Entre parálisis te veas
Patrick Süskind |
En “La atracción de la profundidad”, el primer cuento, una joven de Stuttgart oye el insulso y subjetivo comentario que un crítico dice ante los cuadros de su primera exposición: “Su trabajo denota talento y expresividad, pero adolece de falta de profundidad.” Casi idénticas palabras repite el crítico en una nota periodística, mismas que al parecer son repetidas y rumoreadas por los asistentes a una fiesta a la que va la joven pintora. Esto basta para que se hunda en la parálisis: deja el dibujo y la pintura y se convence a sí misma de que carece de profundidad. Luego de una serie de boberías que subrayan su carácter endeble, su tremenda ignorancia y el hecho de que es una grandísima burra, se agudiza su perpetuo e indetenible abandono (físico, psíquico, anímico) y decide suicidarse. Así, salta desde la cima de los 139 metros de alto que tiene la torre televisiva. Pero como para gozar con lo absurdo y tonto del relato, no se estrella en línea recta contra el asfalto, sino como “aquel día soplaba un viento muy fuerte”, su cuerpo (una bola de carne repleta de alcohol, relleno de relleno y barbitúricos) “fue transportado por encima de un campo de avena hasta el bosque y cayó entre los abetos. De todos modos, murió en el acto.” Lo curioso es que por las palabrejas que empieza a manipular el critiquillo a raíz de la violenta muerte de la pintora, no sorprendería que el público, que ahora conoce los pormenores domésticos de su sórdida decadencia y suicidio, la comience a ver y a exaltar a imagen y semejanza de una artista atormentada y visceral, cuya supuesta atracción por lo destructivo y profundo, dizque ya se advertía en sus talentosos y expresivos cuadros de joven promesa.
(Seix Barral, México, 1996) |
El tercer cuento del libro: “El testamento de maître Mussard”, son, en mayor medida, las últimas palabras escritas por Jean-Jacques Mussard (1687-1753). Según su autoesbozo biográfico, de hijo de zapatero se transformó en un orfebre de París que llegó a poseer una gran fortuna que le permitió el cultivo de los libros y las ciencias. Y pese a que se dice amigo de ciertas luminarias: Diderot, Condillac, D’Alembert, Voltaire, Rousseau, todo indica que es un loco que se dice atacado por lo que según él los médicos llaman parálisis stomachosa, un mal que “provoca la progresiva paralización de las extremidades y órganos internos”, (especie de esclerosis múltiple, por lo que se ve, quizá producto de la hipocondría y de la locura). Así, si el testamento de maître Mussard es la revelación y demostración de su descubrimiento dizque científico y quezque cosmogónico: el orbe “es un molusco que se cierra sin compasión”, sus palabras también implican que su supuesta enfermedad es “el mal del molusco”, el precio y castigo por ser el elegido: “el hombre que vio al molusco”, es decir, a la Voluntad Suprema que le da sentido al globo terráqueo, a la vida y a todo el universo.
Patrick Süskind |
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