Sólo era una gran actriz en la cama
(Ediciones B de bolsillo, 2ª edición, Barcelona, diciembre de 2015) |
Elizabeth Short (1924-1947) |
Alan Ladd y Veronica Lake Fotograma de La Dalia Azul (1946) |
James Ellroy |
“Corrían rumores de que uno de los chicos había perdido un ojo. Empezaron a producirse escaramuzas tierra adentro: personal de la marina procedente de la base naval de Barranco Chávez contra los pachucos de Alpine y Palo Verde. A los periódicos llegaron noticias de que los mexicanos llevaban insignias nazis [obvio infundio de la prensa racista], además de sus navajas de muelle, y centenares de soldados, infantes de marina y marineros de uniforme cayeron sobre las zonas bajas de Los Ángeles, armados con bates de béisbol y garrotes de madera. Se suponía que en la Brew 102 Brewery, en Boyle Heights, los pachuchos se agrupaban en número similar y con armamento parecido. Cada patrullero de la División Central fue llamado al cuartel y allí se le proporcionó un casco de latón de la Primera Guerra Mundial y una tranca enorme conocida como sacudenegros [a Rosa Parks en el autobús y al reverendo Martin Luther King Jr. se les hubieran erizado los rulos a la Don King].
Rosa Parks y Martin Luther King Jr. (c. 1955) |
Don King |
“Me sentí aterrado, porque, en realidad, los buenos eran los malos.
“Los marineros estaban reventado a patadas todas las ventanas de Evergreen; infantes de marina con sus uniformes azules destrozaban sistemáticamente las farolas, lo cual producía cada vez más y más oscuridad en la que poder trabajar. Soldados y marineros de agua dulce habían dejado de lado su rivalidad entre las distintas armas y volcaban los coches aparcados ante una bodega al tiempo que jovencitos de la mariana vestidos con sus acampanados pantalones blancos molían a palos a un grupo de mexicanos, al que superaban con mucho en número, en un portal de al lado. En la periferia de la acción pude ver cómo unos cuantos de mis compañeros se lo pasaban en grande con gente de la Patrulla Costera y policías militares.”
Bucky Blaichert (Josh Hartnett) Fotograma de La Dalia Negra (2006) |
Durante los tres años siguientes (entre 1943 y 1946), Bucky Bleichert, hijo de inmigrantes alemanes, casi sin pena ni gloria (y nadando de a muertito) siguió “metido en un patrullero con radio de la División Central”. Etapa precedida por los golpes bajos soportados durante su instrucción policíaca, pues tuvo que confrontar “la amenaza de expulsión de la Academia cuando se descubrió que su padre [proclive al nazismo] pertenecía al Bund germano-estadounidense”. Y ante “las presiones sufridas para que denunciara ante el Departamento de Extranjeros a los chicos de ascendencia japonesa con los cuales había crecido para así asegurar su posición dentro del Departamento de Policía de Los Ángeles”, denunció a dos de ellos: Hideo Ashida y Sam Murakami, quienes fueron esposados y remitidos al campo de concentración Manzanar (ubicado al pie de Sierra Nevada en el Valle Owens, California), donde uno de ellos murió (ante al resquemor de su consciencia). Así que una mañana de 1946, en el “tablón de ascensos y cambios de puesto” de la División Central, Bucky lee que el sargento Lee Blanchard será trasladado de la Brigada Antivicio de Highland Park a la Brigada Criminal Central, con efectividad el 15 de octubre de 1946.
Entre la fauna de polis se chismorrea y apuesta sobre un posible “combate Blanchard-Bleichert”. Y se rumora (y así parece) que el verdadero “jefe de la Criminal es Ellis Loew” (asistente del fiscal del distrito, judío, político republicano, manipulador y ambicioso arribista de 35 o 36 años), y que éste “Le consiguió el puesto a Blanchard”.
Joe Louis |
Además de que “La División Central Criminal estaba en la sexta planta del ayuntamiento, situada entre el Departamento de Homicidios de la Policía de Los Ángeles y la División Criminal de la oficina del fiscal del distrito”, para el patrullero Bucky Bleichert, según apunta, “La Criminal era la celebridad local para un poli. La Criminal era el traje de paisano, sin necesidad de llevar abrigo ni corbata, emoción, aventura y dietas por kilometraje en tu coche de civil. La Criminal era la persecución de los tipos realmente malos y no el tener que atrapar a los borrachos y a los vagabundos que se reunían delante de la Misión de Medianoche. La Criminal era el trabajo en la oficina del fiscal del distrito, con un pie metido en la categoría de los detectives y cenas tardías con el mayor Bowron [el alcalde], cuando él estuviera de buen humor y quisiera que se le contasen historias de guerra.” De modo que Bucky supone que tras el combate boxístico podría ascender a la Criminal y convertirse en el compañero de Lee Blanchard, lugar que por el que suspira y puja el codicioso y tontorrón Johnny Vogel, hijo del sargento Fritzie Vogel, coludido, junto con el sargento Bill Koening, a los oscuros tejemanejes y manipulaciones partidistas y autócratas de Ellis Loew, quien se mueve, conspira y urde proyectando convertirse (en un futuro cercano) en el todopoderoso fiscal del distrito.
En medio de los acontecimientos y ante la expectativa de la pelea, Lee Blanchard optaría por Bucky para compañero, por ello le dice: “Personalmente, casi espero que ganes. Si pierdes, me quedaré con Johnny Vogel. Está gordo, se tira pedos, le apesta el aliento y su papi es el capullo más grande de toda la Central. Siempre le hace recados al niño prodigio judío [...]” No obstante, Bucky, cavilando entre sus dudas, posibilidades y necesidades personales (su padre, incapaz de raciocinio, de valerse por sí mismo y casi sin reconocerlo, subsiste en una sucia pocilga, pues “sufrió un ataque, perdió su trabajo y su pensión y empezó a tomar papillas para bebé a través de una paja”), planea perder la pelea y su posible puesto en la Criminal; es decir, según apunta: “liquidé mi cuenta de ahorros, cobré mis bonos del Tesoro y pedí un préstamo bancario por dos de los grandes, usando mi Chevy casi nuevo del 46 como garantía”. Y a través de un amigo (Pete Lukins) apuesta por Blanchard. De modo que dice: “Si yo mordía la lona entre los asaltos ocho al diez ganaría 8.640 dólares... lo suficiente para mantener al viejo en un asilo de primera durante dos o tres años como mínimo”.
James Ellroy El perro diabólico de la literatura negra norteamericana |
Fotograma de La Dalia Negra (2006) |
Kay Lake (Scarlett Johansson) Fotograma de La Dalia Negra (2006) |
Esas cicatrices son indicios del oscuro pasado de Kay Lake en las redes delincuenciales y sádicas de Bobby de Witt, traficante de drogas y proxeneta, pues según ella: “Me hacía acostarme con sus amigos [y tomaba fotos] y me pegaba con un afilador de navajas.” Es decir, “Katherine Lake, [entonces] de 19 años, venía del noreste, de Sioux Falls, Dakota del Sur, y llegó a Hollywood en 1936 no en busca del estrellato sino de una educación universitaria.” Pero “Lo que consiguió fue graduarse en la universidad de los más duros criminales.” No obstante, el policía Lee Blanchard, que la rescató del fango y se la llevó a vivir con él, le costeó dos carreras.
El sargento Lee Blanchart y el agente Bucky Bleichert (Aaron Eckhart y Josh Harnett) Fotograma de La Dalia Negra (2006) |
Fotograma de La Dalia Negra (2006) |
Elizabeth Short (Mia Kirshner) Fotograma de La Dalia Negra (2006) |
Madeleine Linscott y Bucky Bleichert (Hilary Swank y Josh Hartnett) Fotograma de La Dalia Negra (2006) |
Yendo en su auto, Bucky oye por radio que Junior Nash ha sido muerto en un asalto. Puesto que Lee movió hilos para concentrarse en el “caso Short” y hacer a un lado la búsqueda y captura de Junior Nash (“la chica muerta es un plato mucho más jugoso que Junior Nash”, le dijo), Bucky se irrita de tal modo que a toda máquina va a la Criminal en busca de Lee y en los baños lo tunde a golpes hasta dejarlo inconsciente. Esa es la última vez que lo ve con vida. Lee Blanchard no asiste a la obligatoria cita de amonestación que ambos tenían con Thad Green, el jefe de detectives. Green le encomienda a Bucky decirle a Lee que debe devolver su arma y su placa, pues ha sido suspendido por el falso informe donde “afirmaba que Junior Nash se había largado de nuestra jurisdicción”.
Por un telefonema a Libertades Condicionales, Bucky se entera que Bobby de Witt, en vez de viajar a Los Ángeles, se ha ido a Tijuana. El teniente Russ Millard —que con Harry Sears ha regresado de Tijuana sin hallar el sitio donde dizque se filmó la película porno de Betty Short— le dice: “Blanchard está en Tijuana. Un patrullero de la frontera con el que hablamos lo vio y lo reconoció gracias a toda la publicidad del combate. Andaba con un grupo de rurales [mexicanos] que parecía bastante duro.”
Los dos viajes que Bucky Bleichert hace a territorio mexicano son auténticas aventuras peliculescas (con una pizca de road movie), donde prolifera la pintoresca miseria y la corrupción policíaca y generalizada. En Tijuana, en su primera incursión, Bucky localiza a Bobby de Witt y lo interroga. Según le dice el ex presidiario: “Vine aquí para conseguir un poco de caballo y llevármelo a Los Ángeles antes de presentarme a mi encargado de vigilancia”; y lo más corrosivo: “lo único que hay entre Blanchard y yo es que me tiraba a Kay Lake”. De pronto alguien que no ve golpea a Bucky y lo deja inconsciente. Al recobrar el sentido va con un grupo de polis mexicanos, más los sargentos gringos Fritzie Vogel y Bill Koenig, al cuchitril donde han sido baleados Bobby de Witt y el mexicano Félix Chasco, traficante de drogas. Se ignora quién los mató.
En Los Ángeles continúa la madeja de pesquisas para dar con el asesino de la Dalia Negra y Lee Blanchard sigue sin aparecer. Y el 4 de abril de 1947, Kay Lake recibe una carta donde se le informa que Lee ha sido “expulsado oficialmente del Departamento de Policía de Los Ángeles, con efectividad del 15/3/47”. En el ínterin, Bucky Bleichert revela aún más sus particulares dotes de sabueso y detective (y su buena suerte) y por ende descubre que el tontorrón Johnny Vogel tuvo un vínculo sadomasoquista con Betty Short y que su padre el sargento Fritzie Vogel lo sabía y que además tenía en su casa un nutrido archivo para ocultar pruebas y extorsionar.
Dado que “Blanchard había estado en Tijuana a finales de enero” de 1947, en abril Bucky regresa a México a buscarlo. En Ensenada un detective privado de San Diego, Milton Dolphine, se mete a su cuarto de hotel cuando él estaba ausente y allí lo sorprende. Según le dice Milton, el pasado marzo una supuesta mexicana (“Dolores García”) originalmente lo contrató para localizar a Lee Blanchard en Tijuana o en Ensenada. Y además de brindarle una buena cantidad de datos e informes (cuyo trasfondo y sentido a la postre se clarifican), pretende asociarse a Bucky para hallar y repartirse el dinero que Lee traía consigo (gastaba enormes cantidades). Pero lo más relevante de ese episodio es que Bucky hace que Milton lo lleve al pozo en la playa donde la policía rural mexicana arroja cadáveres. Primero obliga a Milton a que cave. Y luego, cuando aparece el uniforme de un marinero, sigue él con la pala hasta hallar los restos de su ex compañero: “y entonces apareció una piel rosada a la que el sol había quemado y unas cejas rubias cubiertas de cicatrices que me resultaron familiares. Después, Lee sonrió igual que la Dalia, con los gusanos que se arrastraban por entre sus labios y por los agujeros donde antes estaban sus ojos.”
Al regresar a Los Ángeles, Kay Lake lo persuade para que no dé parte a la policía del hallazgo de los restos de Lee y le revela el origen de esa fortuna que Blanchard dilapidaba en México y con la que construyó la casa y le costeó los estudios. En realidad, le confiesa Kay, no conoció a Lee durante el juicio a Bobby de Witt, sino antes. Bobby no participó en el atraco al banco del Boulevard-Citizens; sino que el cerebro fue Lee Blanchard, quien culpó y delató a Bobby para vengarse de lo que le hizo a ella. Cuatro fueron los ladrones; dos murieron en el asalto. Y el que quedó vivo (y había huido a Canadá) fue ejecutado por Lee (le exigía diez mil dólares). Era el hombre blanco (Baxter Fitch) que estaba con los tres negros marihuaneros que ambos mataron a balazos cuando el 10 de enero de 1947 supuestamente seguían la pista de Junior Nash y Lee había recibido un chivatazo dizque para hallar a éste (y dizque no a Baxter Fitch).
Kay Lake y Bucky Bleichert (Scarlett Johansson y Josh Hartnett) Fotograma de La Dalia Negra (2006) |
La respuesta a esa acumulación monetaria (y a esos interrogantes) Bucky posteriormente la encuentra sin proponérselo y lo hace en 1949 al retomar por su cuenta y riesgo la investigación del “caso Short”.
Es decir, para decirlo rápidamente y sin desvelar todos los pasadizos, vericuetos, conjeturas, anécdotas, entresijos y minucias del embrollo detectivesco y criminal, Bucky descubre que Lee Blanchard había dado con la identidad del que parecía el único torturador y descuartizador de Betty Short. Y para no entregarlo a la policía, Lee extorsionó al viejo Emmett Sprague, el mafioso magnate que desde los años veinte “Ha construido la mitad de Hollywood y Long Beach” (y una serie de asentamientos con materiales de baja calidad en las inmediaciones del gigantesco letrero de HOLLYWOODLAND en Monte Lee), cercano al productor de cine y cineasta Mack Sennett y coludido al poderoso gángster Mickey Cohen, quien prácticamente tiene financiados y comprados los testículos de la policía de Los Ángeles. Y no porque el retorcido viejo Emmett Sprague sea precisamente el cerebro o el asesino material, sino porque el meollo del macabro y sádico crimen lo trastoca a él y a miembros clave de su perverso y psicótico núcleo familiar. Pero lo más espinoso para Bucky Bleichert es descubrir que Kay Lake supo que Lee Blanchard había dado con ese presunto único asesino de Betty Short (el verdadero quid del archivo oculto en la habitación 204 del Hotel El Nido) y que fue ella la encargada de presentarse ante el viejo Emmett Sprague para recoger los últimos cien mil dólares extorsionados, antes de que Lee se fuera a Tijuana tras la pista de Bobby de Witt para matarlo (y no para hallar el sitio donde presuntamente se había filmado la película porno de Betty Short).
Y para poner el punto final a la presente nota, vale recapitular y añadir que Bucky Bleichert en 1949 desmonta y desentraña las minucias del crimen de la Dalia Negra (todo el siniestro y depravado intríngulis y el modus operandi) y en dos episodios da con el par de lunáticos que la torturaron, mataron y abandonaron sus restos en el descampado de la Treinta y Nueve y Norton. Pero las irregularidades de sus actos y de la investigación no oficial podrían salpicarlo. (Bucky, además, nunca llega a ser sargento ni detective, pese a que lo es con sagacidad; de “técnico encargado de recoger y analizar pruebas” es reducido a la “comisaría de la calle Newton”, “zona de guerra”, de negros que subsisten en la miseria, donde patrulla solitario, a pie y de noche.) De modo que opta por el silencio (con cierta complicidad del teniente Russ Millard, “el padre”, quien incendia el sitio donde Bucky peleó ferozmente por su vida y se vio impelido a matar al necrófilo y fetichista Georgie Tilden).
Madeleine Linscott (Hilary Swank) Fotograma de La Dalia Negra (2006) |
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