Entre negligencias, elogios y frijoles en la sopa
I de III
En el contexto de las múltiples celebraciones mundiales del centenario del nacimiento de Jorges Luis Borges (1899-1986), el veracruzano Miguel Capistrán (fallecido a los 73 años el miércoles 26 de septiembre de 2012) publicó, en noviembre de 1999 y a través de Plaza & Janés, la antología Borges y México. En julio de 2012 se terminó de imprimir la “Nueva edición”, pero con el sello de Lumen; y cobró notoriedad porque el martes 31 del mismo mes, a las 19 horas, iba a ser presentada en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, en cuya Sala Internacional se inauguró la muestra Borges en México: crónica visual y literaria, conformada con retratos, dibujos, y fragmentos del escritor, que documentan las tres visitas que hizo al país mexicano (en 1973, en 1978 y en 1981); pero no se presentó porque María Kodama, la viuda de Borges y heredera universal de sus derechos de autor, señaló un celebérrimo poema, atribuido a Borges, en la colaboración de Elena Poniatowska. A raíz de esto, Random House Mondadori, dueña de Lumen, anunció que retiraría el libro de las librerías para reeditarlo sin el texto de Elena. Pero no fue así. Es cierto que tras el mediático señalamiento se suspendió la venta y el libro se tornó inencontrable. Y fue hasta el siguiente 24 de agosto (día del aniversario de Borges) cuando el reseñista pudo adquirirlo por Internet y el ejemplar que le llegó a Xalapa contiene la malhadada entrevista con el falso poema.
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Primera edición en Lumen México, julio de 2012 |
Tal frijolote en la sopa de letras implica negligencia y chambismo por partida triple: entrevistadora, editor y editorial. “Un agnóstico que habla de Dios”, la crónica-entrevista de Elena Poniatowska antologada en Borges y México, originalmente fue hecha en torno al relevante hecho de que Borges, el 7 de diciembre de 1973, recibió, en la Capilla Alfonsina, el primer Premio Internacional Alfonso Reyes. La hizo ex profeso para publicarla por entregas en el periódico Novedades. Miguel Capistrán, en su papel de editor, no hurgó en ningún archivo hemerográfico, sino que se limitó a tomarla del tomo 1 de Todo México (Diana, México, 1990) —por fortuna sin los torpes subtítulos—, compilación de Elena, donde aparece con el rótulo “Jorge Luis Borges”, aderezada con fotos y, al final, con pasajes de la “Cronología” de Jorge Luis Borges. Ficcionario. Una antología de sus textos (FCE, México, 1985), anotado compendio de Emir Rodríguez Monegal. Pero la autora no data los números del diario donde se publicó, además de que, sin decir por qué, la fecha en “Diciembre de 1976”. Al parecer, tal fecha obedece a que en cierto momento posterior a diciembre de 1973 insertó el texto apócrifo, más el poema de Borges “El remordimiento”, del que ella no cita el título ni el libro donde figura: La moneda de hierro (Emecé, Buenos Aires, 1976), que según anota Nicolás Helft en Jorge Luis Borges. Bibliografía completa (FCE, Buenos Aires, 1997), primero apareció en La Nación, en Buenos Aires, el 21 de septiembre de 1975.
Sobre la nefanda leyenda negra que persigue y rodea al susodicho poema atribuido a Borges (sumamente simplote y ajeno a él), María Kodama apunta en su prólogo al libro Borges en Revista Multicolor. Obras, reseñas y traducciones inéditas de Jorge Luis Borges (Editorial Atlántida, Buenos Aires, 1995), que es el acopio que la investigadora Irma Zangara hizo de las “Colaboraciones de Jorge Luis Borges en la Revista Multicolor de los Sábados del diario Crítica, 1933-1934”:
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Primera edición en Atlándida Buenos Aires, agosto de 1995 |
“Lo más notable es comprobar que esa misma gente que no aprueba la publicación de las tres obras mencionadas [se refiere a los tres libros de ensayos juveniles proscritos por Borges a lo largo de su vida adulta: Inquisiciones (Proa, 1925), El tamaño de mi esperanza (Proa, 1926) y El idioma de los argentinos (Gleizer, 1928), reeditados por ella a través de Seix Barral, respectivamente en ‘marzo de 1994’, ‘noviembre de 1993’ y ‘noviembre de 1994’], frente al poema ‘Instantes’ o ‘Momentos’ de la escritora norteamericana Nadine Stair [seudónimo, al parecer, del caricaturista norteamericano Don Herold (1888-1966)], atribuido falsamente —quiero creer que por ignorancia— a Borges, esa gente, repito, nada dijo ni del estilo ni del contenido de esos versos. Aunque resulte infantil el lenguaje empleado y totalmente contradictorio el mensaje transmitido por el poema, con respecto a los principios que Borges sustentó hasta el final de su vida.
“Se llegó al horror de leer y enseñar en instituciones oficiales, y atribuyéndolo siempre a Borges, ese poema sin valor literario. Pienso que esto constituiría la mejor demostración de que es mejor que ‘el lector medio’ lea directamente, por sí mismo, las obras de juventud de Borges, donde puede sentir su genio y sus ideas, aunque el estilo sea criticable.
“Insisto en este tema porque, durante siete años, luché prácticamente sola para poner en claro esta ridícula situación.”
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Borges y Miguel Capistrán en México |
En su “A manera de prólogo”, Capistrán bosqueja sus estancias y sus vivencias en Buenos Aires y su papel de promotor para que Borges viajara a México por primera vez en diciembre de 1973 para recibir el Premio Alfonso Reyes y para que participara en el programa Encuentro de Televisa. Del segundo viaje a México, sucedido en “noviembre de 1978”, apunta: fue “producto de una invitación a participar en una serie de programas televisivos en que dialogó Juan José Arreola, tuve directa intervención, ya que fui organizador y productor de los mismos para la que entonces era la televisión oficial mexicana.”
En la tercera, “la ocurrida en abril de 1981”, Capistrán ya no jugó ningún papel, pero apunta: “se debió a la concesión que el gobierno mexicano hizo a Borges del Premio Ollin Yolliztli, así como a su participación en un encuentro de poesía que tuvo lugar paralelamente. Su anfitrión esa vez fue el gobierno federal. En el segundo y tercer viaje fue acompañado por María Kodama.” Y en el primero por Claude Hornos de Acevedo desde Argentina, pero Capistrán también lo hizo en los dos primeros.
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Borges, José Emilio Pacheco y Claude Hornos de Acevedo México, diciembre de 1973 |
Dado que en Borges y México, el antólogo y editor dice ser un viejo y entusiasta borgesiano y el promotor en primera línea del primero y del segundo viaje que Borges hizo a las latitudes mexicanas, señala y objeta: “prácticamente en todas las biografías y en varios trabajos sobre el escritor se registra un presunto viaje a nuestro país en 1976. Véase por ejemplo: Borges. Una biografía literaria de Emir Rodríguez Monegal; Borges. Esplendor y derrota de María Esther Vázquez, y La vida de Jorge Luis Borges de James Woodall; por mencionar apenas estos tres libros en los que se da como hecha la visita.”
Pero además Miguel Capistrán menciona ese supuesto viaje a México en 1976 porque, según dice, él lo había gestionado para otro programa televisivo, en su calidad de “asesor de asuntos culturales de la Vicepresidencia Ejecutiva de Televisa, a cargo de Miguel Alemán Velasco”. Viaje que se acordó y, apunta, Borges anunció públicamente, luego de anunciar que “sería condecorado en la embajada chilena en Buenos Aires, junto con el científico argentino Luis Federico Leloir, con la Orden Bernardo O’Higgins concedida por el gobierno de Augusto Pinochet”; y que después iría “a Chile para recibir el doctorado honoris causa de la Universidad de Santiago, como ocurrió, además de ser recibido por el dictador.” Vale puntualizar que la entrega de la Gran Cruz de la Orden del Mérito Bernardo O’Higgins ocurrió, en la embajada de Chile en Buenos Aires, “el 21 de julio de 1976”, según precisa Edwin Williamson en las páginas 466-467 de su Borges, una vida (Seix Barral, 2006). Y para recibir el sonoro “doctorado honoris causa de la Universidad de Santiago”, viajó a Chile el 15 de septiembre de 1976 y pasó allí una semana “aclamado y festejado por las autoridades” golpistas. “Un general de las fuerzas armadas”, “rector de la Universidad de Chile”, fue quien le entregó su flamante doctorado honoris causa. Luego, en la Academia Chilena —donde lo homenajearon y nombraron Miembro de Honor—, Borges invocando a Leopoldo Lugones (“en su período fascista, nada menos”), pronunció un discurso “llamando a las fuerzas armadas a crear una 'patria fuerte' que garantizara el orden en un continente bárbaro.” Y “Para culminar, aceptó una invitación a una cena privada con el presidente de la junta militar, general Augusto Pinochet, que le otorgó la Gran Cruz de la Orden Bernardo O'Higgins, el libertador de Chile.”
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Primera edición en Seix Barral Buenos Aires, 2006 |
“Esto dio lugar a una situación conflictiva”, apunta el antólogo Miguel Capistrán sin brindar fechas, que derivó en la cancelación del programa televisivo, “porque México había roto relaciones con Chile a raíz del golpe de Estado de Pinochet. Aquí se encontraban como refugiados numerosos chilenos, entre ellos la viuda del asesinado presidente Salvador Allende, y Luis Echeverría, que recibió y homenajeó al escritor en 1973 y se había convertido en uno de los campeones del asilo político por las medidas adoptadas con respecto a ese país conosureño, consecuentes con el apoyo que siempre otorgó al régimen allendista”. No obstante, habría que recordarle a Capistrán, sino hubiera muerto, que si bien cuando murió Allende el 11 de septiembre de 1973, día que se sucedió el golpe de Pinochet y la toma del Palacio de la Moneda, se pensó y corrió el mediático rumor de que el presidente había sido asesinado por los militares golpistas, con el paso del tiempo fue ganando la tesis del suicidio, no sin largas y enredadas controversias. La última exhumación ocurrió el 23 de mayo de 2011; y el siguiente 19 de julio, bajo la observación de familiares y de la prensa, el grupo de policías y forenses, chilenos y extranjeros, dirigidos por el Dr. Patricio Bustos, director del Servio Médico Legal de Chile, confirmó el suicidio del Salvador Allende durante el bombardeo al Palacio de la Moneda.
Con el mismo rasero con que objeta el supuesto viaje a México en 1976, Capistrán, editor de la antología y presunto borgesiano de larga data, debió objetar el poema atribuido a Borges en la colaboración de Elena Poniatowska. Según declaró ella a distintos medios luego de que estalló el escándalo, su descuido no es grave. Pero sí lo es. Es una ofensa a la obra y a la memoria de Borges y un insulto a la inteligencia de los viejos y nuevos lectores. Y además de que a nadie le gusta el ninguneo ni que le vendan gato por liebre, transluce que después de tantos años no tuvo la curiosidad de leer la obra poética de su entrevistado y descubrir por sí misma que “Instantes” no es un poema de Borges y públicamente enmendar su error expuesto, en 1990, en el tomo 1 de Todo México, reiterado en la “Nueva edición” de Borges y México.
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Elena Poniatowska |
En una contradictoria nota publicada en La Jornada el sábado 4 de agosto de 2012, Elena, que primero declaró no recordar por qué el poema atribuido estaba allí, dice que Rosa Nissan se lo mostró enmarcado en un cuadro y diciendo: “¡Mira qué maravilla, es de Borges!”; y ella, sin verificar la fuente ni la autenticidad (¡vaya periodista!) lo insertó en su texto para publicarlo en el tomo 1 de Todo México. Mas no lo hizo con un criterio periodístico, sino literario, porque inventó un diálogo con Borges donde ella le lee los poemas y él escucha sin decir ni mu ni pío. Pero además revela otro dato que tampoco registró en Todo México, libro editado, vale repetirlo, en diciembre de 1990:
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Primera edición en Diana México, diciembre de 1990 |
“También para el tomo I de la serie Todo México incluí un segundo encuentro con Borges en el hotel Camino Real, en 1979, en una entrevista de prensa a la que asistimos muchos periodistas y escogí otro poema, Remordimiento, ese sí de Borges escrito en 1975, después de la muerte de su madre [doña Leonor murió el 13 de julio de 1975].
“Mi descuido fue haber mezclado las dos entrevistas para la edición de Diana, guiada por la emoción del segundo encuentro en el hotel y no volver a revisar la entrevista como tampoco la revisaron los editores de Todo México y ahora los del libro Borges y México.”
Mas en tal supuesta aclaración y tardía revelación, omite que en esa arbitraria mezcla sólo menciona dos sitios donde entrevistó a Borges en torno a la recepción del Premio Alfonso Reyes (la cual ocurrió el 7 de diciembre de 1973 en la Capilla Alfonsina): de manera colectiva en el “comedor del hotel Parque de los Príncipes, en la parte alta de Las Lomas”, y de un modo individual en su bungalow —donde le dizque leyó a Borges los versos de “Instantes” y los de “El remordimiento”—, y que fechó su trabajo en “Diciembre de 1976”; fecha imaginaria, que eligió quizá inducida por el repetido supuesto de que Borges viajó a México en 1976. Y vuelve a equivocarse cuando dice que el encuentro con Borges en el hotel Camino Real fue “en 1979”, pues el escritor tampoco estuvo en México en tal año, sino en “noviembre de 1978”.
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Borges y Juan José Arreola (México, noviembre de 1978) Dibujo de Felipe Ehrenberg |
Sin una mínima iconografía interior que ilustrara sobre las tres visitas que Borges hizo a México (en 1973, 1978 y 1981), la “Nueva edición” de la antología Borges y México (Lumen, 2012) se divide en tres partes: “Borges y Reyes”, “Autores mexicanos sobre Borges” y “Breve antología” de textos de Jorge Luis Borges, precedidas por tres preámbulos de Miguel Capistrán, el antólogo y editor: la “Advertencia”, el prefacio “A manera de prólogo” y una serie de “Reconocimientos”.
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Los estridentistas: Ramón Alva de la Canal, Germán List Arzubide, Manuel Maples Arce, Arqueles Vela y Lepoldo Méndez (Xalapa, c. 1926) |
En la “Advertencia”, al referir el contacto entre el joven Borges, de filiación ultraísta, con los escritores mexicanos del movimiento estridentista, Capistrán apunta: “hubo bastante cercanía y comunicación entre ellos, lo que se demuestra con la reseña que Borges dedicó al libro Andamios interiores, de Manuel Maples Arce, en la bonaerense revista Proa en 1925”. Y para apuntalar tal equivocado aserto sobre el artículo que Borges escribió sobre Andamios interiores. Poemas radiográficos (Cvltvra, 1922), el primer poemario estridentista del papanteco Manuel Maples Arce (1900-1981), en la tercera parte aparece seleccionada tal reseña con el título “Sobre Andamios interiores” y un asterisco que remite a su pie de página: “En Luis Mario Shneider, El estridentismo, una literatura de la estrategia, INBA, México, D.F., 1970”. Obsérvese que el apellido de Luis Mario no es “Shneider”, sino Schneider, y que tal errata es una de las muchas erratas que pululan chambonamente en la flamante “Nueva edición” de Borges y México. Miguel Capistrán no lo dice, pero el título seleccionado por él es el título acuñado por el Consejo de redacción (Marco Tulio Aguilera y Luis Méndez) para cabecear tal reseña en el número 40 (Octubre-Diciembre de 1981) de La Palabra y el Hombre, revista de la Universidad Veracruzana, que esa vez estuvo dedicada por completo al movimiento estridentista. En el capítulo “1922” de El estridentismo. Una literatura de la estrategia (INBA, 1970), Luis Mario Schneider apunta:
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Andamios interiores (Cvltvra, 1922) |
“El 15 de julio [de 1922] aparece la primera muestra positiva del estridentismo a la vez que el primer libro de vanguardia escrito por un mexicano y publicado en México: Andamios interiores de Manuel Maples Arce”. Y más adelante añade: “Por entonces el único movimiento de vanguardia latinoamericano se desarrollaba en Buenos Aires, en donde, al regreso de Europa de Jorge Luis Borges, se publicó primeramente la revista Prisma [que fue mural] y más tarde Proa. En el número 2 (diciembre de 1922) de Proa, aparece una crítica del propio Borges sobre Andamios interiores, artículo que luego recogió en su libro Inquisiciones, obra de que ahora reniega.” Y luego del punto figura el numerito 11 que remite a la nota donde Schneider transcribió la reseña de Borges, pero no con el título “Sobre Andamios interiores”, sino precediéndola con una observación: “Por la importancia de la crítica y también por lo que con el tiempo ha llegado a tener la personalidad de Borges, lo copio íntegro”. Después, en la bibliografía, Schneider consigna el título con que Borges lo publicó en la revista Proa (no obstante omitió el número 2): “Borges, Jorge Luis: ‘Andamios interiores de Manuel Maples Arce’, Proa, Buenos Aires, diciembre, 1922, p. 120-123”.
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Inquisiciones (Proa, 1925) |
Vale añadir que esa primera época de la revista Proa, encabezada por Borges, Macedonio Fernández y el grupo de Prisma, sólo hizo 3 números: el número 1 data de agosto de 1922 y el 3 de julio de 1923. Mientras que Inquisiciones, el primer libro de ensayos del joven Borges, fue editado por “Editorial Proa en abril de 1925”. Proscrito de manera individual y del tomo de sus Obras completas (Emecé, Buenos Aires, 1974), sólo póstumamente fue reeditado por María Kodama, en “marzo de 1994”, en Buenos Aires, a través de Seix Barral. Allí, en la sección “Acotaciones”, figura la citada reseña con el rótulo “Manuel Maples Arce, Andamios interiores, México, 1922”. Se advierten, además, minúsculas diferencias entre ambas transcripciones, que habría que cotejar con los textos originales.
Entre los textos antologados en “Borges y Reyes”, la primera parte de Borges y México, descuella “Misterio en la Argentina”, “el único ensayo que [Reyes] dedicó íntegramente a Borges”, originalmente publicado en Tiempo, el “30 de julio de 1943”. Pero también destaca “Una amistad literaria”, ensayo de Donald A. Yates, transcrito de “Más páginas sobre Alfonso Reyes, vol. 3, segunda parte, El Colegio Nacional, México, 1976, pp. 922-933”; esto porque bosqueja el consecutivo influjo que en la formación intelectual y literaria de Borges ejercieron su padre Jorge Guillermo Borges (1874-1938), Rafael Cansinos Assens (1882-1964), Macedonio Fernández (1874-1952) y Alfonso Reyes (1889-1959), con quien el joven Borges trabó amistad cuando el mexicano, entre 1927 y 1930, fue embajador en Argentina. Además de que Reyes en ese lapso le publicó a Borges su tercer poemario de 64 páginas: Cuaderno San Martín (Cuadernos del Plata núm. 2, Buenos Aires, 1929), incidió en que el argentino puliera su escritura y abandonara el rebuscado estilo acriollado que venía utilizando, incluso durante su postura ultraísta.
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Alfonso Reyes con su perro Alí (Buenos Aires,1927) |
En tal primera parte de Borges y México, se lee el artículo de Eduardo Deschamps titulado “La entrega del Premio Alfonso Reyes”, cuyo pie puntualiza: “Crónica en Excélsior de la ceremonia en que Borges recibió la distinción en la Capilla Alfonsina, 8 de diciembre de 1973, p. 18”, que resulta útil porque da visos de lo ocurrido durante la entrega del Premio Alfonso Reyes a Borges, a lo cual se añaden los testimonios y datos que Capistrán vierte en su “A manera de prólogo”.
En la primera parte del libro, también figura una miscelánea y caprichosa sección de fragmentos denominada “Reyes según Borges”, con un asterisco que remite a un pie de página donde el antólogo dice:
“La razón enunciada en la nota editorial acerca de los derechos autorales ha impedido documentar debidamente en este apartado una relación amistosa de tanta relevancia como la de Borges-Reyes. La bibliografía incluida al final del volumen intenta subsanar esta involuntaria deficiencia. En varios textos allí registrados puede advertirse el constante reconocimiento que el escritor de Buenos Aires hizo al de Monterrey, al grado de que no vaciló en llamarlo ‘maestro’ en algunos de los comunicados epistolares que intercambió con él. Con las alusiones de uno a otro en sus respectivas obras aquí recogidas, más otros trabajos referentes a esa amistad, se intenta poner relieve su excepcionalidad. Es lamentable que un texto iluminador en este aspecto, el de José Emilio Pacheco, ‘Borges y Reyes: una correspondencia. Contribución a la historia de una amistad literaria’, no se incluyera en esta sección por causas autorales, pero no atribuibles a Pacheco, sino a Borges.”
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María Kodama |
Todo lo cual asombra y desconcierta. Primero porque en las páginas finales de Borges y México no hay ninguna bibliografía, quizá porque los editores de Lumen decidieron omitirla, sin consultarlo y sin acordarlo con Miguel Capistrán. En segundo lugar porque el primer apartado de tal sección, el número I, concluye con un pie entre paréntesis que acredita: “(José Emilio Pacheco, ‘Borges y Reyes: una correspondencia. Contribución a la historia de una amistad literaria’, Revista de la Universidad, núm. 4, diciembre de 1979, pp. 14-16)”. Y en tercer lugar porque según Miguel Capistrán no se antologó tal ensayo por razones “no atribuibles a Pacheco, sino a Borges”; es decir, a María Kodama, viuda de Borges y heredera universal de sus derechos de autor, quien figura acreditada como propietaria del copyright de los textos antologados en la “Breve antología” de Jorge Luis Borges, la tercera y última parte de la “Nueva edición” de Borges y México, quien viajó de Buenos Aires a la capital mexicana para ex profeso participar en la presentación de ésta en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, la cual se frustró, repito, porque ella descubrió el famoso poema “Instantes”, atribuido a Borges, en la crónica-entrevista de Elena Poniatowska. El que María Kodama previamente haya autorizado la selección de textos de su ex marido en la presente antología de Miguel Capistrán, hace suponer flexibilidad y diálogo para negociar y convenir con ella, y no la cerrazón que alude el antólogo y editor.
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Borges y María Kodama en México Abril de 1981 Foto: Paulina Lavista |
A la notoria falta de la bibliografía al término del libro que Miguel Capistrán anuncia en la página 96 de la “Nueva edición” de la antología Borges y México (Lumen, 2012), se suman las numerosas erratas que la plagan, y el notorio hecho de que, cuando en los textos antologados se citan líneas y fragmentos en inglés y en francés, no se incluyó su elemental y necesaria traducción al español. Resulta tautológico replicarlo: estamos en un país mayoritariamente hispano y Borges y México es una antología con un cariz periodístico, cuyo lector promedio no es un ejemplar de la reducida estirpe de los políglotas ni de la elitista capilla de los eruditos borgesianos, quizá de cepa académica.
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Miguel Capistrán
(1939-2012) |
En un libro (sin iconografía mínima) que bosqueja y resalta las tres visitas que Borges hizo a México (en 1973, 1978 y 1981), más su amistad con escritores mexicanos (en particular con Alfonso Reyes) —que además escribieron sobre él—, y los intrínsecos vínculos entre la vida y obra del escritor argentino con el país mexicano, reflejados en pasajes y detalles de su obra poética, narrativa y ensayística e incluso en ciertas cartas, sorprende que Miguel Capistrán —el editor, antólogo, prologuista y anotador de la “Nueva edición” de Borges y México— en ninguna página cite, enumere o reseñe los libros que Borges, aún vivo y por primera vez en toda la aldea global, publicó en tierras mexicanas. Primero fue Antiguas literaturas germánicas (FCE, Col. Breviarios, núm. 53, 1951), escrito con la colaboración de Delia Ingenieros, del que más tarde, con María Esther Vázquez, “amplió y reescribió solamente la primera parte” y publicó con un nuevo prólogo y el rótulo Literaturas germánicas medievales (Falbo, Col. De las palabras, Buenos Aires, 1965). Luego vinieron los dos tomos de Poesía gauchesca (FCE, 1955), con “Edición, prólogo, notas y glosario de Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares”, dentro de la colección Biblioteca Americana, “Proyectada por Pedro Henríquez Ureña y publicada en memoria suya”. Siguió el Manual de zoología fantástica (FCE, Col. Breviarios, núm. 125, 1957), escrito con el auxilio de Margarita Guerrero, el más célebre de sus libros publicados en México, cuya novena edición, de 2007, coincidió con su 50 aniversario; es decir, se ha seguido reeditando, pese a que fue aumentado y publicado con otro prólogo y un nuevo título igualmente célebre: El libro de los seres imaginarios (Kier, Buenos Aires, 1967). En 1968, con el número 13 de la Serie Voz Viva de América Latina, de la Dirección General de Difusión Cultural de la UNAM, se publicó un elepé con la voz de Borges, en cuyo cuaderno adjunto se reproducen los veinte poemas y prosas que el escritor recitó de memoria, junto con seis comentarios improvisados por él. Bagaje precedido por la “Presentación” de Salvador Elizondo (1932-2006), ensayo firmado en “Oberengadin, Suiza, 15 de febrero, 1968”. Nada relativo al elepé menciona Capistrán, pese a que se reeditó en agosto de 1982 y a que el ensayo de Salvador Elizondo —el mismo del long play, pero sin la fecha del final— está antologado en la segunda parte de Borges y México con el título “El poeta”, en cuyo pie se dice: “Título original: ‘La poesía de Borges’, en Obras, t. I, El Colegio Nacional, 1994, pp. 39-48.”
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Borges, Octavio Paz y Salvador Elizondo en el Palacio de Minería
Abril de 1981
Foto: Paulina Lavista |
Doce años después de la primera edición del elepé, apareció Siete noches (FCE, Col. Tierra Firme, 1980), conferencias con transcripción y epílogo de Roy Bartholomew, que Borges dictó en 1977 en el Teatro Coliseo de Buenos Aires. Siguió Borges el memorioso, que si bien fue publicado por el mexicano FCE en la colección Tierra Firme, su primera edición, de 1982, fue impresa en Argentina, mientras que la segunda, corregida (pero con erratas), fue impresa en México, en 1983. Se trata de la transcripción y edición de una serie de charlas radiofónicas con Antonio Carrizo, en algunas de las cuales también participa Roy Bartholomew, transmitidas en 1979, con motivo del 80 aniversario del entrevistado, en el programa La vida y el canto, de Radio Rivadavia, en Buenos Aires.
No se puede omitir el citado Ficcionario (FCE, Col. Tierra Firme, México, 1985), la antología de textos de Borges, con edición, introducción, prólogos, notas y cronología del crítico uruguayo Emir Rodríguez Monegal (1921-1985), cuyo origen es un antología de Borges en inglés que en 1981 publicó en Estados Unidos “con la amistosa colaboración del poeta Alastair Reid ”; ni su póstumo libro biográfico: Borges. Una biografía literaria (FCE, Col. Tierra Firme, México, 1987), originalmente escrito en inglés y publicado en Nueva York, en 1978, por E.P. Dutton, y cuya traducción al español de Homero Alsina Thevenet comprende ex profesas modificaciones del autor.
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Edición de Siglo XXI terminada de imprimir en México el 29 de septiembre de 2000 sin el copyright de María Kodama |
Vale mencionar la Nueva antología personal de Borges, sucesivamente reeditada en México por Siglo XXI, de la que según apunta Elena Poniatowska casi al inicio de su citada crónica-entrevista en torno a la estancia de Borges en México en diciembre de 1973, “va en la quinta edición”. Pero la Nueva antología personal, que inicia con un prólogo del autor firmado en “Buenos Aires, 13 de junio de 1968”, fue publicada por primera vez, no en México, sino en la capital argentina, y no por Siglo XXI, sino por Emecé, en 1968. Se trata de la reelaboración que Borges hizo de su Antología personal (Sur, Buenos Aires, 1961), en cuyos textos dispuso modificaciones dispersas, publicada por Victoria Ocampo en el contexto del 30 aniversario de la revista Sur. Siglo XXI Editores, además, no ha procurado consignar las sucesivas reediciones (por algo será). Yo, el reseñista y autor de la presente nota, poseo un ejemplar de la edición concluida “el día 29 de septiembre de 2000” —“de 8000 ejemplares más sobrantes para reposición”, se dice en el colofón—; y como si fuera un tiraje pirata, no acredita el correspondiente copyright de María Kodama, heredera universal de los derechos de autor de Borges, ni registra nada de la edición original ni de las subsiguientes reediciones.
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Borges en la Capilla Alfonsina
Diciembre de 1973
Foto: Rogelio Cuéllar |
Mucho o poco podría reseñarse y discutirse de cada uno de los textos de los 22 autores mexicanos que escribieron sobre Borges, antologados en la segunda parte de Borges y México. En este sentido, vale limitarse a otro comentario marginal. Con el rótulo “Ironías” se lee un ensayo de Carlos Monsiváis (1938-2010), del que se apunta fue publicado “En El Universal, 29 de agosto de 1999, pp. 1-30”. El cual, Monsiváis reelaboró, con notas y el título: “‘Me bastaría ser inmortal’ (ironía y sátira en Borges)”, y está incluido en In memoriam Jorge Luis Borges (El Colegio de México, 2008), compilación editada por Rafael Olea Franco, resultado del homónimo Coloquio Internacional sucedido en El Colegio de México “el 18 y 19 de septiembre de 2006”, urdido para conmemorar el 20 aniversario de la muerte de Jorge Luis Borges.
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Carlos Monsiváis y Jorge Luis Borges México, diciembre de 1973 |
En la “Breve antología”, la tercera y última parte del libro, se leen doce textos de Borges que aluden a México y a sus escritores, en cuyos pies de página, cada vez que pueden, los editores de Lumen remiten, por criterios de autopublicidad, al par de libros con obras reunidas de Borges, publicadas en tal sello por Random House Mondadori: Cuentos completos (2011) y Poesía completa (2011); pero dadas las fodongas erratas que pululan en Borges y México, más vale acudir a otras ediciones. Uno: “La escritura del dios”, cuento de El Aleph (Losada, Buenos Aires, 1949). Dos: “El asesino desinteresado Bill Harrigan”, cuento de Historia universal de la infamia (Tor, Col. Megáfono núm. 3, Buenos Aires, 1935). Tres: “México”, poema de La moneda de hierro (Emecé, Buenos Aires, 1976). Cuatro: “In memoriam A.R.”, poema de El hacedor (Emecé, Buenos Aires, 1960). Cinco: “Juan Rulfo: Pedro Páramo”, el prólogo para tal novela publicada por Hyspamérica en la Colección Biblioteca Personal de Jorge Luis Borges, núm. 10, Madrid, 1985. Seis: “Juan José Arreola, Cuentos fantásticos”, el prólogo para la antología homónima publicada por Hyspamérica en la Colección Biblioteca Personal de Jorge Luis Borges, núm. 56, Madrid, 1986, que es el mismo prólogo incluido en una edición de Confabulario (FCE, México, 1985) con ilustraciones de José Luis Cuevas. Siete: “Crucero”, reseña del poemario homónimo que el casi olvidado Genaro Estrada (1887-1937) publicó en Cvltvra (México, 1928), “Con una litografía al offset y cinco grabados de Gabriel García Maroto”, cuyo nombre propio escribió con jota, transcrita de Textos recobrados 1919-1929 (Emecé, Barcelona, 1997), volumen póstumo de Borges, con “Edición al cuidado de Sara Luisa del Carril”, en donde se dice que apareció en “Síntesis, Buenos Aires, Año 2, No. 18, noviembre de 1928”. Ocho: “Alfonso Reyes”, texto escrito en torno a la muerte del polígrafo regiomontano, sucedida en México el 27 de diciembre de 1959, tomado de Borges en Sur 1931-1980 (Emecé, Buenos Aires, 1999), antología con “Edición al cuidado de Sara Luisa del Carril y Mercedes Rubio de Socchi”, donde se anota que apareció en el número 264 de la revista Sur (mayo-junio de 1960). Nueve: “Sobre Andamios interiores”, la citada reseña que Borges escribió sobre Andamios interiores. Poemas radiográficos (Cvltvra, México, 1922) de Manuel Maples Arce (1900-1981), que Borges publicó en el número 2 de la revista Proa (Buenos Aires, diciembre de 1922), luego incluida en Inquisiciones (Proa, Buenos Aires, 1925), su primer libro de ensayos. Diez: “Juárez y Maximiliano”, prólogo escrito por Borges para el homónimo libreto del dramaturgo checo Franz Werfel (1890-1945) —esto lo omite Capistrán—, reunido en Textos recobrados 1931-1955 (Emecé, Bogotá, 2001), volumen póstumo de Borges, con “Edición al cuidado de Sara Luisa del Carril y Mercedes Rubio de Socchi”, quienes anotan que el libro de Franz Werfel fue editado en Buenos Aires, por Emecé, “el 10 de julio de 1946”. Once: “Cómo conocí a Alfonso Reyes”, texto impreso, dice el pie, en el “Boletín de la Capilla Alfonsina, núm. 28, abril-diciembre de 1973”, del que vagamente, Capistrán, en la p. 90, dice que es “una alocución radiofónica a la muerte de Reyes posteriormente transcrita”, mientras que en la p. 26 dice que tal Boletín es el “núm. 8”. Doce: “Palabras sobre Amado Nervo”, discurso que Borges dijo “el 24 de mayo de 1969 en el Teatro Nacional Cervantes de Buenos Aires, Argentina, para conmemorar el cincuentenario de la muerte de Amado Nervo”, transcrito del semanario “Cultura [sic], núm. 1190, 23 de agosto de 1999”, que entonces, se anota, era un “Texto inédito en México”.
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Jorge Luis Borges en Teotihuacan Diciembre de 1973 Foto: Paulina Lavista |
Sin duda la “Breve antología” de Borges sería más rica si Miguel Capistrán hubiera añadido tres textos. Uno: “La recoleta”, el primer poema que Borges publicó en México, precisamente en el núm. 40-41 de la revista Contemporáneos (septiembre-octubre de 1931), donde no se dice que pertenece a Cuaderno San Martín (Cuadernos del Plata, núm. 2, Buenos Aires, 1929), su tercer poemario de 64 páginas, publicado a instancias de Alfonso Reyes, cuando éste, entre 1927 y 1930, fue embajador en Argentina. Dos: la reseña que Borges hizo sobre Pausa (Soc. génér. d’impr. et d’édit, París, 1926), el segundo poemario de Alfonso Reyes, publicada en la revista “Variaciones, La Plata, Tomo IV, No. 11, enero de 1927”, antologada en el citado Textos recobrados 1919-1929, que es la primera recensión escrita por Borges sobre un libro del regiomontano. Tres: la reseña que Borges hizo de Reloj de sol (Tipografía artística, Madrid, 1926), miscelánea de Alfonso Reyes; segunda nota sobre un libro de éste, publicada en el núm. 1 de la revista Síntesis (junio de 1927), luego incluida en El idioma de los argentinos (Gleizer, Buenos Aires, 1928), su proscrito tercer libro de ensayos, cuya póstuma segunda edición María Kodama publicó en Argentina, en “noviembre de 1994”, a través de Seix Barral.
Miguel Capistrán, Borges y México. 1ª edición en Lumen. México, julio de 2012. 408 pp.