sábado, 28 de mayo de 2016

Vicio propio



Surfeando en la ola del pasado

De 2009 data la primera edición en inglés de Inherent Vice, novela del norteamericano Thomas Pynchon (Nueva York, mayo 8 de 1937), cuya traducción al español de Vicente Campos, Vicio propio, fue publicada en 2011 por Tusquets Editores, la cual presenta “entre comillas simples (‘’) las [diseminadas] palabras y expresiones que aparecen en español y cursiva en el original”; cuya adaptación cinematográfica, dirigida por Paul Thomas Anderson, se estrenó el 12 de diciembre de 2014.
Portada de Inherent Vice (2009) y Thomas Pynchon de joven
       
Paul Thomas Anderson e Inherent Vice (2009)
    
Thomas Pynchon
Representación especulativa del novelista hoy
Foto: Bobby Doherty
         Se dice que el furtivo Thomas Pynchon, quien elude exhibir su rostro en mediáticas fotografías, vivió, entre 1969 y 1970, en Manhattan Beach, playera población del condado de Los Ángeles, California, y que tal estancia fue crucial para la urdimbre de Vicio propio. Esto parece probable o es así, sólo que Manhattan Beach en la novela se llama Gordita Beach y es el surfista sitio donde reside Larry Sportello, el treintañero protagonista, apodado Doc, cuya estrambótica oficina de detective privado tiene una letrero que reza: “LSD INVESTIGATIONS”, no porque se dedique a indagaciones relativas al uso del ácido lisérgico (algo así como kármicos daños colaterales derivados de los experimentos psicodélicos y espirituales del gran gurú Timothy Leary), sino porque las siglas significan: “Localización, Seguimiento, Detención”.  

Larry Sportello, alias Doc (Joaquin Phoenix)
Fotoframa de Vicio propio (2014)
  Con su desgarbada pinta de hippie fumeta de huaraches, las aventuras y actividades detectivescas de Larry Sportello, y los hechos de la novela, oscilan, principalmente, en el entorno de Los Ángeles, California, y de Las Vegas, Nevada, impregnados de la abigarrada y enrarecida atmósfera social, popular, consumista, callejera, televisiva, cinematográfica, musical, política, contestaria, represiva, psicodélica y contracultural de los años 60. No obstante, varias alusiones permiten inferir el lapso del breve presente en que se sucede la obra. Uno es la espeluznante masacre cometida por Charles Mason y su “familia”, ocurrida el 9 de agosto de 1969 en la mansión de Cielo Drive, en Beverly Hills, donde murió asesinada la actriz y modelo Sharon Tate, esposa del director de cine Roman Polanski, quien estaba embarazada. Tal crimen, por su reciente y sonora impronta, es aludido varias veces a lo largo de la novela, incluso cuando inicia el juicio. En un pasaje donde se habla de la “Generación del amor”, se remite al pasado: “Allá por 1970”. Y en otro, ya en las latitudes del desenlace, Doc recibe por correo una invitación, dentro de “un lujoso sobre con membretes dorados”, para la inminente “Gran Inauguración” del “Kismet Casino and Lounge”, ubicado en “North Las Vegas”, “que se celebrará en algún momento por concretar de la primavera de 1972”. Es decir, todo indica que el presente de la novela transcurre en 1971 o quizá en 1972.

Sharon Tate y Roman Polanski
  Inextricable a su idiosincrasia gringa, Vicio propio, que en la traducción al español pierde su consubstancial oralidad y natural tesitura, no es una obra solemne, seria y rígida. Todo lo contrario: es chocarrera, hilarante, irónica, desenfada, procaz, iconoclasta y un tanto crítica, erótica y porno, donde buena parte de sus protagonistas, empezando por Larry Sportello, fuman tabaco y marihuana, beben cerveza, devoran pizzas y hots dogs, y viajan con LSD o esnifan cocaína. Sin que la trama implique una rigurosa reconstrucción sociológica e histórica, sí implica consabidos datos, nombres, personajes y hechos reales transcritos del pasado histórico norteamericano, lo cual le da un matiz de realismo y verosimilitud. Todo ello aunado a una continua, lúdica, ilustrativa, miscelánea y retrospectiva banda sonora (musical, cinematográfica y televisiva), cuyas sucesivas citas y alusiones denotan la heterogénea cultura retro de Thomas Pynchon. (Ahora, con auxilio de la web y de YouTube, el lector puede hacer un puntual seguimiento de tal bagaje). 

Colección Andanzas núm. 752, Tusquets Editores
Primera edición mexicana, abril de 2011
Shasta Fay Hepworth (Katherine Waterston)
Fotograma de Vicio propio (2014)
  Dividida en 21 capítulos, Vicio propio inicia cuando Shasta Fay Hepworth, ex novia de Larry Sportello, a quien no veía desde hace un año, lo busca en su casa para que indague el paradero de Michael Wolfmann, su actual novio, quien es un magnate inmobiliario, cuya mafiosa catadura a Doc le resume su tía Reet: “Mafia Hochdeutsch del Westside, el más gordo de los peces gordos, construcción, inversiones en cajas de ahorro y crédito, miles de millones libres de impuestos escondidos en lo más hondo de una remota montaña en algún sitio, técnicamente judío pero quiere ser nazi, para lo que se ejercita a menudo, hasta el punto de utilizar la violencia con los que se olvidan de escribir su nombre con dos enes.” “Va por ahí” —le dice— “con una docena de moteros de la Fraternidad Aria, para que le guarden la espalda, todos malos bichos con antecedentes penales que lo certifican. [...] Si te acercas en coche a diez manzanas de él, ellos se tumbarán delante de tu coche. Si te sigues acercando, te lanzarán una granada.” 

La tía Reet (Jeannie Berlin)
Fotograma de Vicio propio (2014)
  Vale puntualizar que la sabihonda tía Reet, a quien Doc consulta para obtener datos, le vaticina la futura propagación de Internet: “Algún día —profetizó ella—, habrá ordenadores que se encarguen de todo esto, lo único que tendrás que hacer es teclear lo que estás buscando, o mejor aún, decírselo de viva voz, como a ese HAL de 2001: Una odisea del espacio [1968], y te responderá con más información de la que puedes digerir sobre cada parcela en la costa de L.A., retrotrayéndose hasta las concesiones de tierra de los españoles, hasta los derechos de agua, las servidumbres, los historiales hipotecarios, o lo que quieras, créeme, está al caer.” Y más aún, en la oficina de Fritz Drybeam en Santa Mónica —donde Larry Sportello aprendió el oficio de detective con tal mentor y donde lo apodaron Doc por el “neceser de afeitado de piel falsa de cocodrilo” en el que llevaba la “herramienta hipodérmica” “Con el suero de la verdad”, “El mismo que utiliza la CIA”, para aplicarlo en algún malandrín renuente a hablar—, hay “una red de ordenadores”, llamada “ARPAnet”, “todos conectados por líneas telefónicas” con redes de universitarias computadoras: “UCLA, Isla Vista, Stanford”, cuyas virtudes y celeridad informática le canta Fritz: “Pongamos que hay un expediente que ellos tienen y tú no, ellos te lo envían al momento a razón de cincuenta mil caracteres por segundo.” Vale decir, entonces, que Doc acude a Fritz Drybeam y a ARPAnet para proveerse de cierta información y con un “Guau” de asombro describe el fantástico reducto: “Era como estar dentro de un árbol de Navidad de ciencia ficción. Había pequeñas luces rojas y verdes encendiéndose y apagándose por todas partes. Había armarios de ordenadores, consolas con pantallas de vídeo iluminadas y teclados alfanuméricos, cables que cubrían todo el suelo en medio de montones sin barrer de pequeños rectángulos de cartón, del tamaño apenas de un insecto, perforadores de las tarjetas de IBM, un par de copiadoras Gestetner en el rincón y, dominando el escenario a lo largo de las paredes, varias bobinas de cinta de grabación Ampex que se movían nerviosamente adelante y atrás.” 

La omnisciente computadora HAL
Fotograma de 2001: Una odisea del espacio (1968),
película dirigida por Stanley Kubrick
  Fritz Drybeam se siente allí “surfeando en la ola del futuro” y en un episodio le dice a Doc que ha contratado a un muchachito, Sparky, que “todavía tiene que llamar a su madre si va a llegar tarde a cenar”, pero de quien se dice aprendiz y para quien ARPAnet “es como el ácido, otro mundo, completamente extraño.... donde el tiempo, el espacio, y todo el follón, cambian”. Según le dice a Doc, Sparky “ha descubierto un modo de entrar en el ordenador CII de Sacramento sin que ellos lo sepan. Así que, muy pronto, cualquier cosa que tenga la Oficina de Seguridad del Estado la tendremos nosotros: puedes llamarnos CII Sur”.

Larry Sportello y Tariq Khalil
(Joaquin Phoenix y Michael K. Williams)
Fotograma de Vicio propio (2014)
  Paralela a la búsqueda de Michael Wolfmann, a la que se suma la desaparición y búsqueda de Shasta, Larry Sportello —quien a veces risiblemente se disfraza o adopta teatrales imposturas—, se involucra en otras búsquedas que a la postre, sin perder su distancia, tienen puntos de contacto entre sí. Una es la localización de Glen Charlock, a quien según Tariq Khalil, le debe pasta desde su mutua estadía en la cárcel de Chino. Coincidentemente, Glen Charlock es de la Hermandad Aria, el grupo de moteros guardaespaldas que rodean y protegen a Michael Wolfmann. Pero como Tariq Khalil es negro no se puede acercar a esa violenta pandilla nazi. De hecho la presencia de Tariq Khalil preludia los atisbos de racismo y beligerancia racista que las vertientes de la obra también aluden y abordan, como son, por ejemplo, los remanentes de los disturbios raciales ocurridos en el barrio de Watts, en Los Ángeles, entre el 11 y el 17 de agosto de 1965; o cuando en el Juzgado Federal de Los Ángeles un agente del FBI que interroga a Doc le dice que “toda la energía de esta oficina se dedica a investigar los Grupos de Odio Nacionalistas Negros”. Es así que la voz narrativa bosqueja cuando Tariq Khalil aparece en la oficina de Larry Sportello: “Ahora mismo había un visitante delante de la puerta esperando a Doc. Lo excepcional del cliente es que era negro. Claro que de vez en cuando se veía a negros al oeste de la Harbor Freeway, pero encontrarse a uno tan lejos de su zona habitual, casi al lado del océano, era muy raro. La última vez que alguien recordaba haber visto a un motorista negro en Gordita Beach, por ejemplo, hubo un aluvión de llamadas angustiadas pidiendo refuerzos que saturaron las frecuencias de la policía, se reunió un pequeño destacamento de vehículos de las fuerzas del orden y se instalaron barreras de control para toda la Pacific Coast Highway. Un viejo acto reflejo de Gordita, que se remontaba a poco después de la segunda guerra mundial, cuando una familia negra había intentado instalarse en la ciudad y los vecinos, con la servicial asesoría del Ku Klux Klan, incendiaron la casa, y luego, como si alguna antigua maldición se hubiera cumplido, se negaron a permitir que se levantara ninguna otra en esa parcela. El solar permaneció vacío hasta que la alcaldía lo expropió y lo convirtió en un parque, donde la juventud de Gordita Beach, siguiendo las leyes del reajuste kármico, pronto empezó a reunirse para beber, fumar hierba y follar, deprimiendo a sus padres, aunque no el valor de las parcelas.”

Y más aún, según Tariq Khalil le informa a Doc, cuando salió de la cárcel de Chino, luego de que lo hiciera Glen Charlock, descubrió que su gueto negro, ubicado en una parte de South Central donde estuvo un barrio japonés —deshecho cuando durante la Segunda Guerra Mundial los japoneses fueron confinados en campos de concentración—, ha sido demolido y en cuyos terrenos Michael Wolfmann construye el Channel View Estates (“su última agresión contra el entorno”, sentencia la tía Reet; cuyos estragos a Farley Branch, ambientalista y documentalista, le recuerdan “los desbroces que los bombardeos producían en la selva que había vivido” como marine en Vietnam), que es un conglomerado que comprende casas, un centro comercial, una licorería, un expendio de sándwiches y comida para los albañiles y obreros, “una cervecería en la que se podía jugar al billar y un salón de masajes llamado Chick Planet”, que en realidad es un burdel, donde el día que Doc va a husmear ve enfrente “una hilera de grandes motocicletas cuidadas con esmero y aparcadas con precisión militar”, que son las motonetas de la Hermandad Aria. A Jade, una masajista asiática del Chick Planet, Doc le pregunta por Glen Charlock, quien anda por ahí. Pero en vez de encontrarse con éste, oye una gritería y estruendos de las motos y alguien lo golpea y lo deja inconsciente. Cuando recobra el sentido, tiene un chichón en la cabeza y mira el rostro de Bigfoot Bjornsen, detective del LAPD (Departamento de Policía de Los Ángeles), quien en un primer momento, sin pruebas, lo culpa del asesinato de Glen Charlock. Es decir, los moteros de la Hermandad Aria se esfumaron y sólo quedó el muerto y Larry Sportello desmayado. 
Las masajistas Jade y Bambi y Larry Sportello en el Chick Planet
(Hong Chau, Shannon Collins y Joaquin Phoenix)
Fotograma de Vicio propio (2014)
  Dado que el detective Bigfoot Bjornsen, según le dice, quiere hallar al desaparecido Michael Wolfmann antes que el FBI lo considere un secuestro e intervenga y desplace al LAPD (se da por supuesto que desapareció, junto con Shasta, durante el mismo evento del asesinato de Glen Charlock), le pide nombres a Doc; e incluso le llega a proponer que sea su soplón, un informante del LAPD, y que le pagará con marihuana: “¡Dorada de Acapulco! ¡Roja de Panamá! ¡María empaquetada de Michoacán! Incontables kilos de verdadera hierba, di la cantidad, sólo para que lo sepas, que la tenemos. Y lo que no te fumes, por más improbable que parezca que no te lo fumes todo, siempre puedes venderlo.”



     
El detective privado Larry Sportello y el policía Bigfoot Bjornsen
(Joaquin Phoenix y Josh Brolin)
Fotograma de Vicio propio (2014)
         Obviamente Larry Sportello no se convierte en un soplón, tiene su particular moralidad de fumeta irredento; pero con el detective Bigfoot Bjornsen, que no es un modelo de policía pulcro ni perspicaz ni su compinche, establece un ríspido vínculo de eventual colaboración e intercambio de datos. 

Otro caso en el que Doc se involucra es el de la búsqueda de Coy Harlingen, un saxofonista que “había tocado con los Boards, una banda de surf que se había montado a principios de los sesenta y ahora se la consideraba pionera de la música surf eléctrica, y que últimamente tocaba un subgénero que les gustaba llamar ‘surfadélico’”; banda de la que la revista Rolling Stone alardea: “El nuevo álbum de los Boards hará que Jimi Hendrix quiera escuchar música surf otra vez”. Se dice que Coy Harlingen murió de una sobredosis de heroína; pero otros suponen que no fue así, entre ellos Hope, su esposa, quien originó la búsqueda ante Doc, y Scott Oof, primo de éste y músico surfista de los Beer, quien le dice que se rumora “que en realidad sobrevivió”, que “lo resucitaron en una sala de urgencias de Beverly Hills, pero todo el mundo guardó el secreto, algunos dicen que le pagaron para que siguiera simulando que había muerto, y él anda por ahí mismo disfrazado, con el pelo cambiado y todo eso...” 
El saxofonista Coy Harlingen (Owen Wilson) en la casa de los Boards
Fotograma de Vicio propio (2014)
  El derrotero de las indagaciones en torno a la búsqueda de Shasta y de Michael Wolfmann, del trasfondo de las falsas identidades de Coy Harlingen y del asesinato de Glen Charlock y sus cuentas pendientes con Tariq Khalil, conducen a Larry Sportello, en medio de sus vivencias y correrías, a entrever indicios de cruentos, sucios y mafiosos poderes y negocios inmersos, de un modo inveterado y sistémico, en el agresivo y violento tejido social e institucional norteamericano. No obstante, sólo se queda en el atisbo de las puntas de ciertos negros icebergs y no ahonda en sus meandros y trasfondos, pese a que en un peliculesco episodio, para salir con vida de un secuestro, se ve impelido a matar a un tal Puck Beaverton, un cabeza rapada con una esvástica tatuada en el cráneo, quien también era guardaespaldas de Michael Wolfmann, a quien Doc rastreó y localizó en Las Vegas por petición de Trillium Fortnight, la novia de Puck; y también mata, defendiéndose, a un tal Adrian Prussia, un asesino a sueldo, al servicio de la policía y de la mafia del Colmillo Dorado, con un voluminoso y secreto expediente de impunidad en los sótanos del LAPD y de los juzgados, que Doc logra hojear gracias a su vínculo sexual y amistoso con Penny Kimball, “ayudante del fiscal del distrito en la oficina de Evelle Younger”.    

Penny Kimball y Larry Sportello
(Reese Witherspoon y Joaquin Phoenix)
Fotograma de Vicio propio (2014)
  Sobre el ricachón y libidinoso Michael Wolfmann, por ejemplo, se entera que durante un viaje en LSD tuvo cierta visión reivindicativa y kármica, pues en medio de unos desérticos terrenos cercanos a Las Vegas estaba erigiendo una ciudad artificial llamada Arrepentimiento, en la que pensaba restituir, a necesitados y menesterosos, de un lugar dónde vivir libremente en una especie de fraterna y meditativa comuna. Pero un poder oscuro y mafioso, más poderoso que él y coludido al mafioso FBI (que aún es presidido por el recalcitrante antisubversivo John Edgar Hoover), lo secuestró e internó en un manicomio, ubicado en Ojai (la loquería y clínica de desintoxicación Chryskylodon, “para la clase alta”), donde le lavaron el cerebro, y luego lo regresaron a su convencional sitio en el statu quo (donde tiene esposa y cariz de filántropo), pues Wolfmann, tras una estrategia para incrementar rápidamente sus caudales, recién compró en Las Vegas el citado Kismet Casino, que estaba astroso y decadente, y a toda orquesta pergeña su boyante reinauguración. Mientras que Shasta Fay Hepworth, por ende y como si nada hubiera ocurrido durante su desaparición, regresa a Gordita Beach, ya no vestida “de pies a cabeza como una chica de tierra adentro”, sino con sus antiguas sandalias de siempre, “con la parte de abajo de un bikini estampado de flores y una camiseta desteñida de Country Joe & the Fish”.

Shasta Fay Hepworth (Katherine Waterston)
Fotograma de Vicio propio (2014)
     
Shasta y Doc
(Katherine Waterston y Joaquin Phoenix)
Fotograma de Vicio propio (2014)
       Y en su momento, el negro Tariq Khalil, ahora sexualmente enredado con la mesera de bar Clancy —la atractiva pelirroja de minifalda hermana de Glen Charlock—, le revela a Doc los pormenores de la deuda carcelaria de éste, que no eran dólares, sino armas ligeras, del mercado negro, destinadas a “la Milicia Armada Negra de Guerreros Anti-Hombre (MANGAH)”. No obstante, Larry Sportello no indaga sobre tal milicia del Black Power ni sobre el tráfico de armas de la mafia, pero sí algo sobre el trasfondo del asesinato de Glen Charlock, puesto en el blanco, para ultimarlo, por el citado guardaespaldas Puck Beaverton, pues incidentalmente había visto una cinta furtivamente filmada por Farley Branch, el susodicho documentalista y ex marine en Vietnam, donde, con pelos y minucias, mientras Doc yacía inconsciente con un chichón en la cabeza, se aprecia la pactada huida de los moteros guardaespaldas de Michael Wolfmann y el preciso instante del asesinato de Glen Charlock en medio del cerco del Channel View Estates y del asalto del Chick Planet Massage por parte de un militarizado pelotón, con uniformes de camuflaje y pasamontañas, y poderosas armas de alto calibre. Tras ver la película, Doc le pide a Farley Branch copia ampliada de un par de planos y le pide a Fritz Drybeam que a través de ARPAnet indague las matrículas de los vehículos que participaron en el asalto, quien luego le comenta por teléfono: “he buscado los números de matrícula que me diste y resulta que algunos de ellos pertenecen a los ‘reservistas de la policía’ de L.A. Parece que muchos de esos tipos se alistaron durante los disturbios de Watts para jugar al tiro al negro y que todo colara como legal. Desde entonces han sido como una pequeña milicia privada a la que recurre el LAPD cada vez que no quiere salir mal parado en la prensa. Si tienes un lápiz anota esto, y no me cuentes lo que pase.” 

Fotograma de Vicio propio (2014)
  Para indagar sobre esos “auxiliares de la policía”, Larry Sportello, haciéndose pasar por un “representante de Alambradas para la Seguridad del Hogar Tarzana”, se apersona en la casa de Arthur Tweedle, quien acude “a las reuniones de California Vigilante con su vecino Prescott, otro antisubversivo por afición que también constaba en la lista que le había dado Fritz”. Arthur Tweedle es “un operario civil que trabajaba en un turno de día normal en el arsenal de la Marina” y en su casa tiene una colección de poderosas armas que le muestra sin reparos (“armas así habrían cambiado las cosas en Watts”, le dice), además de hablarle de su mercenario “servicio en la reserva de la policía”. Doc ve colgado un pasamontañas que “Se parecía extrañamente a los que salían en la película que Farley Branch había rodado en el asalto a Chick Planet Massage” y Tweedle le dice que “es el reglamentario”, que “forma parte del uniforme para cuando salimos de maniobras”. Así que picado le pregunta si eran ellos “los que estaban hará un par de semanas en aquella movida en la que desapareció Mickey Wolfmann”. Y Tweedle, cantarín, se lo confirma: “Y tanto, acabamos persiguiendo a una banda de moteros por todo Channel View Estates, la pandilla de pinta más repugnante que he visto en toda mi vida, pero, bien mirado, cuando la cosa se tensó no dieron más problemas que los negros.” 

Larry Sportello y Penny Kimball viendo la tele
(Joaquin Phoenix y 
Reese Witherspoon)
Fotograma de Vicio propio (2014)
  Vale observar que esos “matones patriotas conocidos como California Vigilante”, además de racistas y antisubversivos, son “activistas del Partido Republicano”, al que pertenece Ronald Reagan, gobernador de California, y Richard Nixon, presidente de los Estados Unidos. Y es precisamente en un mitin de California Vigilante en el Century Plaza, “el palaciego hotel del Westside”, donde “Nixon se había apersonado de manera imprevista, como por capricho”, que Larry Sportello (mientras fuma un canuto) ve por televisión, en compañía de Penny Kimball, que de repente “un asistente, melenudo, con los ojos desorbitados, vestido con una camisa Nehru y psicodélicos pantalones de pata de elefante a juego”, empieza a gritar coloridos insultos contra el presidente: “¡Eh, Nixon! ¡Eh, pichi Richi! ¡Que te den! ¿Y sabes qué te digo?, que le den a Spiro también. Que les den a todos en la Primera Familia de Mierda. ¡Que le den hasta al perro! ¿Alguien se acuerda de cómo se llamaba el perro? Da igual, que le den también. ¡Que os den a todos! ¡A la mierda!” Los “agentes robot” lo detienen. Y “Nixon de buen humor” sugiere que lo lleven “a una clínica para drogadictos hippies”. Luego, mientras Doc y Penny discuten, en la televisión anuncian que ya lo identificaron: dizque es “Rick Doppel, un estudiante parado que dejó la universidad de UCLA” (Universidad de California Los Ángeles). Pero mientras Penny, que es ayudante del fiscal del distrito, lo identifica como el Chuky, a quien todo el mundo conoce en el Palacio de Justicia y en la Casa de Cristal, pues es un “informante” de la Brigada Antirrojos y de la DIPP (División de Inteligencia para Desórdenes Públicos), Doc, para sus adentros y por unas polaroids que vio para buscarlo, reconoce a Coy Harlingen, el ex saxofonista de los Boards y supuesto muerto por una sobredosis de heroína, buscado por su esposa Hope, con quien tiene una pequeña hija: Amethyst; quienes se conocieron en el Oscar’s de San Ysidro, un antro “justo al lado de la frontera de Tijuana”, donde “los lavabos eran las veinticuatro horas un hervidero de yonquis, novatos y curtidos, que acaban de pillar mercancía en México, la metían en pelotas de caucho y se las tragaban, y luego cruzan de vuelta a Estados Unidos para vomitarlas”. Según le cuenta Hope a Larry Sportello de su romántico encuentro: “Yo acababa de entrar corriendo en el váter sin siquiera pararme a mirar antes, ya me había metido el dedo en la garganta, y allí estaba sentado Coy, con su digestión de gringo, a punto de echar una gigantesca cagada. Los dos lo sacamos casi al mismo tiempo, vómito y mierda por todas partes, yo con la cara en su regazo y, para acabar de liarlo todo, él tenía una erección [...] Ya antes de llegar a San Diego estábamos pinchándonos juntos en la parte de atrás de la furgoneta de no sé quién, y menos de dos semanas más tarde, partiendo de la interesante teoría de que dos pueden pillar más barato que uno, nos casamos, y casi sin darme cuenta llegó Amethyst; y al poco éste es el aspecto que tuvo la pobre.”



   
Fotograma de Vicio propio (2014)
      Haciéndose pasar por “un periodista musical de una revista underground de fans llamada Stone Turntable” y con su amigo Denis de supuesto fotógrafo, Doc rastrea a Coy Harlingen en la casona que los Boards tienen en Topanga Canyon. Y en un encuentro que tiene con él, Coy Harlingen le pide a Doc que le eche un ojo a su esposa Hope y a su hija Amethyst. Y en otro, en la costosa clínica Chryskylodon (cuyo nombre griego significa colmillo de oro), le pide que lo ayude a salirse del pacto de sangre que hizo con la mafia que paga su “programa de desintoxicación” y sus actividades de soplón, infiltrado e informante, tanto para la mafia del Colmillo Dorado (que trafica con heroína del Extremo Oriente), como para el LAPD y California Vigilante.

Sauncho Smilax, amigo y abogado de Larry Sportello
(Benicio del Toro y Joaquin Phoenix)
Fotograma de Vicio propio (2014)
  Según se cree, en Laguna Canyon radican los laboratorios de la mafia psicodélica que produce el LSD con que viaja y oficia un tal Vehi Fairfield, especie de oráculo y amigo de su amiga Sortilège, quien por segunda vez le invita un viaje en ácido en cuyas metafísicas latitudes ve a Shasta, entonces desparecida, a bordo de la goleta el Colmillo Dorado navegando en las aguas del Pacífico. Pero los meollos y alcances del Colmillo Dorado, “un cártel de heroína del sudeste asiático”, son aún más siniestros, según logra entrever Doc en sus indagaciones. Pues según le comenta Jason Velveeta, un padrote idiotizado por Jade, la masajista asiática del Chick Planet, el Colmillo Dorado es “Un cártel indochino de heroína. Una historia vertical. Ellos la financian, la cultivan, la tratan, la cortan, la mueven, controlan redes por todo el país de camellos callejeros locales, y se llevan un porcentaje. Brillante.” Y, según le dice, el Chick Planet Massage “es una de las fachadas que utilizan para blanquear dinero”. Y más aún, según colige Doc, ese costoso colmillo de oro: la clínica Chryskylodon, es parte de esa “historia vertical”, tanto como lo es el barco el Colmillo Dorado, en el que se transportan alijos de droga y bultos de dólares (algunos falsos y con el rostro de Nixon), como otra de sus fachadas: el “Edificio Colmillo Dorado”, “un edificio extrañamente futurista” que es un enorme cono, “¡un colmillo dorado de seis plantas!”, cuyo rótulo anuncia: “COLMILLO DORADO ENTERPRISES, INC-CORPORATE HQ”, el cual, según le informa el doctor Blatnoyd, afanado en esnifar cocaína y en revolcarse con su lúbrica secretaria, es “un consorcio financiero” donde la mayoría son dentistas. Y quien luego aparece misteriosamente muerto en una mansión en Bel Air, donde dizque vestido saltó del trampolín de una alberca (“llevaba un traje de terciopelo de color intenso, casi ultravioleta, con las solapas muy anchas y pantalones de pata de elefante, cuyo efecto acentuaba con una pajarita de color frambuesa y un ostentoso pañuelo”) y oficialmente murió de “una fractura mortal en el cuello”; sin embargo, según el forense, tenía unas “heridas punzantes en la garganta, que se ajustarían a los caninos de un animal salvaje de mediano tamaño”.


         
Larry Sportello y Adrian Prussia
(Joaquin Phoenix y Peter McRobbie)
Fotograma de Vicio propio (2014)
        Vale añadir que las pesquisas que llevan a Larry Sportello frente al asesino a sueldo Adrian Prussia y que lo colocan en la órbita de que éste lo secuestre y quiera matarlo auxiliado por Puck Beaverton, propician que Bigfoot Bjornsen, oculto, siguiendo a Doc a hurtadillas y usándolo como carnaza sin su autorización, le siembre en su auto (sin que lo sepa) un alijo de “veinte kilos de Blanca China del número 4”, narcótico del cártel del Colmillo Dorado que Bigfoot sustrajo de la casa de Adrian Prussia. Doc, tras descubrir la droga oculta en la cajuela —nervioso, presuroso y sigiloso— la esconde. Esto suscita que la mafia quiera recobrarla y por ende el ricachón y empresario Crocker Fenway, quizá algo más que un negociador, se pone en contacto con Larry Sportello para recuperarla. (Crocker Fenway, además, lo conoce porque otrora lo contrató para localizar a su locuaz hija Japonica; “Había sido su primer curro pagado como detective privado con licencia legal, y vaya si se lo habían pagado”). Con una peliculesca y peliaguda estratagema, Doc acuerda un intercambio: entregará el estupefaciente a cambio de la libertad de Coy Harlingen (quien añora y ansía volver a su vida de saxofonista común, con su esposa e hija), cosa que la mafia le concede y Hope se lo agradece con una exultante llamada telefónica: “Ha vuelto, Doc, está vivo y de vuelta y llevo veinticuatro horas viajando por las nubes, y ya no sé qué creer.”

Hope Harlingen (Jena Malone)
Fotograma de Vicio propio (2014)


Thomas Pynchon, Vicio propio. Traducción del inglés al español de Vicente Campos. Colección Andanzas núm. 752, Tusquets Editores. 1ª edición mexicana. México, abril de 2011. 424 pp.


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jueves, 26 de mayo de 2016

Perdida


La chica alfa en la vida de todos
                                     
I de VII
Gone Girl, la tercera novela de la norteamericana Gillian Flynn (Kansas City, Missouri, febrero 24 de 1971), apareció en inglés, en 2012, publicada en Nueva York por Crown Publishers, y muy pronto se convirtió en un alharaquiento bets seller publicitado y canonizado por The New York Times, lo que derivó en su homónima adaptación al cine (con guión de la narradora, pero realizado con no muy buena fortuna), cuyo estreno, bajo la dirección de David Fincher, ocurrió el 3 de octubre de 2014. Traducida al español por Óscar Palmer con el título de Perdida, Random House en 2013 la editó en Barcelona y en “septiembre de 2014” publicó la “Primera edición en México en formato Debolsillo”, con una “nota final” de Rodrigo Fresán. 
David Fincher, Gillian Flynn y Ben Affleck
  Proyectada en “plan de película televisiva” de mediados de 2012, el tema neurálgico de Perdida es de lo más consabido, recurrente, trillado y trivial: un matrimonio gringo de raza blanca se enfrenta y pelea entre sí porque ella descubre que él la engaña con una joven amante. Lo singular y extraordinario del caso es la urdimbre de la novela; cómo la asombrosa Gillian Flynn, con notable y lúdica inteligencia y mucha malicia e ironía, arma el puntilloso suspense y el desglose de la trama, repleto de engaños al lector, de múltiples anécdotas y entresijos, y abundantes vueltas de tuerca y giros sorpresivos.

Gillian Flynn
  Dividida en tres partes (subdivididas en capítulos), Perdida se desarrolla y sucede en dos vertientes alternas y paralelas. Una corresponde a la voz, a la intimidad, al pensamiento y a la perspectiva de Amy Elliot Dunne y la otra a la voz, a la intimidad, al pensamiento y a la perspectiva de Nick Dunne. El meollo se desencadena el jueves 5 de julio de 2012, cuando en la pequeña y provinciana ciudad de North Carthage, Missouri, Amy Elliot Dunne desaparece del mapa. Ese día se cumple el quinto aniversario de su matrimonio con Nick Dunne. Ella tiene 38 años y él 34 y no han engendrado hijos. Hace menos de dos años llegaron de Nueva York, donde se conocieron el 8 de enero de 2005, se enamoraron y se casaron. Allí, en el 2010, cayeron en el desempleo (él era periodista en una revista de cine donde escribía sobre películas y ella redactora en una revista femenina para adolescentes donde escribía tests de personalidad), y por ello emigraron a North Carthage, donde Nick nació y vivió su infancia y adolescencia, pero sobre todo porque Maureen Dunne, la madre de él, padece un cáncer terminal.

Primera edición en Debolsillo, Random House
México, septiembre de 2014

II de VII
En “Chico pierde chica”, la primera parte de la novela, en lo que concierne a la vertiente que narra la cotidianidad de Nick Dunne, el tiempo avanza hasta el séptimo día de la desaparición de Amy, cuyo matrimonio, repleto de crisis y contradicciones, no era óptimo ni feliz. La policía, encabezada por los detectives Rhonda Boney y Jim Gilpin, inicia las pesquisas y los interrogatorios de lo que a priori parece un secuestro con violencia, que quizá implique el asesinato. Y por ello el escenario del crimen, que es la enorme casa (con apariencia de onerosa McMansión) que los Dunne rentaron junto al río Mississippi, es precintada y tomada por los investigadores y peritos. Nick se refugia en casa de Margo, su hermana melliza a la que llama Go y con quien comparte el manejo de El Bar, negocio montado con 80 mil dólares prestados por Amy, a quien se tiene por niña rica, hija de Marybeth y Rand Elliot, un par de amorosos y viejos psicólogos infantiles que a cuatro manos han escrito, durante más de 25 años, una serie de populares libros para niños sobre La asombrosa Amy, cuyo idealizado y retocado modelo es la Amy de carne y hueso, y con cuyas ganancias fincaron la mal administrada y volátil burbuja de su fortuna (poseen una “restaurada casa construida en 1822” y de regalo de bodas les dieron, a Amy y a Nick, una extravagante “casa marrón en Brooklyn”, “justo frente al puente, con la gran vista de Manhattan en pantalla panorámica”).
   
Margo Dunne, la detective Rhonda Boney, Nick Dunne y Amy Dunne
(Carrie Conn, Kim Dickens, Ben Affleck y Rosamund Pike)
Fotograma de Perdida (2014)
   Dos días después de la desaparición de Amy, en “un salón de baile en desuso” del hotel Days Inn, donde se hospedan los Elliot, se arma el tinglado de la publicitaria campaña “Encontremos a Amy Dunne”, con amplias repercusiones mediáticas en la televisión, en la prensa y en internet, que repuntan cuando Nick Dunne empieza a ser señalado como posible asesino de su esposa (de quien el sexto día de su desaparición se anuncia embarazada), particularmente En directo con Ellen Abbott, un amarillista e incendiario “programa de televisión por cable especializado en mujeres desaparecidas y asesinadas”.
En ese lapso de siete días, Nick, paralelo a la indagación policíaca y a su subrepticio amorío con Andie Hardy —una sensual y jugosa joven de 23 años que es su alumna en su clase de periodismo de revistas en la universidad comunitaria de North Carthage—, sigue las etapas de “la caza del tesoro”, un juego de íntimas y crípticas pistas y sorpresas ocultas que culminan con un regalo escondido que Amy, cada año, dispone para celebrar el aniversario de su matrimonio; pero aunadas a las pistas del juego, él paulatinamente descubre facetas que desconocía de la personalidad de Amy e indicios que lo señalan, ante la policía, como autor de la desaparición y asesinato de su mujer supuestamente embarazada. A ello se añade el hecho de que Amy, el pasado día de San Valentín (el 14 de febrero de 2012), intentó comprar una pistola en el Riverway Mall, un centro comercial abandonado y repleto de drogadictos, desempleados, malhechores y traficantes de droga, porque, según le dijo al posible vendedor, “había alguien que la tenía muy inquieta”.

III de VII
En lo que respecta a la vertiente que a Amy Elliot Dunne le corresponde en “Chico pierde chica”, la primera parte de la obra, se leen páginas del supuesto diario personal de ella (sólo hasta la segunda parte de la novela se sabrá, el décimo día de la desaparición de Amy, que Nick desconocía su existencia y que es un diario matizado, equívoco y mentiroso, inventado para incriminarlo a partir de episodios verdaderos), con entradas que comprenden siete años, que van del “8 de enero de 2005”, el día que Amy y Nick se conocieron en una fiesta de escritores en Brooklyn, hasta el “26 de junio de 2012”, 9 días antes de que se celebre el quinto aniversario de su boda y de que ella desaparezca. Ese día anotó cantarina:
Amy Elliot Dunne iniciando su diario
(Rosamund Pike)
Fotograma de Perdida (2014)
   “¡Estoy embarazada!
“Y entonces, alguien aparte de mí lo supo y me entró el pánico.
“Cuando regresé a casa, tuve dos pensamientos.
“Uno: La semana que viene es nuestro aniversario. Utilizaré las pistas como cartas de amor, las cuales conducirán a Nick hasta una hermosa cuna de madera, una antigüedad. Le convenceré de que debemos estar juntos. Como familia.
“Dos: Ojalá hubiera podido hacerme con esa pistola.
  “[...] 
  “No puedo evitarlo. Nick se casó conmigo cuando era una mujer joven, rica y hermosa; ahora soy una mujer pobre y desempleada que se encuentra más cerca de los cuarenta que de los treinta. He dejado de ser hermosa, ahora soy hermosa para mi edad.
  “[...]
  “No voy a abortar. El bebé cumple hoy seis semanas en mi vientre, tiene el tamaño de una lenteja y está formando ojos, pulmones y orejas.
  “[...]
 “Qué afortunada soy, este es mi marido, este hombre será el padre de mis hijos. Seremos todos tan felices.
  “Pero puede que me equivoque, puede que me equivoque de cabo a rabo. Porque a veces... ¿cuándo veo la manera en que me mira? ¿Aquel dulce muchacho de la playa, el hombre de mis sueños, el padre mi hijo? Lo sorprendo observándome con ojos atentos, los ojos puramente calculadores de un insecto, y pienso: ‘Este hombre podría matarme’.
  “Así que si encuentras esto y estoy muerta, en fin...
  “Lo siento, eso no ha tenido gracia.”

IV de VII
Lo más revelador y trascendente de “Chico conoce chica”, la segunda parte de la novela, es la vertiente que corresponde a Amy Elliot Dunne (que va del día de su desaparición a 40 días después), pues en ella el lector accede a los íntimos códigos y entretelones de su idiosincrasia y funcionamiento mental, al trasfondo de su psicótico, malvado, celoso y vengativo pensamiento, a su perverso y lascivo imaginario, a los resquicios de su obscena e insolente labia de energúmeno rapaz, a su cuestionable inmoralidad delictiva y de baja estofa, y en general a su nauseabunda personalidad megalómana, egocéntrica y competitiva, carente de empatía hacia el otro y por ende se vale de las mentiras, de las puñaladas traperas, de las trampas, del quebrantamiento de las normas, del delito, y del frío y planificado castigo y asesinato para lograr sus propósitos y fines. Ella, asidua lectora de crímenes reales, es la supuesta “chica alfa en la vida de todos”, un modelo de hipocresía y autodeificación a la que siempre le gusta ganar, cueste lo que cueste (utilizando mil y un engaños y triquiñuelas e incluso dañándose físicamente a sí misma), maquillada y camuflada en su facha de guapetona y rubia mosquita muerta que no mata una mosca ni muerde un plátano. Porque ella no desapareció por ningún motivo violento, nadie la secuestró ni tocó, nadie la utilizaba sexualmente, nadie la amenazó de muerte, nadie quería matarla, nadie la embarazó, sino que, por celos y venganza, decidió desaparecer y suicidarse (planeó su ahogo en las aguas del Golfo de México) con el obsesivo y maniático objetivo de “Joder a Nick Dunne”, de castigarlo, de exhibirlo públicamente y judicialmente matarlo, pues el tontorrón de Nick, ante el oprobio y el rechazo social, sería sentenciado a la pena de muerte (“Missouri tiene la pena de muerte”), acusado y juzgado de asesinarla embarazada, sólo por el simple, común y vulgar hecho (que ameritaría el resentido y beligerante pero civilizado divorcio) de que en abril de 2011 descubrió que lo engañaba con una joven a quien de “puta” o “putilla” no la baja. Y aquí vale subrayar y recalcar que su odio y resentimiento no se restringe a Nick Dunne y a Andie Hardy, sino que también desdeña y menosprecia hasta las heces y la saciedad a sus propios padres (quienes ignoran qué tipo de sociópata y hez de la canalla es su hija) y en general a todo lo que camine, se le atraviese, respire o se mueva sobre la faz de la tierra. 
   
Amy Elliot Dunne con su gato Bleecker
(Rosamund Pike)
Fotograma de Perdida (2014)
    Es decir, en el lindero que a Amy le corresponde en la segunda parte de la novela, ella revela que la “Amy Diario” (dizque solidaria con los enfermos padres de Nick, dizque amiga de Noelle Hawthorne, con dizque fobia a la sangre y a las jeringas, quesque víctima de desahogos sexuales de su marido, de supuestos golpes y amenazas de él, quien dizque no quería que se embarazara y de quien supuestamente ignoraba que tenía una amante) es un invento suyo, una máscara —tan falsa como es su presunto embarazo o como “la Chica Cool” que enamoró a Nick Dunne—, una pieza clave del muy elaborado, psicótico y secreto plan para incriminar a su esposo, que ella urdió entre abril de 2011 y el jueves 5 de julio de 2012, el día que desparece. No obstante, no es perfecta y no todo lo planeado sale como ella quiere. Cortándose y tiñendo su cabello y camuflada en un Festiva 1992, el día que desaparece se esconde en una rentada cabaña en las inmediaciones de Ozark, Missouri, diminuta, pero con televisión por cable para seguir las noticias y programas que se ocupan de su telenovelero y escandaloso caso, y donde decide no suicidarse. Allí entabla un vínculo simuladamente amistoso con un par de vecinos, cada uno hospedado en su correspondiente cabaña. Uno es “un hippie a lo Grizzly Adams”, que dice llamarse Jeff y que se dedica a la pesca clandestina; es decir, a pescar los peces de un restaurante que luego vende. Y el otro es una atractiva joven que dice llamarse Greta, con marcas de maltrato machista, a quien en un episodio la engañosa de Amy visita llevándole un tomate que a ella le regaló Dorothy, la recepcionista de las cabañas. Pero lo sintomático de su oculta, hipócrita y mezquina personalidad se manifiesta cuando, dice, “Greta se levanta para ir al baño y yo entro de puntillas en la cocina, abro el refrigerador y escupo en la leche, el jugo de naranja y un recipiente con ensalada de papa, después regreso de puntillas a la cama.” Lo cual recuerda su escatológico comportamiento para engañar y utilizar a Noelle Hawthorne, una joven madre embarazada y con pequeños trillizos —que pregona ser la única amiga de Amy en North Carthage y quien luego revela su supuesto embarazo durante una vigilia pública en un parque—, y todo el desprecio, la desestima y la sorna con que Amy la apostrofa y sobaja (“pequeña idiota”, “las feas siempre aprovechando la ocasión de llamar la atención”) cuando describe el interior de su modesta casa, su condición de embarazada y madre de tres niños y el astuto modo en que, sin que Noelle lo advierta, le roba su orina y que luego Amy lleva con un médico, para dejar constancia y expediente de su supuesto embarazo, dado que dice tenerle fobia a la sangre y a las jeringas. Pero Amy no es la única granuja que infesta el mundanal mundo inmundo. Así que el noveno día de su desaparición, en el momento en que ella limpia la cabaña para marcharse de allí sin dejar huellas que la policía detecte —sospecha que Greta ha descubierto su identidad viendo las noticias y el programa de Ellen Abbott y que Jeff intentó apoderase de la riñonera donde guarda los un poco más de ocho mil dólares que lleva consigo—, éstos, compinchados, se meten en la cabaña y con amenazas y amagos le roban la riñonera y Amy, que no sabe dar golpes, puñetazos y patadas, se queda sin un clavo en el bolsillo y sin saber qué rumbo tomar.
     
Nick Dunne con el cadáver de Amy Elliot Dunne
(Ben Affleck y Rosamund Pike)
Imagen publicitaria de Perdida (2014)
    Luego de pasar la noche temerosa y agazapada en el Festiva, dispuesto “en el extremo más alejado del estacionamiento de un enorme complejo de comida rápida junto a la orilla de río Mississippi”, el décimo día de su desaparición Amy llama por teléfono a Desi Collings, quien vive en Saint Louis, Missouri, y quien fue su primer novio, cuando entre sus 14 y 15 años ella era alumna “en un internado privado de Massachusetts llamado Wickshire Academy” y “Desi Collings era alumno en el internado para chicos equivalente a Wickshire”. Desde entonces es su fiel pretendiente, quien no ha dejado de escribirle cartas, pese a un retorcido episodio de esa lejana época: Amy, para distanciarlo, inventó y lo acusó de que, desnudo, intentó suicidarse en la cama de ella con una sobredosis de pastillas; además de que también le contó otras dos sintomáticas mentiras: que Rand Elliot, su padre, continuamente la violaba en su recámara; y que Jacqueline Collings, la madre de Desi, la había atacado, pero fue la misma Amy quien se arañó el rostro.
   
Desi Collings
(Neil Patrick Harris)
Fotograma de Perdida (2014)
    Desi Collings se reúne con Amy en el bar de “un casino ribereño llamado Horseshoe Alley”, donde ella lo espera con su “peinado Dorothy Hammill” y unos kilos de más, ganados para camuflarse. Ella, que piensa que Desi es “un hombre al que poder usar para lo que sea”, le cuenta su inventada historia de víctima de Nick Dunne y le pide un préstamo para “seguir escondida” y “sobrevivir una temporada”. Pero él, en vez de darle el dinero y dejar que se vaya, la persuade para ocultarla y protegerla e incluso le ofrece marcharse del país, juntos, a donde ella quiera. Así que la convence de que se esconda en su “casa del lago”. Abandonan el Festiva más allá de la “línea estatal de Illinois”, previamente limpiado de objetos comprometedores y de las huellas digitales, y regresan a Missouri en el “Jaguar de colección” de él y se dirigen al lago Hannafan, donde se halla “la exquisita mansión de Desi”, “un palacio suizo a escala norteamericana”. Allí, Amy, además de que ve que Desi no le da una tarjeta bancaria ni el dinero que le pide y necesita, ni las llaves y claves para entrar y salir cuando le dé la gana, observa que la casona no es una improvisación, sino que ha sido fervorosa y meticulosamente diseñada para ella, para la idealizada Amy Elliot de la época del instituto Wickshire. Lo cual recuerda la foto que Nick Dunne descubre, al quinto día de la desaparición de su esposa, en la riquísima “mansión en Ladue” donde Desi vive con su madre Jacqueline Collings: “Detrás de Desi había una larga y encerada mesa de pared sobre la que reposaban varias fotos en marcos de plata. En el centro había una extragrande de Desi y Amy cuando iban al instituto, vestidos de blanco para jugar al tenis, los dos tan absurdamente elegantes, tan glamorosos, que podría haber sido un fotograma de una película de Hitchcock.”
La periodista Sharon Schieber entrevista a Nick Dunne
(Sela Ward y Ben Affleck)
Fotograma de Perdida (2014)
   Entre el décimo y el cuarentavo día de su desaparición, Amy vive allí, en la “casa del lago”, atrapada sin salida. Durante ese tiempo recupera su peso gracias a la frugal dieta que a propósito le brinda Desi. A través de la entrevista en televisión abierta que le hace Sharon Schieber a Nick Dunne y de los videos que éste divulga en el “blog sobre crímenes llamado Quienlohizo” (fingidos con vestuario y parlamentos ex profesos para persuadir a Amy de que él la ama y de que regrese a casa), Amy se convence de que Nick está arrepentido, que le pide perdón y que se ha vuelto a enamorar de ella (intríngulis inverosímil tratándose de la odiosa y maldita hez de la canalla) y por ello se dispone a regresar. Para ello, con el cinismo y el frío cálculo que la caracteriza, planea, incluso dañándose las muñecas y la vagina, el minucioso y escenográfico asesinato de Desi Collings, de tal modo que la policía y la opinión pública la tomen por la pobre, bella y frágil víctima de un secuestro y de continuas vejaciones y violaciones, que abortó sin proponérselo y que mató a Desi en defensa propia.

V de VII
La vertiente alterna que a Nick Dunne le corresponde en “Chico conoce chica”, la segunda parte de la novela, inicia con el séptimo día de la desaparición de Amy Elliot Dunne, cuando él, siguiendo la cuarta y última pista de “la caza del tesoro” (cuyos sitios, además, son lugares en los que Nick tuvo sexo con Andie Hardy), descubre, en el cobertizo de la casa de su hermana Margo, los costosos objetos comprados con las tarjetas de crédito a su nombre (que él no promovió ni adquirió) y varias cajas con películas porno, embrollo que es parte del detallista, envilecido y obseso puzle urdido por su cónyuge para incriminarlo ante la policía. Y concluye a los 33 días de la desaparición de ella, cuando los detectives Rhonda Boney y Jim Gilpin se presentan en su McMansión, junto a Tanner Bolt, el neoyorquino y reputado abogado de Nick, para oficialmente detenerlo por el asesinato de su esposa embarazada, pues hasta entonces le muestran la presunta “arma del crimen” “dentro de una bolsa de pruebas”. Se trata de “un largo y grueso garrote con delicadas estrías para apoyar los dedos”, hallado cerca del río Mississippi y de su casa, al cual le encontraron “rastros de sangre de Amy”, y que es el mango que le faltaba a Judy, una de las tres marionetas antiguas que su cónyuge le dejó de críptico regalo, por su quinto aniversario de bodas, dentro de una rutilante caja oculta en el susodicho cobertizo. Cuyo abstruso significado en clave, adjunto a una carta, Nick desentrañó el séptimo día de la desaparición de Amy, auxiliado por su hermana Go consultando internet y que en resumidas cuentas, quiere decir, le dice: “no querías que quedase embarazada, montaste en cólera y los mataste tanto a ella como al bebé nonato.”
Margo Dunne y el abogado Tanner Bolt
(Carrie Coon y Tyler Perry)
Fotograma de Perdida (2014)



VI de VII
La vertiente que a Nick Dunne le corresponde en “Chico recupera chica (o viceversa)”, la tercera y última parte de la novela, inicia el 14 de agosto de 2012, que es el cuarentavo día de la desaparición de Amy, día que Nick, en espera del juicio, es puesto en libertad bajo fianza, luego de haber pasado 7 días preso, acusado del asesinato de su mujer embarazada. Y es, además, el rimbombante y sonoro día en que Amy regresa a la MacMansión ante la sorpresa y la alharaca de la prensa y de los equipos de televisión apostados en el jardín. Según narra Nick:
“Amy Elliot Dunne, de pie y descalza frente a mi puerta con un fino vestido rosa que se pegaba a ella como si estuviera mojado. Los tobillos marcados por redondeles morados. De una muñeca débil colgaba un pedazo de alambre. Llevaba el pelo corto y abierto por las puntas, como si hubiera sido cortado descuidadamente con unas tijeras romas. Tenía el rostro contusionado, los labios hinchados. Estaba sollozando.
“Cuando tendió los brazos hacia mí, me di cuenta de que tenía la parte central del vestido manchado con sangre seca. Intentó hablar; abrió la boca una vez, dos, en silencio, como una sirena varada.
“—¡Nick! —gritó al fin, con un alarido que resonó contra todas las casas vacías, y cayó a mis brazos.
“Quise matarla.”
Amy Elliot Dunne regresando a su casa en North Carthage
(Rosamund Pike)
Fotograma de Perdida (2014)
      Pero no la mata, pese que ganas, odio y motivos le sobran y a que en un momento está a punto de hacerlo, sino que casi de inmediato y sin oponer resistencia y sin alejarse de su influjo ni de la casa donde coexisten sin amarse ni confiar el uno en el otro, se pliega y somete a la voluntad y a los designios manipuladores de Amy, que siempre se imponen ante lo que pretende y trate de hacer él, negándole el divorcio y coaccionándolo mediante sucesivas amenazas, golpes bajos y trampas.

Según Nick —quien en un pasaje dice admirar la inteligencia de Amy para joderlo y en otro apunta que están hechos el uno para el otro (una encubierta y tenue variante del esquema de la Venus de las Pieles y el esclavo urdido por Leopold von Masoch en el siglo XIX), va a vencer y a liberarse de la maldita y odiosa Amy narrado la verdadera versión de los hechos en un libro que escribe en su laptop y que titula Zorra psicótica (incluso ella, el día de su regreso, desnudos en la bañera y con el ruido del agua corriendo para que posibles micrófonos ocultos no graben su voz, le susurra en la oreja los pormenores del asesinato de Desi Collings). Pero a las “Veinte semanas tras el regreso”, que es el capítulo con que concluye la vertiente que a Nick Dunne le corresponde en la tercera y última parte de la novela, ella le revela que está embarazada. Al oír la noticia, Nick no le cree porque no la ha tocado “desde su regreso” y por ende la arrastra hasta el consultorio de un médico donde confirman el embarazo. Y entonces evoca que cierta vez dejó sobre la mesa el aviso de que su semen, “en algún congelador hospitalario”, iba a ser destruido y colige que ella, semejante a otros casos,” guardó su semen. “Sólo por si acaso.”
Esto signa la derrota y el sometimiento de Nick Dunne. Destruye, coaccionado por ella y el embarazo, el archivo de la Zorra psicótica que terminó ese día y se desmarca de las reuniones que él, con su hermana Margo y con la detective Rhonda Boney, subrepticiamente hacían para hallar alguna prueba que incriminara y desenmascarara a la repugnante Amy, y se entrega, servil y perrunamente, a procurar el embarazo de su esposa, ansioso de que su hijo nazca.
Amy Elliot Dunne en la bañera
(Rosamund Pike)
Fotograma de Perdida (2014)
  Y aquí vale subrayar que Amy Elliot Dunne, la maldita hez de la canalla, es la ganona de la novela y de la teleserie. Ningún periodista de la nutrida jauría que seguía el caso, por cuenta propia o de su medio, desentraña el intríngulis de los mediáticos y escandalosos sucesos. El par de agentes del FBI de Saint Louis, presentes en la declaración que Amy hizo en la comisaría de North Carthage el día de su regreso, nunca dan pie con bola, se quedan en babia, más lelos que un lelo. Jacqueline Collings, pese a que podría costearlo, nunca paga una investigación alternativa y privada que llegue al fondo de la cloaca y desenmascare a la asesina de su hijo único, porque ella, que conocía, convivía y consentía a Desi, sabe que Amy lo mató, pese a que no pueda demostrarlo. Tanner Bolt, el célebre y oneroso abogado de Nick —el “Defensor de los Degenerados” “conocido como el Halcón Consorte”, pues “su especialidad era la de abalanzarse en picada sobre casos bien publicitados para defender a hombres acusados de haber asesinado a sus esposas”—, auxiliado por su mujer, la abogada Betsy Bolt (“una despampanante negra de metro ochenta de alto”), quien tuvo cinco detectives buscando el paradero de Amy, nunca pudo hallarla ni acusarla de ningún delito, pues pretendía demostrar que Amy estaba viva y que su cliente era incriminado por ella. Las indagaciones de la policía de North Carthage, encabezadas por Rhonda Boney y Jim Gilpin, nunca desvelaron a la verdadera delincuente y asesina y sólo siguieron las pistas que Amy les sembró para incriminar a Nick, e incluso, con llamadas anónimas “a la línea de ayuda de Amy Dunne” les reveló tres pistas que incidieron en el erróneo y ridículo rumbo de la investigación: que el chamuscado diario de Amy estaba en la caldera de la solitaria casa en venta donde otrora vivía Bill Dunne, el padre de Nick, entonces recluido, por su senilidad y mal de Alzheimer, en la clínica Comfort Hill; que en el cobertizo de la casa de Margo se escondían costosos objetos comprometedores; y que el bolso de Amy yacía abandonado a la vera del río Mississippi en el poblado de Hannibal, Missouri, el cual tenía las huellas de Nick; no obstante, le dice la detective Rhonda Boney: “la teoría es que el bolso fue depositado intencionalmente en la orilla para asegurarse de que era hallado”.


VII de VII
La vertiente que a Amy Elliot Dunne le corresponde en “Chico recupera chica (o viceversa)”, la tercera y última parte de la novela, inicia con la cínica y colorida reseña que ella hace del maltrato y las deplorables condiciones físicas con que regresa el cuarentavo día de su desaparición; cómo engaña al médico que la revisa con la detective Rhonda Boney al lado y el modo en que la policía hallará el cuerpo desangrado y asesinado de Desi Collings —escena que ella fría y calculadamente urdió, montó y maquilló—; cómo regresó a su casa manejando el Jaguar de Desi; y cómo le miente a los detectives que en la comisaría le toman su declaración. Y concluye el 4 de julio de 2013, un día antes de que nazca su hijo y de que se celebre el primer aniversario de su desaparición. Pero Amy lo narra de un modo no menos amoral, descarado, sardónico, celebratorio, autoapoteósico y megalómano, luego indicarle al lector —sabiendo que ella y Nick no se aman en esa pestífera y patética red e interdependencia— que se pueden leer “más reflexiones” suyas sobre el amor “en Asombrosa. ¡Muy pronto a la venta!”, que es el libro donde ella cuenta las minucias de “su Asombrosa historia” y presunto secuestro. Así que a manera de preludio del bosquejo de su dominio y domesticación de Nick, el esclavo, apunta:
   
Amy Elliot Dunne y Nick Dunne
(Rosamund Pike y Ben Affleck)
Fotograma de Perdida  (2014)
      “Pero primero: la maternidad. La fecha del parto es mañana. Resulta que mañana es nuestro aniversario. Seis años. Hierro. Se me ha ocurrido regalarle a Nick un bonito par de esposas, pero puede que todavía no le parezca divertido. Me resulta muy extraño pensar que hace justo un año estaba desarmando a mi esposo. Ahora casi he terminado de volverlo a armar.

“Nick ha dedicado todas sus horas libres de estos últimos meses a untarme el vientre con aceite de coco, a salir corriendo en busca de pepinillos y a darme masajes en los pies; todas las cosas que los buenos futuros padres deberían hacer. En resumen, a consentirme. Está aprendiendo a amarme de manera incondicional, siempre bajo mis condiciones. Creo que finalmente vamos camino de la felicidad. Al fin lo veo todo claro.
“Estamos en la víspera de convertirnos en la mejor y más deslumbrante familia nuclear del mundo.
“Solo debemos ser capaces de sostenerlo. Nick aún no lo tiene del todo perfeccionado. Esta mañana me estaba acariciando el pelo y preguntándome si podía hacer alguna otra cosa por mí y le he dicho:
“—Caray, Nick, ¿por qué eres tan maravilloso conmigo?
“Se suponía que debía responder: ‘Te lo mereces. Te quiero’.
“Pero ha respondido:
“—Porque me das lástima.
“—¿Por qué?
“—Porque cada mañana tienes que despertarte y ser tú.”
Amy Elliot Dunne
(Rosamund Pike)
Fotograma de Perdida (2014)



Gillian Flynn, Perdida. Traducción del inglés al español de Óscar Palmer. Nota final de Rodrigo Fresán. 1ª edición mexicana en Debolsillo, Random House. México, septiembre de 2014. 476 pp.



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Enlace a un trailer de Perdida (2014), película dirigida por David Fincher, basada en la novela homónima de Gillian Flynn.

sábado, 21 de mayo de 2016

La neblina del ayer



Ella también cantaba boleros

Premio Hammett 2006
(Tusquets, México, 2005)
Con La neblina del ayer (Tusquets, 2005), el cubano de Leonardo Padura Fuentes obtuvo, en 2006, el sonoro Premio Internacional de Novela Dashiell Hammett, otorgado por la Asociación Internacional de Escritores Policíacos durante la anual Semana Negra de Gijón (en el Principado de Asturias, España) a la mejor novela policíaca escrita en español. En La neblina del ayer es el verano de 2003, en La Habana, y Mario Conde, de 48 años, quien fue policía investigador entre 1979 y 1990, ya lleva trece años en el escuálido y magro negocio de la compra-venta de libros de viejo. 
En su papel de rastreador ambulante por las calles habaneras, imprevistamente se halla ante una “casona umbría de El Vedado”, en cuyo interior, con elocuentes rasgos de escasez de mobiliario y deterioro físico, se oculta y custodia, desde hace 43 años y en excelentes condiciones, una extraordinaria y onírica biblioteca, el regio acervo de tres generaciones de Montes de Oca (desde las guerras de Independencia), donde el Conde hojea y describe, con deleite y placer, auténticas joyas de la historiografía y bibliografía cubana y del globo terráqueo.
Una vez iniciados los primeros trámites que el ex policía y su socio Yoyi el Palomo acuerdan con los fantasmales custodios de la biblioteca: los hermanos Ferrero, Dionisio y Amalia (sesentones, empobrecidos y hambrientos), el Conde descubre, entre las páginas de un recetario imposible impreso en 1956, el recorte de un ejemplar de Vanidades fechado en mayo de 1960, donde una hermosísima cantante de boleros: Violeta del Río, anuncia su inminente retiro y su última presentación en el “segundo show del cabaret Parisién” (donde otrora Frank Sinatra cantara ante la mafia), pese a que en su breve y vertiginosa carrera apenas había grabado el “single promocional Vete de mí, como adelanto de su long play Havana Fever”, que nunca se hizo.
Tal icónico hallazgo, seductor para el Conde, y el hecho de que al parecer nadie sabe ni recuerda nada de tal bolerista, suscita las primeras interrogantes y pesquisas detectivescas del ex policía, las cuales se agudizan cuando los hermanos Ferrero les dicen, a él y al Yoyi, que un inesperado negro, alto, cojo, y con acento y verborrea de predicador adventista acaba de revisar los libros (como si alguien recién le hubiera delatado su oculta existencia), y más aún: cuando Dionisio aparece misteriosamente asesinado en la puerta de la biblioteca.
Leonardo Padura
El cubano Leonardo Padura (La Habana, octubre 9 de 1955) tiene en su haber artículos periodísticos, ensayos, cuentos, novelas y guiones de cine. En sus obras policiales —el cuarteto de novelas “Las Cuatro Estaciones” y las novelas Adiós, Hemingway (Tusquets, 2006), La cola de la serpiente (Tusquets, 2011) y Herejes (Tusquets, 2013)— descuella Mario Conde, su recurrente protagonista y alter ego, quien en La neblina del ayer exacerba su bibliofilia, sus hábitos de lectura y su latente, idílico y reprimido sueño de algún día convertirse en escritor: “tener una pequeña casa de madera, a la orilla de una playa, donde dedicaría las mañanas de su imaginación a escribir alguna de las novelas que todavía planeaba, las tardes a pescar y deambular por la arena, y las noches a disfrutar de la compañía y el calor húmedo de una mujer, olorosa a algas, brisa marina y flores de efluvios nocturnos”.
Escrita en Mantilla, Cuba, entre el “verano de 2003” y el “otoño de 2004”, y dedicada a su mujer Lucía López Coll, el título de la novela proviene de un fragmento del bolero “Vete de mí”, de Virgilio y Homero Expósito, colocado por Leonardo Padura como epígrafe de la primera parte: 
                                                  Seré en tu vida lo mejor
                                                  de la neblina del ayer
                                                  cuando me llegues a olvidar, 
                                                  como es mejor el verso aquel
                                                  que no podemos recordar. 
Es decir, puesto que el acetato de 45 revoluciones de Violeta del Río sólo tiene un par de canciones: una en cada lado, La neblina del ayer se divide en dos partes, referidas como si fueran los dos lados del disco: “Cara A: Vete de mí” y “Cara B: Me recordarás”, canción de Frank Domínguez. Y entre el conjunto de capítulos que conforman cada parte, aparecen entreveradas una serie de sentimentales, evocativas y dramáticas cartas en cursiva firmadas por una tal “Tu nena”, cuya identidad y destinatario se descubren mucho antes del final de la obra, pero cuya repartición cronológica a lo largo de las páginas forma parte del suspense (o de los suspenses) y de la urdimbre de preguntas y giros sorpresivos que el desglose de la obra implica alrededor de las dos susodichas desapariciones que tienen que ver con algo que se esconde en la biblioteca, intuye (“debajo de la tetilla izquierda”) y luego deduce el Conde: Violeta del Río en 1960 y Dionisio Ferrero en 2003.
Ahora que si los sucesos del presente ocurren durante un poco más de diez días del verano de 2003 en La Habana y en ellos se advierte una minuciosa mirada crítica, melancólica, dramática y desencantada de la vida cotidiana en ciertos míseros, violentos, desvencijados y astrosos recodos de la capital cubana, su intromisión y exploración cultural e histórica en la ínsula deambula por los años 50 (e incluso décadas antes) y atraviesa el entusiasmo y el frenesí ideológico y nacionalizador desencadenado con el triunfo de la Revolución en enero de 1959, y cómo esto, con el paso del tiempo, se fue convirtiendo en un pantano no pocas veces pútrido y atacado por la paulatina, hedionda y supurante esclerosis múltiple. 
Sin embargo, la chispa, el humor, la lúdica espontaneidad, la ternura, el afecto, la inventiva y el jolgorio habanero esta allí, vivito, palpitando, sobre todo en lo que concierne al habla y a las vivencias de Mario Conde y su círculo de fraternos y entrañables amigos: Tamara (su amorosa cómplice), el perro Basura, y sus compinches: el Flaco Carlos (incluida su madre y sus virtudes culinarias de Maga del Caldero), quien ya no es flaco y sobrevive encadenado a la silla de ruedas ganada gracias a la estúpida y mercenaria guerra en Angola; el cristiano Candito el Rojo; el Conejo y su revulsiva visión histórica; y el Yoyi, veinte años menor que el Conde, con habilidad para los negocios emergentes e informales y quien ve a aquéllos (coterráneos del ex poli), no sin razón y con juguetona ironía, como homúnculos de otro planeta. 
Leonardo Padura sostiene la abrasiva amenidad en cada página. Y de la trama de La neblina del ayer (con múltiples menudencias, anécdotas y digresiones) un lector podría entresacar y antologar el conjunto de historias relativas a otros personajes que aparecen durante las reminiscencias del Conde o durante las indagaciones de éste (a veces acompañado por el Yoyi y su rutilante Chevrolet Bel Air 1956). 
Por ejemplo, lo que concierne al contrabandista y tratante de libros Pancho Carmona; a Rogelito, ex timbalero nonagenario; al ex periodista Silvano Quintero, quien siguió y publicitó la fugaz carrera de Violeta del Río; a Katy Barqué, megalómana ex cantante de boleros y rival de ésta; a Flor de Loto, bailarina y desnudista del Shangai y amiga de Violeta; a Cristóbal el Cojo, ex bibliotecario y otrora mentor del adolescente Mario Conde en el Pre de La Víbora; a Nemesia Moré, madre de los hermanos Ferrero; a Rafael Giró, bibliófilo, melómano, crítico de música y coleccionista de acetatos, quien le cambia al Conde su viejo disco de Violeta del Río por un ejemplar de la primera edición de Historia universal de la infamia que ostenta una dedicatoria de Borges a Victoria Ocampo, libro hallado y extraído de la biblioteca de los Montes de Oca.


Leonardo Padura, La neblina del ayer. Colección Andanzas (577), Tusquets Editores. México, 2005. 360 pp.



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"Vete de mí", Olga Guillot (voz) y la Orquesta Humberto Suárez