De hedonista por la vida
I de V
En 2006, en Nueva York, editado por Princeton Architectural Press, apareció en inglés el ensayo de Margaret Hooks: Surreal Eden: Edward James and Las Pozas; y, con traducción al español de Gabriel Bernal Granados, en noviembre de 2007 fue publicado en México por Turner con el título: Edward James y Las Pozas. Un sueño surrealista en la selva mexicana. En contraste con los yerros del ensayo de Margaret Hooks, se trata de un vistoso y cuidado volumen de pastas duras forradas en tela y sobrecubierta con solapas (ilustrada con una foto a color de Mariana Yampolsky de la “Avenida de las serpientes” de Las Pozas de Xilitla), buen papel y buen tamaño (27 x 24.07 cm), con diseño de Daniela Rocha y asistencia de diseño de Ana de la Serna; en cuya iconografía a color y en blanco y negro se aprecian imágenes de Sally Mann, Lourdes Almedia, Avery Danziger, Luis Félix, Gabriel Figueroa Flores, Plutarco Gastélum, Graciela Iturbide, Christopher Rauschenberg, Michael Schuyt, Liba Taylor, Jorge Vértiz, Mariana Yampolsky, Robert Ziebell, Man Ray, René Magritte, Salvador Dalí, Kati Horna, Leonora Carrington, Edward James, Margaret Hooks y anónimos. (Turner, México, 2007) Foto de Mariana Yampolsky (Detalle de la sobrecubierta) |
Margaret Hooks |
El título del libro y la anécdota que Margaret Hooks narra en el “Prefacio” sobre el frío día de noviembre de 1945 en que Edward James (con dos amigos) arriba por primera vez a Xilitla a pie y envuelto en papel higiénico, bosquejan que el tema medular del volumen es el célebre y riquísimo mecenas y coleccionista de arte (excéntrico y despilfarrador en extremo desde su juventud) y las construcciones surrealistas, conocidas como Las Pozas, que erigió entre 1962 y 1984, tan legendarias que no extraña que se hable de ellas en Wikipedia y en simposios internacionales del surrealismo, que hordas de turistas y académicos auspiciados con el erario las visiten en busca de un escalafonario doctorado, que la World Monument Fund (con sede en Nueva York) las cuente entre la centena de paisajes culturales más amenazados del planeta, que Natalia Tubau las registre en su compendio global para viajeros incontinentes (u obsesos sojuzgados al delirante síndrome de “Los cautivos de Longjumeau”): Guía de arquitectura insólita (Alba, Barcelona, 2009), y que la Secretaría de Turismo de México el 12 de diciembre de 2011 haya declarado Pueblo Mágico a Xilitla. Por su parte, en el presente libro, Margaret Hooks bosqueja Las Pozas y Xilitla mediante un esbozo biográfico, cargado de anécdotas e ilustrado con imágenes, cuyos marcos temporales van del nacimiento de Edward Frank Willis James el 17 de agosto de 1907 “en Greywalls, la casa veraniega de la familia en Escocia”, hasta su muerte en un asilo de San Remo, Italia, “el 2 de diciembre de 1984”; a lo que se añade una vaga pizca de su póstumo legado (incluidas las deudas) y de su dispersa fortuna y disperso acervo.
Edward James soñando al atardecer (en su particular Edén de Las Pozas) Foto de Michael Schuyt con anotaciones de Edward James |
Plutarco Gastélum |
Detalle de Las Pozas Foto de Jorge Vértiz en Arquitectura vegetal. La casa deshabitada y el fantasma del deseo (1997) |
El Castillo y la calle Ocampo de Xilitla Foto: Margaret Hooks |
Entrada al Castillo con las huellas de Edward James Foto: Jorge Vértiz |
Plutarco Gastélum y Marina Llamazares el día de su boda en 1956 |
Detalle de las construcciones de Las Pozas (2007) Foto de Jack Seligson en Edward James y Plutarco Gastélum en Xilitla. El regreso de Robinson (2011) |
El taller del maestro carpintero José Aguilar y moldes de varios elemento de Las Pozas Fotos: Christopher Rauschenberg |
El taller del maestro carpintero José Aguilar y moldes de varios elemento de Las Pozas Fotos: Christopher Rauschenberg |
Carta de Edward James sobre las construcciones de Las Pozas |
Moldes del maestro carpintero José Aguilar (2007) Museo Edward James Fotos de Jack Seligson en Edward James y Plutarco Gastélum en Xilitla. El regreso de Robinson (2011) |
II de V
Según dice Margaret Hooks en su ensayo, “Cuando el proyecto [de Las Pozas] estaba en su apogeo, sesenta y ocho familias tenían un ingreso muy por encima del que ofrecían otros patrones en el área” de Xilitla. Cifra idéntica a la que Xavier Guzmán Urbiola y Jaime Moreno Villarreal apuntan en La habitación interminable (UAM-Xochimilco, 1986). No obstante, Edward James no era, del todo, un patrón modelo e ideal, ya que cuando andaba de viaje (en la Ciudad de México, en la provincia mexicana, en Los Ángeles, California, en Europa o en otra parte del mundo), a veces no enviaba el dinero (al parecer por mezquino y descuidado) y el trabajo se interrumpía y los jornaleros, indígenas otomíes y huastecos, se iban tras otros modos de proveerse ingresos y la familia Gastélum, sus administradores e hijos, tenían problemas de subsistencia. Y más aún: Edward James poseía el irascible carácter de un reyezuelo insular que repartía insultos y súbitos despidos que le causaron conflictos en juzgados y resentimientos entre los asalariados (“El ejemplo más atroz fue el instantáneo despido de un trabajador por haber tenido la audacia de interrumpirlo cuando estaba ‘hablando’ con un flor”, cita); y al parecer, una década después de adquirida la finca, fue un albañil rencoroso, “que trabajaba en las terrazas”, quien hizo rodar un tronco, colina abajo, que le causó una “severa fractura espinal” y el posterior empleo, primero de una parihuela en la cual “cuatro trabajadores lo subían y bajaban por los empinados senderos de Las Pozas, uno a cada lado del palanquín. La escena [dice la ensayista e ilustra con una foto de Michael Shuyt] era verdaderamente insólita: una silla curva de color amarillo canario con cuatro trabajadores transportando a ‘a don Eduardo’, enfundado en su viejo blazer de Eton y con un guacamayo de opulento plumaje en cada hombro, yendo sendero arriba y sendero abajo entre la exuberante maleza”. Y luego el perpetuo uso de un bastón, su cetro.Edward James transportado en Las Pozas Foto: Michael Schuyt |
Edward James en Las Pozas Foto: Avery Danziger |
(Artes de México/CONACULTA, 1997) Vista desde las torres de Edward James (1994), óleo sobre tela de María Sada. Foto: Carlos Ysunza |
Edward James en su Jardín del Edén Foto de Michael Schuyt en Para la desorientación general. Trece ensayos sobre México y el surrealismo (1996) |
Detalle de Las Pozas Foto: Lourdes Almeida |
III de V
Vale puntualizar y subrayar que a largo del ensayo de Margaret Hooks descuella cierta ligereza y falta de rigurosidad en el manejo de algunos datos. Por ejemplo, no apunta el día del nacimiento de Edward James, pero sí el de su muerte. A la mayoría de las fotos les falta datación. Para explicar el entorno natural y social que Edward James encontró por primera vez en Las Pozas y en Xilitla, entre las páginas 106 y 107 alude, como “un factor importante”, el supuesto “surrealismo innato de México, una ‘sensibilidad’ nacional, como la definió el escritor mexicano Octavio Paz”. Aseveración genérica que no fundamenta con una cita bibliográfica, que resulta impropia del autor de “Mariposa de obsidiana” (poema en prosa publicado en francés, en marzo de 1950, en París, en el Almanach surréaliste du démi-siècle, número especial de la revista mensual La Nef) —su primera colaboración con el grupo surrealista— y de Estrella de tres puntas. André Breton y el surrealismo (Vuelta, 1996) y que ineludiblemente remite a la celebérrima y retórica frase de André Bretón, pontífice del surrealismo: “México tiende a ser el lugar surrealista por excelencia”, dicha en una entrevista durante su estancia en territorio mexicano, entre el 18 de abril y el 1° de agosto de 1938, y que Rafael Heliodoro Valle publicó el mes de junio de ese año en la Revista de la Universidad. André Breton (México, 1938) Foto de Manuel Álvarez Bravo en El surrealismo entre Viejo y Nuevo Mundo (1990) |
Postal de Edward James enviada a su carpintero José Aguilar En Edward James y Plutarco Gastélum en Xilitla. El regreso de Robinson (2011) |
Detalle del interior de la Jama Masjid de Fatehpur Sikri Agra, India |
Edward James (1937) Foto de Man Ray en El sabotaje de lo real. Fotografía surrealista y de vanguardia (2009) |
Crookhey Hall (1947) Caseína sobre masonite de Leonora Carrington Foto en Leonora Carrington, la realidad de la imaginación (1990) |
Leonora Carrington y Max Ernst St. Martin d’Ardèche, Francia, 1939 Foto: Lee Miller |
Crookhey Hall, exterior Foto en Leonora Carrington. Surrealismo, alquimia y arte (2004) |
West Dean en la década de 1920 Foto en Edward James y Las Pozas (2007) |
Edward James (c. 1914) |
“Para escapar de su fracturada vida familiar y de los horrores de estos colegios, comenzó a fantasear con una ciudad amurallada de ensueño, en la cual pudiera refugiarse mágicamente. Inspirado en la pintura de un pueblo medieval que colgaba de la pared de su cuarto, bautizó a este fantástico lugar secreto como ‘Seclusia’, y ese sueño lo acompañó a través de los años.”
IV de V
José Horna elaborando la maqueta de la casa de Edward James (Ciudad de México, 1960) Foto en el volumen homónimo de la fotógrafa: Kati Horna (2013) |
Edward James Foto dedicada a Remedios Varo (junio, 1956) |
Maqueta de la casa de Edward James hecha por José Horna Foto de Kati Horna en Edward James y Las Pozas (2007) |
Mural de Leonora Carrington en El Castillo de Xilitla Foto: Lourdes Almeida |
Leonora Carrington pintando en El Castillo de Xilitla Foto en Universo de familia (2005) |
V de V
En cuanto a la colaboración del por entonces joven Pedro Friedeberg, de 26 años, en “las monumentales esculturas de manos en Las Pozas” que Margaret Hooks alude en la página 160 del volumen, vale decir que el propio Pedro Friedeberg (Florencia, enero 11 de 1936) lo refiere en el citado libro De vacaciones por la vida, dizque sus “Memorias no autorizadas” —pero profusamente ilustradas por él— “Relatadas a José Cervantes”, precisamente en el susodicho capítulo 050, “Hijo bastardo de un rey”, repleto, como todo el libro, de sabrosos chismes, humor, datos, anécdotas y no pocos yerros. Pedro Friedeberg y Antonio Souza (Ciudad de México, 1962) Foto en el volumen homónimo de la fotógrafa: Kati Horna (2013) |
Revista S.NOB núm. 1 (junio 20 de 1962) Foto de la portada: Kati Horna |
Revista S.NOB núm. 7 (octubre 15 de 1962) Dibujo de la portada: Leonora Carrington |
Artículo autobiográfico de Edward James en la revista S.NOB núm. 7 (octubre 15 de 1962) Foto: Kati Horna |
Edward James en el Hotel Francis (Ciudad de México, 1962) Foto en Kati Horna. Recuento de una obra (1995) |
Bona Tibertelli de Pisis, Leonora Carrington, Gilberte, André Pieyre de Mandiargues, Edward James y su lorito. Foto en Universo de familia (2005) |
Salvador Elizondo con el lorito de Catemaco (junio 29 de 1970) Foto: Paulina Lavista |
“De una manera o de otra me está llevando la chingada. No tengo ni un centavo. El S.NOB se vino abajo y estoy sin trabajo y sin ninguna perspectiva. No sé qué voy a hacer. Mañana tenemos que reunirnos para ver si podemos seguir haciendo el S.NOB. Estoy pasando una de las épocas más pinches de mi vida. No hay absolutamente ninguna perspectiva. Ahora estoy escribiendo una novela pornográfica que se llamará Punta di Bellagio. La estoy escribiendo en inglés para ver si la puedo publicar en París con la Olympia Press. Es posible que en noviembre vaya a París. Por ahora estoy tratando de arreglar esto. A ver qué tal sale. He entablado buena amistad con Gironella. Le voy a escribir la presentación para el catálogo de su próxima exposición. Es un pintor, por lo demás, que siempre me ha interesado y creo que puedo escribir algo bastante interesante. Acabo de terminar un ensayo magnífico que se llama ‘Morfeo o la decadencia del sueño’. Es sobre la significación de las drogas y el alcoholismo. Era para el No. 7 de S.NOB. A ver si todavía se puede publicar ahí [se pudo y se lee de la página 2 a la 9]. Hay un tipo que se llama Edward James que parece estar interesado en el S.NOB y nos quiere dar dinero para que siga saliendo. Mañana lo voy a conocer, a ver qué tal se porta. Recibí carta de Helena. Por lo viso no se ha enterado de lo que hubo con su hermana.”
Pedro Friedeberg disfrazado de cebra (1968) Foto: Kati Horna |
Las manos de Las Pozas Foto de Lourdes Almeida datada en 1997 En Edward James y Las Pozas (2007) |
“Las manos gigantescas hechas en concreto que hay en la entrada de Las Pozas son diseño mío, aunque nunca me dio crédito de autor. Yo se las dibujé a Edward en una servilleta del restaurante Napoleón, un lugar en la Plaza Popocatépetl al que íbamos a cenar todas las noches de sus visitas a la ciudad. A James ya lo conocían y siempre le servían el mismo vino y el mismo platillo. Pese a esta familiaridad, creo que les dejaba de propina algo así como cinco centavos, porque era tacaño. Aunque tenía millones en el banco, siempre se le ‘olvidaba’ su cartera, y en aquel lejano 1962 todavía no se conocían del todo las tarjetas de crédito.”
Vale observar que la criticona y humorística perspectiva de Pedro Friedeberg, inextricablemente aunada a sus anecdóticas mistificaciones, no deifican a Edward James ni a las construcciones de Las Pozas; según dice, “Este lugar pocos lo conocen, pero actualmente está abierto al público y no vale la pena visitarlo”. Y su desenfada y corrosiva imagen de la casa de Xilitla (el llamado Castillo de la calle Ocampo) se contrapone al orden decorativo que alude Margaret Hooks en el pasaje citado líneas arriba:
“Con Edward fui posteriormente dos o tres veces a Xilitla. Él se aprovechaba de mí por mi coche y mi función de chofer. En una de esas ocasiones nos detuvimos en Tamazunchale para comprar fruta. Cuando Edward levantó una papaya del piso, el vendedor le tiró con su machete un mandoble que hizo caer la fruta de sus manos. Ambos quedamos muy sorprendidos por la reacción del hombre, pero lo que sucedía era que bajo la papaya había una gran tarántula que no habíamos viso. A Edward esto le pareció maravilloso, muestra del ‘verdadero México’.
“La casa que tenía James en el poblado de Xilitla —y que creo más bien propiedad de Plutarco— era todo lo opuesto a la que Brígida Tichenor poseía en Michoacán —personaje y lugar a los que más adelante me referiré—, una casa primitiva pero muy cómoda, un palacio con muchos servicios. En cambio, la de Xilitla era una casa a la que le faltaban los vidrios de las ventanas y donde, apoyados en el piso y recargados en las paredes, había cuadros de Magritte, Miró y Dalí. Entre esas obras, hacinadas y sin ninguna protección, se escabullían los ratones, las cucarachas y otras alimañas peores.
“Había además unos veinte cuadros de Leonora Carrington, otros de Tchelichev, de la Fini y algunas pinturas de los surrealistas ‘de segunda’, también con ratas corriendo entre ellos y con el fatal clima de Xilitla entrando por las ventanas rotas. Además, los niños de Plutarco, en sus triciclos remendados, tripulaban velozmente entre todas esas maravillas. Un caos muy surrealista también.
El tío Eduardo, doña Marina y sus hijas en el comedor del Castillo Foto: Michael Schuyt |
Edward James con su tucán |
Detalle de Las Pozas Foto: Lourdes Almeida |
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