Marcelo Ebrard cuando desatinadamente cantó “¡Misión cumplida!” ante el arribo de las insuficientes vacunas y de las que luego no llegaron, la doctora Laurie Ann Ximénez-Fyvie alude y elogia las gestiones, con reconocibles resultados, emprendidas por varias mujeres de la aldea global: Tsai Ing-wen, presidenta de Taiwán; Jacinta Ardern, primera ministra de Nueva Zelanda; Angela Merkel, canciller de Alemania; y Claudia Sheinbaum, jefa de Gobierno de Ciudad de México, de quien apunta:

       “En relación con el manejo de la pandemia, la física e ingeniera, que también es investigadora de la UNAM, ha tratado de hacer las cosas mejor que el subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud. Ha implementado medidas sencillas, mínimas, las cuales, para las dimensiones de esta tragedia, deben ser reconocidas pero no aplaudidas. Hablo, por ejemplo, del cubrebocas. Sheinbaum se lo puso desde el inicio de la pandemia. De hecho, es una de las pocas dirigentes en México que lo ha usado consistentemente en público.

     

Claudia Sheinbaum
Jefa de Gobierno de Ciudad de México

        
“Sólo se lo quitó una vez ante las cámaras, cuando estaba frente al presidente de la nación. Mal hecho. Pero, ante la indolencia y el cinismo de López-Gatell, estamos frente a una funcionaria que se ha tomado más en serio su vocación de servir a la sociedad.”

        Vale añadir, no obstante, que a Claudia Sheinbaum también le observa fallos estratégicos y proyectos no del todo concretados, como son el plan de las pruebas diagnósticas, la localización y seguimiento de los probables infectados, y las insuficientes medidas para lograr la contención y mitigación de la pandemia.

        En una entrevista a tres bandas en La Silla Roja, programa televisivo de El Financiero Bloomberg, la doctora Laurie Ann Ximénez-Fyvie habló de una posible segunda parte de su libro. Ojalá lo haga, pues además de que siempre es relevante oír los argumentos de una voz autorizada y crítica que piensa de manera oral y escrita, la historia del COVID-19 en México, con sus trágicos y escandalosos números rojos, aún está en curso; y todo indica que en esos cáusticos menesteres el Peje y el subsecretario Hugo López-Gatell no son, ni serán, los héroes de la patria ni de la llamada, con demagogia, 4T. 

 

Laurie Ann Ximénez-Fyvie, Un daño irreparable. La criminal gestión de la pandemia en México. Editorial Planeta Mexicana. México, enero de 2021. 264 pp.

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 Laurie Ann Ximénez-Fyvie charla con Adela Micha.

Enlace a la plataforma COVID-19: Salvemos con ciencia (ONG).