lunes, 24 de agosto de 2015

Borges. Esplendor y derrota


La rosa es sin por qué

Si Borges. Una biografía literaria (FCE, México, 1987), de Emir Rodríguez Monegal (1921-1985), y Jorge Luis Borges. Ficcionario. Una antología de sus textos (FCE, 1985), con “Edición, introducción, prólogos y notas” del mismo crítico e investigador uruguayo (ambos impresos originalmente en inglés: el primero en 1978 y el segundo en 1981) son un sistema operativo de relaciones anecdóticas, críticas y ensayísticas sobre la vida y obra del escritor Jorge Luis Borges (1899-1986), algo semejante puede decirse de Borges. Esplendor y derrota (Tusquets, Barcelona, 1996), biografía de la argentina María Esther Vázquez (Buenos Aires, 1941), con la que en 1995 obtuvo el VIII Premio Comillas de biografía, autobiografía y memorias. 
Colección Andanzas núm. 261, Tusquets Editores
Barcelona, 1996
  En este sentido, al abordar y bosquejar la vida de Borges desde su nacimiento hasta su muerte (árbol genealógico, aprendizaje, amigos, rutina doméstica, avatares amorosos, políticos y demás), la biógrafa reseña y resume el itinerario de su formación, de sus actividades intelectuales, de sus libros, de sus viajes y múltiples premios, condecoraciones y doctorados, particularizando en el trasfondo y tema de ciertos poemas, cuentos, libros, prólogos, colecciones, conferencias, etcétera.

       Un dato notable que incide y trasmina la urdimbre del libro es el hecho de que María Esther Vázquez fue colaboradora y amiga de Borges, amistad que perduró hasta su muerte en Ginebra, Suiza, la mañana del sábado 14 de junio de 1986. Así, el libro —aderezado con una buena cantidad de sabrosos y amargos chismes— tiene un carácter testimonial (a veces visceral) que siempre está presente.
       Cuenta la biógrafa que la primera vez que vio a Borges ella tenía 17 años. Con otros estudiantes fue a visitarlo al legendario departamento del “sexto piso B de Maipú 994” donde el señorito vivía con su madre desde 1947. La segunda vez que estuvo cerca de él fue entre 1957 y 1958, durante su empleo (el primero que tuvo) en la Biblioteca Nacional de Buenos Aires, que Borges dirigió entre 1955 y 1973. 
Borges prologó y presentó el libro de cuentos de María Esther Vázquez
Los nombres de la muerte. La imagen registra un momento del acto
realizado en 1964.
  Mas la relación amistosa se cimenta en los años 60, dice. Entre lo que narra sobre ello descuellan las anécdotas del viaje a Europa que la autora hizo con Borges en 1964, cuando éste fue invitado al Congreso por la Libertad de la Cultura, celebrado en Berlín Occidental. Pero también el episodio donde apunta que el 14 de diciembre de 1965 se casó con el poeta Horacio Armani (1925-2013); un tiempo en que doña Leonor Acevedo (1876-1975), la madre de Borges (quien se enojó y le reclamó), y Norah (1901-1998), la hermana del escritor, y muchos de sus amigos, pensaban que la joven María Esther Vázquez y el viejo y ciego Borges se casarían.

     
Borges y María Esther Vázquez en Villa Silvina, Mar del Plata, febrero
de 1964, foto de Adolfo Bioy Casares (1914-1999), quien el 18 de tal mes
anotó en su póstumo diario (Borges, Destino, 2006) que su amigo le
dijo: 
“Me parece que las cosas van muy bien. Si todo sigue así,
nos casamos este año.
         Fruto de la amistad y colaboración entre María Esther Vázquez y Jorge Luis Borges son los libros Introducción a la literatura inglesa (Columba, Buenos Aires, 1965) y Literaturas germánicas medievales (Falbo, Buenos Aires, 1965), corregida y aumentada edición de Antiguas literaturas germánicas (FCE, México, 1951), que el autor escribió con Delia Ingenieros, hija de José Ingenieros, quien le regaló el globo terráqueo de éste y que Borges lucía en su oficina de la Biblioteca Nacional (hay fotos que lo documentan) colocado encima del escritorio redondo de Paul Groussac, el ciego director que lo antecedió (así lo recuerda, confundiéndose con él, en el 
Poema de los dones”), quien “perdió la vista a principios de los años 20 y murió en 1928, después de haber dirigido la Biblioteca durante 45 años”.
(Punto de lectura, Madrid, 2001)
  Borges, sus días y su tiempo (Ediciones B, Argentina, 1984) es un libro que reúne las entrevistas que María Esther Vázquez le hizo al escritor entre 1962 y 1984 (edición aumentada en 2001), del cual en su memoriosa biografía cita varios fragmentos, procedimiento que remite a los pasajes que transcribe del Autobiographical Essay de Borges publicado por primera vez en inglés en la revista The New Yorker (septiembre 19 de 1970), fruto de los diálogos de Norman Thomas Di Giovanni con Borges —ex profesos para The Aleph and other stories 1933-1969 (Dutton, New York, 1970)—, y que en español y no sólo en México era tan legendario como Genio y figura de Jorge Luis Borges, de Alicia Jurado (1922-2011), la primera biografía sobre el autor, impresa en 1964 por la EUDEBA (Editorial Universitaria de Buenos Aires).

       
Jorge Luis Borges, Mario Vargas Llosa y Alicia Jurado
       La biógrafa comenta una serie de discrepancias con algunos datos que se hallan en la biografía de Borges escrita por Emir Rodríguez Monegal, tales como las relativas a su persona en relación a Borges. Pero también el lector puede localizar ciertas diferencias entre ambas biografías. O algún errorcillo en cada una; por ejemplo, en la cronología de Emir Rodríguez Monegal se dice que Los naipes del tahúr son “cuentos a la Pío Baroja”, pero en las páginas interiores, citando el “Ensayo autobiográfico” de Borges, se dice que “Eran ensayos literarios y políticos... escritos bajo la influencia de Pío Baroja”. Al reseñar El hacedor (1960), María Esther Vázquez dice que “Composición escrita en un ejemplar de la Gesta de Beowulf” pertenece a tal libro, pero en realidad es de El otro, el mismo (1964).

       
Borges y Estela Canto paseando por la Costanera
(Buenos Aires, 1945)
        Si sobre Borges a contraluz (Espasa Calpe, Madrid, 1989) y Estela Canto (1916-1994), su autora, María Esther Vázquez vierte severas críticas y un festín de venenosos chismes, María Kodama resulta la villana de la película, la peor de todas. 

Borges y María Kodama
  A María Kodama (Buenos Aires, marzo 10 de 1937) —alumna, amiga y colaboradora del escritor en Breve antología anglosajona (La Ciudad, Santiago de Chile, 1978), en Atlas (Sudamericana, Buenos Aires, 1984), con textos de él y fotos de ella, y en la colección de libros de la Biblioteca Personal de Jorge Luis Borges, pero también su íntima asistente, su lazarilla y compañera de viajes entre 1975 y 1986, y destinataria de amorosos y poéticos textos de él— la biógrafa le aplica un rudo ajuste de cuentas, una exultante combinación de golpes, palos de ciego, manitas de puerco, patadas voladoras y porrazos de todo tipo. Si al bosquejar Adrogué (1977) —una rara antología de 13 poemas de Borges y 9 ilustraciones inéditas de su hermana Norah— saca a balcón que en el ABC de Madrid (julio 12 de 1990) María Kodama dijo que “la familia de Borges, Norah incluida, era ‘la hez de la canalla’”, algo semejante parece decir María Esther Vázquez sobre la susodicha. 

Borges y María Kodama
  María Kodama figura como la malvada e ingrata hija que dejó morir a su pobre mamá en un sórdido e inhabitable departamento (casi de conventillo de un melodramático tango). Es la protagonista de una supuesta colección de intrigas que paulatinamente separaron a Borges de sus amigos y familiares. Por sus manipuleos, según la biógrafa, Borges cambió de abogado, de médico de cabecera, no se sabía la naturaleza y gravedad de su padecimiento terminal (cáncer hepático), él anciano y desahuciado (casi dos meses antes de morir) sorpresivamente se casaron, por poder y desde Europa, en “Colonia Rojas Silva, un poblado del Chaco Paraguayo”; quesque modificó su testamento en favor de ella y dizque se apoderó de sus derechos de autor, del dinero, de los doblones, de las cuentas bancarias, de las condecoraciones y de mil y un cachivaches, y quesque dejó prácticamente de patitas en la calle a Fani (Epifanía Uveda de Robledo), la fiel criada de los Borges (la madre y el hijo) por casi 40 años, quien con Alejandro Vaccaro de amanuense y cómplice ya narró lo que quiso narrar en El señor Borges (Edhasa, España, 2004). 

     
Fani con el gato Beppo en el departamento B de Maipú 994.
Al gato, Borges le dedicó un poema que se lee en La cifra (1981).
       En este sentido, en
Borges. Esplendor y derrota se dice que Fani, el 22 de abril de 1986, fue testigo de un inventario notarial-policíaco de las cosas y objetos de valor que Borges tenía en el departamento B del sexto piso de la calle Maipú 994, y que al parecer fue maquinado desde Ginebra días antes de la muerte del poeta. En tal tenor, no sorprende que al sepultarlo en tales latitudes (en el célebre cementerio de Plainpalais), se diga aquí que no se cumplieron los detalles y pormenores de su última voluntad.
        En tal embrollo de Burundanga le dio a Bernabé, que ineludiblemente invita a tomar partido con fervor futbolero o a lavarse las manos y mirar los toros desde la barrera, María Kodama, quien al parecer no era tan titiritera como en estas páginas parece, fue también una mujer muy apreciada y muy querida por el poeta ciego de Buenos Aires. 
Entre muchos, un ejemplo es “La luna”, poema de La moneda de hierro (1976); las dedicatorias a ella en los prólogos de Historia de la noche (1977), La cifra (1981), Atlas (1984) y Los conjurados (1985); o su alusión en el poema en prosa “Abramowicz” y en el prefacio de la susodicha colección Biblioteca Personal de Jorge Luis Borges.


     
Prefacio de Borges que preludia cada prólogo de la serie
Biblioteca Personal de Jorge Luis Borges
      Aunque desde luego no se puede hacer caso omiso a dos anécdotas que registra la biógrafa. Escrito “en diciembre de 1958”, dice, e incluido en El hacedor (1960), el “Poema de los dones” Borges posteriormente se lo dedicó a ella —en la página 809 del volumen Obras completas que posee el reseñista (decimocuarta edición de Emecé impresa en Buenos Aires en “septiembre de 1984”) claramente se lee tal dedicatoria: “A María Esther Vázquez”. Pero ésta, después de la muerte del poeta y por orden de María Kodama, según afirma, fue borrada de las sucesivas ediciones. 





(Emecé, 14ª  ed., Buenos Aires, septiembre de 1984)
  Algo parecido ocurrió con “Al olvidar un sueño”, poema que Borges le dedicó a la joven Viviana Aguilar y que apareció, dice, “en la página 73” de la edición de La cifra (1981) que hizo Alianza en España y que no está en la impresa por Emecé en Argentina y por ende tampoco figura en el póstumo segundo tomo de sus Obras completas (Emecé, Buenos Aires, 1989), ni en el tercer tomo de la edición revisada de éstas, “al cuidado de Sara Luisa del Carril”, impreso por Emecé en 2005; poema y dedicatoria fueron extirpados, dice, por mandato de María Kodama, la cual, a sus 44 años, según María Esther Vázquez, “no admitía competencia” de esa jovencita 20 años menor que ella, y ante la que al parecer hizo todo lo posible para bloquearle un viaje a la Universidad de los Andes que Viviana Aguilar, en 1981, iba a hacer con el escritor.

      
Viviana Aguilar en la Plaza San Martín de Buenos Aires
(noviembre de 1981)
         Siguiendo el derrotero trazado por María Esther Vázquez, se puede decir que el esplendor de Borges radica en su literatura y en el cúmulo de triunfos y reconocimientos mundiales que con ella obtuvo. En este sentido, su derrota no fueron los circulares nueve años en que la pobreza familiar lo obligó a ser un oscuro y mal pagado empleado de la Biblioteca Municipal Miguel Cané (entre 1937 y 1946), ni su progresiva y casi total ceguera desde 1955 (con varias operaciones sufridas), ni su controvertida proclividad hacia las cruentas dictaduras militares del Cono Sur, ni su distancia de la izquierda y de la democracia (antes del triunfo presidencial de Raúl Alfonsín en octubre de 1983), ni la paulatina pérdida de sus seres queridos, ni el pudor y el desprecio que sentía por su cuerpo, sino su constante, íntimo y solitario fracaso ante las mujeres (entre ellas María Kodama, la peor de todas, según parece aquí); es decir, se da por entendido que su dramática derrota fue su incapacidad para “lograr un amor entero en el momento adecuado”.


María Esther Vázquez, Borges. Esplendor y derrota. Iconografía en blanco y negro. Colección Andanzas (261), Tusquets Editores. Barcelona, 1996. 360 pp.

No hay comentarios:

Publicar un comentario