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martes, 7 de junio de 2016

Borges y México




Entre negligencias, elogios y frijoles en la sopa


I de III
En el contexto de las múltiples celebraciones mundiales del centenario del nacimiento de Jorges Luis Borges (1899-1986), el veracruzano Miguel Capistrán (fallecido a los 73 años el miércoles 26 de septiembre de 2012) publicó, en noviembre de 1999 y a través de Plaza & Janés, la antología Borges y México. En julio de 2012 se terminó de imprimir la “Nueva edición”, pero con el sello de Lumen; y cobró notoriedad porque el martes 31 del mismo mes, a las 19 horas, iba a ser presentada en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, en cuya Sala Internacional se inauguró la muestra Borges en México: crónica visual y literaria, conformada con retratos, dibujos, y fragmentos del escritor, que documentan las tres visitas que hizo al país mexicano (en 1973, en 1978 y en 1981); pero no se presentó porque María Kodama, la viuda de Borges y heredera universal de sus derechos de autor, señaló un celebérrimo poema, atribuido a Borges, en la colaboración de Elena Poniatowska. A raíz de esto, Random House Mondadori, dueña de Lumen, anunció que retiraría el libro de las librerías para reeditarlo sin el texto de Elena. Pero no fue así. Es cierto que tras el mediático señalamiento se suspendió la venta y el libro se tornó inencontrable. Y fue hasta el siguiente 24 de agosto (día del aniversario de Borges) cuando el reseñista pudo adquirirlo por Internet y el ejemplar que le llegó a Xalapa contiene la malhadada entrevista con el falso poema.
Primera edición en Lumen
México, julio de 2012
       Tal frijolote en la sopa de letras implica negligencia y chambismo por partida triple: entrevistadora, editor y editorial. “Un agnóstico que habla de Dios”, la crónica-entrevista de Elena Poniatowska antologada en Borges y México, originalmente fue hecha en torno al relevante hecho de que Borges, el 7 de diciembre de 1973, recibió, en la Capilla Alfonsina, el primer Premio Internacional Alfonso Reyes. La hizo ex profeso para publicarla por entregas en el periódico Novedades. Miguel Capistrán, en su papel de editor, no hurgó en ningún archivo hemerográfico, sino que se limitó a tomarla del tomo 1 de Todo México (Diana, México, 1990) —por fortuna sin los torpes subtítulos—, compilación de Elena, donde aparece con el rótulo “Jorge Luis Borges”, aderezada con fotos y, al final, con pasajes de la 
“Cronología de Jorge Luis Borges. Ficcionario. Una antología de sus textos (FCE, México, 1985), anotado compendio de Emir Rodríguez Monegal. Pero la autora no data los números del diario donde se publicó, además de que, sin decir por qué, la fecha en “Diciembre de 1976”. Al parecer, tal fecha obedece a que en cierto momento posterior a diciembre de 1973 insertó el texto apócrifo, más el poema de Borges “El remordimiento”, del que ella no cita el título ni el libro donde figura: La moneda de hierro (Emecé, Buenos Aires, 1976), que según anota Nicolás Helft en Jorge Luis Borges. Bibliografía completa (FCE, Buenos Aires, 1997), primero apareció en La Nación, en Buenos Aires, el 21 de septiembre de 1975.
Sobre la nefanda leyenda negra que persigue y rodea al susodicho poema atribuido a Borges (sumamente simplote y ajeno a él), María Kodama apunta en su prólogo al libro Borges en Revista Multicolor. Obras, reseñas y traducciones inéditas de Jorge Luis Borges (Editorial Atlántida, Buenos Aires, 1995), que es el acopio que la investigadora Irma Zangara hizo de las “Colaboraciones de Jorge Luis Borges en la Revista Multicolor de los Sábados del diario Crítica, 1933-1934”: 
Primera edición en Atlándida
Buenos Aires, agosto de 1995
     “Lo más notable es comprobar que esa misma gente que no aprueba la publicación de las tres obras mencionadas [se refiere a los tres libros de ensayos juveniles proscritos por Borges a lo largo de su vida adulta: Inquisiciones (Proa, 1925), El tamaño de mi esperanza (Proa, 1926) y El idioma de los argentinos (Gleizer, 1928), reeditados por ella a través de Seix Barral, respectivamente en ‘marzo de 1994’, ‘noviembre de 1993’ y ‘noviembre de 1994’], frente al poema ‘Instantes’ o ‘Momentos’ de la escritora norteamericana Nadine Stair [seudónimo, al parecer, del caricaturista norteamericano Don Herold (1888-1966)], atribuido falsamente —quiero creer que por ignorancia— a Borges, esa gente, repito, nada dijo ni del estilo ni del contenido de esos versos. Aunque resulte infantil el lenguaje empleado y totalmente contradictorio el mensaje transmitido por el poema, con respecto a los principios que Borges sustentó hasta el final de su vida.
“Se llegó al horror de leer y enseñar en instituciones oficiales, y atribuyéndolo siempre a Borges, ese poema sin valor literario. Pienso que esto constituiría la mejor demostración de que es mejor que ‘el lector medio’ lea directamente, por sí mismo, las obras de juventud de Borges, donde puede sentir su genio y sus ideas, aunque el estilo sea criticable.
“Insisto en este tema porque, durante siete años, luché prácticamente sola para poner en claro esta ridícula situación.”
Borges y Miguel Capistrán en México
En su “A manera de prólogo”, Capistrán bosqueja sus estancias y sus vivencias en Buenos Aires y su papel de promotor para que Borges viajara a México por primera vez en diciembre de 1973 para recibir el Premio Alfonso Reyes y para que participara en el programa Encuentro de Televisa. Del segundo viaje a México, sucedido en “noviembre de 1978”, apunta: fue “producto de una invitación a participar en una serie de programas televisivos en que dialogó Juan José Arreola, tuve directa intervención, ya que fui organizador y productor de los mismos para la que entonces era la televisión oficial mexicana.” 
En la tercera, “la ocurrida en abril de 1981”, Capistrán ya no jugó ningún papel, pero apunta: “se debió a la concesión que el gobierno mexicano hizo a Borges del Premio Ollin Yolliztli, así como a su participación en un encuentro de poesía que tuvo lugar paralelamente. Su anfitrión esa vez fue el gobierno federal. En el segundo y tercer viaje fue acompañado por María Kodama.” Y en el primero por Claude Hornos de Acevedo desde Argentina, pero Capistrán también lo hizo en los dos primeros. 
Borges, José Emilio Pacheco y Claude Hornos de Acevedo
México, diciembre de 1973
  Dado que en Borges y México, el antólogo y editor dice ser un viejo y entusiasta borgesiano y el promotor en primera línea del primero y del segundo viaje que Borges hizo a las latitudes mexicanas, señala y objeta: “prácticamente en todas las biografías y en varios trabajos sobre el escritor se registra un presunto viaje a nuestro país en 1976. Véase por ejemplo: Borges. Una biografía literaria de Emir Rodríguez Monegal; Borges. Esplendor y derrota de María Esther Vázquez, y La vida de Jorge Luis Borges de James Woodall; por mencionar apenas estos tres libros en los que se da como hecha la visita.”
Pero además Miguel Capistrán menciona ese supuesto viaje a México en 1976 porque, según dice, él lo había gestionado para otro programa televisivo, en su calidad de “asesor de asuntos culturales de la Vicepresidencia Ejecutiva de Televisa, a cargo de Miguel Alemán Velasco”. Viaje que se acordó y, apunta, Borges anunció públicamente, luego de anunciar que “sería condecorado en la embajada chilena en Buenos Aires, junto con el científico argentino Luis Federico Leloir, con la Orden Bernardo O’Higgins concedida por el gobierno de Augusto Pinochet”; y que después iría “a Chile para recibir el doctorado honoris causa de la Universidad de Santiago, como ocurrió, además de ser recibido por el dictador.” Vale puntualizar que la entrega de la Gran Cruz de la Orden del Mérito Bernardo O’Higgins ocurrió, en la embajada de Chile en Buenos Aires,  “el 21 de julio de 1976”, según precisa Edwin Williamson en las páginas 466-467 de su Borges, una vida (Seix Barral, 2006). Y para recibir el sonoro “doctorado honoris causa de la Universidad de Santiago, viajó a Chile el 15 de septiembre de 1976 y pasó allí una semana “aclamado y festejado por las autoridades” golpistas. “Un  general de las fuerzas armadas”, “rector de la Universidad de Chile”, fue quien le entregó su flamante doctorado honoris causa. Luego, en la Academia Chilena —donde lo homenajearon y nombraron Miembro de Honor, Borges invocando a Leopoldo Lugones (“en su período fascista, nada menos”), pronunció un discurso “llamando a las fuerzas armadas a crear una 'patria fuerte' que garantizara el orden en un continente bárbaro.” Y “Para culminar, aceptó una invitación a una cena privada con el presidente de la junta militar, general Augusto Pinochet, que le otorgó la Gran Cruz de la Orden Bernardo O'Higgins, el libertador de Chile.
Primera edición en Seix Barral
Buenos Aires, 2006
  “Esto dio lugar a una situación conflictiva”, apunta el antólogo Miguel Capistrán sin brindar fechas, que derivó en la cancelación del programa televisivo, “porque México había roto relaciones con Chile a raíz del golpe de Estado de Pinochet. Aquí se encontraban como refugiados numerosos chilenos, entre ellos la viuda del asesinado presidente Salvador Allende, y Luis Echeverría, que recibió y homenajeó al escritor en 1973 y se había convertido en uno de los campeones del asilo político por las medidas adoptadas con respecto a ese país conosureño, consecuentes con el apoyo que siempre otorgó al régimen allendista”. No obstante, habría que recordarle a Capistrán, sino hubiera muerto, que si bien cuando murió Allende el 11 de septiembre de 1973, día que se sucedió el golpe de Pinochet y la toma del Palacio de la Moneda, se pensó y corrió el mediático rumor de que el presidente había sido asesinado por los militares golpistas, con el paso del tiempo fue ganando la tesis del suicidio, no sin largas y enredadas controversias. La última exhumación ocurrió el 23 de mayo de 2011; y el siguiente 19 de julio, bajo la observación de familiares y de la prensa, el grupo de policías y forenses, chilenos y extranjeros, dirigidos por el Dr. Patricio Bustos, director del Servio Médico Legal de Chile, confirmó el suicidio del Salvador Allende durante el bombardeo al Palacio de la Moneda.
Con el mismo rasero con que objeta el supuesto viaje a México en 1976, Capistrán, editor de la antología y presunto borgesiano de larga data, debió objetar el poema atribuido a Borges en la colaboración de Elena Poniatowska. Según declaró ella a distintos medios luego de que estalló el escándalo, su descuido no es grave. Pero sí lo es. Es una ofensa a la obra y a la memoria de Borges y un insulto a la inteligencia de los viejos y nuevos lectores. Y además de que a nadie le gusta el ninguneo ni que le vendan gato por liebre, transluce que después de tantos años no tuvo la curiosidad de leer la obra poética de su entrevistado y descubrir por sí misma que “Instantes” no es un poema de Borges y públicamente enmendar su error expuesto, en 1990, en el tomo 1 de Todo México, reiterado en la “Nueva edición” de Borges y México.

Elena Poniatowska
En una contradictoria nota publicada en La Jornada el sábado 4 de agosto de 2012, Elena, que primero declaró no recordar por qué el poema atribuido estaba allí, dice que Rosa Nissan se lo mostró enmarcado en un cuadro y diciendo: “¡Mira qué maravilla, es de Borges!”; y ella, sin verificar la fuente ni la autenticidad (¡vaya periodista!) lo insertó en su texto para publicarlo en el tomo 1 de Todo México. Mas no lo hizo con un criterio periodístico, sino literario, porque inventó un diálogo con Borges donde ella le lee los poemas y él escucha sin decir ni mu ni pío. Pero además revela otro dato que tampoco registró en Todo México, libro editado, vale repetirlo, en diciembre de 1990: 
Primera edición en Diana
México, diciembre de 1990
     “También para el tomo I de la serie Todo México incluí un segundo encuentro con Borges en el hotel Camino Real, en 1979, en una entrevista de prensa a la que asistimos muchos periodistas y escogí otro poema, Remordimiento, ese sí de Borges escrito en 1975, después de la muerte de su madre [doña Leonor murió el 13 de julio de 1975].
“Mi descuido fue haber mezclado las dos entrevistas para la edición de Diana, guiada por la emoción del segundo encuentro en el hotel y no volver a revisar la entrevista como tampoco la revisaron los editores de Todo México y ahora los del libro Borges y México.
     Mas en tal supuesta aclaración y tardía revelación, omite que en esa arbitraria mezcla sólo menciona dos sitios donde entrevistó a Borges en torno a la recepción del Premio Alfonso Reyes (la cual ocurrió el 7 de diciembre de 1973 en la Capilla Alfonsina): de manera  colectiva en el “comedor del hotel Parque de los Príncipes, en la parte alta de Las Lomas”, y de un modo individual en su bungalow —donde le dizque leyó a Borges los versos de   “Instantes” y los de “El remordimiento—, y que fechó su trabajo en “Diciembre de 1976”; fecha imaginaria, que eligió quizá inducida por el repetido supuesto de que Borges viajó a México en 1976. Y vuelve a equivocarse cuando dice que el encuentro con Borges en el hotel Camino Real fue “en 1979”, pues el escritor tampoco estuvo en México en tal año, sino en “noviembre de 1978”.
Borges y Juan José Arreola
(México, noviembre de 1978)
Dibujo de Felipe Ehrenberg


II de III
Sin una mínima iconografía interior que ilustrara sobre las tres visitas que Borges hizo a México (en 1973, 1978 y 1981), la “Nueva edición” de la antología Borges y México (Lumen, 2012) se divide en tres partes: “Borges y Reyes”, “Autores mexicanos sobre Borges” y “Breve antología” de textos de Jorge Luis Borges, precedidas por tres preámbulos de Miguel Capistrán, el antólogo y editor: la “Advertencia”, el prefacio “A manera de prólogo” y una serie de “Reconocimientos”.

   Los estridentistas: Ramón Alva de la Canal, Germán List Arzubide,
     Manuel Maples Arce, Arqueles Vela y Lepoldo Méndez
(Xalapa, c. 1926)
      En la “Advertencia”, al referir el contacto entre el joven Borges, de filiación ultraísta, con los escritores mexicanos del movimiento estridentista, Capistrán apunta: “hubo bastante cercanía y comunicación entre ellos, lo que se demuestra con la reseña que Borges dedicó al libro Andamios interiores, de Manuel Maples Arce, en la bonaerense revista Proa en 1925”. Y para apuntalar tal equivocado aserto sobre el artículo que Borges escribió sobre Andamios interiores. Poemas radiográficos (Cvltvra, 1922), el primer poemario estridentista del papanteco Manuel Maples Arce (1900-1981), en la tercera parte aparece seleccionada tal reseña con el título “Sobre Andamios interiores” y un asterisco que remite a su pie de página: “En Luis Mario Shneider, El estridentismo, una literatura de la estrategia, INBA, México, D.F., 1970”. Obsérvese que el apellido de Luis Mario no es “Shneider”, sino Schneider, y que tal errata es una de las muchas erratas que pululan chambonamente en la flamante “Nueva edición” de Borges y México. Miguel Capistrán no lo dice, pero el título seleccionado por él es el título acuñado por el Consejo de redacción (Marco Tulio Aguilera y Luis Méndez) para cabecear tal reseña en el número 40 (Octubre-Diciembre de 1981) de La Palabra y el Hombre, revista de la Universidad Veracruzana, que esa vez estuvo dedicada por completo al movimiento estridentista. En el capítulo “1922” de El estridentismo. Una literatura de la estrategia (INBA, 1970), Luis Mario Schneider apunta: 
Andamios interiores (Cvltvra, 1922)
    “El 15 de julio [de 1922] aparece la primera muestra positiva del estridentismo a la vez que el primer libro de vanguardia escrito por un mexicano y publicado en México: Andamios interiores de Manuel Maples Arce”. Y más adelante añade: “Por entonces el único movimiento de vanguardia latinoamericano se desarrollaba en Buenos Aires, en donde, al regreso de Europa de Jorge Luis Borges, se publicó primeramente la revista Prisma [que fue mural] y más tarde Proa. En el número 2 (diciembre de 1922) de Proa, aparece una crítica del propio Borges sobre Andamios interiores, artículo que luego recogió en su libro Inquisiciones, obra de que ahora reniega.” Y luego del punto figura el numerito 11 que remite a la nota donde Schneider transcribió la reseña de Borges, pero no con el título “Sobre Andamios interiores”, sino precediéndola con una observación: “Por la importancia de la crítica y también por lo que con el tiempo ha llegado a tener la personalidad de Borges, lo copio íntegro”. Después, en la bibliografía, Schneider consigna el título con que Borges lo publicó en la revista Proa (no obstante omitió el número 2): “Borges, Jorge Luis: ‘Andamios interiores de Manuel Maples Arce’, Proa, Buenos Aires, diciembre, 1922, p. 120-123”. 
Inquisiciones (Proa, 1925)
Vale añadir que esa primera época de la revista Proa, encabezada por Borges, Macedonio Fernández y el grupo de Prisma, sólo hizo 3 números: el número 1 data de agosto de 1922 y el 3 de julio de 1923. Mientras que Inquisiciones, el primer libro de ensayos del joven Borges, fue editado por “Editorial Proa en abril de 1925”. Proscrito de manera individual y del tomo de sus Obras completas (Emecé, Buenos Aires, 1974), sólo póstumamente fue reeditado por María Kodama, en “marzo de 1994”, en Buenos Aires, a través de Seix Barral. Allí, en la sección “Acotaciones”, figura la citada reseña con el rótulo “Manuel Maples Arce, Andamios interiores, México, 1922”. Se advierten, además, minúsculas diferencias entre ambas transcripciones, que habría que cotejar con los textos originales.
Entre los textos antologados en “Borges y Reyes”, la primera parte de Borges y México, descuella “Misterio en la Argentina”, “el único ensayo que [Reyes] dedicó íntegramente a Borges”, originalmente publicado en Tiempo, el “30 de julio de 1943”. Pero también destaca “Una amistad literaria”, ensayo de Donald A. Yates, transcrito de “Más páginas sobre Alfonso Reyes, vol. 3, segunda parte, El Colegio Nacional, México, 1976, pp. 922-933”; esto porque bosqueja el consecutivo influjo que en la formación intelectual y literaria de Borges ejercieron su padre Jorge Guillermo Borges (1874-1938), Rafael Cansinos Assens (1882-1964), Macedonio Fernández (1874-1952) y Alfonso Reyes (1889-1959), con quien el joven Borges trabó amistad cuando el mexicano, entre 1927 y 1930, fue embajador en Argentina. Además de que Reyes en ese lapso le publicó a Borges su tercer poemario de 64 páginas: Cuaderno San Martín (Cuadernos del Plata núm. 2, Buenos Aires, 1929), incidió en que el argentino puliera su escritura y abandonara el rebuscado estilo acriollado que venía utilizando, incluso durante su postura ultraísta.
Alfonso Reyes con su perro Alí
(Buenos Aires,1927)
En tal primera parte de Borges y México, se lee el artículo de Eduardo Deschamps titulado “La entrega del Premio Alfonso Reyes”, cuyo pie puntualiza: “Crónica en Excélsior de la ceremonia en que Borges recibió la distinción en la Capilla Alfonsina, 8 de diciembre de 1973, p. 18”, que resulta útil porque da visos de lo ocurrido durante la entrega del Premio Alfonso Reyes a Borges, a lo cual se añaden los testimonios y datos que Capistrán vierte en su “A manera de prólogo”.
En la primera parte del libro, también figura una miscelánea y caprichosa sección de fragmentos denominada “Reyes según Borges”, con un asterisco que remite a un pie de página donde el antólogo dice:
“La razón enunciada en la nota editorial acerca de los derechos autorales ha impedido documentar debidamente en este apartado una relación amistosa de tanta relevancia como la de Borges-Reyes. La bibliografía incluida al final del volumen intenta subsanar esta involuntaria deficiencia. En varios textos allí registrados puede advertirse el constante reconocimiento que el escritor de Buenos Aires hizo al de Monterrey, al grado de que no vaciló en llamarlo ‘maestro’ en algunos de los comunicados epistolares que intercambió con él. Con las alusiones de uno a otro en sus respectivas obras aquí recogidas, más otros trabajos referentes a esa amistad, se intenta poner relieve su excepcionalidad. Es lamentable que un texto iluminador en este aspecto, el de José Emilio Pacheco, ‘Borges y Reyes: una correspondencia. Contribución a la historia de una amistad literaria’, no se incluyera en esta sección por causas autorales, pero no atribuibles a Pacheco, sino a Borges.” 
 
María Kodama
      Todo lo cual asombra y desconcierta. Primero porque en las páginas finales de Borges y México no hay ninguna bibliografía, quizá porque los editores de Lumen decidieron omitirla, sin consultarlo y sin acordarlo con Miguel Capistrán. En segundo lugar porque el primer apartado de tal sección, el número I, concluye con un pie entre paréntesis que acredita: “(José Emilio Pacheco, ‘Borges y Reyes: una correspondencia. Contribución a la historia de una amistad literaria’, Revista de la Universidad, núm. 4, diciembre de 1979, pp. 14-16)”. Y en tercer lugar porque según Miguel Capistrán no se antologó tal ensayo por razones “no atribuibles a Pacheco, sino a Borges”; es decir, a María Kodama, viuda de Borges y heredera universal de sus derechos de autor, quien figura acreditada como propietaria del copyright de los textos antologados en la “Breve antología” de Jorge Luis Borges, la tercera y última parte de la “Nueva edición” de Borges y México, quien viajó de Buenos Aires a la capital mexicana para ex profeso participar en la presentación de ésta en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, la cual se frustró, repito, porque ella descubrió el famoso poema “Instantes”, atribuido a Borges, en la crónica-entrevista de Elena Poniatowska. El que María Kodama previamente haya autorizado la selección de textos de su ex marido en la presente antología de Miguel Capistrán, hace suponer flexibilidad y diálogo para negociar y convenir con ella, y no la cerrazón que alude el antólogo y editor. 


Borges y María Kodama en México
Abril de 1981
Foto: Paulina Lavista


III de III 
A la notoria falta de la bibliografía al término del libro que Miguel Capistrán anuncia en la página 96 de la “Nueva edición” de la antología  Borges y México (Lumen, 2012), se suman las numerosas erratas que la plagan, y el notorio hecho de que, cuando en los textos antologados se citan líneas y fragmentos en inglés y en francés, no se incluyó su elemental y necesaria traducción al español. Resulta tautológico replicarlo: estamos en un país mayoritariamente hispano y Borges y México es una antología con un cariz periodístico, cuyo lector promedio no es un ejemplar de la reducida estirpe de los políglotas ni de la elitista capilla de los eruditos borgesianos, quizá de cepa académica. 
Miguel Capistrán 
(1939-2012)
En un libro (sin iconografía mínima) que bosqueja y resalta las tres visitas que Borges hizo a México (en 1973, 1978 y 1981), más su amistad con escritores mexicanos (en particular con Alfonso Reyes) —que además escribieron sobre él—, y los intrínsecos vínculos entre la vida y obra del escritor argentino con el país mexicano, reflejados en pasajes y detalles de su obra poética, narrativa y ensayística e incluso en ciertas cartas, sorprende que Miguel Capistrán —el editor, antólogo, prologuista y anotador de la “Nueva edición” de Borges y México— en ninguna página cite, enumere o reseñe los libros que Borges, aún vivo y por primera vez en toda la aldea global, publicó en tierras mexicanas. Primero fue Antiguas literaturas germánicas (FCE, Col. Breviarios, núm. 53, 1951), escrito con la colaboración de Delia Ingenieros, del que más tarde, con María Esther Vázquez, “amplió y reescribió solamente la primera parte” y publicó con un nuevo prólogo y el rótulo Literaturas germánicas medievales (Falbo, Col. De las palabras, Buenos Aires, 1965). Luego vinieron los dos tomos de Poesía gauchesca (FCE, 1955), con “Edición, prólogo, notas y glosario de Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares”, dentro de la colección Biblioteca Americana, “Proyectada por Pedro Henríquez Ureña y publicada en memoria suya”. Siguió el Manual de zoología fantástica (FCE, Col. Breviarios, núm. 125, 1957), escrito con el auxilio de Margarita Guerrero, el más célebre de sus libros publicados en México, cuya novena edición, de 2007, coincidió con su 50 aniversario; es decir, se ha seguido reeditando, pese a que fue aumentado y publicado con otro prólogo y un nuevo título igualmente célebre: El libro de los seres imaginarios (Kier, Buenos Aires, 1967). En 1968, con el número 13 de la Serie Voz Viva de América Latina, de la Dirección General de Difusión Cultural de la UNAM, se publicó un elepé con la voz de Borges, en cuyo cuaderno adjunto se reproducen los veinte poemas y prosas que el escritor recitó de memoria, junto con seis comentarios improvisados por él. Bagaje precedido por la “Presentación” de Salvador Elizondo (1932-2006), ensayo firmado en “Oberengadin, Suiza, 15 de febrero, 1968”. Nada relativo al elepé menciona Capistrán, pese a que se reeditó en agosto de 1982 y a que el ensayo de Salvador Elizondo —el mismo del long play, pero sin la fecha del final— está antologado en la segunda parte de Borges y México con el título “El poeta”, en cuyo pie se dice: “Título original: ‘La poesía de Borges’, en Obras, t. I, El Colegio Nacional, 1994, pp. 39-48.”

Borges, Octavio Paz y Salvador Elizondo en el Palacio de Minería
Abril de 1981
Foto: Paulina Lavista
Doce años después de la primera edición del elepé, apareció Siete noches (FCE, Col. Tierra Firme, 1980), conferencias con transcripción y epílogo de Roy Bartholomew, que Borges dictó en 1977 en el Teatro Coliseo de Buenos Aires. Siguió Borges el memorioso, que si bien fue publicado por el mexicano FCE en la colección Tierra Firme, su primera edición, de 1982, fue impresa en Argentina, mientras que la segunda, corregida (pero con erratas), fue impresa en México, en 1983. Se trata de la transcripción y edición de una serie de charlas radiofónicas con Antonio Carrizo, en algunas de las cuales también participa Roy Bartholomew, transmitidas en 1979, con motivo del 80 aniversario del entrevistado, en el programa La vida y el canto, de Radio Rivadavia, en Buenos Aires. 
No se puede omitir el citado Ficcionario (FCE, Col. Tierra Firme, México, 1985), la antología de textos de Borges, con edición, introducción, prólogos, notas y cronología del crítico uruguayo Emir Rodríguez Monegal (1921-1985), cuyo origen es un antología de Borges en inglés que en 1981 publicó en Estados Unidos “con la amistosa colaboración del poeta Alastair Reid ; ni su póstumo libro biográfico: Borges. Una biografía literaria (FCE, Col. Tierra Firme, México, 1987), originalmente escrito en inglés y publicado en Nueva York, en 1978, por E.P. Dutton, y cuya traducción al español de Homero Alsina Thevenet comprende ex profesas modificaciones del autor. 
Edición de Siglo XXI terminada de imprimir en México
el 29 de septiembre de 2000 sin el copyright de María Kodama
  Vale mencionar la Nueva antología personal de Borges, sucesivamente reeditada en México por Siglo XXI, de la que según apunta Elena Poniatowska casi al inicio de su citada crónica-entrevista en torno a la estancia de Borges en México en diciembre de 1973, “va en la quinta edición”. Pero la Nueva antología personal, que inicia con un prólogo del autor firmado en “Buenos Aires, 13 de junio de 1968”, fue publicada por primera vez, no en México, sino en la capital argentina, y no por Siglo XXI, sino por Emecé, en 1968. Se trata de la reelaboración que Borges hizo de su Antología personal (Sur, Buenos Aires, 1961), en cuyos textos dispuso modificaciones dispersas, publicada por Victoria Ocampo en el contexto del 30 aniversario de la revista Sur. Siglo XXI Editores, además, no ha procurado consignar las sucesivas reediciones (por algo será). Yo, el reseñista y autor de la presente nota, poseo un ejemplar de la edición concluida “el día 29 de septiembre de 2000” —“de 8000 ejemplares más sobrantes para reposición”, se dice en el colofón—; y como si fuera un tiraje pirata, no acredita el correspondiente copyright de María Kodama, heredera universal de los derechos de autor de Borges, ni registra nada de la edición original ni de las subsiguientes reediciones. 

Borges en la Capilla Alfonsina
Diciembre de 1973
Foto: Rogelio Cuéllar
Mucho o poco podría reseñarse y discutirse de cada uno de los textos de los 22 autores mexicanos que escribieron sobre Borges, antologados en la segunda parte de Borges y México. En este sentido, vale limitarse a otro comentario marginal. Con el rótulo “Ironías” se lee un ensayo de Carlos Monsiváis (1938-2010), del que se apunta fue publicado “En El Universal, 29 de agosto de 1999, pp. 1-30”. El cual, Monsiváis reelaboró, con notas y el título: “‘Me bastaría ser inmortal’ (ironía y sátira en Borges)”, y está incluido en In memoriam Jorge Luis Borges (El Colegio de México, 2008), compilación editada por Rafael Olea Franco, resultado del homónimo Coloquio Internacional sucedido en El Colegio de México “el 18 y 19 de septiembre de 2006”, urdido para conmemorar el 20 aniversario de la muerte de Jorge Luis Borges. 
Carlos Monsiváis y Jorge Luis Borges
México, diciembre de 1973
  En la “Breve antología”, la tercera y última parte del libro, se leen doce textos de Borges que aluden a México y a sus escritores, en cuyos pies de página, cada vez que pueden, los editores de Lumen remiten, por criterios de autopublicidad, al par de libros con obras reunidas de Borges, publicadas en tal sello por Random House Mondadori: Cuentos completos (2011) y Poesía completa (2011); pero dadas las fodongas erratas que pululan en Borges y México, más vale acudir a otras ediciones. Uno: “La escritura del dios”, cuento de El Aleph (Losada, Buenos Aires, 1949). Dos: “El asesino desinteresado Bill Harrigan”, cuento de Historia universal de la infamia (Tor, Col. Megáfono núm. 3, Buenos Aires, 1935). Tres: “México”, poema de La moneda de hierro (Emecé, Buenos Aires, 1976). Cuatro: “In memoriam A.R.”, poema de El hacedor (Emecé, Buenos Aires, 1960). Cinco: “Juan Rulfo: Pedro Páramo
”, el prólogo para tal novela publicada por Hyspamérica en la Colección Biblioteca Personal de Jorge Luis Borges, núm. 10, Madrid, 1985. Seis: “Juan José Arreola, Cuentos fantásticos, el prólogo para la antología homónima publicada por Hyspamérica en la Colección Biblioteca Personal de Jorge Luis Borges, núm. 56, Madrid, 1986, que es el mismo prólogo incluido en una edición de Confabulario (FCE, México, 1985) con ilustraciones de José Luis Cuevas. Siete: “Crucero”, reseña del poemario homónimo que el casi olvidado Genaro Estrada (1887-1937) publicó en Cvltvra (México, 1928), “Con una litografía al offset y cinco grabados de Gabriel García Maroto”, cuyo nombre propio escribió con jota, transcrita de Textos recobrados 1919-1929 (Emecé, Barcelona, 1997), volumen póstumo de Borges, con “Edición al cuidado de Sara Luisa del Carril”, en donde se dice que apareció en Síntesis, Buenos Aires, Año 2, No. 18, noviembre de 1928”. Ocho: “Alfonso Reyes”, texto escrito en torno a la muerte del polígrafo regiomontano, sucedida en México el 27 de diciembre de 1959, tomado de Borges en Sur 1931-1980 (Emecé, Buenos Aires, 1999), antología con “Edición al cuidado de Sara Luisa del Carril y Mercedes Rubio de Socchi”, donde se anota que apareció en el número 264 de la revista Sur (mayo-junio de 1960). Nueve: “Sobre Andamios interiores”, la citada reseña que Borges escribió sobre Andamios interiores. Poemas radiográficos (Cvltvra, México, 1922) de Manuel Maples Arce (1900-1981), que Borges publicó en el número 2 de la revista Proa (Buenos Aires, diciembre de 1922), luego incluida en Inquisiciones (Proa, Buenos Aires, 1925), su primer libro de ensayos. Diez: “Juárez y Maximiliano”, prólogo escrito por Borges para el homónimo libreto del dramaturgo checo Franz Werfel (1890-1945) —esto lo omite Capistrán—, reunido en Textos recobrados 1931-1955 (Emecé, Bogotá, 2001), volumen póstumo de Borges, con “Edición al cuidado de Sara Luisa del Carril y Mercedes Rubio de Socchi”, quienes anotan que el libro de Franz Werfel fue editado en Buenos Aires, por Emecé, “el 10 de julio de 1946”. Once: “Cómo conocí a Alfonso Reyes”, texto impreso, dice el pie, en el Boletín de la Capilla Alfonsina, núm. 28, abril-diciembre de 1973”, del que vagamente, Capistrán, en la p. 90, dice que es “una alocución radiofónica a la muerte de Reyes posteriormente transcrita”, mientras que en la p. 26 dice que tal Boletín es el “núm. 8”. Doce: “Palabras sobre Amado Nervo”, discurso que Borges dijo “el 24 de mayo de 1969 en el Teatro Nacional Cervantes de Buenos Aires, Argentina, para conmemorar el cincuentenario de la muerte de Amado Nervo”, transcrito del semanario Cultura [sic], núm. 1190, 23 de agosto de 1999”, que entonces, se anota, era un “Texto inédito en México”.

Jorge Luis Borges en Teotihuacan
Diciembre de 1973
Foto: Paulina Lavista
Sin duda la “Breve antología” de Borges sería más rica si Miguel Capistrán hubiera añadido tres textos. Uno: “La recoleta”, el primer poema que Borges publicó en México, precisamente en el núm. 40-41 de la revista Contemporáneos (septiembre-octubre de 1931), donde no se dice que pertenece a Cuaderno San Martín (Cuadernos del Plata, núm. 2, Buenos Aires, 1929), su tercer poemario de 64 páginas, publicado a instancias de Alfonso Reyes, cuando éste, entre 1927 y 1930, fue embajador en Argentina. Dos: la reseña que Borges hizo sobre Pausa (Soc. génér. d’impr. et d’édit, París, 1926), el segundo poemario de Alfonso Reyes, publicada en la revista VariacionesLa Plata, Tomo IV, No. 11, enero de 1927”, antologada en el citado Textos recobrados 1919-1929, que es la primera recensión escrita por Borges sobre un libro del regiomontano. Tres: la reseña que Borges hizo de Reloj de sol (Tipografía artística, Madrid, 1926), miscelánea de Alfonso Reyes; segunda nota sobre un libro de éste, publicada en el núm. 1 de la revista Síntesis (junio de 1927), luego incluida en El idioma de los argentinos (Gleizer, Buenos Aires, 1928), su proscrito tercer libro de ensayos, cuya póstuma segunda edición María Kodama publicó en Argentina, en “noviembre de 1994”, a través de Seix Barral.

Miguel Capistrán, Borges y México. 1ª edición en Lumen. México, julio de 2012. 408 pp.





jueves, 2 de junio de 2016

Tina Modotti, una vida frágil (1 de 2)

Tal vez tu corazón oye crecer la rosa

I de XVII
La madrugada del 6 de enero de 1942, en la Ciudad de México, tras una cena en el departamento de Hannes Mayer, arquitecto que entre 1928 y 1930 había dirigido la Bauhaus en Berlín, Tina Modotti (Assunta Adelaide Luigia Modotti Mondini, nacida en Udine, Italia, el 17 de agosto de 1896) abordó un taxi rumbo al par de cuartitos de azotea que compartía —se dice— con Vittorio Vidali (calle Dr. Balmis número 137, frente al Hospital General, en la Colonia Doctores), su camarada y cómplice desde hacía más de diez años, alias Enea Sormenti en su papel del escurridizo y escapista dirigente de la Liga Antifascista de México y miembro del PCM entre 1927 y febrero de 1930 y el expedito y sanguinario comandante Carlos Contreras del Quinto Regimiento durante la Guerra Civil Española, en la que Tina usó el nombre de María —ambos encubiertos agentes del Komintern y activistas del Socorro Rojo Internacional, orquestado desde Moscú bajo la férula de la estalinista, expansionista y totalitaria Unión Soviética—. Tina Modotti no llegó a su vivienda en la azotea del edificio: “un ataque cardiaco masivo cegó su vida”. Según apunta Mildred Constantine: “El taxista estaba aterrorizado, y abandonó el coche; la policía la llevó entonces a la Cruz Verde, donde sus amigos fueron más tarde a identificar el cadáver.” 
Tina Modotti en su ataúd
Ciudad de México, enero 6 de 1942
    El “19 de abril de 1939”, nueve años y casi dos meses después de su expulsión de México, Tina Modotti, con papeles falsos a nombre de Carmen Ruiz Sánchez, había regresado en barco al puerto de Veracruz (no pudo ingresar a Estados Unidos por el puerto de Nuera York, donde el Komintern y el SRI la habían destinado junto con Vittorio Vidali dizque a brindar guía y auxilio a los exiliados españoles que huían del franquismo). Pablo Neruda, cónsul general de Chile en México, fue uno de los últimos amigos y conocidos con quienes convivió en la capital del país mexicano. Es por ello (incluso por la afinidad estalinista y antifascista) que en su lápida en el Panteón de Dolores, en la Ciudad de México, bajo un perfil de ella trazado por Leopoldo Méndez a partir de una foto tomada por Edward Weston, se pudieron leer, a modo de réquiem y epitafio, algunos versos de “Tina Modotti ha muerto”, poema luctuoso que Neruda reunió en Tercera residencia (Losada, 1947) —junto con “España en el corazón”, “Canto a Stalingrado” y “Nuevo canto a Stalingrado”—, quien evoca el episodio en Confieso que he vivido (Origen/Planeta, 1985), sus olvidadizas, matizadas y equívocas memorias, cuya edición príncipe data de 1974: 
Pablo Neruda
(1904-1973)
“Doce años más tarde se agotaron silenciosamente las fuerzas de Tina Modotti [en realidad fue casi trece años después, pues el poeta acaba de referir de un modo fantasioso y peliculesco el asesinato de Julio Antonio Mella, quien en la calle de Abraham González recibió dos balas de pistola calibre 38 cerca de las diez de la noche del 10 de enero de 1929: ‘El tirano Gerardo Machado mandó desde La Habana a unos pistoleros para que mataran al líder revolucionario. Iban saliendo del cine una tarde, Tina del brazo de Mella, cuando éste cayó bajo una ráfaga de metralleta. Rodaron juntos al suelo, ella salpicada por la sangre de su compañero muerto, mientras los asesinos huían altamente protegidos. Y para colmo, los mismos funcionarios policiales que protegieron a los criminales pretendieron culpar a Tina del asesinato.’]. La reacción mexicana intentó revivir la infamia cubriendo de escándalo su propia muerte, como antes la habían querido envolver a ella en la muerte de Mella. Mientras tanto, Carlos y yo velábamos el pequeño cadáver. Ver sufrir a un hombre tan recio y tan valiente no es un espectáculo agradable. Aquel león sangraba al recibir en la herida el veneno corrosivo de la infamia que quería manchar a Tina Modotti una vez más, ya muerta. El comandante Carlos rugía con los ojos enrojecidos; Tina era de cera en su pequeño ataúd de exiliada; yo callaba impotente ante toda la congoja humana reunida en aquella habitación.

Tina Modotti declarando ante la policía tras el asesinato de Julio Antonio Mella
Foto: Enrique Díaz
  “Los periódicos llenaban páginas enteras de inmundicias folletinescas. La llamaban ‘la mujer misteriosa de Moscú’. Algunos agregaban: ‘Murió porque sabía demasiado’. Impresionado por el furioso dolor de Carlos tomé una decisión. Escribí un poema desafiante contra los que ofendían a nuestra muerta. Lo mandé a todos los periódicos sin esperanza alguna de que lo publicaran. Oh, milagro! Al día siguiente, en vez de las nuevas y fabulosas revelaciones que prometían la víspera, apareció en todas las primeras páginas mi indignado y desgarrado poema.

“El poema se titula ‘Tina Modotti ha muerto’. Lo leí aquella mañana en el cementerio de México, donde dejamos su cuerpo y donde yace para siempre bajo una piedra de granito mexicano. Sobre esa piedra están grabadas mis estrofas.
“Nunca más aquella prensa volvió a escribir una línea contra ella.”
Lápida de Tina Modotti con los versos de Pablo Neruda
Grabado de Leopoldo Méndez
Panteón de Dolores, Ciudad de México

Foto en Tina Modotti, una vida frágil (FCE, 1993)
  Al margen de que, según Christiane Barckhausen-Canale, Vittorio Vidali no estuvo presente en el velorio ni se ocupó de las exequias (algo de ello cuenta también Margaret Hooks) —pero Pablo Neruda sí se apersonó en el “Acto conmemorativo por la muerte de Tina Modotti”, celebrado el “23 de febrero de 1942” en el Teatro del Pueblo—, la primera y tercera estrofa de “Tina Modotti ha muerto”, grabadas en la lápida por Leopoldo Méndez (y derruidas parcialmente por el abandono y el tiempo), rezan así (y, como se puede ver y oír, de un verso Mildred Constantine tomó dos palabras para titular su biografía):


                Tina Modotti, hermana,
  no duermes, no, no duermes,
  tal vez tu corazón
                             oye crecer la rosa
  de ayer, la última rosa
         de ayer, la nueva rosa.

  Descansa dulcemente,
                             hermana.

                Puro es tu dulce nombre,
                     pura es tu frágil vida:
              de abeja, sombra, fuego,
                 nieve, silencio, espuma,
              de acero, línea, polen,
                 se construyó tu férrea, 
               tu delgada estructura.
  
Lápida de Tina Modotti con los  restos de los versos de Pablo Neruda
Panteón de Dolores, Ciudad de México


II de XVII
De lo esbozado más o menos se habla en Tina Modotti, una vida frágil, la célebre y seminal biografía de la neoyorquina Mildred Constantine (1913-2008), conservadora del MOMA, publicada por primera vez en inglés en 1975 (y en español en 1979), corregida en su idioma en la edición editada en 1983 por Rizzoli, la cual, pese a sus errores y lagunas, es un hito bibliográfico en los Estados Unidos, en México y en Europa, que revitalizó la impronta y la trayectoria de la fotógrafa italiana. 
     
(FCE, 2ª ed., México, 1993)
Foto: Edward Weston

(Los Ángeles, 1921)
      Atraída por las imágenes de Tina Modotti, por su leyenda, por su carácter y sugestiva personalidad, y con quien sólo habló una vez en 1941, en México, después de una reunión de la Alianza Antifascista Giuseppe Garibaldi, Mildred Constantine —dice en su “Introducción”— empezó a investigar la biografía de Tina Modotti en un momento de 1971 en que aún escaseaban los datos confiables y en consecuencia no era fácil dilucidar rumores, satanizaciones y ambigüedades sobre los episodios controvertidos y oscuros de su vida. 

Mildred Constantine
(1913-2008)
  Por ejemplo, el escándalo y el trasfondo periodístico en la prensa amarillista y de derechas (con el Excélsior a la cabeza) y el acoso político-policiaco suscitados en torno a la muerte del joven estudiante de derecho Julio Antonio Mella (cuyo nombre real era Nicanor MacPartland), el líder cubano y orador comunista asesinado a balazos, se dice, por órdenes de Gerardo Machado, presidente y dictador de Cuba, cuando Tina y él caminaban por Abraham González, calle del centro de la Ciudad de México, en cuyo departamento del edificio marcado con el número 31 ambos vivían desde fines de septiembre de 1928. 

Diego Rivera encabezando el cortejo fúnebre de Julio Antonio Mella
Ciudad de México, enero de 1929
Foto: Enrique Díaz
O su encarcelamiento de 13 días (la mayoría en el Palacio Negro de Lecumberri) y su expedita expulsión de México el 24 de febrero de 1930 por el puerto de Veracruz (sólo le dieron un par de días para arreglar sus cosas personales), luego de que el día 7 de febrero de ese año se le vinculó con el intento de asesinar a balazos, dos días antes, al presidente Pascual Ortiz Rubio, precisamente el día de su toma de posesión, infamante pretexto que apenas encubría el meollo en el contexto del Maximato, de la Guerra Cristera y del acoso, persecución y represión de los comunistas mexicanos y extranjeros: su activismo en el comité Manos Fuera de Nicaragua, en la campaña por la defensa de Sacco y Vanzetti (ejecutados en la silla eléctrica el 23 de agosto de 1927), y su militancia en el “primer comité antifascista italiano” de México (que ayudó a fundar), en la Liga Antiimperialista de las Américas, en la sección mexicana del SRI y en el PCM (afiliada en 1927), cuyas oficinas del Comité Central y de la redacción y administración de El Machete, su órgano periodístico y propagandístico, donde colaboraron Tina y Mella, habían sido clausuradas el 5 de junio de 1929 “sin explicación legal ni orden judicial alguna”, según apunta Antonio Saborit en Tina Modotti. Una mujer sin país. Las cartas de Edward Weston y otros papeles personales (Cal y Arena, 2ª ed. corregida y aumentada, 2001), autor del breve ensayo que precede a la escueta y diminuta antología de fotos de ella hecha por él: Tina Modotti. Vivir y morir en México (CNCA/INAH, 1996).  

   
Tina Modotti. Vivir y morir en México
(CONACULTA/INAH, México, 1996)

Foto de Tina Modotti
     
Oficinas de El Machete y del Partido Comunista Mexicano (1927)
Foto: Tina Modotti
En Tina Modotti. Fotógrafa y revolucionaria 
(Plaza & Janés, 1998)
           Y entre las anecdóticas y peliculescas vertientes de novela de espías e intriga internacional, los rumores, supuestos y chismes alrededor de su liberalidad sexual y de su leyenda de femme fatal —demonizada con vileza por José Vasconcelos en El desastre (Botas, 1938)—. O sobre su extraña y súbita muerte a sus 45 años de edad: que la asesinaron en el taxi, que la envenenaron en la última cena o paulatinamente día tras día (“estaba tan cansada, se veía tan enferma, su piel se veía gris y manchada”, según el testimonio del museógrafo Fernando Gamboa), que fue víctima de las sucesivas purgas estalinistas articuladas desde la URSS: ¿vía el dogmático, estalinista e intolerante PCM o de Vittorio Vidali, el agente soviético y héroe de las mil máscaras?, quien por entonces, con la falsa identidad de Carlos Jiménez Contreras escribía infamantes e intrigantes artículos en el periódico El Popular, “órgano informativo de la Confederación de Trabajadores de México (CTM) fundado en 1938” por Vicente Lombardo Toledano; y quien en las filas del Quinto Regimiento —apunta Hugh Thomas en La Guerra Civil Española (Grijalbo Mondadori, 1995), cuya primera edición en inglés data de “abril de 1961”— en su papel del comandante Carlos Contreras “no tardó en adquirir la reputación de que fusilaba a los cobardes” y fama porque ideó la manera de ejecutar a Andreu Nin, entonces dirigente del POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista de índole antiestalinista), simulando un supuesto ataque nazi para liberarlo. En este sentido, quizá Vittorio Vidali, reputado agente de la GPU, fue el encargado de borrar del mapa a la peligrosísima Mata Hari del Komintern que sabía demasiado, quien asimismo habría matado u orquestado el asesinato de Julio Antonio Mella por su militancia en la Oposición de Izquierda surgida el seno del PCM y por su simpatía hacia ciertos trotskistas de España (Andreu Nin y su entorno) y hacia ciertas ideas de León Trotsky, en cuyo primer intento de asesinar a éste con ráfagas de metralletas Thompson (refugiado en su fortificada casona de Coyoacán, en México) la madrugada del 24 de mayo de 1940 —comando disfrazado de policías, dirigido por David Alfaro Siqueiros—, él y Tina Modotti habrían estado involucrados, infieren y sugieren varios historiadores, entre ellos Olivia Gall en Trotsky en México y la vida política en tiempos de Lázaro Cárdenas (UNAM/CEIICH/ITACA, 2012).  
   
(UNAM/CEIICH/ITACA, 2012)
En la foto:
Natalia Sedova y León Trotsky  con su nieto Sieva Volkov
Taxco, Guerrero, México
       Que Vittorio Vidali y Tina Modotti conformaron una fría pareja “toda política” destinada, en varios países, a tareas clandestinas y secretas al servicio de la URSS, del Komintern, de la GPU y del SRI, el mismo Vittorio Vidali lo deja ver en sus memorias publicadas en italiano, en 1982, por Vangelista Editor, y en 1984, con traducción de Antonella Faguetti, por la Universidad Autónoma de Puebla: Retrato de mujer. Una vida con Tina Modotti; allí, al referir su nueva misión encubierta en España, en 1935, pergeñada y ordenada en los altos mandos de Moscú, apunta: “supe que me mandaban a España otra vez. Tina también saldría, siguiendo un itinerario distinto, y me alcanzaría en París y en España. La decisión estaba bien para ambos; observé, sin embargo, que el velo presente entre nosotros durante el encuentro precedente continuaba, más bien se hacía espeso. La distancia y una vida difícil para ambos habían contribuido a hacer de nosotros una pareja ‘toda política’, frecuente en los partidos comunistas dentro de su monstruosidad. Ese tipo de unión con el tiempo mata el afecto y transforma al ser humano en algo distinto de la normalidad.” 

   
(UAP, 2ª ed., Puebla, 1993)
        En este sentido, resulta consecuente que pese a que Vidali (con fama de donjuán) era el supuesto compañero de Tina, haya iniciado un vínculo afectivo y sexual con Isabel Carbajal, la joven esposa de Martín Díaz de Cossío, con quien tenía dos hijos, y en cuya casa él y Tina se hospedaron al reencontrarse en México en 1939 y al ponerse en “contacto con el recién formado Comité para Ayuda de Refugiados Españoles”. Con Isabel Carbajal, Vidali tuvo un hijo llamado Carlos Vidali Carbajal. Y según narra Pino Cacucci en su arbitraria novela-palimpsesto Tina Modotti (Circe, 1995) —lamentablemente sin bibliografía y plagada de omisiones, supuestos y escandalosos yerros—, Vidali ya convivía “desde hace varios meses” con Isabel Carbajal cuando se sucedió el citado primer intento de asesinar a León Trotsky en su dizque fortaleza de la calle Viena en Coyoacán. Preso en El Pocito porque se le involucró en el atentado (la policía política mexicana y el FBI sabían que era un pistolero y agente de la GPU enmascarado en la falsa identidad del citado periodista Carlos J. Contreras), Isabel Carbajal, estalinista de hueso colorado, “se ocupa de mantener las relaciones de éste con el exterior”. Asimismo, “consigue encontrar un lugar en una casa próxima a la cárcel de El Pocito, a pocos metros de la ventana de su celda, llevándole cada día las últimas noticias y recogiendo los mensajes que tiene que hacer llegar a los dirigentes del partido.” (En la novela de Elena Poniatowska esto no fue posible, además de que no narra nada del subrepticio amorío de Isabel Carbajal y Vittorio Vidali, su  exaltado héroe de las mil y una novelescas aventuras y afectuoso galán de marras: “Io aspettaba una donna con la cara lunga y el culo cuadrado e arriva una donna con el viso redondo y el culo redondo”, dice, muy oronda, en los “Agradecimientos”, que tal piropo le cantó Vittorio Vidali, “de boina vasca y bastón” y quesque todo un “senatore”, cuando la recibió en el aeropuerto de Trieste, Italia, a donde viajó para entrevistarlo durante diez días).
     
(Era, 1ª ed., México, julio 25 de 1992)
Foto: Edward Weston
       El caso es que, según narra Pino Cacucci, cuando en 1941 se sucedió la tumultuosa cena de fin de año en la casa de Pablo Neruda y luego la cena del 5 de enero de 1942 en el departamento de Hannes Meyer (“en Villalongín número 46”), ya se sabía, en el círculo de los íntimos y cercanos, que Tina Modotti y Vittorio Vidali ya no eran pareja porque ya era consabida la relación de éste con la camarada Isabel Carbajal. En este sentido, algo de ello subyace condimentado en las condenatorias y reveladoras palabras que Pino Cacucci pone en la boca de su personaje Tina Modotti, quien en la última etapa de su vida en México, dizque signada por la desilusión y una profunda tristeza, trata de deslindarse del estalinista PCM y de las actividades criminales de los agentes de la GPU:
 
(Circe, Barcelona, 1995)
      “También el ex ministro español Jesús Hernández ha escogido México para su exilio. Un día se encuentra por casualidad con Tina y le confía su definitivo alejamiento de los ideales que le habían llevado a ser un ministro de la República española. ‘Stalin y su banda de asesinos han transformado la palabra comunista en un insulto’. Después le dice que ha escrito un libro de memorias, que enseguida será publicado, donde denuncia los distintos crímenes de la GPU durante la Guerra Civil. ‘He tenido que contar también lo que le hizo Vidali a Andrés Nin’ añade esperando alguna reacción por parte de ella. Pero Tina se limita a asentir.
    “Pero al recordar Hernández que en cierta ocasión había hecho que detuvieran a Vidali después de un violento enfrentamiento con él y que los funcionarios de la GPU habían ordenado su inmediata liberación, Tina parece no poder contener la rabia y, con rencor inesperado, murmura: ‘Deberías haberlo fusilado. Habría sido una buena acción, te lo aseguro. Sólo es un asesino... y me ha arrastrado a un crimen monstruoso [se refiere al asesinato de León Trotsky]. Lo odio con toda mi alma. Y sin embargo... estoy obligada a seguirle hasta el final. Hasta la muerte.”
 
Margaret Hooks
        Vale añadir que Margaret Hooks, en la página 247 de su biografía Tina Modotti. Fotógrafa y revolucionaria (Plaza & Janés, 1998) transcribe unas palabras semejantes, en este caso dichas “en España al general republicano Valentín González”, leídas en El asesinato de Trotsky (YMASA Editora, Barcelona, 1971), libro del español Julián Gorkin.


III de XVII
Para elaborar su escueta y seminal biografía sobre la vida y obra de Tina Modotti, Mildred Constantine hizo una serie de viajes, entrevistas, acopio de imágenes y de información documental, hemerográfica y bibliográfica, entre lo que destacan, puesto que una y otra vez cita referencias y fragmentos —y pese a que no los enumera en su selecta bibliografía—, el par de tomos de los autoexpurgados Diarios de Edward Weston (1886-1958), titulados The Daybooks of Edward Weston (Aperture, Nueva York, 1973), con edición de Nancy Newhall, y algunas cartas y fragmentos de éstas que Tina Modotti le escribió a Weston durante un buen tiempo (la última misiva, según apunta la biógrafa, se la envió en 1931 desde Moscú). 
Tina Modotti en 1924
Foto: Edward Weston
       Con una perspectiva cronológica, Mildred Constantine bosqueja y discurre desde el nacimiento, la infancia y adolescencia de Tina Modotti en Udine, Italia, hasta sus últimos días, su muerte y su melancólico y estalinista entierro en la Ciudad de México; en este sentido, divide su biografía en cinco partes: “I. 1896/1923. Italia: Udine. EUA: San Francisco, Los Ángeles”; “II. 1923/1926. México: la leyenda de Tina y Weston”; “III. 1926/1930. México: el compromiso con la Revolución; la expulsión”; “IV. 1930/1939. Alemania, la Unión Soviética, España” y “V. 1939-1942. El asilo en México”. Su texto, además, está apuntalado con llamadas numéricas que remiten a las 76 imágenes elegidas y rotuladas por ella y distribuidas, con el mismo sentido cronológico, a lo largo de las páginas. 

Edward Weston con su cámara Graflex (México, 1924).
En Tina Modotti (Phaidon, China, 2005),
antología con prólogo y notas de Margaret Hooks.
  En tal iconografía en blanco y negro se cuentan, por ejemplo, reproducciones de fotos concebidas por la propia Tina Modotti: de su período mexicano y de su paso por Berlín; como es, por ejemplo, la hecha en México, en 1923, donde se ve a “Edward Weston con su cámara Graflex”; varios retratos de su rostro y desnudos en la azotea que a Tina, en México, le tomó Weston; un retrato del fotógrafo Johan Hagemeyer (amigo de Tina en San Francisco y destinatario de cartas de ella) captado en 1922 por la fotógrafa Imogen Cunningham; dos humorísticos y convencionales retratos que ilustran el supuesto aniversario de matrimonio que a Tina y a Weston les hizo, en 1924, un anónimo fotógrafo de estudio del centro de la Ciudad de México.

     
Tina Modotti y Edward Weston en su aniversario
Ciudad de México, 1924

En Frida Kahlo. Sus fotos (RM, 2010)
       
Tina Modotti y Edward Weston en su aniversario
Ciudad de México, 1924

En Tina Modotti, una vida frágil (FCE, 1993)
       Tres dibujos de la imagen de Tina Modotti realizados, respectivamente, por Jean Charlot (1924), por Pablo O’Higgins (1924) y por Diego Rivera (1926); fotos de La tierra dormida y Germinación, célebres alegorías en los murales que Diego Rivera pintó al fresco, en 1926, en la entonces Escuela Nacional de Agricultura de la Universidad de Chapingo y en los que Tina, desnuda, fue modelo; de En el arsenal, panel en el tercer piso de la SEP (Secretaría de Educación Pública) donde Diego, en 1928, la pintó al fresco con Frida Kahlo distribuyendo armas al pueblo (el que recibe de ella la canana cargada de puntiagudas balas es Julio Antonio Mella ataviado con un overol de obrero y los ojos que escrutan el acto son los del maquiavélico, obtuso y encarnizado estalinista Vittorio Vidali; y en el lado opuesto, el izquierdo, se ve el rostro del Coronelazo David Alfaro Siqueiros, quien mira al espectador, con carruchera en el hombro y una “estrella de cinco puntas en el sombrero tejano”). 

     
Detalle de En el arsenal (1928), fresco de Diego Rivera en el tercer piso de la SEP
En Diego Rivera. Obra mural completa (Taschen, 2007)
        Y entre otras imágenes, no faltan las fotos del álbum íntimo y familiar: de Tina Modotti y de algunos de sus familiares; de la breve etapa en que estuvo casada con el etéreo poeta y pintor Robo, Roubaix de L’Abrie Richéy (1890-1922); de la vez que Weston y Tina visitaron, en Guadalajara, en 1924, a la familia de Lupe Marín, etcétera. 

   
Tina y Robo con la familia de éste (Los Ángeles, 1921)
En Tina Modotti, una vida frágil (FCE, 1993)
       Según Mildred Constantine, Tina Modotti, siendo niña y adolescente en Udine, fue obrera en una fábrica textil y con su magro salario ayudó al sostén de su pobrísima familia. En 1913, aún con 16 años, zarpó rumbo a San Francisco, California, sitio al que antes había emigrado su padre Giuseppe Modotti y Mercedes, su hermana mayor, en la búsqueda de una vida mejor para él y su estirpe. (En Udine se quedaron Assunta Mondini, su madre, y el resto de sus hermanas y hermanos: Valentina Gioconda, Yolanda Luisa, Pascuale Benvenuto y Giuseppe Pietro Beppo, pues Ernesto, el segundo en nacer, murió a los 24 años, en Ruprecht, Austria). Una semana después de su llegada a San Francisco, Tina, dice Mildred, empezó a trabajar en una fábrica parecida a la italiana. Luego, dice, fue costurera y “hacía entregas de paquetes”. Es decir, Mildred Constantine no bosqueja nada del modelaje de Tina, junto con su hermana Mercedes, de los diseños de la tienda de ropa I. Magnin, en cuyo taller de costura ambas trabajaban; ni de sus actividades como actriz y cantante de opereta en compañías y teatros de la Pequeña Italia de San Francisco, donde vivían con su padre, que era mecánico de oficio y quien llegó a tener su propio taller —cosa que sí hace Margaret Hooks y que en Estados Unidos, entre 1982 y 1987, no pudo indagar Christiane Barckhausen-Canale, entonces marxista y reportera de la República Democrática Alemana, país socialista y carente de libertades, sujeto al dominio militar, ideológico, económico y político de la totalitaria URSS—.
(Casa de las Américas, La Habana, 1989)
Premio de Ensayo Casa de las Américas 1988
       Cuando en 1917 Tina se casó con Robo, dice Mildred, ambos se fueron a vivir a Los Ángeles (Margaret Hooks bosqueja que se casaron un año después). Allí, en su casa, que era el estudio de la pareja, se reunían intelectuales y artistas, presuntamente románticos, iconoclastas y bohemios, entre quienes estuvieron Weston y el mexicano Ricardo Gómez Robelo (1884-1924), quien fatalmente se enamoró de Tina Modotti y la tuvo de inasible musa en su poemario Sátiros y amores, impreso en 1920, en Los Ángeles, con el crédito de “Linotipografía de El Heraldo de México” y 19 ilustraciones de Robo, algunas eróticas —“al estilo de Aubrey Beardsley”— en las que ella también es la modelo y arquetipo. Vale observar que el investigador canadiense Serge I. Zaïzeff no localizó tal histórico librito y por ende no figura en el volumen Obras, editado en 1981 por el FCE, donde se lee la dispersa y breve obra de Ricardo Gómez Robelo y la de Carlos Díaz Dufoo Jr. (1888-1932); pero el peruano Fernando Tola de Habich sí lo halló y lo prologó y editó en 1984, en México, en la serie Los libros del bicho, de Premià, editorial que era de su propiedad, y por ende alimentó el anecdotario y las imágenes de Tina Modotti. Fotógrafa y revolucionaria, la citada biografía de la irlandesa Margaret Hooks, originalmente publicada en inglés en 1993, y objeto de varios reconocimientos en el orbe anglosajón: “Nominado al Infinity Award (Nueva York, 1993) del International Center of Photography, en la categoría de ‘Excelencia en escritura sobre fotografía’”; “Finalista del premio Krasna-Krausz (Londres, 1994), en la categoría de los ‘Mejores libros sobre fotógrafos’”; y “Nominado por la revista American Photo (marzo-abril, 1998), como uno de los ocho mejores libros sobre fotógrafas”.

(Plaza & Janés, Barcelona, 1998)
Tina en un balcón de El Buen Retiro (Villa de Tacubaya, 1923)
Foto: Edward Weston
  De tal susodicha época Los Ángeles, California, idealizada y romanticista, data la aventura hollywoodense de Tina Modotti; etapa que Mildred Constantine alude muy brevemente, pero de la que exhibe ocho fotos relativas a las tres películas mudas, que no data ni reseña, rodadas y estrenadas entre 1920 y 1922.



Tina Modotti
Fotograma de The Tiger's Coat (1920)
Lawson Butt y Tina Modotti
Fotograma de The Tiger's Coat (1920)

IV de XVII
Tina Modotti viajó por primera vez a México en febrero de 1922. Iba a reunirse con Robo, quien había ido allí en diciembre de 1921 invitado por Ricardo Gómez Robelo, recién nombrado —por José Vasconcelos— jefe del Departamento de Bellas Artes de la SEP; pero luego de una breve estancia de alrededor de dos meses, Robo murió de un ataque de viruela el 9 de febrero de 1922 (un mes antes de cumplir 32 años) y fue enterrado, dice la biógrafa, en el Panteón de Dolores (Margaret Hooks dice, al parecer erradamente, que fue en el Cementerio Americano); hecho que Mildred ilustra con la foto 20, fechada en 1922, donde se ve a la madre de Robo sentada junto a la lápida de su hijo. 
     
La madre de Robo en la tumba de éste en el Panteón de Dolores
Ciudad de México, 1922

En Tina Modotti, una vida frágil (FCE, 1993)
        Fue por tal súbita e inesperada pérdida que Tina Modotti, en Los Ángeles, publicó una antología póstuma de él: The book of Robo. Being a collection of verses and prose writings by Roubaix de L’Abrie Richéy (1923), cuyo prefacio de ella, escrito en inglés, se puede leer, en español, en Tina Modotti. Una mujer sin país. Las cartas de Edward Weston y otros papeles personales, la citada antología, con traducción, prólogo y notas de Antonio Saborit, que en su parte medular sigue y transcribe las notas que Amy Stark publicó, en enero de 1986, en The Archive, revista del Centre for Creative Photography de la Universidad de Arizona, en Nuevo México, Estados Unidos. 

(Cal y Arena, 2ª ed. corregida y aumentada, México, 2001)
 
Weston y Tina en su viaje a México a bordo del S.S. Colima (julio, 1923)
En Tina Modotti. Fotógrafa y revolucionaria (Plaza & Janés, 1998)
        El principal episodio mexicano de Tina Modotti, que abarca sus años de convivencia, aprendizaje y trabajo con Edward Weston (entre 1923 y 1926) y que concluye con su destierro a Europa cuando zarpa del puerto de Veracruz el 24 de febrero de 1930 a bordo del carguero holandés Edam, es el que ocupa mayor espacio dentro de la biografía de Mildred Constantine. Y se entiende por tres razones (a las que se añade el postrero hecho de que murió en la capital mexicana y fue enterrada en el Panteón de Dolores y aún está allí): en México fue donde desarrolló lo fundamental de su fotografía y donde vivió de ella, donde cimentó su postura y militancia antifascista, antiimperialista y estalinista, y donde fermentaron y germinaron rasgos y episodios de su oscura y embrollada leyenda. Ante esto, destaca el hecho de que en contraste con la sucesiva proliferación de ensayos y libros sobre su impronta, su vida, su muerte, su itinerario militante y miliciano (a veces encubierto y clandestino), sus cartas y sus imágenes —por ejemplo: Verdad y leyenda de Tina Modotti (Casa de las Américas, 1989), de la alemana Christiane Barckhausen-Canale, que también es crónica de su investigación de cinco años en varios países y archivos (1982-1987); Tinísima (Era, 1992), la arbitraria novela-palimpsesto-collage de Elena Poniatowska, repleta de supuestos, omisiones y huecos, de cientos de chistecitos (que caracterizan su estilo atiborrado de vulgarismos y modismos del habla popular) y de una abrumadora cantidad de errores en sus datos históricos, cronológicos y biográficos, no sólo concernientes a su protagonista; Tina Modotti, la citada novela de Pino Cacucci, cuya primera edición en italiano data de 1991; y con escepticismo, pero con interés histórico: Retrato de mujer. Una vida con Tina Modotti, las escuetas, manidas y citadas memorias de Vittorio Vidali—, aún no se edita un angular catálogo razonado de sus fotos, que no fueron muchas, pues según apunta Margaret Hooks en el “Prefacio” de su biografía, “sólo produjo cerca de 400 imágenes en total”; disperso corpus del que la propia Margaret Hooks hizo una selección de 56 imágenes, con prólogo, notas y cronología, y una aceptable impresión, diseño y medidas (25 x 21.05 cm), pero salpimentada con garrafales y sorprendentes yerros en una renombrada especialista: Tina Modotti (Phaidon, 2005), cuya primera edición en inglés data de 2002. 

     
(Phaidon, Barcelona, 2005)
Foto: Tina Modotti
   
Manos descansando sobre una herramienta (1927)
Foto de Tina Modotti
       Dice, por ejemplo: “Uno de los libros de [Germán List] Arzubide se titulaba Andamios interiores”; pero es histórico y de sobra consabido que Andamios interiores. Poemas radiográficos (Cvltvra, 1922) es el primer poemario estridentista que publicó Manuel Maples Arce, iniciador y cabecilla del estridentismo (1921-1927), reseñado en Buenos Aires en el número 2 de Proa, en diciembre de 1922, por el joven ultraísta Jorge Luis Borges, crítica que compiló en Inquisiciones (Proa, 1925), su primer libro de notas y ensayos; asimismo enumerado en la Antología de la poesía mexicana moderna (Contemporáneos, 1928), firmada por Jorge Cuesta; y desdeñado por Guillermo de Torre, otrora ultraísta, en Historia de las literaturas de vanguardia (Guadarrama, 1971). 

     
Andamios interiores. Poemas radiográficos (Cvltvra, México, 1922)
Primer poemario estridentista de Manuel Maples Arce

Diseño de portada: Vargas
       
Inquisiciones (Proa, Buenos Aires, 1925)
Primer libro de notas y ensayos de Jorge Luis Borges
        Llama Canción del hombre al poemario, nunca editado, que Germán List Arzubide iba a publicar en Xalapa con fotos de Tina Modotti (en la página 142 de su biografía lo denomina Canciones de hombre), del cual, dice, “muchas imágenes de la serie aparecieron en la prestigiosa revista de arte Forma en 1927”; pero en el número 4 de Forma, editado en 1927, además de que sólo se publicaron 4 fotos de Tina ex profeso, se lee que el título del poemario iba a ser El canto de los hombres; esto se puede cotejar en la edición facsimilar de la revista Forma, editada en 1982 por el FCE, en cuya página 183 se anuncia así (al pie de la foto sin título que Margaret Hooks titula en su antología: Obrero de la construcción trabajando en las vigas): “Publicamos en estas páginas las ilustraciones fotográficas que Tina Modotti ha hecho para ‘El Canto de los Hombres’, libro de Germán List Arzubide, que publicará en Jalapa la Editora ‘Horizonte’.”  

   
Página del número 4 de la revista Forma (1927) donde se anuncia la publicación de
El Canto de los Hombres, libro de Germán Lizt Arzubide, ilustrado con fotos de Tina Modotti,
el cual, en Xalapa, nunca fue llevado a la imprenta por las Ediciones de Horizonte.
         
Forma  4
México, 1927

Diseño de portada: Gabriel Fernández Ledesma
        Vale añadir que con el derrocamiento del general Heriberto Jara Corona, gobernador de Veracruz, sucedida el 27 de septiembre de 1927, cuyo secretario de gobierno era Manuel Maples Arce, cesaron las publicaciones del movimiento estridentista promovidas y editadas en Xalapa en los Talleres Gráficos del Gobierno del Estado de Veracruz, entre las que descuellan los libros y folletos de las Ediciones de Horizonte y la revista Horizonte (10 números impresos entre abril de 1926 y abril-mayo de 1927), dirigida por Germán List Arzubide, con diseño y portadas de Leopoldo Méndez y Ramón Alva de la Canal, cuyos ejemplares ahora se pueden hojear en la edición facsimilar editada en 2011 por el FCE en la serie Revistas Literarias Mexicanas Modernas, y ver, de primera mano, qué fue lo que realmente Weston y Tina Modotti publicaron en esa revista, que si bien daba cabida a expresiones artísticas y literarias, era más bien de cultura, sociedad y política, y por ende publicitaba los logros del gobierno del Estado de Veracruz; en este sentido, al inicio del número 6, correspondiente a septiembre de 1926, y con un tiraje de diez mil ejemplares, se publicó, en una página completa, un retrato del gobernador de Veracruz, en cuyo pie se lee: “Sr. Gral. de División Heriberto Jara, Gobernador Constitucional del Estado, un hombre-símbolo, bajo cuyo impulso Veracruz ha emprendido la tarea gigante de reconstrucción revolucionaria.” 

   
Foto del general Heriberto Jara Corona, gobernador de Veracruz,  publicada
en el número 6 de la revista Horizonte (Xalapa, septiembre de 1926).
         E incluso, en el inicio del número 9, correspondiente a marzo de 1927 y con un tiraje de diez mil ejemplares, se publicó, también en una página completa, un retrato oficial del Jefe Máximo, con corbata de moñito y la banda presidencial terciada en el pecho, en cuyo pie se advierte una alusión a la llamada “Ley Calles” impuesta contra la Iglesia católica y su culto: “General de División Plutarco Elías Calles, Presidente de la República, a quien se deben las más firmes orientaciones de la Revolución, por su alta defensa de los intereses proletarios en su lucha contra el imperialismo y la voracidad del clero católico.”

El Jefe Máximo, general Plutarco Elías Calles, presidente de México
entre el 1
 de diciembre de 1924 y el 30 de noviembre de 1928.
Foto publicada en el número 9 de la revista Horizonte (Xalapa, marzo de 1927).


V de XVII
En su antología de fotos de Tina, Margaret Hooks dice que Forma (de la que sólo se publicaron 7 números entre 1926 y 1928) era una “revista vanguardista de arte contemporáneo”; pero, con el patrocinio de la SEP y de la Universidad Nacional de México, y la dirección de Gabriel Fernández Ledesma y Salvador Novo de “censor”, tuvo un carácter más amplio en el rubro de las “Artes Plásticas”, dado que abarcó la pintura, el grabado, la escultura, la cerámica, la arqueología, la arquitectura, y las expresiones del arte popular mexicano; no obstante, como la misma Margaret Hooks lo recuerda en la página 116 de su biografía de Tina, la ñoñez y la mojigatería del entorno clausuró su “vanguardismo” debido al escándalo que suscitó la foto del excusado, que Weston tituló W.C., publicada en 1928 en el séptimo número.  
Página del número 7 de la revista Forma (1928).
La foto de Weston suscitó un escándalo y el cierre.
  Varias veces llama Paul O’Higgins al pintor y grabador Pablo O’Higgins, que es el nombre con el que se le conoce y pasó a la historia. 
Tina Modotti (1924), dibujo de Pablo O´Higgins
 En Tina Modotti, una vida frágil (FCE, 1993)
    Dice que “El romántico retrato que hizo Modotti del revolucionario cubano Julio Antonio Mella es su imagen más difundida [...] Representaba a la perfección la imagen que se tenía de Mella, la de un heroico revolucionario, y muy pronto se reprodujo en insignias y carteles. A partir de esta imagen se hicieron placas y bustos.” Pero la imagen que exhibe en su antología es un encuadre cerrado del retrato que refiere, el cual se observa completo en la página 158 de su biografía, del que en la página 177 de ésta apunta: “Revolucionarios del mundo entero ya comenzaban a glorificar a Mella [después de su asesinato]. La imagen mental del mártir recibió un rostro físico, gracias al retrato de perfil realizado por Tina. Se reprodujo en tamaño cartel, en la primera plana de una edición especial de El Machete y, desde ahí, se difundió por todo el mundo hasta convertirse en la imagen más reconocida del revolucionario muerto. En una manifestación en el Madison Square Garden [de Nueva York], se distribuyeron tarjetas postales con la fotografía. También se utilizó en distintivos que hizo el Partido Comunista Mexicano y que vendió para recaudar fondos. En su casa, Tina mantuvo esa fotografía ‘en un marco negro, sencillo y pequeño sobre su escritorio, con una pequeña rosa fresca sobre el marco’.” 
 
Página de El Machete con el icónico retrato que Tina Modotti
le tomó a Julio Antonio Mella en 1928.
En la iconografía de Me llamaban el Coronelazo (Grijalbo, 1977),
memorias de David Alfaro Siqueiros, editadas y prologadas por Angélica Arenal.
     
Tina Modotti al pie de sus fotos exhibidas del 3 al 14 de diciembre de 1929
en el vestíbulo de la Biblioteca Nacional de la UNAM.
       
Máquina de escribir de Julio Antonio Mella (1928)
Foto: Tina Modotti
        E incluso, como lo documenta la célebre foto en la que se ve a Tina Modotti vestida de negro y cruzada de brazos al frente de un grupo de sus imágenes, se exhibió en un sitio protagónico en la única muestra individual que tuvo en México, montada en la Biblioteca Nacional de la UNAM (ubicada en Av. Uruguay e Isabel la Católica), del 3 al 14 de diciembre de 1929; en cuya inauguración Concha Michel tocó la guitarra y cantó Canciones Revolucionarias, y en la clausura hablaron Baltasar Dromundo y David Alfaro Siqueiros, y en cuyo programa de mano se publicó el famoso “Manifiesto de Tina Modotti Sobre la fotografía”, cuyo epígrafe de León Trotsky —la condenatoria e incendiaria antípoda para los acérrimos estalinistas— era una cita que estaba tecleada en la máquina de escribir de Mella (que Tina fotografió en 1928 y que él alude el término de la carta que le envió a ella, desde el puerto de Veracruz, cuando se proponía derrocar al dictador Machado, el 11 de septiembre de 1928: “la dactilográfica que tú has socializado con tu arte”); visionario e incendiario fragmento, por ser escrito por León Trotsky, mutilado en la edición del texto en la revista Mexican Folkways, correspondiente a octubre-diciembre de 1929, el cual dice a la letra: “La técnica se convertirá en una inspiración mucho más poderosa de la producción artística; más tarde encontrará su solución en una síntesis más elevada el contraste que existe entre la técnica y la naturaleza”. Sobre esto se puede leer (y ver) en el libro-catálogo Tina Modotti. Una nueva mirada, 1929 (CNCA/CI/UAEM, 2000), con ensayo de José Antonio Rodríguez e investigación de Jesús Nieto Sotelo y Elisa Lozano Álvarez.
(CNCA/CI/UAEM, 2000)

VI de XVII
Dice Margaret Hooks en su antología que “Modotti y Weston eran miembros del mismo círculo [en el centro de la Ciudad de México donde confluían Germán Cueto y Lola Cueto] y desempeñaban un destacado papel en las reuniones semanales, en las que se tomaba chocolate a la taza y se hablaba de arte y revolución”; pero además de que obviamente mitifica y de que en México no se decía ni se dice “chocolate a la taza”, tal comentario evoca que en la página 77 de su biografía alude el mismo sitio de la calle Mixcalco 12, donde vivían Diego Rivera y Lupe Marín, cuya casa estaba dentro de la privada, en la que también vivían otros artistas, propiedad de Lola y Germán Cueto, y donde según Margaret Hooks, Weston y Tina iban a “tomar el tradicional chocolate de las cinco”; lo cual, además de ser una jocosa mentira —dado que en el México de los años 20 no era costumbre, ni se acostumbra ahora, “el tradicional chocolate de las cinco”—, resulta una risible parodia de la tradicional “hora del té” inglés. En el entorno doméstico, mexicanista y nacionalista de Diego Rivera, ubicado entre 1923 y 1924, el chocolate no se serviría “a la taza”, sino en jarro (en jarro de barro hecho por manos indígenas, al uso del pueblo y de la tradición mexicana) y se haría con molinillo de madera y en olla de barro ex profeso
   
Lupe Marín con su hija Lupe Rivera Marín (Pico)
Interior de la casa de Mixcalco 12
Ciudad de México, c. 1925
En Frida Kahlo. Sus fotos (RM, 2010)
        En la citada página 77 de su biografía se lee así: “Tina y Edward visitaban Mixcalco para asistir a fiestas o tomar el tradicional chocolate de las cinco en casa de los Rivera, un lugar cálido, decorado con colores contrastantes al estilo mexicano: mesas de pino, muebles rústicos de madera y piel, petates sobre el piso de mosaicos de barro y pinturas cubistas de Diego en la paredes. Conocieron no sólo a los Cueto, sino a otros miembros del grupo de Mixcalco, incluido el agitador de ojos verdes del Sindicato de Artistas, que dedicaba igual tiempo a la pintura que a la política: el muralista David Alfaro Siqueiros.”
 

VII de XVII
Entre “principios de 1922” y “marzo de 1923”, Diego Rivera pintó a la encáustica su mural La Creación en el Anfiteatro Bolívar de la entonces Escuela Nacional Preparatoria y entre sus primeros ayudantes tuvo a Xavier Guerrero, a Roberto Montenegro, a Carlos Mérida y a Jean Charlot, quienes por ello fueron apodados los Dieguitos. Y Jean Charlot, entre el 2 de octubre de 1922 y el 31 de enero de 1923, pintó al fresco su mural Masacre en el Templo Mayor, ubicado en el segundo nivel de la Preparatoria —precisamente en el muro sur del cubo de escaleras del patio principal—, donde anotó el 25 de noviembre de 1922, con su particular grafía y dentro de un barroco medallón situado en el ángulo inferior izquierdo: “Hízose este fresco en México y fue el primero desde la época colonial, pintólo Juan Charlot e hizo fábrica el maestro albañil Luis Escobar.” 
     
Masacre en el Templo Mayor (1922-1923),
fresco de Jean Charlot en la Escuela Nacional Preparatoria.
Ciudad de México
En México en la obra de Jean Charlot (UNAM/CNCA/DDF, 1994)
     
Ídem, detalle de la datación
     
Ídem, detalle donde Jean Charlot se autorretrató con lentes junto a Diego Rivera
           Esto lo apunta el propio Jean Charlot en El renacimiento del muralismo mexicano 1920-1925 (Domés, 1985) —libro editado por primera vez en inglés en 1963, en New Haven, por la Yale University Press, cuyas pesquisas hizo en México becado por la Fundación Guggenheim—, donde bosqueja que el descubrimiento y la aplicación de la técnica del fresco en el muralismo mexicano del siglo XX fue paulatino y colectivo, y donde afirma: “Durante algún tiempo, la encáustica de Rivera y mi fresco fueron los únicos dos murales modernos que veía el gran público. El hábito de mencionar a ambos se mantuvo largo tiempo, aun cuando otros murales estaban ya terminados”. No obstante, Margaret Hooks, en la página 70 de su biografía de Tina Modotti, y pese a que en la bibliografía enlista la edición norteamericana del libro de Jean Charlot, con su regusto por la leyenda y la mistificación, le atribuye a Xavier Guerrero —quien fue pareja de Tina después de Weston— el redescubrimiento del fresco: “De Xavier Guerrero, quien todavía era el principal asistente de Diego [en la SEP, en 1924, según dice], se dijo después que era el ‘denominador común poco común’ del muralismo mexicano. Redescubrió la técnica perdida del fresco que usaron las civilizaciones indígenas de México. Para lograrlo, comparó en detalle las técnicas de estuco que utilizaba su padre, un pintor de casas en Guadalajara, con los restos de frescos prehispánicos. Poco antes de la visita de Tina y Edward [a Diego, mientras en 1924 pintada en la SEP], los experimentos de Guerrero habían convencido a Rivera de abandonar la técnica de la encáustica que usó en los primeros murales [sólo la empleó en La Creación] para adoptar la del fresco que lo haría famoso. Pese a que la contribución de Guerrero fue olvidada con el tiempo, en esos primeros años, Rivera le dio todos los créditos de lo que, sin duda, era el descubrimiento del antiguo secreto mexica [sic].” 

Xavier Guerrero (c. 1922)
Foto: Edward Weston

En Tina Modotti, una vida frágil (FCE, 1993)


Tina Modotti en 1924
Foto: Edward Weston
En Edward Weston/Harry Callahan (La Fábrica, 2013)


Tina Modotti en la azotea (1924)
Foto: Edward Weston
Cañas de azúcar (1929)
Foto: Tina Modotti


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Continúa y concluye en Tina Modotti, una vida frágil (2 de 2)

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