viernes, 19 de octubre de 2012

El surrealismo



Pingüino es una palabra atacada por las moscas

El surrealismo (FCE, 1989)
Escrito en francés, El surrealismo, libro de la investigadora Jacqueline Chénieux-Gendron, apareció en París, en 1984, editado por Presses Universitaires de France. En México, bajo la traducción al español de Juan José Utrilla, fue editado en 1989 por el FCE dentro de la serie Breviarios; y al parecer ya se volvió de colección, pues la página de Internet de tal casa editorial no informa de su existencia. 
      Pese a que fundamentalmente se trata de un ensayo (sin iconografía) sobre la historia del movimiento surrealista en su versión parisina, es decir, sobre las actividades y la trascendencia del grupo reunido alrededor de André Breton (1896-1966), el libro, que ostenta un minucioso y apretado bagaje bibliográfico, no es más que un esbozo, un resumen de carácter introductorio, seminal, útil, quizá, para las nuevas generaciones (no necesariamente de pintores y poetas) que buscan respuestas a preguntas como: ¿qué es y cómo se come el surrealismo?, ¿qué visiones produce?, ¿se regresa del viaje?, ¿cómo se gestó el movimiento?, ¿cuál es su itinerario y cuáles sus zigzagueos históricos?, ¿es cierto que André Breton era el pontífice y el demiurgo y los demás una infame turba de nocturnos e hipnóticos acólitos?, ¿cómo se explica su ideario estético y filosófico en torno al psicoanálisis, al marxismo, a la URSS, al Partido Comunista de Francia, a Lenin, Stalin, Trotsky, Hitler, al fascismo, a la Iglesia católica, a la libertad, al amor, al esoterismo, etcétera, etcétera?
       Los márgenes por los que oscila el libro van desde los años fundacionales; es decir, desde un poco antes de 1919, el año en que André Breton, Philippe Soupault y Louis Aragon empezaron a editar la revista Littérature, considerada órgano del dadaísmo en París, y en la que Breton y Soupault dieron a conocer sus primeros textos de escritura automática concebidos mano a mano y con los que después conformaron el libro Les champs magnétiques (1920); se pasa por el primer Manifeste du Surréalisme de 1924, redactado por Breton, y por el primer número de la revista La Révolution Surréaliste, impreso el mismo año, hasta llegar, luego de un buen número de datos y de disquisiciones más o menos representativas, a 1969, el año en que Jean Schuster, “portavoz del grupo”, albacea y “responsable de los archivos del surrealismo”, nombrado por Breton poco antes de morir (septiembre 28 de 1966), con el artículo “Le Quatrième Chant”, impreso en Le Monde (octubre 4 de 1969), “anuncia la desaparición del grupo surrealista y la prosecución, por algunos, de la empresa colectiva, pero sin hacer explícita la referencia al ‘surrealismo’, en adelante histórico”. 
   Ante esto, cabe citar un fragmento de la nota necrológica que Lourdes Andrade, investigadora del CENIDIAP del INBA [fallecida trágicamente el jueves 24 de octubre de 2002], publicó en el número 232 de la revista Vuelta (marzo de 1996) tras la muerte de Jean Schuster: “Para dar salida a los ‘archivos’, Jean Schuster crea la asociación ACTUAL en 1983. Gracias a las actividades de la misma, se han publicado cinco tomos de la colección Archives du Surréalisme y se han llevado a cabo múltiples actividades alrededor de estos documentos. Estas actividades se prolongan hasta 1993, fecha en que se disuelve la asociación.”
       Si bien a través de El surrealismo, de Jacqueline Chénieux-Gendron, se accede a ciertos bosquejos y versiones (contrastantes, antagónicas o complementarias) sobre la génesis y el significado de categorías como: surrealismo, escritura automática, automatismo psíquico, azar objetivo, humor negro, poema-objeto, pintura surrealista, el collage y el frottage según Max Ernst, el método paranoico-crítico de Dalí, o a anécdotas sobre numerosas publicaciones, militancias y posturas políticas, riñas y polémicas, deserciones y expulsiones del grupo bretoniano, lo que acota o narra la autora siempre resulta muy elemental, arbitrario y sintético, y a veces farragoso y soporífero, dada la cantidad de citas en un solo pasaje o pasaje tras pasaje; por ende, lo expuesto implica o supone el crítico cotejo con los veneros documentales, bibliográficos e iconográficos, asunto que se antoja casi imposible si no se es un investigador empeñado en tales menesteres.
       Es tan amplio y diverso el corpus constituido por los libros, las revistas, las películas, las pinturas, los objetos y demás etcéteras aportados y suscitados por el movimiento surrealista en su versión francesa (y anexas), que el lector, ante las breves acotaciones leídas en El surrealismo de Jacqueline Chénieux-Gendron, tendrá que acudir a otras fuentes, si es que busca ampliar sus horizontes, como puede ser la lectura directa de los manifiestos, la consulta de las revistas, o el repaso de la obra poética y ensayística de André Breton y Louis Aragon, etcétera. Por ejemplo, es muy escueto y vago lo que la autora apunta sobre la dispersión del grupo bretoniano durante la Segunda Guerra Mundial y sus vínculos, durante tal periodo, con los poetas y pintores de América Latina y de los Estados Unidos. A esto se añaden algunas imprecisiones diseminadas a lo largo del título, lo cual no deja de sembrar la sospecha sobre la naturaleza de algunas de sus citas y de sus múltiples abrevaderos; tales son los casos, para ejemplificar, de los filmes Un perro andaluz y La edad de oro, los cuales la autora fecha, consecutivamente, como de 1928 y 1929; pero tales cortometrajes, o cualquier acreditada filmografía de Luis Buñuel, revelan que Un chien andalou data de 1929 y L’age d’or de 1930. Mientras que del mural El mundo mágico de los mayas (1963), de Leonora Carrington, dice que es un “gran fresco”, pero en su realización la Carrington no usó la técnica del fresco, sino “pinturas de caseína sobre paneles curvos de madera”. 
Primera aparición de Rrose Sélavy
en el frasco de perfume rectificado
Belle Haleine, eau de voilette (1923)
Reade-made de Marcel Duchamp
     Y al citar a Rrose Sélavy, ya por una frase atribuida a tal personaje (pero sin mencionar el hecho de que se halla cifrada en el nombre): “Eros es la vida”, o, entre otras alusiones, en un aforismo o más bien involuntaria greguería de Robert Desnos: “En el sueño de Rrose Sélavy hay un enano salido de un pozo que viene por las noches a comerse el pan”, nunca revela, como si se tratara de una verdadera fémina o de una broma o de un guiño al lector enterado, que Rrose Sélavy era el seudónimo y alter ego que Marcel Duchamp empezó a utilizar alrededor de 1920, que le sirvió para firmar ciertas obras y para travestirse de mujer y que incluso así lo retrató Man Ray (Emanuel Rabinovitch). Uno de tales retratos se pudo apreciar en el Museo Rufino Tamayo durante la exposición de fotografías de Man Ray (septiembre 10 a noviembre 10 de 1996). Otro se ve, por ejemplo, en la etiqueta del supuesto frasco de perfume titulado Belle Haleine, eau de voilette (1921), uno de los famosos ready-mades de Marcel Duchamp, cuyo rostro caracterizando a tal mujer se considera la “primera aparición pública de Rrose Sélavy” (“en el frasco de perfume rectificado”). Su humorístico juego de confundirse con el intercambio de tal identidad, fue reiterado y celebrado por el mismo Duchamp en la firma-título que se lee al abrir la Boîte en valise (1942), el célebre y desplegable “museo portátil” con la reprodudcción en miniatura de la “‘suma’ de todo su trabajo precedente”: “De ou par Marcel Duchamp ou Rrose Sélavy”.
Marcel Duchamp travestido como Rrose Sélavy
Foto, c. 1920-1921, de Man Ray
       Sobre el sentido de tal seudónimo y alter ego de Marcel Duchamp (1887-1968), Juan Antonio Ramírez anota, entre otras cosas, lo siguiente en Duchamp. El amor y la muerte, incluso (Siruela, Madrid, 1993): “Según sus propias declaraciones, lo que quería, en realidad, era cambiar de identidad, y después de pensar en la adopción de un nombre judío se decidió por un cambio de sexo. Se trata, ciertamente, de una broma, pero como casi todo lo que hizo Duchamp, el juego de palabras no es neutral y está claramente argumentado: la doble erre inicial nos obliga a leer el nombre como ‘rose’ (rosa), ‘eros’ (amor) y ‘arrose’ (riega, moja). En cualquier caso, las implicaciones sexuales son bastante evidentes. Junto con el apellido (c'est la vie) se forma una frase con sentido completo, como si fuera una solemne declaración de principios por parte de Duchamp: el amor (el rosa, el riego) es la vida.”
       Cabe observar que si El surrealismo de Jacqueline Chénieux-Gendron carece de una elemental iconografía, su rasgo pedagógico, sintético y seminal es refrendado, al término, por una “Bibliografía selectiva” (dividida en varios ilustrativos rubros) y por un “Índice analítico”.


Jacqueline Chénieux-Gendron, El surrealismo. Traducción del francés al español de Juan José Utrilla. Colección Breviarios (465), FCE. México, 1989. 374 pp. 







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