Si una noche de lectura un niño
Cornelia Funke |
De
2003 data la primera edición en alemán de Corazón
de tinta, novela fantástica de la germana Cornelia Funke (Dorsten, 1958),
con ilustraciones suyas, traducida al español por Rosa Pilar Blanco e impresa
en Madrid, en 2004, dentro de la serie Las Tres Edades, de Ediciones Siruela. Según
anuncia el cintillo, “después de El
jinete del dragón” (editada en alemán en 1997 y en 2002 en castellano)
“llega un nuevo best-seller
internacional de ‘la Rowling alemana’”, con “más de 2.500.000 ejemplares
vendidos en Alemania, Estados Unidos y Reino Unido”. Quizá esto sea verdad y no
sólo se trate de un alarde publicitario, pues en español es una delicia repleta
de maravillas.
Según Siruela, Corazón de tinta es para lectores de doce años “en adelante”. Tal
vez sea más o menos así; lo cierto es que si se trata de un niño o de un
adolescente, tiene que ser un lector consumado y de fondo, pues la obra casi
llega a las 600 páginas. Y si bien un infante puede disfrutar los pormenores de
Corazón de tinta, el regocijo de un
lector mayor (o con más lecturas) será distinto en lo que concierne a las citas
y referencias bibliográficas y mitológicas diseminadas en la historia. Es
decir, Corazón de tinta es una
celebración de la literatura fantástica de todos los tiempos, del poder mágico
de la lectura y un tributo al libro como vehículo para vivir, soñar, viajar o
trasladarse al instante a mil y un mundos quiméricos y prodigiosos, pero no exentos
de peligros, de terribles aventuras y de maldad; de ahí que al término figure
una “Nota bibliográfica” que consigna 22 libros clásicos (localizables en
español) y que la novela y cada uno de sus 59 capítulos inicien con un epígrafe
que la mayoría de las veces no es una o dos líneas, sino un pequeño y sonoro fragmento.
Pero las principales y trascendentales alusiones míticas y literarias (el juego
y el festejo) se hallan a lo largo de la urdimbre de la trama.
Colección Las Tres Edades, Ediciones Siruela Madrid, 2004 |
No es fácil comprimir y en capsular en una reseña periodística todo lo que ocurre en la voluminosa Corazón de tinta. Hay en ella una lucha entre el bien y el mal, entre los personajes buenos y los malos, en la que al término —después de mil y un infortunios, sinsabores, riesgos, aventuras y actos heroicos y cobardes—, triunfan la mayoría de los benévolos y no todos los malvados son derrotados por completo. Sin embargo, los sucesos no se plantean ni se desarrollan así de simple, pues Cornelia Funke, además de su prodigiosa imaginación, es una maestra del suspense, de las escenas de acción y movimiento, de los escenarios y detalles emblemáticos (y no), y de los giros sorpresivos.
Entre los
héroes de la novela destacan Mo y su hija Meggie, de doce años. Ambos son
voraces y doctos lectores. Si desde pequeña, con su habilidad manual, ella ha
hecho sus propios libros, su padre es una especie de médico de libros, pues su
oficio es restaurar los libros antiguos y los maltratados por el uso o por el
abandono. El meollo, que sucede en la Europa del siglo XXI, comienza a
desencadenarse cuando a la campirana casa de ambos arriba Dedo Polvoriento, un
tragafuegos y malabarista al que Mo no veía desde hacía nueve años, quien lleva
oculta en su mochila a su mascota Gwin, una pequeña marta con cuernos. Con
secretos cuchicheos ante Meggie, Dedo induce a Mo a viajar a un derruido pueblo
fantasma extraviado en las montañas de Liguria, donde tiene su guarida el más
malévolo de lo maleantes de la obra: Capricornio, quien se comporta con la
peliculesca y pestilente majestad de un mafioso experto en el secuestro, el
asesinato, la tortura, la extorsión, el robo, el incendio de pueblos, casas y
personas, y en la acumulación de dinero y tesoros.
Para
viajar con Dedo Polvoriento a tal pueblo maldito, Mo (quien lleva con él un
libro prohibido para Meggie) deja, a muchos kilómetros de distancia, a su hija
con Elinor, tía de la madre de la niña, desaparecida desde hace nueve años; la
tía Elinor es solitaria, adinerada y de mal genio, y en su enorme casona
(rodeada por un bosque y un lago) atesora lo principal de su solitaria vida:
una vasta biblioteca de libros valiosos y antiguos.
A Mo lo
apodan Lengua de Brujo porque si lee en voz alta un libro puede suscitar que
ciertos personajes o cosas de la narración se trasladen al orbe real y que,
como una especie de intercambio ineludible y maligno, algunas personas de éste,
sin quererlo ni desearlo, desaparezcan y se introduzcan en tal libro y por ende
subsistan atrapados en su historia. Es decir, si esto supone la existencia de
una infinidad de mundos paralelos al globo terráqueo, la cualidad de Mo es una
virtud que no controla del todo, pues implica una peligrosísima dosis de azar.
Fue hace
nueve años (y esto lo ignora Meggie) cuando Mo, leyendo en alta voz el libro
que le esconde a su hija, perdió a su hermosa esposa e hizo surgir en el mundo
a Capricornio, a varios de sus secuaces y a Dedo Polvoriento, quien padece una
entrañable y dolorosa nostalgia por el entorno del libro, repleto de duendes,
hadas y hombrecitos de cristal, y donde el fuego tiene otra conducta y otras
posibilidades lúdicas.
Así, y
para acrecentar su poder, Capricornio necesita los servicios de Lengua de Brujo:
quiere que le extraiga de los libros las fortunas que figuran en ellos (cosa
que Mo sólo consigue mediante la lectura de un pasaje de La isla del tesoro, pues de un episodio de Las mil y una noches erradamente trae a un muchachito árabe llamado
Farid) y que además le traslade del libro (prohibido para Meggie) a la Sombra,
el verdugo, un ser espeluznante y descomunal, sin rostro, del que se dice que
“Capricornio había encargado a un duende o a los enanos, que son expertos en
todo lo que procede del fuego y del humo, que creasen a la Sombra con la ceniza
de sus víctimas. Nadie se sentía a salvo, pues se decía que Capricornio había
ordenado matar a los creadores de la Sombra. Pero todos sabían una cosa: que
era un ser inmortal, invulnerable y tan despiadado como su señor.”
Persuadido
por el tragafuegos y luego prisionero de Capricornio, Mo, al principio, sólo
busca hacer retornar a su mujer perdida hace nueve años y Dedo solamente ansía
el retorno al orbe del libro del que nunca, junto con Gwin, debió salir sin su
consentimiento. Las cosas no serán tan sencillas ni lineales. Y para la apoteosis
que preludia el final (no del todo feliz) de la novela (pese al paisaje de
cuento de hadas que infesta el jardín y la casona de la tía Elinor) será
necesario que Meggie, atrapada por ciertos esbirros de Capricornio, se empeñe
en descubrir, y descubra, que también ella posee el don de hacer traer al mundo
los personajes de un libro mediante la lectura en voz alta (es el caso del hada
Campanilla y el caso del soldadito de plomo) y que Fenoglio, el autor del libro
prohibido, encarcelado por Capricornio, reescriba cierto pasaje, lo que a la
postre, no sin jugarse el pellejo al unísono de los otros héroes en tareas
simultáneas, funciona a modo de conjuro leído en alta voz.
Cornelia Funke, Corazón de tinta. Ilustraciones de la narradora. Traducción del
alemán al español de Rosa Pilar Blanco. Serie Las Tres Edades número 115, Ediciones
Siruela. Madrid, 2004. 600 pp.
*********
No hay comentarios:
Publicar un comentario