miércoles, 4 de noviembre de 2015

Barbazul



Almacén celeste número 8

En 1987, en Nueva York, con el sello de Delacorte Press, el prolífico narrador Kurt Vonnegut [Indianápolis, noviembre 11 de 1922-Nueva York, abril 11 de 2007] publicó en inglés su novela Barbazul; un año después, traducida al español por Gemma Rovira, fue impresa en Barcelona por Editorial Anagrama en la serie Panorama de narrativas.


Kurt Vonnegut
(1922-2007)
   Se supone que Barbazul, la novela de Kurt Vonnegut, es la “Autobiografía de Rabo Karabekian (1916-1988)”, quien fue un gringo de San Ignacio, California, hijo de inmigrantes armenios. Cuando Rabo Karabekian empieza a narrar en primera persona, corre 1987; es decir, es un anciano de 71 años, tuerto y viudo, que vive en una mansión de 19 habitaciones en la playa de East Hampton, Long Island, sitio donde exhibe la colección de Expresionismo Abstracto más importante del orbe, que es suya, y ante la cual dizque sólo es un simple guarda de museo. 

(Anagrama, Barcelona, 1988)
   Circe Berman, una narradora kitsch, de 43 años, cuyas novelas se venden como chicles Adams, al instalarse en la casa de Karabekian, lo incita a escribir su autobiografía. Así, los fragmentos y capítulos que constituyen Barbazul, la novela de Kurt Vonnegut, oscilan de manera alterna en dos vertientes. Por un lado, Karabekian traza sus memorias y su autobiografía; por el otro, esboza un diario en cuyas páginas alude el proceso de la escritura y la cotidianidad que circunda su presente.
     Kurt Vonnegut, experto prestidigitador, siempre sarcástico y humorístico, ha pergeñado un divertimento, una amalgama novelística que incluye un sinnúmero de datos y referentes históricos y culturales extirpados, entre otras vetas, de la idiosincrasia norteamericana, particularmente de la que padeció los síndromes de la Depresión de 1929 y de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Al unísono, Barbazul es un tributo al Expresionismo Abstracto, el movimiento pictórico neoyorquino que vivió el auge de su leyenda entre la década de los 40 y la de los 50 del siglo XX. Se supone que Rabo Karabekian fue miembro del grupo, pero tuvo la mala fortuna de que al empezar a sobresalir, en un momento, la pintura de sus cuadros (el Sateen Dura-Luxe que dizque sobreviviría a la Mona Lisa) se desprendió de la tela. Así se convirtió en una risible y ridícula nota a pie de página en la Historia del Arte. 


Kurt Vonnegut
     Barbazul no implica un ensayo o un decálogo sobre el Expresionismo Abstracto, pero un breve cotejo con algunos diccionarios y libros de historia del arte revela el origen de varios condimentos. Rabo Karabekian es armenio y Arshile Gorky (1904-1948), uno de los fundadores del Expresionismo Abstracto, también lo fue. Durante la Segunda Guerra Mundial, Karabekian manda un pelotón de artistas itinerantes especializado en camuflaje, pero fue Gorky el que en realidad, durante la guerra, en 1942, dio clases de camuflaje. Varios de los iniciadores fueron suicidas: en 1948, a los 44 años de edad, Gorky se ahorca; en 1956, a los 44, Jackson Pollock se mata al conducir ebrio; en 1970, a los 67, Mark Rothko se borra con un cuchillo. Así, si Karabekian es una parodia de expresionista abstracto fracasado, Kitchen, su hermano de borracheras, parodia al bohemio y temprano suicida. Kitchen no sabe dibujar; y sólo comienza a tener éxito como pintor cuando por instinto (obvia emulación de los procedimientos aleatorios-experimentales) emplea una pistola de pulverización sobre un viejo tablero. Kitchen, no obstante, tiene sus virtudes, y a imagen y semejanza de Pollock es dipsómano y con leyenda negra; así, y sólo con unos días de diferencia de éste, luego de dispararle a su padre, se suicida metiéndose el cañón del revólver en la boca. Ambos, a unos metros de distancia, fueron enterrados en el cementerio de Green River. En el mismo sentido, Springs, Long Island, el sitio donde murió Pollock, es el lugar donde Karabekian instala la casa de su primera familia, cercana al almacén de papas alquilado, su estudio y covacha, en el que Kitchen inicia el uso de la dizque célebre (ahora objeto de museo) pistola de pulverización.
     Cuando Karabekian repite que los cuadros del grupo no tratan de nada más que de sí mismos y que el pintor ejecuta el primer trazo y luego el lienzo hace lo demás, está parafraseando al crítico Harold Rosenberg (1906-1978), uno de los legendarios apologistas del Expresionismo Abstracto. Así, la descripción que Karabekian formula sobre sus pinturas, que son grandes espacios de color: Opus 9, Azul y naranja óxido, Azul de Windsor número 17, por ejemplo, tampoco dejan ser superficiales parafraseos e hijos bastardos de varios cuadros: de Gorky: Pintura marrón oro (1947); de Pollock: Lanzas azules (1953); y de Rothko, sobre todo de éste, si se piensa en Número 10 (1950) y Blanco y verde sobre azul (1957).


Kurt Vonnegut
      Entre las muchas historias que narra Karabekian se hallan los mitos y leyendas de su genealogía armenia; el origen de su fortuna y museo; la vida y milagros de Dan Gregory, armenio, pintor e ilustrador kitsch, realista, famoso y rico, que es una especie de prolífico Gustave Doré a la gringa, si se considera el número de clásicos de la literatura que dizque ilustró. Dan Gregory, que idolatra a Mussolini, era el apoderado de Marilee Kemp, su mascota erótica, la bella hija de un minero analfabeta, a quien Karabekian, en 1933, en plena Depresión, debe su primer viaje de San Ignacio, California, a Nueva York. Entonces, más que discípulo de Dan Gregory, Karabekian fue su empleadito y entenado. 
   Una imagen significativa ocurre cuando el fascista Dan Gregory descubre que Rabo Karabekian y Marilee Kemp acaban de salir del Museo de Arte Moderno de Nueva York, sitio muchas veces visitado, a escondidas, por ambos. Es el día de San Patricio y la Quinta Avenida se halla repleta de gente que mira el desfile. Pero cuando Dan Gregory les grita la prohibición: “No entréis nunca en el Museo de Arte Moderno”, es evidente que muchas personas de esa masa anónima ignoran que se encuentran frente a tal lugar; y más aún: desconocen los cuadros que se exhiben allí, la mayoría pintados antes de la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Este contraste y antagonismo se repite, de diversas formas, a lo largo de la novela, y tiene particular incidencia en la mansión del viejo Rabo Karabekian, el museo donde se exhiben los cuadros de los expresionistas abstractos. La cocinera y su hija no los entienden; y Circe Berman, la novelista kitsch, no sólo se pitorrea de ellos, sino que incluso provoca estragos con unas antiguas litografías con niñitas columpiándose y una pintura color caca de bebé.
      Pero entre lo que Karabekian apunta descuella el hecho de que el almacén de papas, que fue su covacha y estudio, está cerrado con seis candados y muchos cerrojos, y según su testamento sólo será abierto después de su muerte. El secreto inquieta a quienes lo rodean. Y aunque se descarta que Karabekian sea un coleccionista de mujeres asesinadas, émulo o parecido al Barba Azul del homónimo cuento que inmortalizó el francés Charles Perrault (1628-1703) en sus Historias o cuentos de antaño. Con moralejas (1697), no deja de latir el hecho de que Circe, por despótica e imprevisible, cause la revelación o desvele el intríngulis del secreto. Así, Kurt Vonnegut, a través de Rabo Karabekian, su alter ego, a manera de contrapunto que excita el suspense, una y otra vez alude el cerrado almacén de papas y sólo al final, para congratularse nada menos que con Circe Berman (y los lectores), decide abrirlo. Allí están los ocho paneles (dos metros y medio de alto por veinte de largo) que otrora fueron el Azul de Windsor número 17, su más valiosa pintura. A Karabekian, el tuerto fracasado, todo mundo lo creía incapaz de dibujar; y cuando pintaba o dibujaba se le hacía ver el hecho de que sus obras no tenían alma. Pero ahora resulta que sobre los ocho paneles ha pintado un mural figurativo y muy realista (no en vano Jackson Pollock admiró el muralismo mexicano) que denomina Ahora les toca a las mujeres (inequívoco tributo, sólo por el título, al feminismo y a la androfobia de Marilee Kemp), pero también Valle de la Felicidad
   Hay en el mural “un promedio de cien supervivientes de la Segunda Guerra Mundial, perfectamente dibujados, por cada metro cuadrado”. Esta imagen arquetípica, detallista y miniaturista, proviene del paisaje que Karabekian vio, el 8 de mayo de 1945, cuando salió libre del campo de prisioneros, pero también (como si fuera Kurt Vonnegut) de un cúmulo de minuciosas historias que ha inventado sobre cada una de las personas que figuran en el lienzo, desde las más grandes, del tamaño de un cigarro, hasta las más diminutas, del tamaño de una cagadita de mosca, que sólo pueden ser apreciadas con lupa. Algunas de estas historias se las relata a Circe Berman (y a los lectores). Y en su calidad de guarda de museo, solía contárselas a los simples mortales que acudían en fila india (con shorts y cámaras fotográficas), quienes al oírlas y observar se maravillaban como si estuvieran en un túnel del tiempo o en la rueda de la fortuna de Disneylandia.

Kurt Vonnegut


Kurt Vonnegut, Barbazul. Traducción del inglés al español de Gemma Rovira. Colección Panorama de narrativas (148), Editorial Anagrama. Barcelona, 1988. 272 pp. 



No hay comentarios:

Publicar un comentario