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jueves, 26 de mayo de 2016

Perdida


La chica alfa en la vida de todos
                                     
I de VII
Gone Girl, la tercera novela de la norteamericana Gillian Flynn (Kansas City, Missouri, febrero 24 de 1971), apareció en inglés, en 2012, publicada en Nueva York por Crown Publishers, y muy pronto se convirtió en un alharaquiento bets seller publicitado y canonizado por The New York Times, lo que derivó en su homónima adaptación al cine (con guión de la narradora, pero realizado con no muy buena fortuna), cuyo estreno, bajo la dirección de David Fincher, ocurrió el 3 de octubre de 2014. Traducida al español por Óscar Palmer con el título de Perdida, Random House en 2013 la editó en Barcelona y en “septiembre de 2014” publicó la “Primera edición en México en formato Debolsillo”, con una “nota final” de Rodrigo Fresán. 
David Fincher, Gillian Flynn y Ben Affleck
  Proyectada en “plan de película televisiva” de mediados de 2012, el tema neurálgico de Perdida es de lo más consabido, recurrente, trillado y trivial: un matrimonio gringo de raza blanca se enfrenta y pelea entre sí porque ella descubre que él la engaña con una joven amante. Lo singular y extraordinario del caso es la urdimbre de la novela; cómo la asombrosa Gillian Flynn, con notable y lúdica inteligencia y mucha malicia e ironía, arma el puntilloso suspense y el desglose de la trama, repleto de engaños al lector, de múltiples anécdotas y entresijos, y abundantes vueltas de tuerca y giros sorpresivos.

Gillian Flynn
  Dividida en tres partes (subdivididas en capítulos), Perdida se desarrolla y sucede en dos vertientes alternas y paralelas. Una corresponde a la voz, a la intimidad, al pensamiento y a la perspectiva de Amy Elliot Dunne y la otra a la voz, a la intimidad, al pensamiento y a la perspectiva de Nick Dunne. El meollo se desencadena el jueves 5 de julio de 2012, cuando en la pequeña y provinciana ciudad de North Carthage, Missouri, Amy Elliot Dunne desaparece del mapa. Ese día se cumple el quinto aniversario de su matrimonio con Nick Dunne. Ella tiene 38 años y él 34 y no han engendrado hijos. Hace menos de dos años llegaron de Nueva York, donde se conocieron el 8 de enero de 2005, se enamoraron y se casaron. Allí, en el 2010, cayeron en el desempleo (él era periodista en una revista de cine donde escribía sobre películas y ella redactora en una revista femenina para adolescentes donde escribía tests de personalidad), y por ello emigraron a North Carthage, donde Nick nació y vivió su infancia y adolescencia, pero sobre todo porque Maureen Dunne, la madre de él, padece un cáncer terminal.

Primera edición en Debolsillo, Random House
México, septiembre de 2014

II de VII
En “Chico pierde chica”, la primera parte de la novela, en lo que concierne a la vertiente que narra la cotidianidad de Nick Dunne, el tiempo avanza hasta el séptimo día de la desaparición de Amy, cuyo matrimonio, repleto de crisis y contradicciones, no era óptimo ni feliz. La policía, encabezada por los detectives Rhonda Boney y Jim Gilpin, inicia las pesquisas y los interrogatorios de lo que a priori parece un secuestro con violencia, que quizá implique el asesinato. Y por ello el escenario del crimen, que es la enorme casa (con apariencia de onerosa McMansión) que los Dunne rentaron junto al río Mississippi, es precintada y tomada por los investigadores y peritos. Nick se refugia en casa de Margo, su hermana melliza a la que llama Go y con quien comparte el manejo de El Bar, negocio montado con 80 mil dólares prestados por Amy, a quien se tiene por niña rica, hija de Marybeth y Rand Elliot, un par de amorosos y viejos psicólogos infantiles que a cuatro manos han escrito, durante más de 25 años, una serie de populares libros para niños sobre La asombrosa Amy, cuyo idealizado y retocado modelo es la Amy de carne y hueso, y con cuyas ganancias fincaron la mal administrada y volátil burbuja de su fortuna (poseen una “restaurada casa construida en 1822” y de regalo de bodas les dieron, a Amy y a Nick, una extravagante “casa marrón en Brooklyn”, “justo frente al puente, con la gran vista de Manhattan en pantalla panorámica”).
   
Margo Dunne, la detective Rhonda Boney, Nick Dunne y Amy Dunne
(Carrie Conn, Kim Dickens, Ben Affleck y Rosamund Pike)
Fotograma de Perdida (2014)
   Dos días después de la desaparición de Amy, en “un salón de baile en desuso” del hotel Days Inn, donde se hospedan los Elliot, se arma el tinglado de la publicitaria campaña “Encontremos a Amy Dunne”, con amplias repercusiones mediáticas en la televisión, en la prensa y en internet, que repuntan cuando Nick Dunne empieza a ser señalado como posible asesino de su esposa (de quien el sexto día de su desaparición se anuncia embarazada), particularmente En directo con Ellen Abbott, un amarillista e incendiario “programa de televisión por cable especializado en mujeres desaparecidas y asesinadas”.
En ese lapso de siete días, Nick, paralelo a la indagación policíaca y a su subrepticio amorío con Andie Hardy —una sensual y jugosa joven de 23 años que es su alumna en su clase de periodismo de revistas en la universidad comunitaria de North Carthage—, sigue las etapas de “la caza del tesoro”, un juego de íntimas y crípticas pistas y sorpresas ocultas que culminan con un regalo escondido que Amy, cada año, dispone para celebrar el aniversario de su matrimonio; pero aunadas a las pistas del juego, él paulatinamente descubre facetas que desconocía de la personalidad de Amy e indicios que lo señalan, ante la policía, como autor de la desaparición y asesinato de su mujer supuestamente embarazada. A ello se añade el hecho de que Amy, el pasado día de San Valentín (el 14 de febrero de 2012), intentó comprar una pistola en el Riverway Mall, un centro comercial abandonado y repleto de drogadictos, desempleados, malhechores y traficantes de droga, porque, según le dijo al posible vendedor, “había alguien que la tenía muy inquieta”.

III de VII
En lo que respecta a la vertiente que a Amy Elliot Dunne le corresponde en “Chico pierde chica”, la primera parte de la obra, se leen páginas del supuesto diario personal de ella (sólo hasta la segunda parte de la novela se sabrá, el décimo día de la desaparición de Amy, que Nick desconocía su existencia y que es un diario matizado, equívoco y mentiroso, inventado para incriminarlo a partir de episodios verdaderos), con entradas que comprenden siete años, que van del “8 de enero de 2005”, el día que Amy y Nick se conocieron en una fiesta de escritores en Brooklyn, hasta el “26 de junio de 2012”, 9 días antes de que se celebre el quinto aniversario de su boda y de que ella desaparezca. Ese día anotó cantarina:
Amy Elliot Dunne iniciando su diario
(Rosamund Pike)
Fotograma de Perdida (2014)
   “¡Estoy embarazada!
“Y entonces, alguien aparte de mí lo supo y me entró el pánico.
“Cuando regresé a casa, tuve dos pensamientos.
“Uno: La semana que viene es nuestro aniversario. Utilizaré las pistas como cartas de amor, las cuales conducirán a Nick hasta una hermosa cuna de madera, una antigüedad. Le convenceré de que debemos estar juntos. Como familia.
“Dos: Ojalá hubiera podido hacerme con esa pistola.
  “[...] 
  “No puedo evitarlo. Nick se casó conmigo cuando era una mujer joven, rica y hermosa; ahora soy una mujer pobre y desempleada que se encuentra más cerca de los cuarenta que de los treinta. He dejado de ser hermosa, ahora soy hermosa para mi edad.
  “[...]
  “No voy a abortar. El bebé cumple hoy seis semanas en mi vientre, tiene el tamaño de una lenteja y está formando ojos, pulmones y orejas.
  “[...]
 “Qué afortunada soy, este es mi marido, este hombre será el padre de mis hijos. Seremos todos tan felices.
  “Pero puede que me equivoque, puede que me equivoque de cabo a rabo. Porque a veces... ¿cuándo veo la manera en que me mira? ¿Aquel dulce muchacho de la playa, el hombre de mis sueños, el padre mi hijo? Lo sorprendo observándome con ojos atentos, los ojos puramente calculadores de un insecto, y pienso: ‘Este hombre podría matarme’.
  “Así que si encuentras esto y estoy muerta, en fin...
  “Lo siento, eso no ha tenido gracia.”

IV de VII
Lo más revelador y trascendente de “Chico conoce chica”, la segunda parte de la novela, es la vertiente que corresponde a Amy Elliot Dunne (que va del día de su desaparición a 40 días después), pues en ella el lector accede a los íntimos códigos y entretelones de su idiosincrasia y funcionamiento mental, al trasfondo de su psicótico, malvado, celoso y vengativo pensamiento, a su perverso y lascivo imaginario, a los resquicios de su obscena e insolente labia de energúmeno rapaz, a su cuestionable inmoralidad delictiva y de baja estofa, y en general a su nauseabunda personalidad megalómana, egocéntrica y competitiva, carente de empatía hacia el otro y por ende se vale de las mentiras, de las puñaladas traperas, de las trampas, del quebrantamiento de las normas, del delito, y del frío y planificado castigo y asesinato para lograr sus propósitos y fines. Ella, asidua lectora de crímenes reales, es la supuesta “chica alfa en la vida de todos”, un modelo de hipocresía y autodeificación a la que siempre le gusta ganar, cueste lo que cueste (utilizando mil y un engaños y triquiñuelas e incluso dañándose físicamente a sí misma), maquillada y camuflada en su facha de guapetona y rubia mosquita muerta que no mata una mosca ni muerde un plátano. Porque ella no desapareció por ningún motivo violento, nadie la secuestró ni tocó, nadie la utilizaba sexualmente, nadie la amenazó de muerte, nadie quería matarla, nadie la embarazó, sino que, por celos y venganza, decidió desaparecer y suicidarse (planeó su ahogo en las aguas del Golfo de México) con el obsesivo y maniático objetivo de “Joder a Nick Dunne”, de castigarlo, de exhibirlo públicamente y judicialmente matarlo, pues el tontorrón de Nick, ante el oprobio y el rechazo social, sería sentenciado a la pena de muerte (“Missouri tiene la pena de muerte”), acusado y juzgado de asesinarla embarazada, sólo por el simple, común y vulgar hecho (que ameritaría el resentido y beligerante pero civilizado divorcio) de que en abril de 2011 descubrió que lo engañaba con una joven a quien de “puta” o “putilla” no la baja. Y aquí vale subrayar y recalcar que su odio y resentimiento no se restringe a Nick Dunne y a Andie Hardy, sino que también desdeña y menosprecia hasta las heces y la saciedad a sus propios padres (quienes ignoran qué tipo de sociópata y hez de la canalla es su hija) y en general a todo lo que camine, se le atraviese, respire o se mueva sobre la faz de la tierra. 
   
Amy Elliot Dunne con su gato Bleecker
(Rosamund Pike)
Fotograma de Perdida (2014)
    Es decir, en el lindero que a Amy le corresponde en la segunda parte de la novela, ella revela que la “Amy Diario” (dizque solidaria con los enfermos padres de Nick, dizque amiga de Noelle Hawthorne, con dizque fobia a la sangre y a las jeringas, quesque víctima de desahogos sexuales de su marido, de supuestos golpes y amenazas de él, quien dizque no quería que se embarazara y de quien supuestamente ignoraba que tenía una amante) es un invento suyo, una máscara —tan falsa como es su presunto embarazo o como “la Chica Cool” que enamoró a Nick Dunne—, una pieza clave del muy elaborado, psicótico y secreto plan para incriminar a su esposo, que ella urdió entre abril de 2011 y el jueves 5 de julio de 2012, el día que desparece. No obstante, no es perfecta y no todo lo planeado sale como ella quiere. Cortándose y tiñendo su cabello y camuflada en un Festiva 1992, el día que desaparece se esconde en una rentada cabaña en las inmediaciones de Ozark, Missouri, diminuta, pero con televisión por cable para seguir las noticias y programas que se ocupan de su telenovelero y escandaloso caso, y donde decide no suicidarse. Allí entabla un vínculo simuladamente amistoso con un par de vecinos, cada uno hospedado en su correspondiente cabaña. Uno es “un hippie a lo Grizzly Adams”, que dice llamarse Jeff y que se dedica a la pesca clandestina; es decir, a pescar los peces de un restaurante que luego vende. Y el otro es una atractiva joven que dice llamarse Greta, con marcas de maltrato machista, a quien en un episodio la engañosa de Amy visita llevándole un tomate que a ella le regaló Dorothy, la recepcionista de las cabañas. Pero lo sintomático de su oculta, hipócrita y mezquina personalidad se manifiesta cuando, dice, “Greta se levanta para ir al baño y yo entro de puntillas en la cocina, abro el refrigerador y escupo en la leche, el jugo de naranja y un recipiente con ensalada de papa, después regreso de puntillas a la cama.” Lo cual recuerda su escatológico comportamiento para engañar y utilizar a Noelle Hawthorne, una joven madre embarazada y con pequeños trillizos —que pregona ser la única amiga de Amy en North Carthage y quien luego revela su supuesto embarazo durante una vigilia pública en un parque—, y todo el desprecio, la desestima y la sorna con que Amy la apostrofa y sobaja (“pequeña idiota”, “las feas siempre aprovechando la ocasión de llamar la atención”) cuando describe el interior de su modesta casa, su condición de embarazada y madre de tres niños y el astuto modo en que, sin que Noelle lo advierta, le roba su orina y que luego Amy lleva con un médico, para dejar constancia y expediente de su supuesto embarazo, dado que dice tenerle fobia a la sangre y a las jeringas. Pero Amy no es la única granuja que infesta el mundanal mundo inmundo. Así que el noveno día de su desaparición, en el momento en que ella limpia la cabaña para marcharse de allí sin dejar huellas que la policía detecte —sospecha que Greta ha descubierto su identidad viendo las noticias y el programa de Ellen Abbott y que Jeff intentó apoderase de la riñonera donde guarda los un poco más de ocho mil dólares que lleva consigo—, éstos, compinchados, se meten en la cabaña y con amenazas y amagos le roban la riñonera y Amy, que no sabe dar golpes, puñetazos y patadas, se queda sin un clavo en el bolsillo y sin saber qué rumbo tomar.
     
Nick Dunne con el cadáver de Amy Elliot Dunne
(Ben Affleck y Rosamund Pike)
Imagen publicitaria de Perdida (2014)
    Luego de pasar la noche temerosa y agazapada en el Festiva, dispuesto “en el extremo más alejado del estacionamiento de un enorme complejo de comida rápida junto a la orilla de río Mississippi”, el décimo día de su desaparición Amy llama por teléfono a Desi Collings, quien vive en Saint Louis, Missouri, y quien fue su primer novio, cuando entre sus 14 y 15 años ella era alumna “en un internado privado de Massachusetts llamado Wickshire Academy” y “Desi Collings era alumno en el internado para chicos equivalente a Wickshire”. Desde entonces es su fiel pretendiente, quien no ha dejado de escribirle cartas, pese a un retorcido episodio de esa lejana época: Amy, para distanciarlo, inventó y lo acusó de que, desnudo, intentó suicidarse en la cama de ella con una sobredosis de pastillas; además de que también le contó otras dos sintomáticas mentiras: que Rand Elliot, su padre, continuamente la violaba en su recámara; y que Jacqueline Collings, la madre de Desi, la había atacado, pero fue la misma Amy quien se arañó el rostro.
   
Desi Collings
(Neil Patrick Harris)
Fotograma de Perdida (2014)
    Desi Collings se reúne con Amy en el bar de “un casino ribereño llamado Horseshoe Alley”, donde ella lo espera con su “peinado Dorothy Hammill” y unos kilos de más, ganados para camuflarse. Ella, que piensa que Desi es “un hombre al que poder usar para lo que sea”, le cuenta su inventada historia de víctima de Nick Dunne y le pide un préstamo para “seguir escondida” y “sobrevivir una temporada”. Pero él, en vez de darle el dinero y dejar que se vaya, la persuade para ocultarla y protegerla e incluso le ofrece marcharse del país, juntos, a donde ella quiera. Así que la convence de que se esconda en su “casa del lago”. Abandonan el Festiva más allá de la “línea estatal de Illinois”, previamente limpiado de objetos comprometedores y de las huellas digitales, y regresan a Missouri en el “Jaguar de colección” de él y se dirigen al lago Hannafan, donde se halla “la exquisita mansión de Desi”, “un palacio suizo a escala norteamericana”. Allí, Amy, además de que ve que Desi no le da una tarjeta bancaria ni el dinero que le pide y necesita, ni las llaves y claves para entrar y salir cuando le dé la gana, observa que la casona no es una improvisación, sino que ha sido fervorosa y meticulosamente diseñada para ella, para la idealizada Amy Elliot de la época del instituto Wickshire. Lo cual recuerda la foto que Nick Dunne descubre, al quinto día de la desaparición de su esposa, en la riquísima “mansión en Ladue” donde Desi vive con su madre Jacqueline Collings: “Detrás de Desi había una larga y encerada mesa de pared sobre la que reposaban varias fotos en marcos de plata. En el centro había una extragrande de Desi y Amy cuando iban al instituto, vestidos de blanco para jugar al tenis, los dos tan absurdamente elegantes, tan glamorosos, que podría haber sido un fotograma de una película de Hitchcock.”
La periodista Sharon Schieber entrevista a Nick Dunne
(Sela Ward y Ben Affleck)
Fotograma de Perdida (2014)
   Entre el décimo y el cuarentavo día de su desaparición, Amy vive allí, en la “casa del lago”, atrapada sin salida. Durante ese tiempo recupera su peso gracias a la frugal dieta que a propósito le brinda Desi. A través de la entrevista en televisión abierta que le hace Sharon Schieber a Nick Dunne y de los videos que éste divulga en el “blog sobre crímenes llamado Quienlohizo” (fingidos con vestuario y parlamentos ex profesos para persuadir a Amy de que él la ama y de que regrese a casa), Amy se convence de que Nick está arrepentido, que le pide perdón y que se ha vuelto a enamorar de ella (intríngulis inverosímil tratándose de la odiosa y maldita hez de la canalla) y por ello se dispone a regresar. Para ello, con el cinismo y el frío cálculo que la caracteriza, planea, incluso dañándose las muñecas y la vagina, el minucioso y escenográfico asesinato de Desi Collings, de tal modo que la policía y la opinión pública la tomen por la pobre, bella y frágil víctima de un secuestro y de continuas vejaciones y violaciones, que abortó sin proponérselo y que mató a Desi en defensa propia.

V de VII
La vertiente alterna que a Nick Dunne le corresponde en “Chico conoce chica”, la segunda parte de la novela, inicia con el séptimo día de la desaparición de Amy Elliot Dunne, cuando él, siguiendo la cuarta y última pista de “la caza del tesoro” (cuyos sitios, además, son lugares en los que Nick tuvo sexo con Andie Hardy), descubre, en el cobertizo de la casa de su hermana Margo, los costosos objetos comprados con las tarjetas de crédito a su nombre (que él no promovió ni adquirió) y varias cajas con películas porno, embrollo que es parte del detallista, envilecido y obseso puzle urdido por su cónyuge para incriminarlo ante la policía. Y concluye a los 33 días de la desaparición de ella, cuando los detectives Rhonda Boney y Jim Gilpin se presentan en su McMansión, junto a Tanner Bolt, el neoyorquino y reputado abogado de Nick, para oficialmente detenerlo por el asesinato de su esposa embarazada, pues hasta entonces le muestran la presunta “arma del crimen” “dentro de una bolsa de pruebas”. Se trata de “un largo y grueso garrote con delicadas estrías para apoyar los dedos”, hallado cerca del río Mississippi y de su casa, al cual le encontraron “rastros de sangre de Amy”, y que es el mango que le faltaba a Judy, una de las tres marionetas antiguas que su cónyuge le dejó de críptico regalo, por su quinto aniversario de bodas, dentro de una rutilante caja oculta en el susodicho cobertizo. Cuyo abstruso significado en clave, adjunto a una carta, Nick desentrañó el séptimo día de la desaparición de Amy, auxiliado por su hermana Go consultando internet y que en resumidas cuentas, quiere decir, le dice: “no querías que quedase embarazada, montaste en cólera y los mataste tanto a ella como al bebé nonato.”
Margo Dunne y el abogado Tanner Bolt
(Carrie Coon y Tyler Perry)
Fotograma de Perdida (2014)



VI de VII
La vertiente que a Nick Dunne le corresponde en “Chico recupera chica (o viceversa)”, la tercera y última parte de la novela, inicia el 14 de agosto de 2012, que es el cuarentavo día de la desaparición de Amy, día que Nick, en espera del juicio, es puesto en libertad bajo fianza, luego de haber pasado 7 días preso, acusado del asesinato de su mujer embarazada. Y es, además, el rimbombante y sonoro día en que Amy regresa a la MacMansión ante la sorpresa y la alharaca de la prensa y de los equipos de televisión apostados en el jardín. Según narra Nick:
“Amy Elliot Dunne, de pie y descalza frente a mi puerta con un fino vestido rosa que se pegaba a ella como si estuviera mojado. Los tobillos marcados por redondeles morados. De una muñeca débil colgaba un pedazo de alambre. Llevaba el pelo corto y abierto por las puntas, como si hubiera sido cortado descuidadamente con unas tijeras romas. Tenía el rostro contusionado, los labios hinchados. Estaba sollozando.
“Cuando tendió los brazos hacia mí, me di cuenta de que tenía la parte central del vestido manchado con sangre seca. Intentó hablar; abrió la boca una vez, dos, en silencio, como una sirena varada.
“—¡Nick! —gritó al fin, con un alarido que resonó contra todas las casas vacías, y cayó a mis brazos.
“Quise matarla.”
Amy Elliot Dunne regresando a su casa en North Carthage
(Rosamund Pike)
Fotograma de Perdida (2014)
      Pero no la mata, pese que ganas, odio y motivos le sobran y a que en un momento está a punto de hacerlo, sino que casi de inmediato y sin oponer resistencia y sin alejarse de su influjo ni de la casa donde coexisten sin amarse ni confiar el uno en el otro, se pliega y somete a la voluntad y a los designios manipuladores de Amy, que siempre se imponen ante lo que pretende y trate de hacer él, negándole el divorcio y coaccionándolo mediante sucesivas amenazas, golpes bajos y trampas.

Según Nick —quien en un pasaje dice admirar la inteligencia de Amy para joderlo y en otro apunta que están hechos el uno para el otro (una encubierta y tenue variante del esquema de la Venus de las Pieles y el esclavo urdido por Leopold von Masoch en el siglo XIX), va a vencer y a liberarse de la maldita y odiosa Amy narrado la verdadera versión de los hechos en un libro que escribe en su laptop y que titula Zorra psicótica (incluso ella, el día de su regreso, desnudos en la bañera y con el ruido del agua corriendo para que posibles micrófonos ocultos no graben su voz, le susurra en la oreja los pormenores del asesinato de Desi Collings). Pero a las “Veinte semanas tras el regreso”, que es el capítulo con que concluye la vertiente que a Nick Dunne le corresponde en la tercera y última parte de la novela, ella le revela que está embarazada. Al oír la noticia, Nick no le cree porque no la ha tocado “desde su regreso” y por ende la arrastra hasta el consultorio de un médico donde confirman el embarazo. Y entonces evoca que cierta vez dejó sobre la mesa el aviso de que su semen, “en algún congelador hospitalario”, iba a ser destruido y colige que ella, semejante a otros casos,” guardó su semen. “Sólo por si acaso.”
Esto signa la derrota y el sometimiento de Nick Dunne. Destruye, coaccionado por ella y el embarazo, el archivo de la Zorra psicótica que terminó ese día y se desmarca de las reuniones que él, con su hermana Margo y con la detective Rhonda Boney, subrepticiamente hacían para hallar alguna prueba que incriminara y desenmascarara a la repugnante Amy, y se entrega, servil y perrunamente, a procurar el embarazo de su esposa, ansioso de que su hijo nazca.
Amy Elliot Dunne en la bañera
(Rosamund Pike)
Fotograma de Perdida (2014)
  Y aquí vale subrayar que Amy Elliot Dunne, la maldita hez de la canalla, es la ganona de la novela y de la teleserie. Ningún periodista de la nutrida jauría que seguía el caso, por cuenta propia o de su medio, desentraña el intríngulis de los mediáticos y escandalosos sucesos. El par de agentes del FBI de Saint Louis, presentes en la declaración que Amy hizo en la comisaría de North Carthage el día de su regreso, nunca dan pie con bola, se quedan en babia, más lelos que un lelo. Jacqueline Collings, pese a que podría costearlo, nunca paga una investigación alternativa y privada que llegue al fondo de la cloaca y desenmascare a la asesina de su hijo único, porque ella, que conocía, convivía y consentía a Desi, sabe que Amy lo mató, pese a que no pueda demostrarlo. Tanner Bolt, el célebre y oneroso abogado de Nick —el “Defensor de los Degenerados” “conocido como el Halcón Consorte”, pues “su especialidad era la de abalanzarse en picada sobre casos bien publicitados para defender a hombres acusados de haber asesinado a sus esposas”—, auxiliado por su mujer, la abogada Betsy Bolt (“una despampanante negra de metro ochenta de alto”), quien tuvo cinco detectives buscando el paradero de Amy, nunca pudo hallarla ni acusarla de ningún delito, pues pretendía demostrar que Amy estaba viva y que su cliente era incriminado por ella. Las indagaciones de la policía de North Carthage, encabezadas por Rhonda Boney y Jim Gilpin, nunca desvelaron a la verdadera delincuente y asesina y sólo siguieron las pistas que Amy les sembró para incriminar a Nick, e incluso, con llamadas anónimas “a la línea de ayuda de Amy Dunne” les reveló tres pistas que incidieron en el erróneo y ridículo rumbo de la investigación: que el chamuscado diario de Amy estaba en la caldera de la solitaria casa en venta donde otrora vivía Bill Dunne, el padre de Nick, entonces recluido, por su senilidad y mal de Alzheimer, en la clínica Comfort Hill; que en el cobertizo de la casa de Margo se escondían costosos objetos comprometedores; y que el bolso de Amy yacía abandonado a la vera del río Mississippi en el poblado de Hannibal, Missouri, el cual tenía las huellas de Nick; no obstante, le dice la detective Rhonda Boney: “la teoría es que el bolso fue depositado intencionalmente en la orilla para asegurarse de que era hallado”.


VII de VII
La vertiente que a Amy Elliot Dunne le corresponde en “Chico recupera chica (o viceversa)”, la tercera y última parte de la novela, inicia con la cínica y colorida reseña que ella hace del maltrato y las deplorables condiciones físicas con que regresa el cuarentavo día de su desaparición; cómo engaña al médico que la revisa con la detective Rhonda Boney al lado y el modo en que la policía hallará el cuerpo desangrado y asesinado de Desi Collings —escena que ella fría y calculadamente urdió, montó y maquilló—; cómo regresó a su casa manejando el Jaguar de Desi; y cómo le miente a los detectives que en la comisaría le toman su declaración. Y concluye el 4 de julio de 2013, un día antes de que nazca su hijo y de que se celebre el primer aniversario de su desaparición. Pero Amy lo narra de un modo no menos amoral, descarado, sardónico, celebratorio, autoapoteósico y megalómano, luego indicarle al lector —sabiendo que ella y Nick no se aman en esa pestífera y patética red e interdependencia— que se pueden leer “más reflexiones” suyas sobre el amor “en Asombrosa. ¡Muy pronto a la venta!”, que es el libro donde ella cuenta las minucias de “su Asombrosa historia” y presunto secuestro. Así que a manera de preludio del bosquejo de su dominio y domesticación de Nick, el esclavo, apunta:
   
Amy Elliot Dunne y Nick Dunne
(Rosamund Pike y Ben Affleck)
Fotograma de Perdida  (2014)
      “Pero primero: la maternidad. La fecha del parto es mañana. Resulta que mañana es nuestro aniversario. Seis años. Hierro. Se me ha ocurrido regalarle a Nick un bonito par de esposas, pero puede que todavía no le parezca divertido. Me resulta muy extraño pensar que hace justo un año estaba desarmando a mi esposo. Ahora casi he terminado de volverlo a armar.

“Nick ha dedicado todas sus horas libres de estos últimos meses a untarme el vientre con aceite de coco, a salir corriendo en busca de pepinillos y a darme masajes en los pies; todas las cosas que los buenos futuros padres deberían hacer. En resumen, a consentirme. Está aprendiendo a amarme de manera incondicional, siempre bajo mis condiciones. Creo que finalmente vamos camino de la felicidad. Al fin lo veo todo claro.
“Estamos en la víspera de convertirnos en la mejor y más deslumbrante familia nuclear del mundo.
“Solo debemos ser capaces de sostenerlo. Nick aún no lo tiene del todo perfeccionado. Esta mañana me estaba acariciando el pelo y preguntándome si podía hacer alguna otra cosa por mí y le he dicho:
“—Caray, Nick, ¿por qué eres tan maravilloso conmigo?
“Se suponía que debía responder: ‘Te lo mereces. Te quiero’.
“Pero ha respondido:
“—Porque me das lástima.
“—¿Por qué?
“—Porque cada mañana tienes que despertarte y ser tú.”
Amy Elliot Dunne
(Rosamund Pike)
Fotograma de Perdida (2014)



Gillian Flynn, Perdida. Traducción del inglés al español de Óscar Palmer. Nota final de Rodrigo Fresán. 1ª edición mexicana en Debolsillo, Random House. México, septiembre de 2014. 476 pp.



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Enlace a un trailer de Perdida (2014), película dirigida por David Fincher, basada en la novela homónima de Gillian Flynn.

viernes, 15 de abril de 2016

Luna caliente




Tener un tentador cuerpo de pecado

El argentino Mempo Giardinelli (Resistencia, Chaco, agosto 2 de 1947), quien vivió exiliado en México entre 1976 y 1984, obtuvo con Luna caliente el Premio Nacional de Novela del INBA 1983, en cuyo jurado estuvieron Luisa Josefina Hernández, Noé Jitrik y Carlos Montemayor. 
Mempo Giardinelli
  Siendo Mempo Giardinelli un activo y periodístico demiurgo del género negro —por entonces publicó un libro ensayístico titulado precisamente El género negro (UAM, México, 1984)—, Luna caliente (Oasis, México, 1983), desde una perspectiva latinoamericana, vino a ser una especie de tributo a él, ya no como crítico y reseñista, sino como creador.

Premio Nacional de Novela del INBA en 1983
(Oasis, México, 1983)
  Traducida a más de veinte idiomas y adaptada en dos películas y en una serie televisiva del Brasil, Luna caliente —su tercera novela después de La revolución en bicicleta (1980) y El cielo con las manos (1981)— no sólo es un regreso a la región del Chaco, es también el reencuentro somero (casi tangencial, pero no por ello menos siniestro) con el panorama vulnerable, desolado, peligroso y cruento que recibía al que regresaba a la Argentina de 1977. Tal es el contexto, el cerco social y político dominado y acosado por la violencia y el sanguinario terror ejercido por la dictadura militar.

Ramiro Bernárdez, un privilegiado joven de 32 años, retorna de París después de ocho años de haber vivido allá y de haber obtenido su doctorado con especialidad en jurisprudencia administrativa. Asiste a una cena en una finca de Fontana, situada a unos veinte kilómetros de su natal Resistencia. Allí, en la casa del doctor Braulio Tennembaum, un viejo amigo de su finado padre, se involucra con Araceli, una adolescente de apenas trece años, hija del doctor y el origen de su desasosiego y sorpresiva e inesperada abyección.
Luna caliente está escrita con una fluidez que atrapa al lector por los pelos y no lo suelta hasta que concluye la última gota de cada página. No sólo hay mesura y velocidad en los recursos lingüísticos y estilísticos, hay también economía; es decir, se ha prescindido del bagazo, de innecesarias digresiones para concentrarse exclusivamente en el asunto. En éste predomina sobre todo la acción, el movimiento, a lo cual se agrega el suspense y la intriga que suscitan los constantes giros sorpresivos insertados, básicamente, al final de cada capítulo.
Luna caliente (Oasis, México, 1983)
Contraportada con un texto de Juan Rulfo
En Luna caliente se plantean dos climas que sólo será posible distinguir por completo al término de la novela. Por un lado está la atmósfera con alta temperatura que singulariza el invierno en una zona tórrida del Cono Sur, la cual incide en la excitación sexual de Ramiro ante lo ambiguo y provocativo que le resultan los rasgos y la actitud de niña-mujer que definen a Araceli, lo cual lo induce a violarla y asesinarla en un santiamén.

Tal acto, hecho sin pensar, como poseído, al que se añade otro crimen estúpido, implican que absurdamente arroja por la borda su buen estatus y el prometedor futuro económico y político que le deparaba su formación profesional. Sin embargo, esto no significa una intromisión en la psicología y psicosis del violador y asesino, sino que a partir de ahí y de un ligero debate interior con el que se desplaza Ramiro, hacen del lector, a fuerza de ser un voyeur seducido o inducido por la curiosidad, un cómplice de él, quien observa en silencio cómo se sorprende de sí mismo ante su frialdad y falta de escrúpulos, y cómo trata de escabullirse, tanto de su responsabilidad, como del castigo que suponen e implican sus transgresores y criminales actos.
El hecho de que Araceli resurja de la muerte, no como resucitada, sino como alguien que sorpresivamente no murió, y que de ser una escuincla que se comportaba en la imprecisión de su consustancial coquetería y lascivia, se convierta en una Lolita balthusiana completamente enloquecida por el sexo que persigue y manipula a Ramiro para que se lo haga en todo momento y hasta el cansancio y sin restricción alguna (incluso frente al féretro de su propio padre que sabe asesinado por él), es un incidente explicable dentro de los marcos lógicos y realistas de la novela.
Pero cuando el lector mira cómo Ramiro, haciendo agua en la resignación del precio que reclaman sus crímenes, decide dejar de seguir huyendo para esperar el castigo y recibe una llamada telefónica, no de la policía, como espera él y el lector también, sino de Araceli, a quien había vuelto a matar, otra vez como culminación de un frenético acto sexual, la obra adquiere entonces una dimensión fantástica.
El castigo de Ramiro no es sucumbir como un vulgar criminal en la devastada, pesadillesca, negra e incierta tierra de nadie, sino ser el estúpido oscuro objeto del deseo y persecución de una locuaz Lolita balthusiana que sin cesar retorna del más allá para obligarlo a entregarse al placer sexual. 
El hecho de que frente al cadáver de Araceli, recién asesinada por él, sea sujeto de una erección y eyaculación incitado por la aparición de la luna llena en lo alto de la bóveda celeste, no es parte de una obnubilación psicótica (como pudiera pensarse), sino de una fuerza metafísica más allá de él, de un poder perverso cósmico y extraterrenal, todo indica que de la luna caliente (¡Oh Noche de Walpurgis!), que lanza a sus emisarios a retozar con el sexo en el limbo del crimen y de la muerte y haciendo caso omiso del bien y el mal erigidos por la ética y la razón, por la voluntad y el proceso civilizatorio del hombre.
En síntesis, Luna caliente es un divertimento con el que Mempo Giardinelli gozó haciendo uso de las peculiaridades eróticas y homicidas que distinguen y contrapuntean la beligerante coexistencia social e íntima del predador género humano que pulula e infesta la recalentada aldea global.


Mempo Giardinelli, Luna caliente. Colección lecturas del milenio núm. 16, Editorial Oasis. México, diciembre 12 de 1983. 116 pp. 


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Enlace a un trailer de Luna caliente (2009), filme dirigido por Vicente Aranda, basado en la novela homónima de Mempo Giardinelli.


lunes, 15 de febrero de 2016

El perfume. Historia de un asesino

 Amaos los unos contra los otros

El perfume. Historia de un asesino, la celebérrima novela de Patrick Süskind (Ambach, Baviera, Alemania, marzo 26 de 1949), se editó por primera vez en alemán en 1985 y de inmediato, tal furioso y globalizado virus de pólvora, se convirtió en la gallina de los huevos de oro, en un best seller traducido a múltiples idiomas y masivamente reeditado, una y otra vez. Lo que a la postre derivó (hasta 2006) en el estreno de su homónima adaptación cinematográfica. 
DVD de El Perfume. Historia de un asesino (2006),
película basada en la novela homónima de Patrick Süskind.
  Uno de los comprensibles efectos secundarios del alharaquiento y explosivo boom de El perfume, fue la paulatina traducción al español de otros libros de Patrick Süskind, muy menores en relación a éste: el libreto teatral: El contrabajo (1986), las novelas: La paloma (1987) y La historia del señor Sommer (1992), y los cuatro cuentos breves compilados en Un combate y otros relatos (1996). 

(FCE, México, 1987)
  En México, los cinco libros de Patrick Süskind fueron publicados por Seix Barral. Los tres primeros traducidos del alemán por Pilar Giralt Gorina y los dos últimos por Ana María de la Fuente. Y el FCE fue la empresa paraestatal que editó, con la traducción al castellano de Carlota Vallée Lazo, la erudita investigación histórica de Alain Corbin: El perfume o el miasma. El olfato y lo imaginario social. Siglos XVIII y XIX (1987), cuya primera edición en francés data de 1982 y de la que se dice con bombo y platillo —incluso en la contraportada— inspiró a Patrick Süskind la escritura de su novela El perfume

Contraportada de El perfume o el miasma (FCE, 1987)
  Por renuencia del propio Patrick Süskind (cuyo director ideal era Stanley Kubrick, pero murió el 7 de marzo de 1999 y por ende se especuló que el elegido sería Ridley Scott), los productores y empresarios se tardaron en negociar y pergeñar la adaptación al cine que dirigió Tom Tykwer (ineludible versión del Reader’s Digest, quizá diría el consabido demiurgo de la Escuela de Estudios Cinematográficos de Praga), pues las vertientes visuales de la novela eran y son una incitación a hacerlo: pormenorizadas descripciones escenográficas y del vestuario de los personajes; párrafos y páginas descriptivas repletas de recargados entornos que tácitamente implican paneos de cámara; descripciones de movimientos clave (los llevados y traídos planos secuencia) en el contexto del argumento, como cuando Grenouille entra por primera vez a la abigarrada y repleta tienda del perfumista Baldini; cuando Grenouille, a sus 15 años, comete el primer asesinato de una hermosa y olorosa adolescente de 13 ó 14 años; cuando en una recámara de la rústica posada del pueblo La Napoule realiza en la oscuridad el minucioso rito de su último asesinato (traza el modus operandi) de una serie de asesinatos de 25 bellísimas y aromáticas muchachitas vírgenes, 24 de ellas encontradas muertas de un golpe en la nuca en los alrededores de Grasse y en Grasse, sin los cabellos, desnudas y aún virginales; cuando Grenouille, cuasi brujo que domina los secretos de la magia negra, se fabrica, en el taller del perfumista de Montpellier, un aura que huele a simple humano impregnado del tufillo de un perfume común y corriente; o la vistosa y panorámica orgía de diez mil personas convocadas alrededor del singular cadalso de Grasse (erigido ex profeso para exterminar al asesino serial) que provoca una minúscula gota de la perfecta y exquisita fragancia del amor creada por Grenouille con el aroma extraído de las 25 hermosas adolescentes ultimadas por él. Perfume con el que podría haber dominado y puesto cabizbajo y de rodillas al pestífero y corrompido mundanal mundo y que parece cumplir al pie de la letra el sentido del sonoro título del ensayo de Thomas de Quincey: Del asesinato considerado como una de las bellas artes. O el voluptuoso y violento canibalismo que exacerba su perfume del amor frente a una horda de astrosos maleantes y vagabundos reunida alrededor del fuego en el Cimetière des Innocents de París la madrugada en que Grenouille —dada la hiedra venenosa de su profunda y solitaria misantropía, psicosis y pocas luces— decide borrarse del globo terráqueo. 

 (Seix Barral, 1ª reimpresión mexicana, febrero 14 de 1986)
  Dividida en 4 partes y 51 capítulos, El perfume es una novela lineal, muy descriptiva, repleta de detalles y minucias y de relatos secundarios que enriquecen el epicentro de la historia. Comienza con el nacimiento del protagonista Jean-Baptiste Grenouille, el 17 de julio de 1738, en el lugar más hediondo y nauseabundo del pestilente París: “un puesto de pescado de la Rue aux Fers”. Continúa con el itinerario de su triste e increíble vida (sin ahondar en los trasfondos psicológicos); y concluye con su muerte la madrugada del 26 de junio de 1767. 

 
Patrick Süskind
       Desde el subtítulo en la portada, el lector sabe que se halla ante la Historia de un asesino y desde el íncipit se le anuncia que Grenouille fue un genio maldito entre los genios malditos de la Francia del siglo XVIII; lo que implica que la novela, en cierto modo, carece de suspense y que lo magnético, lo que atrapa al lector, son las sucesivas y susodichas descripciones escenográficas y del ámbito de los olores y, por su puesto, la inextricable singularidad fantástica de la trama y del grotesco y delirante Jean-Baptiste Grenouille, criado desde bebé en la casa de expósitos de madame Gaillard, quien al suspenderse el pago del monasterio de Saint-Merri que había venido recibiendo ex profeso, a sus ocho años de edad lo vende al maître curtidor Grimal, en cuyo taller trabaja día y noche como criado y aprendiz ejecutando las labores más rudas, mortales y malolientes. Pero Grenouille, a sus quince años, después de la experiencia odorífera que lo induce a cometer su brutal e irreflexivo primer asesinato la noche del primero de septiembre de 1753, con tal de corporificar las mil y una fragancias que ha olido e imaginado sin saber cómo se crea un perfume, decide separarse del curtidor Grimal y aprender los secretos de la perfumería haciéndose comprar y emplear por el perfumista Baldini, con quien labora hasta sus dieciocho años y quien le otorga su libertad y su flamante certificado de oficial de artesano perfumista. Pero al unísono, Grenouille —torpe para el habla, poco inteligente, sin ambiciones pecuniarias, chaparrito, con cierta cojera, pelirrojo, feote, asexuado, insignificante, y con cicatrices en el rostro y en las manos— desde bebé posee la nariz más hipersensible de cuantas hayan existido sobre la faz de la tierra. Por su olor identifica a las personas, a los animales y a las cosas. Puede olerlos a través de las paredes y a varios kilómetros de distancia. Puede diseccionar por completo la invisible mixtura de aromas y pestes que flota en la atmósfera y elegir y rastrear en la oscuridad o con los ojos cerrados, y durante largas distancias, la fragancia que le interese; o sólo con el olfato en un cuarto oscuro puede localizar un minúsculo objeto perdido que apenas huele y que la nariz de los otros no capta.
 
(Sur, Buenos Aires, 1944)
       A imagen y semejanza de “Funes el memorioso”, el personaje del cuento que Jorge Luis Borges reunió en Ficciones (Sur, 1944), Grenouille está imposibilitado para las abstracciones intelectuales; y al igual que Funes posee una memoria imborrable, sólo que restringida al ámbito de los olores. Desde que Grenouille nació, todo lo que ha olido su nariz de minúscula garrapata está archivado en su memoria olfativa, que es idéntica a una indeleble, laberíntica y descomunal biblioteca de catalogados aromas y hedores. Con tal clasificación odorífica, en los sueños y en su maniática y megalómana imaginación de perfumista nato, elabora las fragancias más exquisitas, finas y hechizantes jamás olidas por los simples mortales que infestan el globo terráqueo.
   
Fotograma de El perfume  (2006)
        Pese a todo ello, Grenouille, desde bebé, carece de olor y desde entonces esto suscita aversión, rechazo y fobia entre quienes lo rodean o entre quienes tienen contacto con él; lo cual, además, no riñe con el intrínseco odio hacia el género humano que siempre lo signa. 
Cuando a sus 15 años Grenouille empezó a aprender el oficio de perfumista con el maître Baldini, éste estaba a punto de quedarse sin un clavo, de quebrar sin remedio. Cuando en mayo de 1756, casi a sus 18 años, abandona la tienda y el taller del maître Baldini, lo deja convertido en el perfumista más rico y célebre de Francia y de Europa y con 600 fórmulas creadas por Grenouille, mismas que suman “más de las que varias generaciones de perfumistas podrían realizar jamás”.
 El maître Baldini y Grenouille
(Dustin Hofman y Ben Wishaw)
Fotograma de El perfume (2006)
  Grenouille, con una alforja, 25 francos y su rutilante certificado de oficial de artesano perfumista, se dirige ahora a Grasse, la ciudad de los perfumistas por excelencia, lugar al que viaja a pie para aprender las técnicas de extracción de aromas que no aprendió con Baldini. Pero en la ruta empieza a eludir el repulsivo olor de los ejemplares de la especie humana, a caminar por las noches mientras su misantropía se agudiza a tal punto que sus pasos lo llevan, un día de agosto de 1756, hasta la cima del Plomb du Cantal, un volcán con dos mil metros de altura, desde donde su poderosa nariz no registra el miasma del género humano ni el microscópico pedúnculo umbelífero de ningún hombre y donde halla una oscura y estrecha gruta nunca antes pisada. Allí se entierra durante siete años, entre sus 18 y sus 25 años de edad. La mayor parte del tiempo se la pasa, como todo un pachá de los efluvios y de las fragancias, abandonado a las borracheras y orgías de aromas que, a imagen y semejanza de un todopoderoso Dios en su particular y solipsista universo, elabora en su imaginación y en sus sueños, y donde la esencia odorífica de la bella adolescente que estranguló el primero de septiembre de 1753, suele ser el perfume más placentero y embriagador entre todos los perfumes embriagadores y placenteros que almacena en las bodegas de su inmensa y laberíntica biblioteca odorífera. De vez en cuando, el homúnculo sale de la gruta, bebe agua, hace pipí, defeca y come “liquen, hierba y bayas de musgo”, “pequeñas salamandras y serpientes de agua que devoraba con piel y huesos después de arrancarles la cabeza”, incluso comió “un cuervo muerto” y “murciélagos muertos por congelación”.

Sin embargo, un día de febrero de 1764, Jean-Baptiste Grenouille abandona la gruta. La razón: de pronto, en medio de sus ensueños odoríferos, descubre por primera vez y con aterrorizada sorpresa que su cuerpo no emite ningún olor. Y se marcha de allí decido a conseguirlo. 
Reaparece ante los ojos de los rudos campesinos con la facha de un troglodita: “Los cabellos le llegaban hasta las rodillas, la barba rala, hasta el ombligo. Sus uñas eran como garras de ave y la piel de brazos y piernas, en los lugares donde los andrajos no llegaban a cubrirlos, se desprendía a tiras.” En la ciudad de Pierrefort, luego de ser tildado de huido de un galeote, de “mezcla de hombre y oso, una especie de sátiro”, y de espécimen semejante a los homúnculos de “una tribu de indios salvajes de Cayena”, el marqués de la Taillade-Espinasse, señor feudal de Pierrefort, miembro del Parlamento en Toulouse y locuaz científico experimental, al tener noticia de su aspecto de cavernícola y de que vivió siete años enterrado en una gruta subterránea, lo convierte en su protegido y se lo lleva, como conejillo de indias, al laboratorio de su castillo de Montpellier, con el fin de demostrar la veracidad de su loca teoría del fluido letal (un supuesto gas pútrido quesque emana de la tierra constantemente y dizque “paraliza las energías vitales y tarde o temprano conduce a la extinción”) y más aún: con el troglodita pretende demostrar la supuesta eficacia de sus locuaces y chocarreros métodos terapéuticos.  
    Grenouille, una vez sometido a los procedimientos del marqués de la Taillade-Espinasse y con el vestuario y el maquillaje de un francés común de la época, monta una faramalla más con tal de que lo lleven al taller de un perfumista de Montpellier, con cuyos modestos y rupestres instrumentos se crea un aura odorífera mediante la combinación de dos olores fabricados por él: un perfume sin mayor pena ni gloria y la sencilla fragancia de un hombre perfumado. Ya con su aura individual, Grenouille da una ronda por las callejuelas observando el efecto de ser registrado como persona común y corriente. En tal paseo se exacerba el odio que siente ante el hediondo y corrupto género humano y su acendrada megalomanía: creará “un aroma de ángel, tan indescriptiblemente bueno y pletórico de vigor que quien lo oliera quedaría hechizado y no tendría más remedio que amar a la persona que lo llevara, o sea, amarle a él, Grenouille, con todo su corazón.
   “¡Sí, deberían amarle cuando estuvieran en el círculo de su aroma, no sólo aceptarle como su semejante, sino amarle con locura, con abnegación, temblar de placer, gritar, llorar de gozo sin saber por qué, caer de rodillas como bajo el frío incienso de Dios sólo al olerle a él, Grenouille! Quería ser el Dios omnipotente del perfume como lo había sido en sus fantasías, pero ahora en el mundo real y para seres reales.”
   Para tal objetivo, luego de alrededor de diez días en Montpellier, Grenouille, en marzo de 1764, se marcha a Grasse, la ciudad de los perfumistas por antonomasia. En siete días ya está allí y no tarda en hacerse contratar como segundo oficial en el taller de madame Arnulfi, viuda del maître parfumeur Honoré Arnulfi, con la particularidad de que durante su previo recorrido por las callejas y callejuelas de Grasse descubre el aroma más exquisito que haya olido su nariz de garrapata enana: el olor de una adolescente con apenas un principio de senos. Así, en tanto la bella muchachita llega a su punto odorífero para él y mientras aprende las técnicas de extracción de esencias aromáticas que aún ignora, se antepone como término dos años para apropiarse del efluvio de la chavala.  
   En enero de 1765 la viuda madame Arnulfi se casa con el primer oficial de su taller: Dominique Druot; así que éste se convierte en el maître perfumista y Grenouille en el primer oficial, además de que ya domina las técnicas para extraerle el olor a un ser humano, mismas que le servirán para la perfecta fragancia que planea: un perfume elaborado con la esencia de las hermosas adolescentes que inspiran amor. 
   
Fotograma de El perfume (2006)
       Para crearlo, entre mayo y septiembre de 1765, Grenouille asesina a las 24 preciosas muchachitas de los alrededores de Grasse y de Grasse, y deja para el año siguiente la extracción de la fragancia de la citada pubescente que le resulta el olor más exquisito de todos los aromas que ha conocido, mismo que será el epicentro del perfume del amor que saldrá de su sapiencia de demiurgo menor, de diosecillo bajuno, y de su consubstancial nariz de garrapata hechicera.
    Es decir, el 17 de julio de 1766 Grenouille cumplirá 28 años y el crimen de la doncella número 25 lo ejecuta en marzo de 1766, en La Napoule, y ella, además de poseer la esencia central de la fragancia del amor que luego crea, es la única chica de la cual la voz narrativa dice el nombre: Laure Richis, objeto odorífero y único crimen de los 25 asesinatos (para el perfume) que es contado con todos sus pormenores; lo cual también ocurre en el caso del primer asesinato cometido por Grenouille: el súbitamente perpetrado la noche del primero de septiembre de 1753.
 
Grenouille y su primera víctima
(Karoline Herfurth y Ben Wishaw)
Fotograma de El perfume (2006)
        Curiosamente, Patrick Süskind, quien además de historiador es muy detallista y minucioso en muchos aspectos descriptivos de su novela, varias veces descuida las fechas o los marcos temporales que maneja (tal inequívoco síndrome de “Amnesia in litteris”, expuesto en su paródico cuento sobre el arquetipo del desmemoriado lector, reunido en Un combate y otros relatos). Por ejemplo, los asesinatos de las 24 adolescentes ocurrieron entre mayo y septiembre de 1765 y durante los últimos meses de tal año se sucede entre la población de Grasse y alrededores la fóbica secuela social que ello suscita y enseguida, en la página 187, se dice que ya es “el primero de enero de 1766”. Pero luego, en la página 234 deja de ser 1766; es decir, pese a que sólo se trata de unos días después del asesinato de Laure Richis acontecido en marzo de 1766, la novela da un brinco de saltimbanqui renacentista al “25 de junio de 1767”, día que Grenouille llega a París para propiciar su muerte después de las doce de la noche, precisamente en el Cimetière des Innocents, cuando al dejar correr sobre sí mismo el contenido del minúsculo frasquito de su perfume del amor elaborado con los efluvios de las 25 chicas asesinadas, una harapienta Corte de los Milagros reunida en torno a la hoguera (“ladrones, asesinos, apuñaladores, prostitutas, desertores, jóvenes forajidos”) se arroja sobre él y lo destroza con puñales, hachas y machetes, para enseguida devorar sus pedazos con furiosa y amorosa lujuria. 
   
Laure Richis (Rachel Hurd-Wood)
Fotograma de El perfume (2006)
      Pero el caso es que los pocos errores que comete al asesinar a Laure Richis (que sólo tenía dieciséis años) y las evidencias que la policía halla en la pequeña cabaña del olivar que madame Arnulfi tiene detrás del convento de los franciscanos y que Grenouille ocupaba para vivir y la confesión de éste, son suficientes para propiciar su encarcelamiento y la expedita y rápida condena a muerte en un cadalso público erigido ex profeso, donde, atado a una cruz horizontal, el verdugo le dará “doce golpes con una barra de hierro que le descoyuntarán las articulaciones de brazos, piernas, caderas y hombros, tras lo cual se levantará la cruz, donde permanecerá hasta su muerte”. 
  Sin embargo, cuando Grenouille es trasladado ante las diez mil sedientas personas conglomeradas para presenciar el cumplimiento y el horrorosísimo espectáculo de la pena de muerte del famoso asesino de doncellas vírgenes que ha tenido a la población de Grasse y alrededores con el Jesús en la boca y el corazón en la mano, la única gota de su perfume del amor que lleva encima es suficiente para que la multitud de energúmenos lo vea tierno, guapo, inofensivo, angelical, e incapaz de matar una mosca y de mordisquear un plátano. Pero lo más memorable es el trastorno psíquico y la masiva orgía que su perfume desencadena:
Fotograma de El perfume (2006)
   “Todos consideraban al hombre de la levita azul el ser más hermoso, atractivo y perfecto que podían imaginar: a las monjas les parecía el Salvador en persona; a los seguidores de Satanás, el deslumbrante Señor de las Tinieblas; a los cultos, el Ser Supremo; a la doncella, un príncipe de cuento de hadas; a los hombres, una imagen ideal de sí mismos. Y todos se sentían reconocidos y cautivados por él en su lugar más sensible; había acertado su centro erótico. Era como si aquel hombre poseyera diez mil manos invisibles y hubiera posado cada una de ellas en el sexo de las diez mil personas que le rodeaban y se lo estuvieran acariciando exactamente del modo que cada uno de ellos, hombre o mujer, deseaba con mayor fuerza en sus fantasías más íntimas.

   
Fotograma de El perfume (2006)
       “La consecuencia fue que la inminente ejecución de uno de los criminales más aborrecibles de su época se transformó en la mayor bacanal conocida en el mundo después del siglo segundo antes de la era cristiana: mujeres recatadas se rasgaban la blusa, descubrían sus pechos con gritos histéricos y se revolcaban por el suelo con las faldas arremangadas. Los hombres iban dando tropiezos, con los ojos desvariados, por el campo de carne ofrecida lascivamente, se sacaban de los pantalones con dedos temblorosos los miembros rígidos como una helada invisible, caían, gimiendo, en cualquier parte y copulaban en las posiciones y con las parejas más inverosímiles, anciano con doncella, jornalero con esposa de abogado, aprendiz con monja, jesuita con masona, todos revueltos y tal como venía. El aire estaba lleno del olor dulzón del sudor voluptuoso y resonaba con los gritos, gruñidos y gemidos de diez mil animales humanos. Era infernal.”
 
Fotograma de El perfume (2006)
       Baste decir, para concluir la nota, que Jean-Baptiste Grenouille, gracias a los efectos de su exquisito perfume del amor, obtuvo la exculpación oficial y el vertiginoso enamoramiento del propio padre de Laure Richis, quien intenta adoptar y adorar para siempre a la horripilante, nauseabunda y torpe garrapata. 


Patrick Süskind, El perfume. Historia de un asesino. Traducción del alemán al español de Pilar Giralt Gorina. Seix Barral. 1ª reimpresión mexicana. México, febrero 14 de 1986. 240 pp. 


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