El dinero no conoce patria ni religión
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Misterioso asesinato en casa de Cervantes, novela del español Juan Eslava Galán (Arjona, Jaén, marzo 7 de 1948), obtuvo en España el Premio Primavera de Novela 2015, convocado por Espasa (editorial del Grupo Planeta) y Ámbito Cultural de El Corte Inglés. Se trata de un lúdico, festivo, erótico e hilarante homenaje a don Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616), el autor del inmortal don Quijote en sus dos vertientes: El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha (1605) y El ingenioso caballero don Quijote de la Mancha (1615); más de La Galatea (1585), de las Novelas ejemplares (1613) y de Los trabajos de Persiles y Sigismunda (1617).![]() |
Supuesto retrato de Miguel de Cervantes Saavedra atribuido a Juan de Jáuregui |
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Si bien la trama de Misterioso asesinato en casa de Cervantes implica cierto acopio documental y bibliográfico y por ende tiene algo de palimpsesto, es, ante todo y al unísono, una aventura del lenguaje y una novela de intriga de índole fantástica. Se desarrolla en 41 capítulos breves, cuyos largos rótulos cervantinos evocan y remiten directamente a Don Quijote (el 2, por ejemplo, canturrea: “En el que se da noticia de la ilustre ciudad de Valladolid, corte de las Españas, así como de la visita del pesquisidor a la duquesa de Arjona en hábito femenil”), más un “Apéndice”, un Dramatis Personae, y la concisa y vaga “Bibliografía”. El cronista omnisciente y ubicuo, que es la voz narrativa, suele aludir a los supuestos “cronistas de esta verdadera historia”; el cual narra con una sintaxis y un vocabulario arcaizante, es decir, salpimentado de fórmulas barrocas y palabras antiguas y poco usuales, frases hechas y modismos remotos y añejos o de su propio cuño, con lo que vierte el sonoro matiz y la eufonía de que se lee y se oye el habla de la época de Cervantes, con su implícita idiosincrasia, atavismos, costumbres, usos, tradiciones y prejuicios imperantes, inextricables a las vestimentas, a las armas, a las monedas corrientes, a todo tipo de utensilios domésticos y laborales, a los hábitos culinarios, taberneros y sexuales, y a la descripción geográfica y urbanística y de los espacios interiores.![]() |
Felipe III (c. 1601) Retrato de Juan Pantoja de la Cruz Museo de Historia del Arte de Viena |
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Primera edición impresa en México Julio de 2015 (Ámbito Cultural/Espasa/Planeta Mexicana) |
Tal es así, que Dieguillo, quien es “un rapazuelo de quince o dieciséis años”, al verla salir bañada y oronda en atuendo de mujer le declara: “Ay, señora, que no me parece sino que estoy viendo a una santa hermosa de las que pintan para los altares. Con traje de hombre no parecíais tan bella.” Paradójicamente menos perspicaz, Chiquiznaque, un desarrapado ladrón y curtido asesino a sueldo, cree que doña Dorotea es hermana de don Teodoro de Anuso, quien le parece “un pisaverde amujerado, para mí que marica”, dice. De ahí que Franz Dahlmann, un alabardero del rey de origen alemán, alto, guapetón y corpulento, pero sodomita pasivo, al ver “la belleza de don Teodoro”, lo cree “de su misma inclinación”.
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Don Quijote y Sancho Panza Ilustración de Picasso |
Tal lapsus temporal reduce el tiempo del encierro de Cervantes y los suyos en la cárcel real (donde Dorotea de Osuna lo visita y oye por primera vez sus doctas palabras de viva voz) y su cambio por la prisión domiciliaria, gracias al soborno que la duquesa de Arjona paga al alcalde Villarroel. De ahí que resulte congruente que la duquesa le haya dicho a Dorotea el día de su llegada: “no hay más justicia que la que compras”, lo cual es indicio de la corrupción que prolifera por doquier y por ende Cervantes, preso en su casa del Rastro de los Carneros, le sentencia a Dorotea: “La vileza, el abuso y el mal gobierno son, señora, manzanas podridas que malogran las sanas, por eso esta España que las consiente nunca levanta cabeza”. Definitoria y crónica descomposición social que bulle y abunda al unísono de la vida disoluta, de las persignadas imposturas, de las iglesias y conventos, de los garitos y prostíbulos, de los nobles ricos y empobrecidos, vividores y holgazanes, de los cofrades de Caco y de los asesinatos por encargo, de las muchedumbres de pordioseros y menesterosos, de vagabundos, desempleados y pícaros, de las sanguinarias venganzas entre españoles, y de las intrigas nobiliarias y palaciegas e internacionales que a la postre son las que explican el trasfondo del asesinato de don Gaspar de Ezpeleta y su oculta doble identidad y el hecho de que el crimen haya ocurrido precisamente frente a la casa de don Miguel de Cervantes Saavedra.
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La visión de don Quijote Ilustración de Goya |
Vale subrayar que doña Dorotea de Osuna, en su papel de pesquisidora, ya vestida de dama o disfrazada de caballero andante, no resulta muy ducha, sino una detective aficionada y sin mucha experiencia vital y deductiva, cuyos razonamientos, inferencias y actos son complementados o matizados por la duquesa de Arjona. No obstante, para lograr sus fines no duda en el trabajo sucio o en saltarse las reglas; por ejemplo, contrata al valentón Chiquiznaque para aterrorizar y hacer confesar a Muzio Malatesta, “el maestro de esgrima que tiene abierta una academia en San Leandro”, quien, por un pago, fue el espadachín que dejó a Ezpeleta herido de muerte. Y para robar la carta que Muzio Malatesta debió robarle a Ezpeleta tras asesinarlo, planea y realiza, con el apoyo logístico de la duquesa de Arjona y la participación del valentón Chiquiznaque, del adolescente Dieguillo y del anciano Ambrosio —ambos criados de la duquesa— el nocturno y peliagudo asalto a “la Casa del Cerrojo, un palacio de la calle Renedo, cerca de la Puerta de la Pólvora, donde tiene sus oficinas y almacenes” don Renzo Grimaldo, quien según le informa la duquesa a Dorotea, “Es el cónsul de Génova en la corte, un hombre enredador en todos los apaños. Y rico hasta decir basta. Además de su propio peculio, administra los empréstitos que los banqueros genoveses conceden a la Corona y a los ricoshombres que no lo son tanto. Según dicen, la mitad de los dineros que vienen de las Indias se van a sus bolsillos, en pago de intereses atrasados.”
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El duque de Lerma (c. 1600) Retrato de Juan Pantoja de la Cruz |
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Juan Eslava Galán |
“Doña Andrea no halló el palacio. Recorrió dos veces la manzana detrás de la Plaza Mayor, pero en lugar de la entrada blasonada y el balcón con hachones en forma de dragón que había visto hacía tan solo unos días, cuando visitó a la duquesa, solo encontró las carcomidas bardas del huerto de Santiago con dos añosos cipreses asomando por encima. Preguntó a varios transeúntes por el palacio de los duques de Arjona y ninguno le supo dar razón.
“‘Parece cosa de encantamiento’, se dijo.”