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lunes, 29 de abril de 2013

La sombra de una noche



Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar

Coeditado en 1991 por el mexicano CONACULTA y la ibérica editorial Anaya en la extinta serie infantil Botella al Mar, quizá el libro La sombra de una noche le guste a un niño o a un adolescente (“a partir de 12 años”, se indica en la contraportada). Nunca falta un roto para un descocido. Lo cierto es que un chiquillo lector, cuando no lee por obligación, abandona —sin mayor preámbulo ni misericordia— un libro que no le agrada.
    
(CONACULTA/Anaya, México, 1991)
         Dispuesta en cinco capítulos con títulos y con viñetas e ilustraciones en blanco y negro de Julio Gutiérrez Mas (aguadas en las que predomina el gris), La sombra de una noche, relato largo o novela corta que la española Soledad Puértolas (Zaragoza, febrero 3 de 1947) publicó por primera vez en Madrid, el año de 1986, parece un boceto, una obra embrionaria que puede dormir al más y al menos perspicaz de los posibles lectores infantiles y adolescentes. Quizá el comienzo de la narración, pese a su dosis melodramática, le interese a un escuincle, puesto que refiere una consabida circunstancia prototípica: Jacobo Studer, el niño soñador, como suelen ser algunos niños lectores, tiene un papá ausente al que casi nunca ve y con el que nunca ha hablado de sus problemas existenciales y escolares. 

La razón: su padre degüella y consume sus tristes días chambeando de ínfimo y subterráneo contadorcito en una fábrica con tal de medio sostener a su numerosa y pobre familia. Cuando regresa al quezque “dulce hogar” está agotado; paladea un líquido ámbar como calmante (quizá una cerveza) y le molesta que le hablen de cosas desagradables. La mamá es sufrida, trabajadora y abnegada a imagen y semejanza de todas las mamás domésticas (habidas y por haber) que disfrutan y sufren haciéndose las víctimas. Por si fuera poco el previsible cuadro de radionovela de barrio pobre y trabajador, en sus ratos dizque libres teje ropa que luego vende en comercios, para así ayudar con los gastos de la pobretona casa.
En la escuela pública un típico e infalible profesor frustrado, exigiéndole respeto, le falta el respeto al niño Jacobo. Ante los chismes y diretes del maestrito, el director de la escuela, que a imagen y semejanza de todos los adultos (habidos y por haber) parece aguijoneado y corroído por sus propias tribulaciones, lo castiga acusándolo con el autor de sus tristes días para que éste hable seriamente con él y, de ser posible, lo corrija ipso facto
El triste papá cita a su triste chaval para discutir el triste asunto en la triste noche (más triste que La Noche Triste); tal vez sea el momento que Jacobo añora para hablar con él. Pero el padre no llega a la hora debida y, supuestamente, su inasistencia desencadena las aventuras detectivescas que el heroíno llega a compartir con su cuate del alma Ismael Munch.
   
Soledad Puértolas
       Sin embargo, las aventuras no son tales, dado que están narradas muy por encimita y a vuelapluma. Da la impresión de que Soledad Puértolas tenía prisa por terminar su historia light, tal vez para dizque no complicarle la vida al ingenuo lector del octavo día. Pero por muy redomados mongoles o mensos a raja tabla que sean los traviesos y endiablados escuincles de la estirpe lectora, es muy poco probable que se crean el rollo de que la “travesía” nocturna que el chiquillo Jacobo emprende para buscar a su papá es realmente una aventura de antología, digna de convertirlo en héroe. 

La búsqueda del padre es un esbozo superficial, sin suspense, en la cual no ocurre nada que sorprenda a la insaciable y descomunal imaginación infantil. En el mismo sentido, la complicidad detectivesca de Ismael Munch, mezcla de adivino y experto en lógica, resulta muy somera e insustancial, con poca anécdota, sin encanto, y casi sin aventuras. 
Quizá lo rescatable de esto sea que tal vez el “embrollo” narrativo induzca al pequeño lector a indagar (si es que ignora todo al respecto) sobre lo que es el espiritismo, con todo lo de superchería y mistificación que ello implica.
     Y así como el problema escolar nunca fue hablado entre padre e hijo, ni se supo qué pasó en la canija y mentada escuela, así también el meollo de las indagaciones detectivescas (el probable robo del salario paterno por parte de “los falcones”, al parecer los contrabandistas que operan en el embarcadero viejo) es sugerido en las conjeturas del genio raciocinador Ismael Munch y en el cotejo doméstico que hace el propio Jacobo. 
Ilustración: Julio Gutiérrez Mas
       Y de pronto, en un tris y con otro salto de tigre, el pequeño o adolescente lector ya está en la adultez de ambos personajes: uno convertido en una celebridad mundial de las matemáticas y el otro atrapado en el triste pellejo de un gris burócrata que escribe después de las tristes horas de la triste oficina. Con su postrero reencuentro en la adultez le rinden tributo a la vieja amistad, a la lejana melancolía paterna, a los finales felices, y a la embriaguez políticamente correcta, es decir, que no rebase los límites de la tolerancia y la decencia.




Soledad Puértolas, La sombra de una noche. Ilustraciones en blanco y negro de Julio Gutiérrez Mas. Colección Botella al Mar, Anaya/CONACULTA. México, 1991. 96 pp.








sábado, 6 de octubre de 2012

¿Y quién es ese señor?



Cri-Cri es de todos y cada quien su Cri-Cri


El veracruzano Francisco Gabilondo Soler —el celebérrimo creador de Cri-Cri, El Grillito Cantor— nació en Orizaba el 6 de octubre de 1907 y falleció en su casa del Estado de México el 14 de diciembre de 1990. O sea que este año [2007], además del centenario de su natalicio (celebrado de diferentes modos en distintas partes de la geografía mexicana), se cumplieron 17 años de haber recibido “visa permanente para ingresar [con laureles] al País de los Sueños”.
Coeditado por la Coordinación Nacional de Desarrollo Cultural Infantil del CONACULTA y el Instituto Veracruzano de Cultura, apareció en 2000, con un tiraje de diez mil ejemplares y encuadernado en cartoné, el atractivo y vistoso libro ¿Y quién es ese señor? Antología ilustrada de un grillito fabulista y cantador (28.03 x 15.03 cm), cuyas viñetas y láminas a color surgieron de la creatividad de 33 artistas plásticos, entre quienes figuran Leticia Tarragó, Manuel Ahumada, Martha Avilés y Felipe Ugalde.

Francisco Gabilondo Soler Cri-Cri
      
          El libro inicia con tres prólogos: de Susana Ríos Szalay, de Esther Hernández Palacios y de Emilio Carballido. Luego, precedida por una foto donde se ve a Francisco Gabilondo Soler sosteniendo al pequeño Grillito, sigue la parte medular, escrita por Elisa Ramírez, quien a través de cuatro capítulos hace la crónica y el cuento sobre la vida y la creatividad del compositor y sobre las aventuras del andante y juguetón Cri-Cri, cuyo objetivo, además, es intercalar 70 canciones del Grillito Cantor (cada una con su correspondiente estampa), entre las que se hallan “La muñeca fea”, “El ropero”, “El chorrito”, “Cucurumbé”, “Jorobita”, “Mi burrita”, “Negrito Sandía”, “El ratón vaquero”, “Chong-Ki-Fu”, “La jota de la j”, “La patita”, “Cochinitos dormilones”, “El jicote aguamielero”, “El ropavejero”, “El chivo ciclista”, “Canción de las brujas”, “Che Araña”, “Gato de barrio”, “Métete Teté”, “El comal y la olla”, “Di por qué”, “El venadito”, “Lunada”, “Fiesta de los zapatos” y “Papá elefante”.

(CONACULTA/IVEC, 2000)
O sea que si al leerlas viene a la memoria la música de la que son parte y uno las canturrea para sí, el juego de la lectura cognitiva implica tener a la mano las grabaciones, para oírlas y cantarlas con Cri-Cri, lo cual puede no ser fácil, dado que sus composiciones se hallan dispersas en mil y un discos que suelen repetir y repetir canciones que ya se tienen (una o más veces), lo cual, amén de que resulta una trampa y gancho de insaciables mercaderes de huitlacoche, recuerda el juego de nunca acabar que alguna vez atrapó al curioso Emilio Carballido [1925-2008] cuando era un mocosito en Córdoba, Veracruz: “Hablo de 1936 y 37. Había también unos caramelos Larín, envueltos en canciones del Grillito. Se compraban, se pegaban en un álbum especial. Al llenarlo venía el premio, otro álbum especial, supongo que más lujoso aunque nunca lo vi. Jamás junté la colección completa porque El teléfono en que hablaba sin parar doña Zorra y El baile de los juguetes eran imposibles de hallar. Unos primos envidiosos que fueron a Veracruz, descubrieron allá una mina de teléfonos y bailes de juguetes, llenaron su álbum, los premiaron. Y, por supuesto, no se les ocurrió traerme una envoltura de regalo, nomás me presumieron de las suyas.”
Enseguida de las susodichas cuatro partes, sigue una “Biografía de Francisco Gabilondo Soler” escrita por su hijo Tiburcio Gabilondo Gallegos. Un “Palabrario” donde Elisa Ramírez glosa el significado de voces y términos utilizados por Cri-Cri que tal vez ignoren los niños de ahora. Más los índices de las canciones y las estampas.
Cri-Cri, el Grillito Cantor
¿Y quién es ese señor? es un libro dirigido a los no siempre bien portados escuincles; pero un adulto, un viejito o una viejita también puede leerlo y disfrutarlo, ya sea complementando la lectura del chamaquito o chamaquita, o porque ineludiblemente las canciones de Cri-Cri remiten a la consubstancial e indeleble infancia de quien de niño las oyó y cantó desgañitándose. “Cri-Cri es de todos nosotros y cada quien tiene su propio Cri-Cri”, dice Susana Ríos Szalay como si con un dedo señalara el sol y dijera “el Sol”. Lo cual reafirma Esther Hernández Palacios: “Está de más decir que Francisco Gabilondo Soler —el Grillito que todos conocemos— creó uno de los grandes personajes de su mitología personal que, con el tiempo, se ha vuelto un rasgo distintivo del imaginario colectivo y, por tanto, de la identidad de todos los mexicanos. Cri-Cri ha sido el compañero de tanta infancia y de tantos sueños que nos acompañaron desde el despertar de la luz en la mañana hasta el telón sombrío con que la Tierra cerraba la gravedad de nuestros párpados. Como cada persona adulta, puedo decir que es suficiente un solo verso de Cri-Cri para que se derrame el caudal de la memoria y sus singulares significaciones imaginarias.”
Emilio Carballido de joven
Testimonio que también reitera Emilio Carballido, quien además de dramaturgo y narrador, es un valioso creador de literatura infantil: “Así como la mía, está permeada la infancia de cuanto ser mexicano conozco, y una buena ración de centro y sudamericanos. Tengo setenta y cuatro años y aún puedo cantar muchas de estas canciones, y al oírlas y al decir Cri-Cri vienen un número notable de recuerdos, surgen años enteros, atmósferas, amistades de infancia, y vívidamente todos nosotros pegados al radio, también mi abuela y mi madre, y todos disfrutábamos [...] Cri-Cri, un llamado a los recuerdos de infancia, a una zona proverbial, con frases de canciones filtradas en el habla cotidiana, con melodías para todas las ocasiones. Íbamos de excursión, y ya era secundaria, y preparatoria. Y alguien de pronto empezaba a cantar Caminito de la escuela, o El chorrito: venía el coro instantáneo, todos nos las sabíamos, a grito pelado, y ya bebiendo tequila, o pulque de la mejor calidad que comprábamos en el camino, gañanes aguardentosos entonábamos Cri-Cri a berridos, llenos de alegre entusiasmo.”
Tiburcio Gabilondo Gallegos dice que su padre fue autodidacta; que la abuela de éste tocaba el piano, cantaba y contaba cuentos; que practicó el boxeo, el toreo, la natación, la astronomía e hizo estudios de linotipia; que su interés por la música data de cuando tenía 19 años (allá por 1926 ó 1927): “Decidido a aprender, solicitó permiso para practicar en la pianola de unos baños públicos. Primero accionaba el mecanismo y se fijaba dónde bajaban las teclas, después él ponía los dedos en el mismo lugar. En la práctica continua aprendió a dominar el teclado y llegó a ser un excelente pianista. Se inició en bares tocando melodías de la época.” También dice que sus primeras composiciones datan de 1930: “tangos, danzones y fox-trot”. Y que en 1932, cuando se presentaba en la XYZ con música humorística, un tal “vate Ruiz Cabañas lo bautizó como ‘El Guasón del Teclado’”. Pero dos años después se inicia como compositor infantil en la XEW, gracias a que Othón Vélez, el gerente artístico, le dio una oportunidad: “El 15 de octubre de 1934, a la 1:15 de la tarde Francisco Gabilondo Soler interpretó sus primeras canciones de fantasía: El chorrito, Bombón I y El ropero. Fue un pequeño espacio de 15 minutos sin patrocinador ni publicidad, con poca paga y a prueba. Sólo contaba con su voz, el piano y mucha imaginación. Así, continuó sin aparente éxito con su programa sin nombre ni personaje. Aunque algunos creían que su número sólo duraría algunas semanas, se mantuvo en la radio durante casi 27 años.
“Iniciado el programa de radio, el gerente artístico de la estación sugirió que las canciones fueran las aventuras de algún animalillo. Cuando contaba ya con la ayuda de un violinista, Gabilondo pensó en un grillo, y por influencia del francés, decidió llamarlo Cri-Cri, El Grillito Cantor. A los quince días fue patrocinado por la Lotería Nacional [...] Con el tiempo la serie de radio aumentó a treinta minutos y creció en recursos, tanto técnicos como humanos. Se afianzó en el gusto del auditorio hasta convertir el anochecer del domingo en el momento de fantasía musical. Cri-Cri, El Grillito Cantor, dejó de transmitirse el 30 de julio de 1961. Fue el último programa hecho totalmente en vivo en esa emisora”: la XEW, La Voz de América Latina.
Dice Tiburcio Gabilondo Gallegos que “El repertorio de Cri-Cri incluye 226 canciones, 121 de ellas grabadas, más de 300 personajes, y 3,560 páginas de textos y cuentos”, lo cual denota lo mucho que aún lo desconoce el gran público que lo conoce y al unísono el olvido o el poco interés de las instituciones (públicas y privadas) para ordenar, catalogar, preservar y publicar lo publicable de todo ese riquísimo legado y trascendental acervo, que incluye numerosas fotos de su vida y trayectoria, como bien se pudo o se puede apreciar en la iconografía del libro de la periodista Elvira García: De lunas garapiñadas: Cri-Cri (Radio UNAM/FONAPAS, 1982); mi ejemplar yo lo compré en la librería de la UNAM que está en el Palacio de Minería, en la Ciudad de México, e hice sobre él un largo artículo que se publicó el domingo 19 de mayo de 1985 en el número 10 de Rayuela, suplemento del periódico El sol veracruzano, entonces dirigido por Sergio González Levet; le presté a éste mi libro para ilustrar lo escrito por mí, pero ya no lo recuperé porque, según me dijo, “alguien de talleres se lo quedó”; y ya no pude comprar otro porque la edición se agotó y no se volvió a reeditar, pese a que la Editorial Posada, en los estanquillos de periódicos hizo circular una versión más pequeña, más modesta y con menos imágenes. En octubre de 2007, durante una emisión del noticiario televisivo Ventana 22, Elvira García dijo que lo está corrigiendo y ampliando y que pronto aparecerá, lo cual nos alegra sobremanera.
Caja del Selecciones del Reader's Digest
con nueve elepés
Como a muchos niños de Xalapa, desde el kinder (y durante la primaria y la secundaria) mi madre (a mí, a mis tres hermanas y a mi hermano menor) nos hacía oír, de lunes a viernes, el programa radiofónico La legión infantil de madrugadores, conducido por Martín Casillas (su hijo homónimo y eventual gritón que gritaba la hora en las emisiones en vivo, fue coterráneo mío en la primaria Enrique C. Rébsamen), donde se escuchaban, y por ende aprendimos, las canciones de Cri-Cri. Ya adolescentes y semiadolescentes, mi madre nos compró, a través de la revista Selecciones del Reader’s Digest, una colección de nueve elepés que intercalan canciones y cuentos de él. Todavía tengo los acetatos (veo que los facturó la RCA y que el copyright data de 1970), aunque de tanto usarlos ya no se pueden oír. Y dado que soy cricristiano y un cricrisófilo de hueso colorado e incurable, alguna vez en Punto y Aparte (agosto 15 de 2002) reseñé el libro póstumo de Francisco Gabilondo Soler: Las hijas de Romualdo el Rengo y otros cuentos, coeditado, en 1998, por el CIDCLI y el CONACULTA, con ilustraciones a color de Irina Botcharova. 

Francisco Gabilondo Soler, ¿Y quién es ese señor? Antología ilustrada de un grillito fabulista y cantador. 70 canciones de Cri-Cri. Ilustraciones a color de 33 artistas. Prólogos de Susana Ríos Szalay, Esther Hernández Palacios y Emilio Carballido. Textos y selección de canciones de Elisa Ramírez. Semblanza biográfica de Tiburcio Gabilondo Gallegos. CONACULTA/IVEC. México, 2000. 168 pp.

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