Los
horrorosísimos espantos del
Parque
de Atracciones POEᵀᴹ
I de III
Con el número 77 de la
colección Ilustrados de la editorial española Reino de Cordelia, “en el
invierno de 2017” “se acabó de imprimir”, en Madrid, el volumen Diez Cuentos de Terror. Se trata de una
antología a dos tintas, con sobrecubierta y en cartoné, que reúne una decena de
relatos del norteamericano Edgar Allan Poe (1809-1849) traducidos por la
española Susana Carral, profusamente ilustrados por la artista gráfica María
Espejo; cuya “Edición, selección y prólogo” se debe a Luis Alberto de Cuenca y
Pardo.
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Colección Ilustrados número 77, Reino de Cordelia Madrid, invierno de 2017 |
Si bien se trata de un vistoso libro que focaliza y
explota una mínima muestra de la obra narrativa de Edgar Allan Poe, llama la
atención, y chirría con estridencia, el despropósito del antólogo al
descalificar las reputadas traducciones del argentino Julio Cortázar, fallecido
en París, a los 69 años, el 12 de febrero de 1984. Es decir, según apunta en su
prefacio datado en “Madrid, 15 de noviembre de 2016”, en tándem con “Jesús
Egido, director y propietario de Reino de Cordelia”, hizo ex profeso la selección de los diez cuentos de Poe, cuyos supuestos
“Títulos originales” en inglés (con el año de su publicación) se leen al inicio
de la página legal y en español en su texto con una serie de loas
(“formidables, únicos e irrepetibles”): Berenice,
Ligeia, La caía de la casa Usher, La máscara de la Muerte Roja, El pozo y el
péndulo, El corazón delator, El gato negro, El entierro prematuro, La verdad
sobre el caso del señor Valdemar y El
barril de amontillado. Pero a la hora de ponderar (y pregonar) el trabajo
de la traductora, el prologuista truena lapidario como si con su voz de trueno
hiciera polvo la versión cortazariana
(quizá dando por sentado que la sepulta por
los siglos de los siglos con su venenoso y falaz rayo de malaleche): “Como
la pulquérrima traducción de Cortázar nos parecía demasiado cortazariana y
bastante alejada del original [sic],
pensamos en una excelente traductora española, Susana Carral, para acometer la
tarea de trasladar al castellano las diez joyas, arriba citadas, del
sanctasanctórum de Poe.”
Nadie ignora que a estas alturas del siglo XXI abundan,
en el disperso ámbito del idioma español, las mil y una traducciones y
antologías de la obra narrativa de Poe. Y entre tales descuella sobremanera la pulquérrima versión cortazariana, cuya
primera edición se remonta a mediados de los años 50 del siglo XX en una remota
isla del Caribe (en cuya Universidad de Río Piedras estaba refugiado el
escritor granadino Francisco Ayala) y su boom
a partir de 1970, cuando Alianza Editorial publicó en Madrid, por primera vez, el
par de tomitos con los 67 Cuentos de
Poe (números 277 y 278 de la serie El Libro de Bolsillo), con su prólogo
biográfico (“Vida de Edgar Allan Poe”), con sus postreros y eruditos comentarios
y apuntes bibliográficos, todo precedido por la breve advertencia que en la
página legal aún canturrea a los cuatro pestíferos vientos de la recalentada y
envirulada aldea global: “Esta obra fue publicada en 1956 por Ediciones de la
Universidad de Puerto Rico en colaboración con la Revista de Occidente con el
título Obras en prosa I. Cuentos de Edgar
Allan Poe. La actual edición de Alianza Editorial ha sido revisada y
corregida por el traductor.”
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El libro de bolsillo números 277 y 278, Alianza Editorial (Madrid, undécima edición: 1984. Y octava edición: 1983.) |
El
buqué, la tesitura y la eufonía de la versión
cortazariana de la narrativa de Poe tiene prestigio (pese a ciertos
bemoles) y se defiende sola (no necesita las porras de un infinitesimal reseñista
vociferando en el silencio sordo y solitario del ciberespacio) y por ello se ha
seguido reeditando hasta lo que va del siglo XXI. No obstante, vale citar
varios ejemplos donde esto es más que fehaciente.
Uno: Narración de Arthur Gordon Pym; libro
editado por Libros del Zorro Rojo e impreso en Polonia, en “enero de 2015”, con
espléndidas ilustraciones en blanco y negro del artista gráfico Luis Scafati;
cuyo prólogo y traducción de Cortázar se publicaron por primera vez en 1956 a
través de las Ediciones de la Universidad de Puerto Rico y la Revista de Occidente; traducción
revisada por el autor ex profeso para
Alianza Editorial, que la publicó en Madrid, en 1971, con el número 341 de la
serie El Libro de Bolsillo.
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El libro de bolsillo número 341, Alianza Editorial (Madrid, treceava edición: 1998) |
Dos: La trilogía Dupin; libro que reúne la
traducción que hizo Cortázar de los tres cuentos detectivescos de Poe
protagonizados por el chevalier
Auguste Dupin, publicado por Seix Barral, en Barcelona, en junio de 2006, con
un “Prólogo” de Matthew Pearl (traducido por Vicente Villacampa), el
prestigioso autor de El club Dante
(México, Seix Barral, 2004) y La sombra
de Poe (México, Seix Barral, 2006).
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Aurora Bernárdez y Julio Cortázar |
Tres: Cuentos de imaginación y misterio;
volumen editado por Libros del Zorro Rojo, cuya “Quinta reimpresión” impresa en
Polonia data de “septiembre de 2016” (la “Primera edición” se tiró en
“septiembre de 2009”), ilustrado con láminas en blanco y negro del artista
gráfico Harry Clarke (epígono de Aubrey Beardsley), que reúne 22 de los 67
cuentos de Poe traducidos por Cortázar, precedidos por un “Prefacio” suyo
datado en “1972”, aliñados con sus postreros comentarios y correspondientes datos
bibliográficos. Vale subrayar que ese preámbulo de Cortázar fue traducido por
la argentina Aurora Bernárdez (su esposa y cómplice durante los años europeos
en que él tradujo y prologó las narraciones y los ensayos de Edgar Allan Poe) y
es un examen —crítico, analítico y agudo— sobre la controvertida personalidad y
la obra del escritor norteamericano.Cuatro:
Antología universal del relato
fantástico; volumen editado en 2013, en Girona, por Atalanta, con notas,
“Edición y prólogo de Jacobo Siruela”, donde figura la traducción que Cortázar
hizo del cuento de Poe: “Manuscrito hallado en una botella”.
Cinco:
Cuentos completos de Edgar Allan
Poe; anónimo volumen editado en Barcelona por Edhasa, cuya “Cuarta reimpresión”
data de “mayo de 2015” (y la primera de “enero de 2009”), que reúne los 67
relatos de Poe traducidos por Cortázar (más otros textos traducidos por Gregorio
Cantera), reordenados cronológicamente “siguiendo la edición llevada a cabo por
Patrick E. Quinn y G.R. Thompson para The Library of America (Poe, Poetry, Tales & Selected Esssays,
Nueva York, 1984)”, se dice en la anónima “Nota del Editor”.
Seis: Relatos de ciencia ficción; libro
publicado en Madrid, en 2018, con el número 24 de la serie Letras Populares de
Ediciones Cátedra, que reúne quince cuentos de Poe traducidos por Cortázar y
tres poemas de Poe traducidos por José Francisco Ruiz Casanova, precedidos por
una avezada “Introducción” de Julián Diez.
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Bibliotheca AVREA, Ediciones Cátedra (Madrid, octubre 7 de 2011) |
Siete:
Narrativa completa de Edgar Allan Poe; tomo publicado
en Madrid, “el 7 de octubre de 2011”, por Ediciones Cátedra en la Bibliotheca
AVREA, el cual agrupa, cronológicamente, las traducciones que Julio Cortázar
hizo de los 67 cuentos de Poe; más La
narración de Arthur Gordon Pym, traducido por éste, y Julius Rodman, traducido por Margarita Rigal Aragón, editora del
volumen; quien además de su erudita “Introducción
general”, incluyó una “Cronología” biográfica, una “Relación de los lugares
en los que Poe vivió”, una comentada “Selección bibliográfica”, y un conjunto
de sesudas notas: una por cada texto de Poe compilado en el volumen. Con su ojo
clínico de experta, declara a la mitad de su nota “Criterios de esta edición”:
“Para las narraciones breves y para la Narración
de Arthur Gordon Pym seguimos la traducción que Julio Cortázar realizase a
principios de los años cincuenta del siglo pasado y que fue publicada,
inicialmente, en 1956 por Ediciones de la Universidad de Puerto Rico en colaboración
con la Revista de Occidente. Sus
traducciones son, no solo para esta editora, sino para el resto de los
estudiosos de Poe, las mejores que se han realizado en nuestra lengua. Quedamos
profundamente agradecidos a su viuda, que ha permitido su reproducción en este
volumen. [Cabe puntualizar que Aurora Bernárdez, a esas alturas del tiempo, no
era su viuda, sino su heredera universal y albacea literaria.] Julio Cortázar
no tradujo, sin embargo, El diario de
Julius Rodman, por ello la traducción ofrecida ha sido realizada por la
editora.”
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Colección Voces/Literatura número 113, Páginas de Espuma (México, segunda edición, diciembre de 2008) |
Ocho: Cuentos completos. Edición comentada;
ladrillesco tomo que reúne los 67 relatos de Poe con la consabida Traducción y prólogo de Julio Cortázar
(pero sin sus eruditas y postreras “Notas”, en cuyo inextricable proemio resume
las razones del ordenamiento que hizo de los 67 cuentos), cuya “Segunda
edición” impresa en México por Páginas de Espuma data de “diciembre de 2008”
(la primera apareció en España un mes antes). Se trata de un adoratorio o volumen
de culto: Poe-Cortázar, cuyos convocantes editores: Fernando Iwasaki y Jorge
Volpi, bosquejan sus reglas editoriales en la nota preliminar “Poe & CÍA”
(firmada por ambos en “México D.F.-Sevilla, otoño de 2008”), dando por
resultado que 67 escritores de ambos lados del Atlántico (nacidos después de
1960 y por lo menos con un libro publicado) comenten, uno a uno, los 67 cuentos
de Poe traducidos por Cortázar. Cada comentario no figura después del relato,
sino antes de cada uno, como si tal comentario personal y egocéntrico (a veces
bastante simplote o baladí) fuera más relevante que el cuento de Poe traducido
por Cortázar. A esto se añade la postrera crónica egotista de Fernando Iwasaki,
donde narra una efímera y ritual visita turística que hizo a los sitios del
culto e idolatría poeiana en Baltimore. No obstante, los principales textos
laudatorios sobre el binomio Poe-Cortázar son la “Presentación” del mexicano
Carlos Fuentes y el texto del peruano Mario Vargas Llosa titulado “Poe y
Cortázar”, firmado en “Madrid, 21 de agosto de 2008”, donde a la mitad afirma,
muy docto, el también catedrático (en distintas universidades) y miembro de la
Academia Peruana de la Lengua (desde 1975), de la Real Academia Española (desde
1994) y de la Academia Francesa desde el 25 de noviembre de 2021:
“La
traducción que hizo Cortázar de los cuentos, ensayos y novelas cortas de Poe
merece figurar entre las obras maestras de la literatura contemporánea en
lengua española, así como la traducción de los cuentos de Poe por Baudelaire es
reconocida como uno de los monumentos literarios de la lengua francesa. Esta
traducción, al mismo tiempo que una maestría absoluta en el dominio del inglés
y el español y un conocimiento exhaustivo de la obra de Poe, delata una
cercanía intelectual y un amor apasionado de Cortázar por el mundo de la
fantasía, los fantasmas y los traumas con los que el genio de Poe construyó su
obra. Su mayor mérito es que ella en ningún momento parece una traducción pues
Cortázar ha conseguido recrear dentro del espíritu de la lengua de Cervantes y
de Borges el lenguaje de Edgar Allan Poe, encontrando equivalencias
lingüísticas y reconstruyendo dentro del genio de nuestra lengua las
peculiaridades estilísticas inglesas y la riquísima orfebrería léxica con que
Poe elaboró todos sus textos. Quiero decir que, como todas las grandes
traducciones, la versión que el autor de Rayuela
da de la obra del norteamericano pertenece tanto a Poe como al propio
Cortázar.
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Mario Vargas Llosa entre Aurora Bernárdez y Julio Cortázar (Grecia, 1967) |
“Para
comprobarlo vale la pena leer el largo y lúcido ensayo con que la traducción de
Cortázar apareció en su primera edición, hecha por la Universidad de Puerto
Rico. En ella Cortázar, además de examinar con erudición el mundo de Poe, sus
fuentes, la manera como la vida de este perseguida por el infortunio y los
reveses se volcó en las alucinaciones y pesadillas de sus cuentos macabros y en
las aventuras extraordinarias que fraguó su imaginación, hace una defensa de la
literatura fantástica, género en el que Cortázar escribió relatos tan
originales y notables como los del propio Edgar Allan Poe. Al igual que
Baudelaire, a Julio Cortázar Edgar Allan Poe no sólo le deparó el placer de una
lectura, también fue un espejo que le permitió descubrir su propia cara.”
II de III
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Fortunano y Montresor (Ilustración: María Espejo) |
Debajo del título de su
prefacio (cuya asonancia rima con tótem): “POEᵀᴹ”, Luis Alberto de Cuenta y
Pardo —el antólogo y prologuista de los Diez
Cuentos de Terror— se autopresenta como una especie de oráculo, pachá en
otomana o eminencia con toga y birrete del “Instituto de Lenguas y Culturas del
Mediterráneo y Oriente Próximo”. Pero al término de su texto, para animar al desocupado
lector a introducirse en los horrorosísimos espantos de una especie de Casa de
los Horrores, parlotea, lúdico —quizá disfrazado de bufón (a la Fortunato)—, a
imagen y semejanza de un popular y picaresco pregonero de una feria ambulante
por las villas y despeñaderos de Españolandia: “Pasen, amigos, a esta selección
de los diez mejores cuentos de Poe traducidos
por Susana Carral, diviértanse como enanos, como caníbales en celo, leyendo el
libro que comienza donde terminan estas líneas. La entrada al Parque de Atracciones
POEᵀᴹ no tiene fecha de caducidad. Mientras el
hombre lea, leerá al autor de El cuervo
(aunque no sé decirles, la verdad, cuánto durará eso).”
En
este sentido, si el antólogo y prologuista Luis Alberto de Cuenca y Pardo no
hubiera reprobado la pulquérrima versión
cortazariana de los cuentos de Poe (dizque “bastante alejada del
original”), el desocupado lector quizá hubiera accedido a los insólitos y
horrorosísimos sucesos y locuras de la pulquérrima
versión carraliana sin ningún prejuicio (o casi sin ninguno); es decir, sin
que nadie (a no ser su consciencia individual) lo indujera y empujara a
comparar y a elegir, a imagen y semejanza de un pelotudo juez de una justa
literaria, cuál de las dos versiones es “la más cercana al original”.
A priori
parece que las dos versiones son válidas, que ambas merecen la croqueta de oro.
Es decir, los intérpretes tradujeron con libertad a partir de sus decisiones y
criterios intelectuales e idiosincrásicos. Si uno lee ambas versiones y las
compara se tiene la certidumbre de que, esencialmente —con sus diferencias, variantes,
limitaciones y antagonismos— son versiones parecidas de un mismo texto. Y esto
resulta extensivo a otros reconocidos intérpretes que han traducido la obra
narrativa de Poe; por ejemplo, Julio Gómez de la Serna, Doris Rolfe, Mauro
Armiño, Elvio E. Gandolfo.
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Diez Cuentos de Terror, p. 147 (Ilustración: María Espejo) Nota: El loco descuartizando al viejo del corazón delator |
Si se trata de ser “lo más cercano al original” es
notorio que a la versión carraliana
de “Berenice” y de “El pozo y el péndulo” les metieron cuchillo; es decir, les
mocharon un cachito. Y poniéndonos exigentes, el antólogo convalida tales
mutilaciones: “estamos muy contentos con el resultado de nuestro encargo”, dice
complaciente y pagado de sí mismo en su prefacio.
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Diez Cuentos de Terror, p. 35 (Ilustración: María Espejo) Nota: Los dientes extirpados al cadáver de Berenice |
Es decir, “Berenice” inicia
con un epígrafe en latín que Cortázar no tradujo, pero Carral sí en una nota al
pie de página. Pero “Berenice” tiene una nota al pie de página del propio Poe
que Cortázar sí tradujo, notoriamente eliminada en la versión carraliana y que en la versión
cortazariana dice a la letra: “¹Pues
como Júpiter, durante el invierno, da por dos veces siete días de calor, los
hombres han llamado a este tiempo clemente y templado, la nodriza de la hermosa
Alción (Simónides).” El cual
corresponde al pasaje del cuento original donde se lee el nombre “Halcyon” y
que en la versión cortazariana dice
así: “Y al fin se acercaba la fecha de nuestras nupcias cuando, una tarde de
invierno —en uno de estos días intempestivamente cálidos, serenos y brumosos
que son la nodriza de la hermosa Alción¹ [...]” Mientras
que en la versión carraliana se lee
así ese pasaje y con el nombre “Alcíone”: “Con el paso del tiempo se acercaba
ya el momento de nuestras nupcias cuando, una tarde de invierno de uno de esos
días anormalmente cálidos, tranquilos y neblinosos para la época del año que
permiten criar a la hermosa Alcíone [...]”
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Diez Cuentos de Terror, p. 111 |
“El
pozo y el péndulo”, por su parte, inicia con cuatro versos en latín que
Cortázar no tradujo, pero Carral sí y cantan, exultantes y triunfalistas, en su
correspondiente pie de página: “La impía muchedumbre de torturadores/ alimentó
sus abundantes locuras con la sangre de los inocentes, sin saciarlas./ Ahora
que la patria está a salvo y la cueva de la ruina destrozada,/ donde reinó una
muerte espantosa surgen vida y salud.” Pero lo que al inicio le falta a la versión carraliana de “El pozo y el
péndulo” es la apostilla del propio Poe que sigue (o corresponde) a tal
cuarteta y que en la versión cortazariana
dice entre paréntesis: “Cuarteto compuesto para las puertas de un mercado que
había de ser erigido en el emplazamiento del Club de los Jacobinos en París.”
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Cuentos/1 (Alianza, 1984), p. 74 (detalle) |
Quizá esas mutilaciones no son un mal desempeño de Susana
Carral, sino de Jesús Egido, pues en la página legal figura como el autor del Diseño y maquetación. Y quizá le hundió
el bisturí y le metió tijera a ese cuento para dizque “armonizar” con el
sentido del aviso que se lee, entre paréntesis, al pie de la primera página de
“Berenice”, pues es el relato que inicia los Diez Cuentos de Terror: “Todas las notas son de la traductora”.
Este tipo de manoseos o meteduras de mano ajenas al traductor (que más bien son
meteduras de pata) suelen ocurrir. Por ejemplo, en la 3ª edición de Narraciones extraordinarias, antología
de doce relatos de Poe, número 133 de la serie El Club Diógenes, editado en
Madrid por Valdemar en “marzo de 2019”, algún pseudocorrector le añadió entre
paréntesis “N. del T.” a la susodicha nota de Poe colocada allí en un pie de
página: “Cuarteta compuesta para las puertas de un mercado que había de
erigirse en el emplazamiento del Club de los Jacobinos, en París.” Pues es
difícil ver a un traductor profesional (en este caso Mauro Armiño) inflando la
pechuga para colgarse y lucir un supraconsabido crédito que no le pertenece.
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Narraciones extraordinarias (Valdemar, 2019), p. 247 |
Vale puntualizar que Edgar Allan Poe era proclive a
escribir, en sus cuentos, epígrafes y notas al pie de página a veces en otros
idiomas ajenos a la lengua inglesa, ya de índole verídica, apócrifa o imaginaria,
como es el caso del fragmento en inglés, atribuido a Joseph Glanvill, que
encabeza a “Ligeia”, pues según apunta Félix Martín en su antología de trece Relatos de Edgar Allan Poe publicada en
Madrid por Ediciones Cátedra (Letras Universales, 1988; Mil Letras, 2009): “La
cita es invención del autor, por más estratégica que resulte su función
narrativa.” Y como al parecer es el caso de la citada cuarteta en latín que
preludia a “El pozo y el péndulo”, pues según reporta Margarita Rigal Aragón en
su correspondiente traducción y nota: “Según Baudelaire, el mercado al que
alude Poe es el de St. Honoré, pero no tuvo puertas ni tal inscripción.”
De
igual modo, Poe era proclive a escribir extranjerismos en el texto de sus
cuentos (ya sea títulos, frases, fragmentos o palabras sueltas). Un caso
emblemático puede ser “El hombre de la multitud”, que incluye vocablos y líneas
en alemán, francés, griego y latín. Cortázar no tradujo esos detalles
lingüísticos del cuento (resaltados por él con cursivas, con excepción de los
caracteres griegos) y se observa que, por regla, no tradujo más que lo estaba
escrito en inglés por Poe; su intención, se deduce, era dar idea del uso de Poe
de diversos extranjerismos (sobre todo en francés y latín) que, incluso, podían
ser errados. Vale observar, entonces, que en esa vertiente idiomática gana la versión cortazariana versus versión carraliana.
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Fortunato y Montresor (Ilustración: María Espejo) |
Veamos algunas minucias, tomando en cuenta que a
diferencia de Cortázar —vale reiterarlo—, Carral sí tradujo (y por ende gana en
esto) los epígrafes de “El pozo y el péndulo”, de “Berenice” y de “La caída de
la casa Usher” (los dos primeros en latín y el tercero en francés). En tal
sentido ganancioso, Cortázar tampoco tradujo, pero Carral sí, las líneas en
francés y en latín que se leen en el texto de “Berenice”. Y también tradujo, y
Cortázar no, la significativa y trascendental divisa en latín del escudo de
armas de los Montresor (“Un gran pie humano de oro en campo de azur; el pie
aplasta una serpiente rampante, cuyas garras se hunden en el talón.”) que en el
texto de “El barril de amontillado” el vengativo Montresor —la voz narrativa— le
recita a Fortunato como una especie de soterrado e inminente vaticinio (o cuchillo sin hoja al que le falta el mango, diría Lichtenberg): Nemo me impune lacessit (“Nadie me
ofende impunemente”).
En la versión cortazariana de “La caía de la
Casa Usher” se lee: “A mi entrada, Usher se incorporó de un sofá donde estaba
tendido cuan largo era y me recibió con calurosa vivacidad, que mucho tenía,
pensé al principio, de cordialidad excesiva, del esfuerzo obligado del hombre de
mundo ennuyé. Pero una mirada a su
semblante me convenció de su perfecta sinceridad.”
Mientras que en la versión
carraliana se le mochó lo ennuyé
(aburrido), pese a que Poe lo utilizó: “Al verme entrar, Usher se levantó del
sofá en el que yacía y me saludó con un afecto jovial en el que había mucha
cordialidad exagerada, según pensé en un principio, mucho empeño forzado del
hombre de mundo que se siente incómodo. Sin embargo, al observar su semblante
me convencí de su sinceridad.”
Más adelante, en la misma versión cortazariana se lee: “He hablado ya de ese estado mórbido
del nervio auditivo que hacía intolerable al paciente toda música, con
excepción de ciertos efectos de instrumentos de cuerda. Quizá los estrechos
límites en los cuales se había confinado con la guitarra fueron los que
originaron, en gran medida, el carácter fantástico de sus obras. Pero no es
posible explicar de la misma manera la fogosa facilidad de sus impromptus.”
Mientras que en la versión
carraliana ese consabido y recurrente término musical utilizado por Poe en
plural (impromptus) fue eliminado con sonora cacofonía: “Ya he hablado de
esa afección mórbida del nervio auditivo que volvía intolerable cualquier tipo
de música al enfermo, con la excepción de algunos efectos de los instrumentos
de cuerda. Quizá los estrictos límites que él mismo se imponía con la guitarra
fueran en gran medida el origen del carácter fantástico de sus
representaciones. Pero eso no explicaba la ferviente facilidad de sus
improvisaciones.”
En la versión cortazariana
de “La verdad sobre el caso del señor Valdemar” se lee: “Pensando si entre mis
relaciones habría algún sujeto que me permitiera verificar esos puntos, me
acordé de mi amigo Ernest Valdemar, renombrado compilador de la Bibliotheca Forensica y autor (bajo el nom de plume) de Issachar Marx de las
versiones polacas de Wallenstein y Gargantúa.”
Mientras que en la versión carraliana se lee “seudónimo” por nom
de plume, pese a que Poe así lo escribió: “Cuando empecé a buscar a un
sujeto para comprobar esos datos pensé en mi amigo Ernest Valdemar, el famoso
compilador de la Bibliotheca Forensica
y autor (bajo el seudónimo de Issachar Marx) de las versiones en polaco de Wallenstein y de Gargantúa.”
En el
mismo cuento, Cortázar transcribe, tal cual, como lo escribió Poe, el nombre
del alumno de medicina que asiste al hipnotizador “P...”: “Theodore L...l”;
pero Carral, que según el antólogo hizo una traducción bastante cercana al original,
lo mocha, lo acorta y le añade un punto: “Theodore L.” Por ende, luego, en la versión cortazariana se lee: “señor
L...l” o simplemente: “L...l”; mientras que en la versión carraliana se lee: “Sr. L.” Cabe recalcar que en español esto
suena “Señor Ele”; “Pe” el apellido o nombre del hipnotizador “P...”; y “Ele-ele”
o “Ele” el apelativo de “señor L...l”.
En
otro pasaje la versión cortazariana
preserva el vocablo en latín verbatim
(literal) que empleó Poe: “El señor L...l tuvo la amabilidad de acceder a mi
pedido, así como de tomar nota de todo lo que ocurriera. Lo que voy a relatar
procede de sus apuntes, ya sea en forma condensada o verbatim.” Mientras que en la versión
carraliana se eliminó verbatim:
“El Sr. L. tuvo la amabilidad de acceder a mi deseo y tomó notas de lo
ocurrido. Gracias a eso, todo lo que ahora contaré será una copia exacta o un
resumen de lo que anotó.”
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Diez Cuentos de Terror, p. 197 |
Vale
observar que, sobre la versión carraliana
de “La verdad sobre el caso del Sr. Valdemar”, en la página legal de Diez Cuentos de Terror se registra que
su título “original” es The Facts in the
Case of Mr. Valdemar (1845); pero en la correspondiente nota de la versión cortazariana se lee que el
“Título original” fue The Facts of M.
Waldemar’s Case, y que así se publicó en “diciembre de 1845” en American Review. Margarita Rigal Aragón,
en su nota correspondiente, reitera esto; pero además, entre corchetes, añade
un comentario bibliográfico que resulta interesante transcribir: “Posteriormente,
y todavía en vida del autor, fue publicado bajo varios títulos diferentes. Así,
en diciembre de 1845, aparecería en el Broadway
Journal como ‘The Facts in the Case of Mr. Valdemar’; en el Morning Post de Londres, en enero de
1846, con el título de ‘Mesmerism in America’; también en Londres y en el año
1846 fue reimpreso como un panfleto independiente con el nombre de Mesmerism ‘in Articulo Mortis’. An Outstanding and Horrifying Narrative
Showing the Extraordinary Power of Mesmerism in Arresting the Progress of Death;
y en el Boston Museum [sic], el 8 de
agosto de 1849, aparecería, de nuevo, con su primer título, ‘The Facts of M.
Waldemar’s Case’.” No obstante, lo más llamativo y sorprendente de esa nota ocurre
cuando Rigal apunta que el cuento “fue interpretado por los lectores como un
caso verídico con gran sorpresa de Poe”; pese a que no bosqueja cuándo y dónde
ocurrió tal cosa.
Otra
minúscula discrepancia de índole parecida es la siguiente. En la página legal
de Diez Cuentos de Terror se dice
que el “título original” de “La máscara de la Muerte Roja” es The Masque of the Red Death (1842). Pero
en la correspondiente nota de Cortázar se lee: “título original: The Mask of the Red Death: A Fantasy”;
publicado en “mayo de 1842” en Graham’s
Lady´s and Gentleman’s Magazine. Margarita Rigal Aragón casi coincide con
Cortázar, pues registra el título así: The
Mask of the Red Death. A Fantasy; coincide con la fecha de su publicación;
pero acorta el nombre de la revista: Graham´s
Magazine; y comenta entre corchetes: “El subtítulo, ‘A Fantasy’, fue
eliminado en la reimpresión del 19 de julio de 1845 del Broadway Journal.”
Se observa, además, que ambas versiones coinciden al
datar el año de publicación de los diez cuentos en inglés. (No obstante, según
se lee en una nota de Félix Martín sobre El
palacio encantado que Roderick Usher recita en “La caída de la Casa Usher”:
“Este poema aparecería por primera vez en 1839, en la revista Baltimore Museum. Posteriormente fue
incluido en el relato, en donde cumple una función narrativa crucial.” Pero no
precisó en qué edición y cuándo: si fue primero el huevo o la gallina, pues el
cuento apareció en septiembre del mismo año en Burton’s Gentleman´s Magazine.) También coinciden al escribir en
español los títulos de siete de los diez relatos: “Berenice”, “Ligeia”, “La
máscara de la Muerte Roja”, “El pozo y el péndulo”, “El corazón delator”, “El
gato negro” y “El entierro prematuro”.
Mientras
que las tres excepciones son las siguientes: el título de la versión cortazariana de “La verdad sobre
el caso del señor Valdemar”, en la versión
carraliana es “La verdad sobre el caso del Sr. Valdemar”; el título de la versión cortazariana de “La caída de la
Casa Usher”, en la versión carraliana es
“La caída de la casa Usher”; y el título de “El tonel de amontillado” de la versión cortazariana, en la versión carraliana es “El barril de amontillado”.
Y así
podríamos estarnos: bajo la sombra de Poe,
castrando, descuartizando o degollando al diosecillo Cronos hasta la
consumación de los tiempos.
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Julio Cortázar |
III de III
Con un buen tamaño (c. 23 x 18 cm), grueso papel mate de
calidad y una esmerada tipografía a dos tintas (roja y negra), el visual
volumen en cartoné Diez Cuentos de
Terror, cuyo Diseño y maquetación
es obra de Jesús Egido, le da relevancia al escritor norteamericano Edgar Allan
Poe y al unísono a la ilustradora española María Espejo, quien además brinda
una dedicatoria en una exclusiva e ilustrada página interior: “A mi hermano
Ignacio,/ que siendo niño escondía mis dibujos/ entre sus tesoros más
preciados.” De ahí que en la segunda de forros el escritor y la artista gráfica
figuren con una imagen de sus rostros y una breve nota sobre ellos.
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Diez Cuentos de Terror, p. 163
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El dibujo que ilustra la primera de forros es un detalle
de una estampa dispuesta a lo largo y ancho de la página 163, aledaña al pasaje
de “El gato negro” donde el beodo alude la pesadilla que lo acosa en torno al segundo
minino de gran tamaño: “¡Ay de mí! ¡Ni de día ni de noche pude volver a
descansar! De día, el bicho no me dejaba a solas ni un momento, y de noche me
despertaba cada hora entre horribles delirios para encontrarme el aliento de
esa cosa sobre mi rostro y su enorme peso, como una pesadilla encarnada,
apoyado eternamente en mi corazón.” Como se observa, esa inquietante y onírica imagen
que se lee en el cuento de Poe (y que ilustra Espejo) es una reminiscencia de la
ancestral y antigua creencia popular que
personifica a la pesadilla en una vieja que oprime el cuerpo del que la sufre;
lo cual encaja, además, con “la creencia antigua según la cual todos los gatos
negros son brujas disfrazadas”, misma que solía repetir la esposa del beodo en
los felices tiempos del primer gato negro, llamado Plutón en ambas versiones.
Por otra parte, esa imagen escrita por Poe (ilustrada por Espejo) evoca la
figuración que el pintor Füssli corporificó (e inmortalizó) en el lienzo La pesadilla (1781).
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La pesadilla (1781), pintura de Füssli |
Pero,
como si se tratase de una caja de sorpresas, al hacerle strip-tease; es decir, al deslizarle los forros al volumen, la
portada y la contraportada de las pastas duras aparecen ilustradas con detalles
de una lámina que, en “La máscara de la Muerte Roja”, ilustra un instante en el
que los metálicos pulmones de latón
del gigantesco reloj de ébano
interrumpen la música y congelan la alharaca y los movimientos de la licenciosa
y voluptuosa mascarada que el príncipe Próspero organizó en la larga encerrona
en su excéntrica abadía almenada y fortificada con altos portones metálicos, fatalmente
clausurados como una gran tumba abovedada de saludables y cachondos muertos
vivientes. Esa imagen de María Espejo se observa, completa, a lo largo y ancho
de las páginas 102 y 103.
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Diez Cuentos de Terror, p. 102-103 (detalle) |
Mientras
que a lo largo y ancho de las páginas 134 y 135 se observa una pesadillesca,
terrorífica y caricaturesca visión, relativa a los murales que el torturado, en
“El pozo y el péndulo”, ve plasmados en las móviles y ardientes paredes
metálicas del artilugio de tortura y muerte; en cuyo trazo y tamiz se
translucen rasgos, ecos y evocaciones de los arquetípicos, pesadillescos,
infernales, moralistas, alucinantes y fantásticos óleos de El Bosco; e incluso
de los míticos empalados de Vlad Tepes El
Empalador.
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Diez Cuentos de Terror, p. 134-135 (detalle) |
Se
observa que a lo largo del volumen Diez
Cuentos de Terror confluyen dos clases de ilustraciones de María Espejo.
Unos son los dibujos y láminas a color que mucho tienen de cómic o novela
gráfica; y otros son los dibujos y viñetas en negro que devienen, por defecto,
de las milenarias y anónimas sombras chinescas originadas en el mítico teatro
de sombras chino; en cuya prolífica y vasta vertiente no escasean los reputados
artistas gráficos, como es el caso del hacedor e ilustrador de libros
infantiles Jean Piénkoski. (Recuerdo, particularmente, El cuento de la calle de una sola dirección, de la narradora
británica Joan Aiken, donde las abundantes ilustraciones de Jean Piénkoski se
hallan inmersas y ensambladas en las páginas donde discurre la narración.)
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El cuento de la calle de una sola dirección (Alfaguara, 1985), p. 80-81 |
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Diez Cuentos de Terror, p. 224-225 (detalle) |
Se
nota que Jesús Egido procuró con desvelo cada detalle visual del volumen. En
este sentido, descuella el diseño de la primera página de cada uno de los diez
relatos numerados (no obstante, el resultado hubiera sido más congruente y
mejor con números romanos y caracteres góticos): ilustración ex profeso, capitular con viñeta
intrincada, y hoja cuyas tonalidades semejan la textura y el color del papel de
estraza. Y al unísono destaca el diseño de varias páginas donde converge y se
ensambla lo que se narra con la ilustración. Pero quizá el frijolillo en el
arroz radique en las minúsculas y curiosas viñetas de calaveritas negras con el
par de huesitos negros que caprichosamente dividen a “Berenice” en cuatro
partes. Pues además de que en el cuento “original” esa división no existe, esas
calaveritas con huesitos cruzados, que remiten a la legendaria y universal estampa
de la bandera pirata, irían bien en “El escarabajo de oro”, pero en “Berenice”
desentonan y están fuera de contexto, y sólo son un lúdico capricho visual. No
menos caprichoso y lúdico que la proliferación de la repetitiva viñeta que se
observa en las guardas negras, en la portadilla interior y en el lomo, y que es
el logo de la editorial Reino de Cordelia.
Edgar Allan Poe, Diez Cuentos de Terror. Traducción de
Susana Carral. Prólogo de Luis Alberto de Cuenca y Pardo. Ilustraciones y
viñetas de María Espejo. Diseño y maquetación de Jesús Egido. Colección
Ilustrados número 77, Reino de Cordelia. Madrid, invierno de 2017. 232 pp.