Antojolía del más acá: guía de forasteros
Mil Letras, Ediciones Cátedra Madrid, 2009 |
Edgar Allan Poe (1809-1849) |
I
Traducido por Doris Rolfe, el primer cuento elegido es el “Manuscrito hallado en una botella” (MS. Found in a Bottle). Pese a tratarse de una educativa edición anotada dirigida, sobre todo, a los iniciados en la vida y obra del autor de “El cuervo”, ni la traductora ni Félix Martín tradujeron el epígrafe, ni el antólogo apunta si éste es una referencia libresca o una línea inventada por Poe. Y sobre la primera edición del cuento se limita a decir, al término de su último pie de página, que “La fecha exacta de la publicación del Manuscrito hallado en una botella” fue 1833”. No obstante, esboza en su “Introducción”, pero también sin precisar la fecha de la primera edición: “Por fin, al año siguiente [1833], presentó el cuento MS. Found in a Bottle [Manuscrito hallado en una botella] a un concurso literario del Baltimore Saturday Visitor y obtuvo 50 dólares de premio. Más que el alivio económico que con él proporcionó a los Clemm [Muddy, su tía paterna, y Virginia, hija de ésta y por ende su prima-hermana con la que Poe se casó ‘el 16 de mayo de 1836 en Richmond’, ella con 13 años y él con 27], este premio sirvió para dar a conocer el nombre del autor en los círculos literarios del sur y atraerle amistades influyentes. Sin duda alguna, la más decisiva fue la del abogado y novelista John Pendleton Kennedy, miembro del jurado y autor de las populares viñetas virginianas que hicieron famosa a su Swallow Barn (1832).
“La mediación de J.P. Kennedy fue importante para el lanzamiento literario de nuestro autor. Poe no lograba publicar sus cuentos. Aceptó por recomendación de Kennedy el puesto de ayudante de edición en The Southern Literary Messenger de Richmond, revista recién creada en la que había publicado algunos relatos.”
Bibliotheca AVREA, Ediciones Cátedra Madrid, 2011 |
Ediciones Atalanta núm. 79 Girona, 2013 |
II
Traducido por Doris Rolfe, “Berenice” (Berenice) es el segundo cuento de Poe antologado en Relatos. A diferencia del primero, en su primer pie de página Félix Martín informa sobre la primera edición: “Relato aparecido en marzo de 1835, en The Southern Literary Messenger de Richmond.” Y en esto coincide con Julio Cortázar y con Margarita Rigal Aragón, quien así traduce el epígrafe, consubstancial en el meollo de la trama: “Mis amigos me decían que tal vez mis penas se mitigasen si visitaba la tumba de mi amada”. No obstante, ella no dice ni mu ni pío ni guau ni miau sobre la identidad del críptico autor: “EBN ZAIAT”; pero Félix Martín sí, en su segunda nota: “Estas palabras del poeta y gramático de Bagdad Ben Zaid (siglo III) vuelven a reproducirse en el texto rubricando oportunamente la experiencia narrada: ‘Mis compañeros me decían que podía aliviar algo mis sufrimientos si visitaba el sepulcro de mi amada.’”El libro de bolsillo núm. 277, Alianza Editorial, 8ª edición Madrid, 1983 |
III
Con traducción de Doris Rolfe, “Ligeia” (Ligeia) es el tercer cuento antologado. En su primer pie de página, Félix Martín apunta: “Relato publicado en el American Museum de Baltimore en 1838, más tarde incluido en Tales of the Grotesque and Arabesque [1840].” Y en el segundo pie acota sobre el epígrafe atribuido a Joseph Glanvill: “La cita es invención del autor, por más estratégica que resulte su función narrativa.” Detalle que no alude Margarita Rigal Aragón en su correspondiente nota, pero sí amplía la fecha de su publicación: “Septiembre de 1838”, y el nombre del medio: “American Museum of Science, Literature and the Art de Baltimore”. Y al igual que Cortázar, ella reporta que “era el favorito del autor”; que “Así lo manifestó en diversas cartas”.De barroca y edulcorada estirpe romántica y fantástica, en “Ligeia” se advierten dos episodios. En el primero, el protagonista, un opulento sibarita y adicto al opio, evoca y monologa su lejano enamoramiento y vínculo amoroso con lady Ligeia, a quien describe y delinea de un modo superlativo (“la belleza de la fabulosa hurí de los turcos”; alta, esbelta, de cabellera azabache y ojos negros, con una “extraordinaria erudición”), desde que al parecer la conoció “en una gran ciudad antigua y ruinosa cerca del Rhin”, donde estuvo casado con ella, pese que ignora o no puede recordar su apellido. Culta, joven, hermosísima, y con un “ardiente deseo de asirse a la vida”, Ligeia enferma, comienza a morir y fallece. Y tal dramático y rápido suceso es rubricado por un poema elegíaco escrito por Ligeia días antes de morir y que, a petición de ella, él le lee un día antes de su muerte, el cual, según dice Félix Martín en un pie, “fue incorporado al relato para la versión que publicó Poe en el Broadway Journal del 27 de septiembre de 1845”.
“Ilustración de A. Beardsley para los cuentos de Poe” Página 130 de Edgar Allan Poe: Relatos (2009) |
IV
Traducido por Doris Rolfe, “La caída de la Casa de Usher” (The Fall of the House of Usher) es el cuarto cuento de la antología. Félix Martín no data su primera edición, pero Margarita Rigal Aragón sí: publicado en “Septiembre de 1839” en Burton’s Gentleman’s Magazine. Y en su correspondiente nota traduce el epígrafe: “Su corazón es un laúd suspendido, resuena en cuanto alguien lo toca.” Y apunta sobre el autor: “Los versos de Pierre-Jean de Béranger (1780-1857), poeta y autor de canciones, pertenecen al poema ‘Le Refus’.” Y en esto casi coincide con Félix Martín, quien en su primer pie de página lo traduce y puntualiza: “Los versos son una adaptación de dos líneas del poema ‘Le Refus’, de Pierre Jean de Béranger (1780-1857): ‘Su corazón es un laúd; tan pronto como se le toca, resuena’, y fueron incorporados al relato en 1845.” Y en su quinta y vaga nota dice sobre “El palacio encantado”, la rapsodia que Roderick Usher recita acompañándose de un instrumento de cuerda (los únicos sonidos que tolera su agudo, perturbado, hipocondríaco y pernicioso oído), transcrito por la voz narrativa, el amigo y huésped de la patética y ruinosa Casa de Usher: “Este poema aparecería por primera vez en 1839, en la revista Baltimore Museum. Posteriormente fue incluido en el relato, en donde cumple una función narrativa crucial.” En “La caída de la Casa de Usher” no hay, como en “Ligeia”, una referencia expresa del consumo de opio por parte de Roderick Usher y del protagonista que narra el relato, pero sí alusiones de que ambos conocen sus efectos. Una se lee al inicio, cuando el narrador se acerca, montando un caballo, a las inmediaciones de la gótica, arruinada y desolada Casa de Usher al pie de “un negro y pavoroso lago”: “Contemplé la escena que tenía delante de mí —la casa misma, los simples rasgos del paisaje, los muros sombríos, las ventanas como ojos vacíos, unas escasas juncias fétidas, unos cuantos troncos de árboles marchitos— con una absoluta depresión de ánimo, que no puedo comparar a ninguna sensación terrenal, salvo al sueño posterior de un fumador de opio, al amargo despertar a la vida cotidiana, la odiosa caída del velo.” La otra se lee cuando describe la voz de Roderick Usher (y en ello quizá Poe se autorretrató): “Su gesto era alternativamente vivaz y malhumorado. Su voz pasaba rápidamente de una indecisión trémula (cuando la exhuberancia vital parecía totalmente en suspenso) hasta esa clase de concisión enérgica, esa enunciación abrupta, ponderada, lenta y hueca, esa expresión gutural pesada, equilibrada y perfectamente modulada, que se puede observar en el borracho perdido o en el incorregible fumador de opio, en los periodos de la más intensa excitación.”
Edgar Allan Poe |
Edgar Allan Poe |
Edgar Allan Poe |
V
Traducido por Julio Gómez de la Serna, “Los crímenes de la rue Morgue” (The Murders of the Rue Morgue) es el quinto cuento de la antología. Al inicio de su primer pie de página, Félix Martín afirma sobre su primera edición: “Publicada en marzo de 1841, en el Saturday Evening Post de Filadelfia.” Lo cual, de nuevo, desconcierta al lego, pues Margarita Rigal Aragón, en su correspondiente nota, dice que fue publicado en “Abril de 1841” en el Graham’s Lady’s and Gentelman’s Magazine; mientras que Julio Cortázar coincide con ella en la cita del magacín, pero refiere otra fecha: “diciembre de 1841”. ¿Quién tendrá la precisa razón?(Seix Barral, Barcelona, 2006) |
Ilustración anónima Página 209 de Edgar Allan Poe: Relatos (2009) |
VI
Traducido por Doris Rolfe, “Un descenso en el Maelström” (A Descent into the Maelström) es el sexto cuento. Félix Martín, en su primer pie de página, dice que “El relato apareció publicado por primera vez en la Graham’s Magazine en mayo de 1841.” Julio Cortázar y Margarita Rigal Aragón coinciden en la fecha, pero ellos citan completo el nombre del magacín: Graham’s Lady’s and Gentleman’s Magazine. “Un descenso en el Maelström” también tiene un tratamiento realista y de verosimilitud, pero sin duda es un relato fantástico. Guiado por un viejo, un forastero, quizá alter ego de Poe, ha subido el Helseggen, la Nublada, una montaña “en el distrito de Lofoden”, ubicado en la “gran provincia de Nordland”, “cerca de la costa de Noruega”, desde cuya cima —la cúspide de un acantilado cuya altura le produce vértigo— observa el punto exacto del archipiélago, entre Lofoden y la pequeña isla de Moskoe, donde periódicamente se sucede “el gran remolino del Maelström” (“formando un círculo de más de media milla de diámetro”), que él observa impresionado cuando surge en medio de las agitadas aguas del mar. Para explicar el sitio y la índole del fenómeno, el forastero cita la voz de Jonas Ramus —“Geógrafo noruego (1649-1718) que menciona la Historia Natural de Noruega (1755), de Erik Pontoppidan, como fuente información”, acota Félix Martín en su cuarto pie de página—. Y entre sus reflexiones y referencias también cita la Encyclopaedia Britanica y a Kircher —“Athanasius Kircher (1601-1680), jesuita alemán que describió la naturaleza subterránea del mundo como la reconstruyó aquí Poe”, se lee en el sexto pie—. E incluso menciona el mito que supone “que en el centro del canal de Maelström hay un abismo que penetra el globo, y que emerge en alguna región muy remota —el golfo de Botnia se nombra específicamente en un caso”. Quimera que cuestiona el viejo que lo guía (no obstante lo considera manifestación “del poder de Dios”) y para que comprenda sus razones, allí, al socaire y en lo alto del acantilado, casi al oído le narra los pormenores de su inesperado y accidental descenso al vórtice del Maelström a bordo de “un queche aparejado como goleta”, propiedad de él y sus dos hermanos, con el que hacían temerarias pescas en tales latitudes. Ilustración de Fuyuki para “Un descenso en el Maelström” Relato incluido en El gato negro y otros cuentos ilustrados de misterio e imaginación (Valdemar, Madrid, 2006) |
VII
Con traducción de Doris Rolfe, “El pozo y el péndulo” (The Pit and the Pendulum) es el séptimo relato. En su primer pie de página, Félix Martín reporta que fue “Publicado en 1842, en The Gift.” Margarita Rigal Aragón precisa que fue en “Octubre de 1842” en The Gift: A Christmas and New Year’s Present for 1843. Julio Cortázar coincide en el título y en el año y añade que fue en Filadelfia; mas no tradujo el epígrafe (cuatro versos en latín), pero sí la nota entre paréntesis de Poe, cuya traducción es muy similar a la de Doris Rolfe, la cual reza: “(Cuarteto compuesto para las puertas del mercado que había de ser construido en el emplazamiento del Club de los Jacobinos en París).” Acota Margarita Rigal que “Según Baudelaire, el mercado al que alude Poe es el de St. Honoré, pero no tuvo puertas ni tal inscripción”. Y traduce, en prosa, los cuatro versos: “Aquí la malvada muchedumbre, insaciable, desde hacía mucho tiempo anhelaba el derramamiento de sangre inocente. Ahora que la patria ha sido salvada y la gruta de la muerte destruida, allí donde reinaba la nefasta muerte, florecen ahora la salud y la vida.” Doris Rolfe, por su parte, hizo siete versos de los cuatro: Aquí la turba impía de verdugos
alimentó con sangre de inocentes
su gran furor y no quedó saciada.
Salvada ya la patria, quebrantado
el antro de la muerte,
donde reinaba el crimen monstruoso
la vida y la salud florecen.
No obstante, ninguno de los traductores y comentaristas apuntan si son versos de Poe, anónimos o de otro autor.
Según Cortázar, “Se ha querido ver en este cuento la utilización de una pesadilla (o la combinación de más de una) resultante del opio.” Si esto es así, se limita a los inicios del cuento, cuando en Toledo un condenado por la Inquisición se desvanece al oír “La sentencia, la espantosa sentencia de la muerte”, pues entonces se sumerge en una serie de oníricas imágenes y pesadillescas alucinaciones que empiezan a desvanecerse cuando cobra conciencia del terrible lugar donde ha sido depositado por los monjes: un subterráneo y oscuro calabozo que le parece una tumba, una cripta. Según sabe el protagonista (cuyas herejías o pecados o calumnias se ignoran), los condenados a muerte por la Inquisición “normalmente perecían en un auto de fe” (es decir, quemado en la hoguera en la plaza pública); que “Elegía ésta para las víctimas de su tiranía dos clases de muerte: una llena de horrendas agonías físicas y otra saturada de los más espantosos horrores morales”; y, deduce, él está “destinado a la última”.
Ilustración de Samuel Casal para “El pozo y el péndulo” Relato incluido en El gato negro y otros cuentos ilustrados de misterio e imaginación (Valdemar, Madrid, 2006) |
“¡Y escuché un zumbido discordante de voces humanas! ¡Resonó un fuerte toque de muchas trompetas! ¡Oí un áspero chirriar como de mil truenos! ¡Las ardientes paredes retrocedieron! Una mano extendida cogió la mía, cuando, desvanecido, caía al abismo. Era la del general Lasalle. El ejército francés acababa de entrar en Toledo. La Inquisición había caído en manos de sus enemigos.”
Edgar Allan Poe |
VIII
“El corazón delator” (The Tell-Tale Herat), traducido por Doris Rolfe, es el octavo cuento de la antología. Félix Martín, en su primer pie de página, sólo dice que “Apareció en el primer número de The Pionner, en Boston.” Margarita Rigal Aragón y Julio Cortázar, por su parte, coinciden en el nombre de tal publicación y anotan la omitida fecha: “Enero de 1843”.Casi al inicio del relato, un loco, que dice no estar loco, anuncia, a sus mentales fantasmas, que va a matar a un viejo con un ojo de buitre (“un ojo azul pálido, velado con una membrana”) que le produce fobia y aversión. Y según comenta Félix Martín en su segundo pie: “Este mismo órgano sensorial es centro de terror en otros relatos, por ejemplo, en Metzengerstein, Berenice, Ligia y El gato negro.”
Edgar Allan Poe (John Cusack) Fotograma de El cuervo: guía para un asesino (2012) |
“[...] Transcurrió un instante, y el resonar de los cascos se oyó clara y agudamente sobre el rugir de las llamas y el aullar de los vientos; pasó otro instante y, con un sólo salto que le hizo franquear el portón y el foso, el corcel penetró en la escalinata del palacio llevando siempre a su jinete y desapareciendo en el torbellino de aquel caótico fuego.
“La furia de la tempestad cesó de inmediato, siendo sucedida por una profunda y sorda calma. Blancas llamas envolvían aún el palacio como una mortaja, mientras en la serena atmósfera brillaba un resplandor sobrenatural que llegaba muy lejos; entonces una nube de humo se posó pesadamente sobre las murallas, mostrando la colosal figura de... un caballo.”
En lo que sí acierta Félix Martín es cuando observa, en el cuarto pie de página, que la “exagerada agudeza de los sentidos” del protagonista de “El corazón delator” recuerda “la intensidad sensorial de Roderick Usher”. Pues desde sus amplios y astrosos aposentos, Roderick oye los latidos del corazón de su hermana Madeline (quizá cataléptica o resucitada), encerrada —porque se le dio por muerta— en un ataúd colocado, tras una puerta de hierro, en una subterránea cripta de la decrépita Casa de Usher. Por su parte el loco, después de haber descuartizado al viejo del ojo de buitre y enterrado sus restos bajo los tablones de la recámara de éste, al creer oír los latidos del corazón del muerto, rítmico sonido in crescendo que lo angustia, aturde y atormenta, es lo que induce a confesar su delito ante los tres policías que han ido a la casa a las cuatro de las madrugada porque un vecino oyó un grito y denunció la posibilidad de un crimen.
El ojo sin párpado, Ediciones Siruela Volumen segundo Madrid, 1987 |
Por ende el lector se pregunta, y se preguntará (por lo siglos de los siglos), ¿por qué el loco cohabitaba en esa casa con el viejo del ojo de buitre? Al parecer no es su padre y eran sus únicos habitantes.
IX
“El escarabajo de oro” (The Gold Bug), traducido por Julio Gómez de la Serna, es el noveno relato de la antología. Félix Martín, en su primer pie de página, dice que “apareció completo en el suplemento del Dollar Newspaper de Filadelfia, en junio de 1843”. Julio Cortázar coincide en el nombre del periódico y cifra las fechas de su primera edición: “21-28 de junio de 1843”; Margarita Rigal Aragón le añade el artículo “The” al nombre de tal rotativo y precisa que el cuento fue “Publicado en dos entregas, los días 21 y 28 de junio de 1843”. En su correspondiente nota, Cortázar dice que “El escarabajo de oro” “Probablemente es hoy el cuento más popular de Poe, pues la enorme latitud de su interés abarca todas las edades y niveles mentales.” Lo cual hace eco a lo que apunta en su prefacio: “Este cuento llegaría a ser el más famoso de los suyos, el que todavía tiene en suspenso el aliento de todo adolescente imaginativo. Era El escarabajo de oro, mezcla felicísima del Poe analítico con el de la aventura y el misterio.” Superlativa valoración que reitera Margarita Rigal Aragón: “Junto con ‘Los crímenes de la calle Morgue’ es, posiblemente, el cuento más famoso de Poe y uno de los mejor conseguidos del autor, que atrae la atención tanto de adultos como de jóvenes.” Avatares núm. 39, Valdemar Madrid, mayo de 2000 |
El meollo de “El escarabajo de oro” ocurre “en la isla de Sullivan, cerca de Charleston, en Carolina del Sur”. El protagonista sin nombre que evoca y narra el relato dice que “hace muchos años”, en esa ínsula, cuando él trabajaba en Charleston, conoció e hizo amistad con el joven William Legrand, quien vivía refugiado en la isla tras perderse su fortuna familiar en Nueva Orleáns. Allí, en un sitio distante del fuerte Moultrie y de algunas casuchas, se construyó una solitaria cabaña de madera, donde convivía con Júpiter, su viejo y fiel criado negro, ya manumitido y de pocas luces, y Wolf, su enorme perro terranova. Tenía libros y se dedicaba a la caza y a la pesca, y a vagabundear entre los mirtos y la playa, donde nutría su colección de conchas e insectos. De ahí que una tarde de octubre, al ir a visitar a Legrand el único raro día del año en que hizo frío y hubo que encender la chimenea de la cabaña, éste le hable de un escarabajo de oro hallado ese mismo día, pero que no se lo puede mostrar porque en el camino se lo prestó al teniente G, del fuerte Moultrie. Entonces Legrand le dibuja el insecto en un sucio y viejo trozo de pergamino que traía en el bolsillo; pero tras el examen que el anónimo narrador hace del dibujo, luego de la afectiva y súbita llegada del perro terranova, ve que el esbozo no es el esquema de un escarabajo, sino el trazo de una calavera. El diálogo entre el narrador y William Legrand se torna ríspido, puesto que éste sostiene que sí sabe dibujar y sabe lo que dibujó. Y el visitante, que colige que Legrand está loco y por ende le recomienda meterse en la cama ante la noticia del escarabajo dizque de oro, termina yéndose.
Cerca de un mes después, en Charleston, el narrador recibe la visita del crédulo, tontorrón y supersticioso criado negro (de quien apunta Cortázar, “Resulta imposible traducir adecuadamente la jerga con que se expresa”, “propia de los negros del sur de los Estados Unidos”, e incluso, según Félix Martín, “a veces ininteligible para los propios ingleses o yanquis”, “máxime en la época en que Poe sitúa este relato”). El negro Júpiter, analfabeta, le trae un mensaje escrito en el que William Legrand le pide que vaya a verlo porque quiere exponerle un asunto “de la más alta importancia”. El narrador, aún preocupado por la salud mental del joven, va a la isla de Sullivan a bordo de un bote de vela, donde el negro lleva tres instrumentos recién comprados: una guadaña y un par de azadas.
Edgar Allan Poe |
X
Traducido por Doris Rolfe, “El gato negro” (The Black Cat) es el décimo cuento de la antología. Félix Martín, en su primer pie de página, sólo reporta: “Escrito en 1842, apareció en Filadelfia en 1843 en el Saturday Evening Post.” Julio Cortázar data su aparición el 19 de agosto de 1843 en tal medio, que cita entre paréntesis, luego de referir el United States Saturday Post; nombre y fecha en los que coincide Margarita Rigal Aragón. La voz narrativa de “El gato negro” es la voz del asesino y alcohólico, que, como una especie de expiación ante el mundo, evoca y relata desde la cárcel. Su afecto y debilidad por los animales, dice, inició desde la infancia. De entre las mascotas domésticas, cuya afición compartía con su mujer, el gato negro era su preferido. Y si bien en su creciente maledicencia y envilecimiento, según narra, confluye su alcoholismo y su creciente irritabilidad y la oscura e intrínseca pulsión que él llama (con prejuicios pseudofrenológicos) “espíritu de la perversidad” —lo cual significa ejecutar “una acción malvada o tonta por la simple razón de que no debía cometerla”—, lo que subyace en su tendencia a “hacer el mal por el mal mismo” tiene su origen en una presencia metafísica y demoníaca que perturba y envenena su visión y sus actos, la cual está cifrada en “la antigua creencia popular” que solía rumorar su esposa: “que todos los gatos negros eran brujas disfrazadas”. Es decir, primero, sólo por una rabieta, el beodo, con un cortaplumas, le saca un ojo al gato; y más tarde, sin justificación alguna y sabiendo que quiere al minino, pese a que no lo tolera, con lágrimas en los ojos lo cuelga de un árbol. Y luego, la noche de ese día se desata un incendio que consume su domicilio, menos un muro “situado en el centro de la casa y contra el cual se apoyaba la cabecera” de su cama, en cuyo yeso, recién restituido, aparece “grabada en bajorrelieve sobre la blanca superficie, la figura de un gigantesco gato. La imagen mostraba una precisión verdaderamente maravillosa. Había una cuerda alrededor del pescuezo del animal.” Por si fuera poco, cuando tiempo después en una taberna halla un gato negro muy parecido al anterior, que no es la mascota del patrón ni de ningún comensal y que lo sigue hasta su casa, resulta que está tuerto, y por ende, se infiere, es la misma identidad inasible e inescrutable, pese a que se diferencia por una mancha blanca en el pecho, la cual poco a poco revela y augura su amenazante forma: “¡la imagen del patíbulo!” Ante la que él exclama: “¡Oh, fúnebre y terrible máquina del horror y del crimen, de la agonía y de la muerte!” Y entonces el protagonista ya no tiene sosiego, ni de día ni de noche, pues además lo acosan nocturnas pesadillas que evocan la antigua creencia popular de que la pesadilla se personifica en una decrépita vieja (una bruja) que oprime el cuerpo de quien la padece. Según dice, quejumbroso: “¡Ay, ni de día ni de noche conocía ya la bendición del descanso! De día el animal no me dejaba en paz ni un momento, y de noche despertaba yo sobresaltado por sueños de indescriptible terror para sentir el ardiente aliento de aquella cosa en mi cara y su enorme peso —encarnada pesadilla que no tenía yo poder de quitarme de encima— descansando eternamente sobre mi corazón.”Edgar Allan Poe |
XI
Con traducción de Julio Gómez de la Serna, “La carta robada” (The Purloined Letter) es el onceavo cuento de la antología. En su primer pie de página, Félix Martín dice que fue “Publicada en The Gift, el 31 de mayo, 1844.” Margarita Rigal Aragón precisa que fue en “Septiembre de 1844” en The Gift: A Christmas, New Year’s and Birthday Present for 1845. Julio Cortázar coincide, con ella, con el nombre de tal medio, pero lo data en “Nueva York, 1845”. Al igual que éste, Félix Martín no tradujo el epígrafe en latín atribuido a Séneca (ni apunta nada al respecto): “Nil sapientiae odiosius acumine nimio.” Pero Margarita Rigal Aragón sí lo tradujo en su segunda nota y allí lo comenta: “‘Nada es tan detestable para la sabiduría como el exceso de ingenio’. La cita, atribuida a Séneca, en realidad no figura entre las obras del escritor latino. Se trata, en el fondo, de una paráfrasis o ampliación de la frase ‘es demasiado astuto para ser profundo’, con que Dupin concluía el razonamiento de ‘Los crímenes de la calle Morgue’.”Edgar Allan Poe |
“La carta robada” es el tercer y último cuento protagonizado por el marisabidillo chevalier Auguste Dupin y su anónimo amigo y narrador, con quien cohabita, en París, en una rentada casa ubicada en “el número 33 de la rue Dunôt en el Faubourg Saint-Germain”. En el primero, “Los crímenes de la calle Morgue”, porque Dupin conoce a monsieur G, el “prefecto de la Policía parisiense”, por iniciativa propia y sin cobrar un centavo, consigue un salvoconducto de éste para desmadejar y resolver las espeluznantes muertes de madame L’Espanaye y su hija mademoiselle Camille L’Espanaye, crímenes inexplicables para la opinión pública y para la policía. En el segundo, “El misterio de Marie Rogêt (Continuación de ‘Los crímenes de la calle Morgue’)”, después de tres semanas de que el cadáver de la joven Marie Rogêt apareciera flotando en el Sena, el prefecto de la policía visita a Dupin en su casa para proponerle que dé con los asesinos, puesto que los gendarmes no han podido hacerlo. Hay treinta mil francos de recompensa y alguna suma generosa conviene con el prefecto. De modo que Dupin, por un pago, oficia como una especie de detective privado y su amigo, el narrador, asume el papel de su ayudante, pues él es quien compila los testimonios recogidos por la policía y los periódicos que han seguido el caso desde distintos ángulos. Pero Dupin, a diferencia de “Los crímenes de la calle Morgue”, no investiga ni observa en los escenarios relativos al homicidio, sino que a través de las notas periodísticas razona e infiere que el culpable de la violación y asesinato de Marie Rogêt no fue una banda de delincuentes, como se daba por sentado entre ciertos testimonios y cierta prensa, sino un hombre, cuyas señas de identidad desvela y entrega en bandeja de plata al prefecto. Y la narración, al unísono, a través de una serie de pies de página y algunos comentarios del narrador (incluso cita un “artículo del señor Poe”), señala un paralelismo entre tal crimen y “el reciente asesinato de Mary Cecilia Rogers, en Nueva York”. De ahí que Julio Cortázar diga en el primer párrafo de su correspondiente nota: “Mary Cecilia Rogers, empleada del negocio de tabacos de John Anderson, en Liberty Street, Nueva York, fue asesinada en agosto de 1841. Poe parece haberse procurado todos los recortes periodísticos concernientes a este famoso crimen y los delegó al chevalier Dupin, instalando la escena en París para exponer con más libertad su teoría, tendiente a probar que el asesinato había sido cometido por un solo individuo (un enamorado de la víctima) y no por una pandilla de malhechores.”
Edgar Allan Poe |
El prefecto se va convencido de que la carta no está oculta en la casa del ministro y un mes después les hace una segunda vista. Les dice que “la recompensa ha sido doblada”, que ignora “a cuánto asciende exactamente”, pero, le dice a Dupin, “yo me comprometería a entregar por mi cuenta un cheque de cincuenta mil francos a quien pudiese conseguirme esa carta”. Entonces, para que el prefecto no se siga haciendo el remolón y el desentendido, Dupin le narra una especie de apólogo que a la letra dice: “Pues una vez cierto hombre rico concibió el propósito de obtener gratis una consulta médica de Abernethy. Con tal fin entabló con él en una casa particular una conversación corriente, a través de la cual insinuó su caso al galeno como si se tratase de un individuo imaginario. ‘Supongamos —dijo el avaro— que sus síntomas son tales y cuales; y ahora, doctor, ¿qué le mandaría usted que tomase?’ ‘Pues —dijo Abernethy— le mandaría que tomase... el consejo de su médico.’” Como respuesta, y no sin desconcierto, el prefecto reitera y enfatiza que daría los 50 mil francos a quien lo ayudara. Entonces Dupin, para sorpresa del narrador y del prefecto, le dice a éste que le llene un pagaré por tal suma (abre un cajón y saca un talonario) y que cuando lo haya firmado le entregará la carta robada por el ministro D. Cosa que se hace en un instante. El prefecto, sin decir palabra, se va contento con la carta. Y entonces el narrador cuenta la charla que tiene con Dupin, donde éste, además de lucir su intelecto y su virtud para raciocinar, le esboza la astuta manera en que localizó el sitio exacto donde estaba camuflada la carta en la casa del ministro D y el teatral y explosivo modo en que la recobró sin que el funcionario ladrón lo advirtiera, lo cual implica y conlleva su previsible “ruina política”, rubricada por un mensaje oculto, personal y a quemarropa, que Dupin le dejó a manera de venganza, pues, según le dice al narrador, otrora, en Viena, el ministro D —“el monstrum horrendum, un hombre genial sin escrúpulos”— le jugó “una mala pasada”.
“Grabado en madera para La carta robada de la primera edición ilustrada de los Cuentos de Poe (Londres, 1852)” Página 308 de Edgar Allan Poe: Relatos (2009) |
XII
Traducido por Doris Rolfe, “Los hechos en el caso del señor Valdemar” (The Facts of M. Valdemar’s Case) es el doceavo cuento de la antología. Félix Martín, en su primer pie de página, apunta que fue “Aparecida [sic] en diciembre de 1845, en la American Review.” Julio Cortázar y Margarita Rigal Aragón coinciden con él en la fecha y en el nombre de la revista.Ilustración de Vania e Ivan Zouravliov para “Los hechos en el caso del señor Valdemar” Relato incluido en El gato negro y otros cuentos ilustrados de misterio e imaginación (Valdemar, Madrid, 2006) |
El elegido, quien acepta serlo, es el culto señor Ernest Valdemar, un “tuberculoso crónico”, residente “en Harlem, Nueva York, desde el año 1839”, a quien el señor P varias veces había “hipnotizado con poca dificultad”. Además de la narración del proceso hipnótico (a través de pases manuales y de la mirada, ídem un mago) y sobre todo del visual instante en que el señor Valdemar muere, el meollo de tal experimento radica en que durante “casi siete meses” el hipnotizado, muerto, permanece en una especie de impasse, pues su cadavérico y rígido cuerpo no se corrompe y desde el más allá, haciendo vibrar su “lengua hinchada y ennegrecida” y con una espeluznante voz de ultratumba, se comunica con su hipnotizador (voz que hace huir a dos enfermeros y desmayarse a un estudiante de medicina). Así que transcurridos esos “casi siete meses”, el señor P, junto con su asistente (el estudiante de medicina), más el par de médicos que asistían al señor Valdemar y dos enfermeros, deciden “hacer el experimento de despertarle”. Además de los indicios de que el cadáver empieza a corromperse, la voz del muerto informa al señor P de la fobia, angustia, desesperación, certidumbre y confusión que lo aqueja y aterroriza: “¡Por amor de Dios! ¡De prisa, de prisa! ¡Hágame dormir... o de prisa... despiérteme... de prisa! ¡Le digo que estoy muerto!”
Ilustración de Vania e Ivan Zouravliov para “Los hechos en el caso del señor Valdemar ”Relato incluido en El gato negro y otros cuentos ilustrados de misterio e imaginación (Valdemar, Madrid, 2006) |
“Pero lo que ocurrió realmente fue algo para lo cual era, de veras, imposible que ningún ser humano pudiera estar preparado.
“Mientras con presteza ejecutaba yo los pases mesméricos, entre exclamaciones de ‘¡Muerto, muerto!’, que literalmente estallaban de la lengua y no de los labios de la víctima, su cuerpo entero inmediatamente, en el espacio de un solo minuto o aun menos, se encogió, se desmoronó, se pudrió bajo mis manos. Sobre el lecho, ante todos los presentes, quedó sólo una masa casi líquida de repugnante, de abominable putrefacción.”
XIII
Con traducción de Doris Rolfe, “El tonel del amontillado” (The Cask of Amontillado) es el treceavo y último cuento de la antología. En su primer pie de página, Félix Martín dice que fue “Aparecida [sic] en noviembre de 1846, en Godey’s Magazine.” Julio Cortázar y Margarita Rigal Aragón coinciden con él en la fecha, pero no en el nombre del magacín, que refieren así: Godey’s Lady’s Book.Aunque en “El tonel del amontillado” descuella el diálogo que sostienen sus dos protagonistas, el relato está contado por la voz y la perspectiva del personaje, de apellido Montresor, que en el íncipit anuncia que va a vengarse de un hombre que lo ha ofendido de mil maneras: “Había yo soportado lo mejor que podía los mil agravios de Fortunato, pero, cuando se atrevió a insultarme, juré que me vengaría.” Se ignora el tiempo y la índole de las injurias y de los improperios, pero inextricable al fermentado resentimiento y al ponzoñoso anhelo de venganza, la narración trasmina, rezuma y expele una idiosincrásica crueldad y sadismo, signada por el odio y la hipocresía, todo ello, curiosamente, cifrado en el augurio heráldico que ilustra el escucho de armas de los Montresor, la casa y estirpe del vengador, quien se lo describe a su olvidadiza víctima: “Una gran pie humano de oro en campo de azur, el pie aplasta una serpiente rampante cuyos dientes se clavan en el talón.” Cuyo lema en latín: Nemo me impune lacessit (“Nadie me hostiga impunemente”) “Es la divisa de Escocia”, dice la traductora en un asterisco al pie de página.
“Ilustración de Van Fraële para El tonel del amontillado” Página 342 de Edgar Allan Poe: Relatos (2009) |
Edgar Allan Poe (1809-1849) |
Edgar Allan Poe, Narrativa completa. Traducciones del inglés al español de Julio Cortazar y Margarita Rigal Aragón. Edición, introducción y notas de Margarita Rigal Aragón. Bibliotheca AVREA, Ediciones Cátedra. Madrid, 2011. 1024 pp.
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Enlace a un trailer subtitulado de El cuervo: guía para un asesino (2012), película dirigida por James McTeigue, basada en la manoseada leyenda y en los relatos de Edgar Allan Poe.