domingo, 9 de noviembre de 2014

Ella, Drácula



Érase una lamia tolerada por Dios

El español Javier García Sánchez (Barcelona, abril 7 de 1955) ha escrito una novela en cuyo largo título utiliza como cedazo el popular nombre del vampiro dado a conocer, en 1897, por el británico Bram Stoker (1847-1912), fundido a la lejana y legendaria impronta de la asesina múltiple más famosa de la historia húngara: Ella, Drácula (Vida y crímenes de Erzsébet Báthory, la Condesa Sangrienta). Hungría 1560-1614 (Planeta, 2005), personaje que (en menor medida que el vampiro de Bram Stoker) también ha suscitado, en toda la aldea global, una cauda de leyendas, narraciones, artículos, ensayos, cuadros y películas. Pero también, como se advierte, el rótulo del autor recoge el mote con que fue conocida, ya utilizado por la francesa Valentine Penrose (1898-1978) en su exploración documental y biográfica: La Comtesse sanglante (Mercure de France, 1962), con quien el novelista guarda su mayor deuda, de ahí que las dos partes en que divide los dieciséis capítulos de su obra estén signados por dos epígrafes transcritos del libro de Penrose y que desde luego figure en la bibliografía que cierra la novela, pero cita la versión en español (traducida por María Teresa Gallego y María Isabel Reverte) reimpresa por la madrileña Siruela, en 1996, en la serie Bolsillo, la cual no incluye la valiosa e ilustrativa iconografía del libro francés.
Javier García Sánchez
Además de que el listado bibliográfico implica que Javier García Sánchez públicamente reconoce sus abrevaderos, todo sugiere que bien pudo prescindir de ello, pues su libro no es un riguroso ensayo ni una novela histórica (donde cada fecha, nombre, suceso y conjetura tienen que estar respaldados por fuentes documentales, fehacientes). Es una novela que no excluye los ingredientes fantásticos, míticos, legendarios y supersticiosos; sin embargo, descuella que en medio de sus anécdotas, fechas y citas históricas, de las que también echó mano en abundancia, incurra en varios notables y elementales yerros.
Por ejemplo, Erzsébet Báthory tenía 17 años en 1577; así, en la página 199 se dice que a tal edad supo de “la ejecución de María Estuardo de Inglaterra”, pero ésta ocurrió diez años después, en febrero de 1587.
En la portada: Erzsébet Báthory
(Planeta, 2da. edición, Planeta, 2005)
En Ella, Drácula, Javier García Sánchez imagina a un decrépito sacerdote quien en 1663, en la buhardilla de la parroquia de la aldea de Lupka-Ratowickze, enfermo y sintiendo que el fin de su días terrenales está cerca, se dispone a escribir y escribe (a lo largo de casi toda la novela) los sucesos de la historia que lo ha conmocionado, trastocado y perseguido desde la niñez y que no es otra que la vida y el comportamiento brujeril, sádico y sanguinario de la condesa Erzsébet Báthory (torturó y asesinó alrededor de 700 muchachas, se calcula aquí). Es decir, el cura János Frantizek Pirgist, de 63 años, de niño subsistió en los habitáculos de los subterráneos lavaderos del castillo de Csejthe (pues era hijo de Vargha Balintné, una de las lavanderas), sitio que la condesa prefería entre los numerosos y dispersos castillos de su propiedad, y donde en 1611, dados sus espeluznantes crímenes, fue emparedada en su recámara, donde en medio de inmundicias y de la oscuridad total, habría de morir el 21 de agosto de 1614, según se dio fe. Es decir, por su linaje y por intereses políticos, no fue ejecutada ni llevada a la hoguera, como sí ocurrió con sus tres principales colaboradores: las fortachonas Jó Ilona y Dorkó, y el enano y deforme Ficzkó.
A los hechos que vivió en su infancia (incluidos sus secretos más secretos) y que ineludiblemente incidieron en su conversión en sacerdote, se añade el que János Frantizek Pirgist, por más de 50 años, para comprender los actos y la mentalidad de la condesa, ha investigado todo lo que ha podido sobre ella y su entorno medieval y cognoscitivo, incluso experimentó con bebedizos alucinógenos que ella ingirió, según colige. Y si de muchachita dice que se hacía oír una leyenda (contada por una tía) sobre el sanguinario Empalador, el príncipe valaco Vlad Tepes (1431-1476), por otra parte expone y medita paralelos y diferencias entre ella y los crímenes, el sadismo y el trágico destino de otro célebre, novelesco y peliculesco torturador, violador y asesino múltiple de niños y jovencitos registrado por la leyenda, por la historia, por la literatura y por el cine: el francés Gilles de Rais (1404-1440), Barba Azul, compañero de armas de Juana de Arco (1412-1431), la Doncella de Orleáns, heroína y Santa cuya belicosa y bestial huella también ha originado una serie de leyendas, narraciones, ensayos y filmes.  
El sacerdote es una especie de alter ego del narrador y por ende la novela no es únicamente un esbozo de la vida y crímenes de Erzsébet Báthory, es también la historia de cómo János Frantizek Pirgist logra poner en letra manuscrita toda esa carga largamente postergada (matizada por sus secretos más íntimos), cuyo último episodio, después de colocar el punto del término, lo constituye una visita a las ruinas del castillo de Csejthe, donde en la forma de un solitario pájaro negro que ahuyenta a las demás aves le parece ver la reencarnación de ella e incluso su risa en los graznidos.
Ahora que si el lenguaje de la novela de Javier García Sánchez está salpimentado con un rico vocabulario y tiende a ser muy retórico (o ampuloso) y a poetizar, e incluso le canta a Erzsébet Báthory una elegía en verso libre, abunda en circunloquios, descripciones y reiteraciones (que salen sobrando, pero que pueden gustar a otros), amén de que carece de suspense, casi de giros sorpresivos y de conflicto, pues el conflicto moral del sacerdote es personal e íntimo, y sólo le sirve al narrador para dosificar el meollo e intríngulis de la obra, que es lo que corresponde a la siniestra y cruenta historia de la condesa, su castigo y muerte.
Erzsébet Báthory
En este sentido, ciertos momentos climáticos o álgidos lo conforman los relatos de las torturas y de los asesinatos de las jovencitas vírgenes, cuyo fin último, según narran el sacerdote y la voz narrativa, era que Erzsébet Báthory se bañara literalmente en sangre para así obtener la belleza eterna y la inmortalidad. 
Pero también descuellan los pasajes en que el cura János Frantizek Pirgist, ante tanto crimen y desolación, reflexiona en torno al Mal y frente a la inescrutable indiferencia o silencio del todopoderoso, omnisciente y ubicuo Dios (desde la noche de los tiempos).
Por ejemplo, en el penúltimo capítulo el viejo sacerdote recuerda un fragmento del filósofo Epicuro: “O Dios quiere abolir el Mal y no puede, o bien puede, pero no quiere o no puede y no quiere. Si quiere pero no puede, es impotente. Si puede pero no quiere, es malvado. Pero si Dios puede y quiere abolir el Mal, entonces ¿por qué hay Mal en el mundo?”
Pero antes de que el viejo religioso desgrane sus secretos más secretos, casi a la mitad de la novela, la omnisciente y ubicua voz narrativa dice en una de las recapitulaciones sobre lo que ha signado los días del sacerdote, pero también los días de toda la humanidad que ha pisado el ahora recalentado globo terráqueo, perspectiva aún en ebullición: 
“Pirgist había leído libros de Historia. Conocía el terreno. Guerras, rapiña, usura, envidia, una interminable serie de crímenes, muchos de ellos cometidos en nombres de la fe, de cualquier fe. Eso era la Historia. ¿Por qué entonces, siendo el más perfeccionado e inteligente de los seres terrestres, pues poseemos un espíritu que nos hace ser conscientes de la singularidad e importancia de todo lo vivo, ya que en mucho apreciamos nuestra propia vida, somos precisamente nosotros, las personas, quienes llevamos a nuestra espalda el insoportable peso del Mal? Acaso por tener espíritu. Pero y esto, así se lo había preguntado desde muy joven sin obtener respuesta alguna que le satisficiese, ¿por qué lo permite el Creador, por qué?
“Él mejor que nadie, porque nadie en absoluto siquiera lo sospechó nunca, sabe que abrazó la fe para dar con respuestas que calmasen tales dudas, pero ahí siguen, cual abiertas llagas por las que supura el pus. Infectadas.”


Javier García Sánchez, Ella, Drácula (Vida y crímenes de Erzsébet Báthory, la Condesa Sangrienta). Hungría 1560-1614. Editorial Planeta. Barcelona, 2005. 392 pp.

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Enlace a video documental sobre Erzébet Báthory:
 http://www.youtube.com/watch?v=aeYEDQffbw4

Enlace a la leyenda de Erzébet Báthory, la Condesa Sangrienta: http://www.youtube.com/watch?v=DPEctHCRg30


1 comentario:

  1. Buen artículo. Respeto su opinión, pero difiero en el contenido. Sánchez escribió un libro, para mí, nada ampuloso y, ante todo, magistral. Con un dominio del vocabulario exquisito y, por ende, mostrando muy conocedor de la época. Lo digo, más que nada, porque su retrato no es de la condesa, sino de Lucrecia Panciatichi.

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