sábado, 16 de julio de 2016

El umbral. Travels and Adventures



  El raro entre los raros

Dedicada “A la memoria de mi hermano Jordi, que deambula por los libros”, cada minucia de la barroca escritura de El umbral. Travels and Adventures (Era, 1993), novela fantástica de Ana García Bergua (México, octubre 8 de 1960) da fe de cierto síndrome de sonámbula por las leyendas y los libros de los románticos europeos; pero también (al parecer) de médium de su hermano Jordi García Bergua (1956-1979), quien unos años antes de suicidarse escribió Karpus Minthej (se dice que a los 17 años), novela precoz y póstuma editada en 1981 por el Fondo de Cultura Económica, que según Christopher Domínguez Michael es la “muy tardía obra maestra en prosa del decadentismo mexicano”; quien añade en el segundo tomo de su Antología de la narrativa mexicana del siglo XX (FCE, 1991): “Una sorprendente novela que [...] encarna la vida de un personaje siguiendo las coordenadas del viaje byroniano. La alegoría decadentista, el humor fantástico y la elegancia de su prosa hacen de esta novela un extraño caso de la imaginación mexicana.” 
(FCE, México, 1981)
         De ahí la precocidad de Julius, el héroe de El umbral. Travels and Adventures, que no tarda en convertirse en un anacrónico y decimonónico “adolescente de principios de siglo, un joven fitzgeraldeano”, con vestuario de dandy y poses de snob decadente, que lee a Shelley, a Byron, a Keats, a George Sand, novelas de viajeros y de piratas; que escucha a Mahler y a Brahms; que galantea a las muchachitas de la prepa leyéndoles en voz alta a Heine; que les envía poemas con el nombre de Julius Schemler (un antepasado de Baviera del siglo XVII); y aprende, para ellas, a pronunciar el alemán, pese a no comprenderlo. En su sinuoso anecdotario no faltan las pinceladas orientalistas, el aprendizaje esotérico, las revelaciones oníricas, la telepatía, la magia, lo visionario, lo pesadillesco, la morbidez, la melancolía, la soledad, la locura, lo insólito y su destino trágico impreso en su carácter y estigma de elegido.

       
Ana García Bergua
        Los padres de Julius son unos inmigrantes españoles, de esos que salieron de España cuando el dictador Francisco Franco sentaba sus reales, cuyos modelos parecen ser los progenitores de Ana García Bergua —ganadora del Premio Sor Juana Inés de la Cruz de Literatura 2013 por su novela La bomba de San José (UNAM/Era, 2012)—, pues ella (con Jordi y la poeta Alicia García Bergua) es hija del notable crítico e historiador del cine mexicano Emilio García Riera, nacido en Ibiza, España, el 17 de noviembre de 1931; quien a los 8 años llegó exiliado a México; muerto a las 8 de la mañana del 11 de octubre de 2002 en su casa de Zapopan, Jalisco. 

Tres años menor que su hermana Natividad, Julius, desde pequeño, es un raro: observa una conducta muy distinta a la normal. Además de disciplinado y obsesivo lector, es sujeto de una serie de apariciones que protagoniza un hombre de negro y de una serie de indicios visionarios que le hacen comprender que él es un elegido; por ejemplo, en un libro de primaria halla “frases crípticas y extraños grabados de animales fantásticos”, mensajes “que a veces se mezclaban con los textos infantiles de un modo ridículo: Mi mamá me mima/ Yo mimo a mi mamá/ Yo soy un elegido/ Yo busco más allá.”
       Julius tiene doce años; y al ir a la Biblioteca Central en busca de unos datos sobre la Francia del siglo XIX, se topa con el hombre de negro, ahora impreso en la portada de un libro, cuyo autor es un tal Henri Lamine. A los 17 años, en un sueño, se le aparece un ángel de “aterciopeladas y aterradoras alas negras”. Con el ángel vive una comunión coral, un éxtasis que incluye su dosis erótica. A imagen y semejanza de una irrefutable prueba de Coleridge, el ángel onírico le deja pluma negra. Julius la atesora; un fetiche que luego vincula con Monsieur Lamine, el hombre de negro, el Ángel Azrael, miembro de una secta con poderes mágicos y telepáticos, el demiurgo que lo educa y guía su condición de elegido. 
(Era, México, 1993)
       Poco después del sueño, las señales lo guían a la Biblioteca Central. En el camino recuerda la “Historia de la Biblioteca” que otrora le narró un agente de tránsito (inequívoco instrumento parlante de la secta). Tal historia es un cuento fantástico que Ana García Bergua inserta en su novela y no es fortuito. En la Biblioteca lo orienta una mujer mimética. Julius toma el primer volumen de una enciclopedia. Salida del libro, “una zarpa de bronce le arañó la cara”. Pero lo más relevante no se reduce al título de éste: Travels and Adventures (una “vieja edición de historias para niños en inglés”, pariente de Kipling, sin duda, y quizá semejante a algún volumen de la paterna “biblioteca de ilimitados libros ingleses” donde el pequeño Georgie aprendió a leer en Buenos Aires durante la primera década del siglo XX) y a la suerte del explorador que figura en el grabado de la portada, sino que también implica otra secuencia de mensajes en clave. Entre éstos, la contraseña de la secta y un recorte que le sugiere adquirir un libro de viejo: “el Rapport sur la disparution de l’âme dans les objets, de M. Henri Lamine, catedrático de la Académie de Sciencies Ocultes et Esoterisme, en Toulouse”.

      Como intuye el perseverante, infinitesimal y subterráneo lector, la laberíntica urdimbre en que Julius se halla atrapado habla de una poderosa y misteriosa organización, que si acaso es benévola, no excluye lo perverso y maldito. Su red de redes, en muchas lenguas y razas, se extiende por todo el globo terráqueo. Posee innumerables espías y mensajeros, quienes vigilan y llevan los crípticos mensajes a los elegidos. La secta es capaz de interferir las mentes de los simples mortales; por ejemplo, puede provocarles amnesia, automatismo, pesadillas, locura, o en un diálogo (sin que lo perciban ni lo adviertan) hacerlos recitar ciertas palabras. Al reclutar a los mensajeros, les prometen un salario vitalicio, viajes, salud y vida hasta los 80 años. 
Cercado por mensajeros, espías y poseídos que lo asedian en su casa y en la agencia de bienes y raíces que dirige desde la muerte de su padre, Julius recibe un libro: Tratado ético del mago moderno
    Entre estiras y aflojas, prosigue su formación esotérica. Sin embargo, ignora el trasfondo y el fin de su estigma de elegido.
       El bibliotecario ciego de la Biblioteca le platica a Julius de un oscuro rito que se celebra cada 20 ó 30 años. Los monstruosos animales convertidos en estatuas de bronce por fray Antonio de Maguncia en el siglo XVII, según se supo en la “Historia de la Biblioteca” que narró el agente de tránsito, cobran vida y celebran un festín en medio de los anaqueles transformados en una exuberante selva de extraña vegetación. Lo que devoran es una estoica víctima, previamente aderezada “con el gusto macerado de una educación vasta y llena de delicadezas”. 
“Al día siguiente prevalece la calma en el espíritu de la ciudad. Según toco los periódicos —dice el ciego— veo que los problemas se arreglan y los desastres parecen más lejanos que nunca. La paz reina, las distancias parecen acortarse y en el corazón de todos palpita, por un día, una felicidad absurda, invaluable, que es como un prolongado éxtasis, como una primavera.” 
En las clarividentes y reveladoras palabras del ciego bibliotecario, Julius advierte su inequívoco destino. Trata de eludirlo. Sin embargo, después de varios avatares —un experimento, un crimen, su hermana Natividad involucrada y perseguida por la secta, la demencia de la Abuela y del propio Julius—, ante una terrible inundación (un llamado), no elude dirigirse a la Biblioteca, infestada de gritos y aullidos y, motu propio, se acuesta en el altar de piedra. 
Ana García Bergua
      Todo esto ocurrió hace años. Y ahora la hija de Natividad observa que el cazador que ilustra la portada de Travels and Adventures responde a los familiares y consanguíneos rasgos de su tío Julius.




Ana García Bergua, El umbral. Travels and Adventures. Ediciones Era. México, 1993. 128 pp.


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