A veces un dedo es sólo un dedo
I de IX
En 2018 se cumplieron los 200 años de la primera edición, en inglés, de Frankenstein o El moderno Prometeo (Frankenstein; or, The Modern Prometheus), la celebérrima y popular novela de Mary Wollstonecraft Shelley (1797-1851), en cuyo manuscrito y revisión incidió y participó la pluma y el pensamiento del poeta y ensayista Percy Bysshe Shelley (1792-1822). En tal sonoro aniversario aparecieron, en el orbe del idioma español, varias traducciones del Frankenstein de 1818; disperso ámbito de la recalentada aldea global donde circulan y predominan las traducciones del Frankenstein de 1831, presunta versión “definitiva”, prologada, revisada y modificada en varios puntos nodales por Mary Shelley en solitario. Por ejemplo, la serie Alma Clásicos Ilustrados publicó en Barcelona, con tapas duras, listón separador, viñetas, e ilustraciones en blanco y negro de John Coulthart, una traducción de Alejandro Pareja Rodríguez titulada Frankenstein, pulcra y amena, pero con tenues bemoles, sin prólogo y sin notas. Y traducida por José C. Vales (y “la introducción, los anexos y notas” por Vicente Campos), en España y en México, Ariel publicó un Frankenstein de pastas blandas con solapas y a dos tintas, que desde la portada hace guiños y pestañeos al incauto al anunciar: “BICENTENARIO 1818-2018”; y dentro de un círculo dorado: “EDICIÓN ANOTADA PARA CIENTÍFICOS, CREADORES Y CURIOSOS EN GENERAL”; pero paradójicamente se añadió: “EDICIÓN DE 1818, REVISADA Y CORREGIDA”. Y el boquiabierto e ingenuo lector puede preguntarse, a priori, ¿qué le revisaron y dizque “corrigieron” a la supuesta “EDICIÓN DE 1818”?, dado que se trata de una traducción al idioma de Cervantes (ineludiblemente tamizada y arbitraria) de una obra originalmente escrita y publicada en el idioma de Shakespeare. (Akal, Madrid, 2018) |
(Akal, Madrid, 2018) |
Página v |
Cuarta de forros |
Página lxxxiv (detalle) |
Fotograma de La novia de Frankenstein (1935) |
Por otra parte, la vitalidad bicentenaria y multilingüe del monstruo de Frankenstein gestado y parido por Mary Shelley (con el seminal apoyo de Percy), y sus múltiples e incesantes ediciones, traducciones y derivaciones (teatrales, musicales, coreográficas, cinematográficas, gráficas, narrativas, televisivas, lúdicas, etcétera), rebasó los propósitos iniciales de la autora (escribir una terrorífica y espeluznante historia de fantasmas a partir del reto propuesto por lord Byron en Villa Diodati aquel frío, lluvioso y legendario verano de 1816), y rebasa las pretensiones de quienes manipulan y capitalizan el fenómeno de consumo masivo y global.
Villa Diodati |
II de IX
El carozo de la mazorca del presente Frankenstein anotado (cuya primera edición en inglés data de 2017: The New Annotated Frankenstein) es, desde luego, la traducción del Frankenstein de 1818 (originalmente editado en tres volúmenes), en cuya serie de notas se pueden leer (y contrastar) las modificaciones que Mary Shelley realizó en solitario para el Frankenstein de 1831 (editado en un solo volumen). Pero ante la proliferación de erratas, desaciertos y ligerezas del propio Leslie S. Klinger resulta ineludible no leer sin suspicacia. Leslie S. Klinger |
Klinger no registra en su bibliografía la edición príncipe de la novela de Mary Shelley, que fue anónima. Y en su “Prólogo” no precisa la fecha de la primera edición y en la página lvi de éste sólo bosqueja yerros y vaguedades; pero otros críticos y comentaristas sí lo han hecho. Es decir, con el título Frankenstein; or, The Modern Prometheus, el 1° de enero de 1818 (o “el 11 de marzo de 1818”, según James Rieger e Isabel Burdiel) fue editada en Londres, en tres volúmenes, por la empresa editorial dirigida por James Lackington: Lackington, Hughes, Harding, Mavor, & Jones, con un tiraje de 500 copias. Y según reporta Klinger en su “Prólogo”, la segunda edición de Frankenstein en dos tomos fue editada en 1823, en Londres, por el padre de Mary Shelley, William Godwin (1756-1836), mientras ella aún estaba en Italia; que le hizo algunas correcciones (al parecer sin consultarla) y que “al fin llevaba su nombre”. Y según afirma en esa página lvi: “Todos sus libros posteriores se publicaron inicialmente sin su nombre como autora, llevando como única identificación el texto ‘Del autor de Frankenstein’.” Pero en la página lxviii de su “Prólogo” se exhibe, en blanco y negro y con baja resolución, la portada del primer volumen de Rambles in Germany and Italy in 1840, 1842 and 1843 (London, 1844), donde se logra leer el flamante nombre de la autora: “MRS. SHELLEY”; además de que no figura la leyenda: BY THE AUTHOR OF “FRANKENSTEIN” (“Por el autor de Frankenstein”). Sobre tal libro dice Klinger en ese misma página lxviii: “Ese mismo año [1844], Mary publicó su último libro, Rambles in Germany and Italy in 1840, 1842 and 1843, un relato de sus viajes.”
Página lxviii (detalle) |
Página 9 (detalle) Nota: “El vampiro” (The Vampyre), cuento de John William Polidori, se publicó por primera vez en abril de 1819 (no en 1816), en New Monthtly Magazine, y fue atribuido a lord Byron. |
Página lxxix (detalle) |
En la página lxxii del “Prólogo”, Klinger apunta: “Mary comenzó a revisar Frankenstein, primero tímidamente en 1823 y más en profundidad en 1831.” Pero antes, en la página xx (que apenas es la segunda página de su “Prólogo”) dijo otra cosa: “Como señalan biógrafos y estudiosos, Shelley revisó su relato en 1823 y en 1832”; así que el lector puede preguntarse si ese yerro (“1832”) es de él o de la traductora. Elemental error (mi querido Watson) que los “correctores” pasaron por alto. El caso es que está allí: vil frijol saltarín en la sopa de letras. Y a continuación de éste, Klinger continúa: “pero ninguna edición anotada o académica previa de Frankenstein ha tenido en cuenta el efecto de sus revisiones o los posibles motivos de determinados cambios.” Klinger, obviamente, no pierde oportunidad de llevar agua a su molino; cosa que hace, incluso, al inicio de su “Prólogo”, puesto que en inglés ha anotado las obras de H.P. Lovecraft, Arthur Conan Doyle, Bram Stoker y Mary Shelley (editadas en español por Akal): “Tres figuras literarias se alzan sobre el siglo XIX, extendiendo sus sombras hasta el siglo XXI: Sherlock Holmes, Drácula y el monstruo de Frankenstein.” Pero, a priori, y a estas alturas del tiempo, de los caudalosos ríos de tinta, y de las laberínticas y dispersas bibliotecas que conforman las múltiples y exhaustivas investigaciones en torno a Mary Shelley y su obra, es imposible tragarse esa píldora de Perogrullo; es decir, que en el orbe del idioma inglés nadie, antes que él, ha realizado una “edición anotada o académica previa de Frankenstein” que haya “tenido en cuenta el efecto de sus revisiones o los posibles motivos de determinados cambios.”
(Cátedra, 4ª ed., Maderid, 2003) |
(Cátedra/UV/IM, 2ª ed., Madrid, 1996) |
III de IX
lustración de Lynd Ward en Frankenstein (Sexto Piso, 2013) |
Ilustración de John Coulthart en Frankenstein (Alma, 2018) |
Quien sí cuestiona, con su conducta, ideas y rebeldía, el papel de “las mujeres en la sociedad”, pero sobre todo en la sociedad musulmana —y por ello resulta crítica, revulsiva y opuesta a la idiosincrasia islámica y a la poligamia y menoscabo de la mujer en el ámbito islamista de Constantinopla— es Safie (p. 171-174), la joven árabe-cristiana que en contra de lo maquinado y ordenado por su padre turco-mahometano, y sin hablar ni escribir francés ni alemán, huye de su reclusión en un convento de Leghorn (“Livorno [...], la ciudad portuaria más importante de la Toscana, en el mar de Liguria”) y viaja al bosque cercano a Ingolstadt (en cuya solitaria cabaña los De Lacey sobreviven exiliados de Francia y en la pobreza), con el añorante y feliz objetivo de ser mujer (y esposa) de su amado e idealizado Félix De Lacey.
Ilustración de John Coulthart en Frankenstein (Alma, 2018) |
Extraña y obnubiladamente, Klinger, en la misma página 171, apunta al inicio de su nota 10: “A menudo se interpreta que el Corán predica que las mujeres están al servicio del hombre, quienes son señores, amos y dueños de la casa. Sin embargo, la criatura no está estrictamente en lo cierto al adscribir al islam la idea de que las mujeres no deben ser educadas.” Primero; en ninguna parte de la novela el monstruo afirma que el islam adscribe que “las mujeres no deben ser educadas”; vamos, ni Safie ni nadie dice tal cosa. Segundo; lo que reporta el monstruo a Victor, tras leer en francés las cartas de Safie a Félix (y quizá por oír ciertas anécdotas), son las consabidas, atávicas y ancestrales circunstancias sociales (familiares y religiosas), de índole medieval, que limitan a la mujer en una Constantinopla bajo el dominio de la machista y falocéntrica idiosincrasia musulmana (o sea: de los seguidores de Mahoma, cuyo libro sagrado es el Corán). Ámbito donde la madre de Safie, nacida libre (no se narra en qué país), en contra de su voluntad subsistía robada y esclavizada por los turcos. (Cabe preguntarse: ¿de qué tipo de esclavitud se trató?, ¿sexual?) Y donde Safie, según dijo, sería “encerrada entre los muros de un harén con la única autorización de entregarse a divertimentos pueriles” (eufemismo que implica la tácita y consabida lujuria), perspectiva que rechaza y por ende la enferma.
Ilustración de Lynd Ward en Frankenstein (Sexto Piso, 2013) |
IV de IX
Pero regresando a lo que nos ocupa, después de la susodicha palabra “cambios”, continúa Klinger en el mismo párrafo de su “Prólogo” (p. xx): “Finalmente, a diferencia de los relatos de Sherlock Holmes o Drácula (que resultan estar escritos por hombres), Frankenstein incorpora sorprendentemente mucha información sobre la vida privada de su autora, y comprender esos nexos enriquece la historia.” Y esto parecer ser uno de los objetivos que Klinger glosa en sus notas y en el “Prólogo”; de ahí que más adelante diga (p. xxii): “Y, como ya se ha sugerido, la obra también es sumamente biográfica. Los elementos de la autobiografía están tan finamente calibrados con la forma y el contenido del libro que la tarea de descifrarlos, como se demuestra en estas anotaciones, y aunque compense el esfuerzo, supone casi una trampa. No obstante, siempre ha sido una vigorosa línea de investigación.” Página xxiii (detalle) |
Página xxxiii (detalle) |
Ilustración de Lynd Ward en Frankenstein (Sexto Piso, 2013) |
Claras omisiones y huecos de Leslie S. Klinger, pese al cúmulo de sus arbitrarias notas, las cuales oscilan entre la erudición, el prejuicio idiosincrásico y la chabacanería.
V de IX
Así como las erratas y descuidos en la traducción del Frankenstein anotado ponen en entredicho y en tela de juicio su calidad, las omisiones y metidas de pata de Leslie S. Klinger lo desvirtúan sobremanera. Habría que diseccionar y destripar minuciosamente todo el aparato crítico e iconográfico del horrorosísimo volumen; es decir, hacer un análisis exhaustivo y pormenorizado del monstruoso y descomunal Frankenstein anotado. No obstante, para la presente nota, se pueden entresacar, arbitrariamente, dos ejemplos.(UV, México, 1999) |
Ilustración de Lynd Ward en Frankenstein (Sexto Piso, 2013) |
“El asno y el perrito”, fábula de La Fontaine en Las mejores fábulas. Esopo. La Fontaine. Iriarte. Samaniego (Edimat, 1999) |
“El burro juguetón y su amo”, fábula de Esopo en Fábulas de Esopo. Vida de Esopo. Fábulas de Babrio (Gredos, 2ª ed., 1993) |
Habiéndola leído tal moderna, caricaturesca y retocada versión, se transluce que se trata de una especie de palimpsesto, no de la fábula de Esopo: “El burro juguetón y su amo”, sino de “El burro y el perrito de lujo”, la cual se lee en la página 374 de la erudita y citada edición de Gredos, dentro de las “Fábulas de Babrio”:
“El burro y el perrito de lujo”, fábula de Babrio en Fábulas de Esopo. Vida de Esopo. Fábulas de Babrio (Gredos, 2ª ed., 1993) |
VI de IX
No es gratuito hablar de dispersos descuidos editoriales en la edición que Akal hizo del Frankenstein anotado. Por ejemplo, en la nota 1 de la página 307, correspondiente a la “Introducción” que Mary Shelley hizo para la edición del Frankenstein de 1831, Klinger dice sobre los padres de la autora: “Estos son William Godwin y Mary Wollstonecraft. Véase en el Prólogo, el texto que sigue a la nota 20, anteriormente.” Además de que sobra ese “anteriormente” (tautológico yerro que se repite cada vez que el anotador remite a su “Prólogo”), la “nota 20” de éste, que se halla en la página xxxv, no se correlaciona con lo que argumenta y sólo reza: “Ibid, p. 643”; y la nota 21: “Ibid, p. 672.” Fotograma de La novia de Frankenstein (1935) |
Ilustración de Lynd Ward en Frankenstein (Sexto Piso, 2013) |
VII de IX
Tampoco son gratuitos los calificativos “racionalista y obtuso” aplicados en la frente a Leslie S. Klinger. Es decir, ningún lector ignora que por antonomasia en la literatura fantástica todo es posible y que en ella es consubstancial y orgánico lo insólito, inverosímil y maravilloso, y por ende la cuadratura del círculo es moneda común y corriente. Pero por algún atavismo y prejuicio idiosincrásico, Klinger, en numerosas notas, olvida que Frankenstein es una novela fantástica y el monstruo un ser imaginario y sobrenatural supuestamente creado en el laboratorio con trozos de cadáveres humanos y de animales (un cadáver exquisito para los surrealistas); incluso, casi al inicio de sus argumentos, en la página xxviii de su “Prólogo”, parece que le cuesta trabajo verlo así y por ello lo llama “casi sobrenatural monstruo”. En este sentido, con estrecha o inflexible lógica cartesiana, en torno a numerosas menudencias y pasajes de la novela “reflexiona”, y apunta, como si Frankenstein fuera una novela realista, y con pretensiones realistas, y por ende al contenido fantástico y al imaginario decurso narrativo (incluidas las citas y alusiones literarias) le aplica grilletes y torniquetes realistas, hipotéticos ajustes temporales, y marcos históricos, geográficos, librescos, lógicos y socioculturales que son parte de la historia, de la geografía, de la literatura y de la realidad, pero no, en sentido estricto y fiel, de la fantástica obra de Mary Shelley. De modo que, por ejemplo, si Klinger no cuestiona la imposible (pero ficticia) creación del monstruo con trozos de cadáveres, ni su bestial fortaleza, ni su animalesca velocidad física, ni su resistencia sobrehumana en inhóspitas y extremas zonas bajo cero, ni sus súbitas y fantasmales apariciones (ya en el bosque de Plainpalais, en el mar de hielo al pie del Montanvert, en la más remota de las Islas Orcadas, en la hospedería de Évian, en el cementerio de Ginebra, en el barco de Robert Walton, e incluido el sigiloso y fantasmal trabajo nocturno que hace para beneficiar a sus supuestos “protectores” (les proporciona leña, quita la nieve del sendero y cultiva el huerto), ni que los De Lacey no advirtieran su voluminosa presencia en el diminuto cuarto adherido a su cabaña de madera, haciendo caso omiso ante el obvio IQ del monstruo (implícito en su vertiginoso aprendizaje e índole fantástica) le alarma y le resulta inverosímil la forma en que aprende a leer en francés a través de la rendija que halla en los tablones del estrecho cobertizo adjunto a la cabaña de los De Lacey (“El libro con el que Félix instruía a Safie era Las ruinas de los imperios, de Volney”, dice en la p. 165), y da por supuesto que el monstruo (que en sus notas llama “criatura”) es más o menos igual a una persona de carne y hueso que pedalea, suda, duerme, respira, gime, mastica, eructa y chifla por los linderos del planeta Tierra. Así que en la nota 5 de la página 165 cuestiona “muy docto”, divaga, fantasea, cita y se interroga: Ilustración de Fuencisla del Amo y Francisco Solé en Frankenstein (Vicens Vives, 2006) |
Ilustración de John Coulthart en Frankenstein (Alma, 2018) |
lustración de Lynd Ward en Frankenstein (Sexto Piso, 2013) |
Ilustración de Fuencisla del Amo y Francisco Solé en Frankenstein (Vicens Vives, 2006) |
VIII de IX
Vale puntualizar que en sus notas, en torno a las referencias y alusiones literarias y bibliográficas que halla (o destaca) en la novela de Mary Shelley, Klinger inserta comentarios y trata de precisarlas, y a veces bosqueja o resume el contenido o el tema de la cita (o alusión), pero sólo en el caso de la susodicha “fábula de Esopo” hizo una transcripción completa. Y sobre la brevísima y consabida referencia a un episodio de Simbad el marino que se lee en el “Capítulo III” del “Volumen I” del Frankenstein de 1818 (y en el “Capítulo IV” en la edición de 1831), Isbel Burdiel apunta en su nota 44 (op. cit., p. 164): “Referencia al ‘Cuarto Viaje de Simbad’ de Las mil y una noches en el cual éste, después de ser encerrado en una caverna junto a su esposa muerta, sigue una luz que le permite escapar de su encierro.” Mientras que Gabriel Casas y Cristina Garrigós esbozan en la nota 2 de la página 70 (op. cit.): “En el cuarto viaje de Simbad el marino (relato perteneciente a Las mil y una noches), el protagonista es encerrado en una cueva subterránea junto con el cadáver de su esposa y provisiones suficientes para sobrevivir unos días en los que lamentar su pérdida. Al borde de la desesperación, Simbad se topa con una fiera salvaje a la que sigue por un pasadizo, al final, del cual ve un rayo de luz que proviene de una apertura de la cueva por la que el héroe consigue escapar.”
Anónima ilustración en el Cuarto Viaje de Simbad el marino |
No obstante, Klinger —que en sus notas dizque fija el tiempo histórico en que se mueven los personajes de la novela fantástica, y dizque precisa los libros que los personajes leen, leyeron o debieron leer—, yerra, precisamente por tal cometido, al aludir al británico capitán Richard Francis Burton (1821-1890), cuya legendaria y angular versión de Las mil y una noches (o Arabian Nights), traducida y urdida por él en inglés (The Book of the Thousand Nights and a Night), apareció por primera vez en diez volúmenes (repletos de notas) editados en 1885, en Benarés, por la Kama Shastra Society (volúmenes a los que entre 1886 y 1888 se añadieron otros siete). Es decir, recapitulando la novela de Mary Shelley, Victor Frankenstein es ginebrino, creció en Ginebra hasta los 17 años, y su lengua natural es el francés, y por ende la historia de Simbad el marino que leyó (de niño o adolescente) tuvo que ser la versión en francés del francés Antoine Galland (1646-1715), nada menos que el introductor de los Cuentos árabes en el orbe occidental; es decir, en la mentalidad, los sueños, la tradición, los idiomas, la idiosincrasia y la fantasía europea y latinoamericana. Según Luis Alberto de Cuenca, Les mille et une nuits. Contes arabes “aparecieron en doce volúmenes editados en París entre 1704 y 1717”. Y según Borges, esos “Doce primorosos volúmenes aparecieron de 1707 a 1717, doce volúmenes innumerablemente leídos y que pasaron a diversos idiomas, incluso al hindustani y el árabe”.
lustración de Lynd Ward en Frankenstein (Sexto Piso, 2013) |
“La alusión de Víctor puede tomarse como un comentario sobre su punto de vista acerca del matrimonio pendiente con Elizabeth, está atrapado por su mujer muerta y sólo la creación —sólo la criatura— le salvará de ese destino. Véase Mary Shelley and Frankenstein: The Fate of Androgyny, cap. 4, ‘Woman and the Divided Self’, de William Veeder. Este libro resume el punto de vista de muchos críticos psicoanalíticos de Frankenstein y analiza más o menos en profundidad cómo el libro intenta resolver la relación personal de Mary Shelley con los hombres ‘prometidos’ (incluyendo a Percy Shelley y a su padre, William Godwin) a través de la representación de Víctor, así como el papel correcto de las mujeres. ‘Androginia’ significa para Veeder la integración armónica de las virtudes y los rasgos masculinos y femeninos en una única personalidad, un objetivo que él considera vital para Mary Shelley, tanto en su vida como en su literatura.”
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¿Qué le objetaría Leslie S. Klinger, no al total de las infinitas e inagotables páginas de Las mil y una noches, sino tan sólo a ese cuarto viaje de Simbad el marino? Quizá, dado que es un racionalista obtuso de cabeza cuadrada, tomaría a Simbad por una persona de la vida real y empezaría por discutir (cejijunto y blandiendo el dedo flamígero) que es imposible que un hombre de carne y hueso pase tanto tiempo metido en una oscura y fétida cripta repleta de esqueletos y de cadáveres en descomposición y de asfixiantes y deletéreas emanaciones. En fin, no obstante la incredulidad racionalista de Klinger, sus somníferas citas psicoanalistoides y argumentos de Perogrullo, en el mejor de los casos incitan al cotejo, a la reflexión, a la relectura y al debate.Anónima ilustración en el Cuarto Viaje de Simbad el marino |
Bibliografía de Frankenstein
Shelley, Mary, Frankenstein. Traducción del inglés al español de Alejandro Pareja Rodríguez. Ilustraciones en blanco y negro de John Coulthart. Alma Clásicos Ilustrados/Anders Producciones. Barcelona, 2018. 256 pp.
Shelley, Mary, Frankenstein. Traducción del inglés al español de Francisco Torres Oliver. Introducción de James Rieger. Notas de Gabriel Casas y Cristina Garrigós. Iconografía en color y en blanco y negro de Fuencisla del Amo y Francisco Solé. Colección Aula de Literatura núm. 38, Ediciones Vicens Vives. Barcelona, 2006. 318 pp.
Shelley, Mary, Frankenstein anotado. Traducción del inglés al español de Lucía Márquez de la Plata. Edición, prólogo y notas de Leslie S. Klinger. Investigación adicional de Janet Byrne. Introducción de Guillermo del Toro. Epílogo de Anne K. Mellor. Iconografía en color y en blanco y negro. Ediciones Akal. Madrid, 2018. 456 pp.
Shelley, Mary, Frankenstein o el moderno Prometeo. Bicentenario 1818-2018. Edición anotada para científicos, creadores y curiosos en general. Traducción del inglés al español de José C. Vales. Traducción de las notas y apéndices de Vicente Campos. Ariel/Ediciones Culturales Paidós. México, octubre de 2018. 344 pp.
Wollstonecraft Shelley, Mary, Frankenstein o El moderno Prometeo. Traducción del inglés al español de María Engracia Pujals. Edición, prólogo, notas y bibliografía de Isabel Burdiel. Iconografía en blanco y negro. Colección Letras Universales núm. 230, Ediciones Cátedra. 4ª edición. Madrid, 2003. 260 pp.
Wollstonecraft Shelley, Mary, Frankenstein o el moderno Prometeo. Traducción del inglés de Rafael Torres. Epílogo de Joyce Carol Oates (traducción de Jesús Gómez Gutiérrez). Ilustraciones en blanco y negro de Lynd Ward. Editorial Sexto Piso. España, 2013. 264 pp.
Bibliografía complementaria
Anónimo, Fábulas de Esopo. Vida de Esopo. Fábulas de Babrio. Introducción general y asesor para la sección griega: Carlos García Gual. Prólogos, traducciones y notas de Pedro Bádenas de la Peña y Javier López Facal. Biblioteca Clásica Gredos núm. 6, Editorial Gredos. 2ª edición. Madrid, 1993. 408 pp.
Anónimo, Historia de Aladino o la lámpara maravillosa. Versión de Antoine Galland. Prólogo y traducción del francés al español de Luis Alberto de Cuenca. Libros del tiempo núm. 203, Ediciones Siruela. Madrid, 2005. 136 pp.
Anónimo, Las mejores fábulas. Esopo. La Fontaine. Iriarte. Samaniego. Antología, traducción y edición anónima. Edimat Libros. España, 1999. 304 pp.
Anónimo, Las mil y una noches. Antología anónima. Anónima traducción al español según la versión francesa de Antoine Galland. Anónimas ilustraciones persas e hindúes en color. Editorial Óptima. 6ª edición. Barcelona, junio de 2002. 448 pp.
Anónimo, Las mil y una noches según Burton. Traducción del inglés al español de Jesús Cabanillas. Selección y prólogo de Jorge Luis Borges. La Biblioteca de Babel núm. 22, Ediciones Siruela. Madrid, 1985. 222 pp.
Anónimo, Las mil y una noches según Galland. Traducción del francés al español de Luis Alberto de Cuenca. Selección y prólogo de Jorge Luis Borges. La Biblioteca de Babel núm. 21, Ediciones Siruela. Madrid, 1985. 222 pp.
Anónimo, Libro de las mil y una noches. Notas y traducción del árabe al castellano de Rafael Cansinos Assens. Láminas en color de Julio Castro de la Gandara. Ilustraciones en negro de Manuel Benet. Tomo II. México, noviembre 15 de 1986. 1440 pp.
Anónimo, Simbad el marino. Traducción del árabe al español de Juan Vernet. Ilustraciones en blanco y negro de Alberto Urdiales. Botella al Mar, CONACULTA/Espasa-Calpe. México, 1992. 158 pp.
Borges, Jorge Luis, Obras completas. Emecé Editores. 14ª edición. Buenos Aires, septiembre de 1984. 1168 pp.
Borges, Jorge Luis y Guerrero, Margarita, Manual de zoología fantástica. Viñetas e ilustraciones en blanco y negro. Breviarios núm. 125, FCE. México, marzo 30 de 1957. 160 pp.
James, Henry, Los papeles de Aspern. Traducción del inglés al español de Sergio Pitol. Colección Sergio Pitol Traductor núm. 18, Universidad Veracruzana. México, agosto de 2012. 146 pp.
Scholem, Gershom, La cábala y su simbolismo. Traducción al español de José Antonio Pardo. Siglo XXI Editores. 4ª edición. México, junio 27 de 1986. 234 pp.
Pitol, Sergio, Adicción a los ingleses. Vida y obra de diez novelistas. Editorial Lectorum. México, noviembre de 2002. 168 pp.
Shelley, Percy Bysshe, Crítica filosófica y literaria. Según la edición de John Shawcross, Londres: Henry Frowde 1909. Introducción de José Montoya e Inmaculada Tormo. Traducción del inglés al español de Inmaculada Tormo. Clásicos del pensamiento núm. 10, Ediciones Akal. Madrid, 2002. 160 pp.
Rice, Edward, El capitán Richard F. Burton. Traducción del inglés al español de Miguel Martínez-Lage. Iconografía en blanco y negro Libros del tiempo núm. 45, Ediciones Siruela. 3ª edición. Madrid, marzo de 1993. 594 pp.
Wollstonecraft, Mary, Vindicación de los Derechos de la Mujer. Traducción del inglés de Carmen Martínez Gimeno. Introducción y notas de Isabel Burdiel. Feminismos núm. 18, Ediciones Cátedra/Universidad de Valencia/Instituto de la Mujer. 2ª ed. Madrid, 1996. 400 pp.
Wollstonecraft, Mary, Vindicación de los derechos de la mujer. Traducción del inglés de Marta Lois González. Introducción de Shelia Rowbotham (traducción de Alfredo Brotons Muñoz). Notas de Nina Power. Revoluciones núm. 10, Ediciones Akal. Madrid, 2014. 320 pp.
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