jueves, 11 de octubre de 2018

Cuentos de imaginación y misterio

Las mil y una andanzas de la versión cortazariana

En el diseminado ámbito global del idioma español son celebérrimas y canónicas las traducciones que el argentino Julio Cortázar (1914-1984) hizo de buena parte de la obra del norteamericano Edgar Allan Poe (1809-1849). Vale recordar que 67 relatos de Poe, traducidos por Cortázar, desde 1970 han sido sucesivamente reeditados en Madrid por Alianza Editorial en dos tomitos titulados Cuentos 1 y Cuentos 2, números 277 y 278 de la serie El libro de bolsillo; acopios que circulan en España, en Iberoamérica e Hispanoamérica (y aún más allá) signados por una nota anónima que a la letra dice: “Esta obra fue publicada en 1956 por Ediciones de la Universidad de Puerto Rico, en colaboración con la Revista de Occidente, con el título Obras en Prosa I. Cuentos de Edgar Allan Poe. La actual edición de Alianza Editorial ha sido revisada y corregida por el traductor.”  
 
El libro de bolsillo núm. 277, Alianza Editorial, 11ª edición
Madrid, 1984
        Pero además de arbitrariamente reordenarlos ex profeso por cierto sentido temático (y no sujeto al orden cronológico), Cortázar los precedió con un novelesco esbozo biográfico: “Vida de Edgar Allan Poe”, dividido en cinco partes: “Infancia”, “Adolescencia”, “Juventud”, “Madurez” y “Final”. Sobre tal bosquejo, entre las páginas 95-96 del volumen Narrativa completa (Madrid, Bibliotheca AVREA, Ediciones Cátedra, 2011), de Edgar Allan Poe, Margarita Rigal Aragón cuestiona que “se trata de una biografía hoy día obsoleta”; según repite (siguiendo una nota al pie de página): “la fuente usada por Cortázar es la legendaria biografía de Hervey Allen, 1926” (vale repetir que también usó la no menos legendaria de Arthur Hobson Quinn, 1941); no obstante, pondera: “es de una importancia singular para dar a conocer la figura de Poe en España.” Ante tal corsé o atavismo endogámico, casi resulta tautológico puntualizar que el esbozo biográfico de Poe, escrito por Cortázar, también ha sido relevante en Hispanoamérica y en los remotos y dispersos rincones de la aldea global donde el español se habla y es moneda corriente.  
   
El libro de bolsillo núm. 278, Alianza Editorial, 8ª edición
Madrid, 1983
       Y al final del tomo 2 de los Cuentos de Poe, en el apartado “Notas”, el propio Cortázar resume el criterio de su ordenación de los relatos que Poe publicó entre el “14 de enero de 1832” y el “9 de junio de 1849”, e incluye 67 apostillas (una por cada narración) sobre las que apunta: “En las notas siguientes, luego del título original de cada cuento, se menciona la primera publicación del mismo. La cifra entre paréntesis indica el orden cronológico de cada publicación con referencia al total (67 cuentos). Así, William Wilson, publicado en 1840, es el vigésimo tercer relato publicado de Poe. Este dato puede servir para situar aproximadamente la fecha de composición de los cuentos, aunque esto último es materia de abundante controversia.”
El libro de bolsillo núm. 341, Alianza Editorial, 13ª edición
Madrid, 1998
       Con menos reediciones que el par de tomitos que reúnen los 67 cuentos de Poe traducidos por Cortázar, en 1971, con el número 341 de la serie El libro de bolsillo, Alianza Editorial publicó en Madrid la Narración de Arthur Gordon Pym de Nantucket (The Narrative of Arthur Gordon Pym of Nantucket, el cuarto libro publicado por Poe en 1838), con prólogo y traducción de Julio Cortázar, en cuya página legal también figura una nota anónima del editor donde se canturrea: “Esta obra fue publicada en 1956 por Ediciones de la Universidad de Puerto Rico, en colaboración con la Revista de Occidente, con el título Obras en Prosa II. Narración de A.G. Pym, Ensayos y críticas, Eureka. La actual edición de Alianza Editorial ha sido revisada y corregida por Julio Cortázar.”

El libro de bolsillo núm. 384, Alianza Editorial, 6ª edición
Madrid, 1997
         En este sentido, Alianza Editorial, con esa misma nota en su correspondiente página legal, publicó, en 1972 y con el número 384 de la serie El libro de bolsillo, el ensayo de Poe: Eureka, con la traducción y un breve prefacio de Julio Cortázar. Y en 1973, con el número 464 de El libro de bolsillo, Alianza editó el título antológico Ensayos y críticas, de Edgar Allan Poe; pero la nota anónima se achicó: “Esta obra fue publicada en 1956 por Ediciones de la Universidad de Puerto Rico, en colaboración con la Revista de Occidente, con el título Obras en Prosa II. Ensayos y críticas. La actual edición de Alianza Editorial ha sido revisada y corregida por el traductor.” En contraste con tal achicamiento, Julio Cortázar precede su traducción con una nota “Al lector”, seguida de una “Introducción” titulada “El poeta, el narrador y el crítico”, un largo y sesudo estudio y análisis de la obra de Edgar Allan Poe (y sus nexos), que resulta el particular breviario poemaníaco del Gran Cronopio, oráculo de las subterráneas y masivas legiones de lectores de Poe en español.

El libro de bolsillo núm. 464, Alianza Editorial, 2ª edición
Madrid, 1987
       Entre esos lectores de marras (que infestan las laberínticas y oscuras catacumbas de la aldea global) es consabido que además de las sucesivas reediciones del par de tomitos de Alianza Editorial que compilan los 67 Cuentos de Poe traducidos, prologados y anotados por Cortázar, otras editoriales, en busca de dividendos crematísticos (y a veces destacando alguna variante o aportación), suelen hacer uso del prestigio y celebridad de tales traducciones.

       Por ejemplo, en 2004, en España, Aguilar publicó el tomo 1 de las Obras completas de Edgar Allan Poe (volumen que también circuló en Hispanoamérica, incluso en estanquillos de periódicos), el cual, al inicio, presenta el susodicho esbozo biográfico de Poe que Cortázar pergeñó para encabezar los 67 relatos editados por Alianza Editorial en dos tomitos. Luego sigue la Narración de Arthur Gordon Pym de Nantucket, precedida por el prólogo que Cortázar, ex profeso, redactó para ésta. Y a continuación, con el título Cuentos, figuran los 67 relatos de Poe, dispuestos en el orden proyectado por Cortázar, seguidos por las correspondientes 67 “Notas” escritas por él. 
(Madrid, Aguilar, 2004)
         Si ese volumen de Aguilar (tipo biblia) es una modesta edición (de precio accesible para un lector de a pie) cuyas páginas se desprenden durante la lectura (pese al cartoné y a su listón-separador), el par de tomos editados en Barcelona, en 2004, por Galaxia Gutenberg y Círculo de lectores son un oneroso lujo, exclusivo para coleccionistas con parné y vacaciones de cinco estrellas en el Mediterráneo. Retitulados Todos los cuentos 1 y Todos los cuentos 2, los 67 relatos de Edgar Allan Poe traducidos por Cortázar, con ilustraciones ex profesas de Joan-Pere Viladecans, figuran allí con el mismo orden planteado por el traductor, precedidos por el mismo esbozo biográfico y con las mismas postreras notas.

(Barcelona, Galaxia Gutenberg/Círculo de lectores)
       En 2008, en España y en México, Páginas de Espuma publicó el volumen Cuentos completos. Edición comentada, que comprende los 67 relatos de Poe traducidos por Cortázar. Se trata de una edición coordinada y prologada por Fernando Iwasaki y Jorge Volpi; la cual incluye una “Presentación” de Carlos Fuentes y un prefacio de Mario Vargas Llosa rotulado “Poe y Cortázar”, donde laudatoriamente sopesa y categoriza sobre la trascendencia y el cualitativo e intrínseco valor de las traducciones del Gran Cronopio en el orbe del idioma español: 

(México, Páginas de Espuma, 2008)
       “La traducción que hizo Cortázar de los cuentos, ensayos y novelas cortas de Poe merece figurar entre las obras maestras de la literatura contemporánea en lengua española, así como la traducción de los cuentos de Poe por Baudelaire es reconocida como uno de los momentos literarios de la lengua francesa. Esta traducción, al mismo tiempo que una maestría absoluta en el dominio del inglés y el español y un conocimiento exhaustivo de la obra de Poe, delata una cercanía intelectual y un amor apasionado de Cortázar por el mundo, la fantasía, los fantasmas y los traumas con los que el genio de Poe construyó su obra. Su mayor mérito es que ella en ningún momento parece una traducción pues Cortázar ha conseguido recrear dentro del espíritu de la lengua de Cervantes y de Borges el lenguaje de Edgar Allan Poe, encontrando equivalencias lingüísticas y reconstruyendo dentro del genio de nuestra lengua las peculiaridades estilísticas inglesas y la riquísima orfebrería léxica con que Poe elaboró todos sus textos. Quiero decir que, como todas las grandes traducciones, la versión que el autor de Rayuela da de la obra del norteamericano pertenece tanto a Poe como al propio Cortázar.”



Aurora Bernárdez, Mario Vargas Llosa, Julio Cortázar y unos amigos
Grecia, 1967
          Pero además, someramente, Mario Vargas Llosa da tenues visos del legendario y borroso origen de la versión cortazariana de la obra de Edgar Allan Poe:
“Muchas veces me pregunté a qué circunstancias o factores se debió el hecho de que Cortázar dedicara dos años de su vida, trabajando de tiempo completo, a esa extraordinaria mudanza que llevó a cabo de la obra de Poe al español. La razón primera, claro está, fue la admiración que sintió desde muy joven por el gran escritor que fue Poe. Pero la razón práctica sólo la descubrí años después de leer con pasión los cuentos de Poe en su versión cortazariana, mientras enseñaba en la Universidad de Río Piedras, en Puerto Rico. Allí supe que fue gracias a Francisco Ayala, quien había conocido a Cortázar en Buenos Aires, donde Ayala pasó parte de su exilio, que la universidad puertorriqueña, entonces bajo el rectorado de Jaime Benítez, encargó a Cortázar la traducción de la obra completa de Poe en prosa. Gracias a este contrato Julio y Aurora Cortázar pudieron vivir sin muchos apuros sus primeros años europeos, entre Francia e Italia, trabajando en esta traducción en la que seguramente los consejos y la ayuda de Aurora, traductora extraordinaria también, contribuyeron al éxito de esta noble empresa literaria.” 
     
Aurora Bernárdez y Mario Vargas Llosa
charlando  en torno a Julio Cortázar
(Madrid, julio 3 de 2013)
          No obstante, si el volumen Cuentos completos. Edición comentada incluye el esbozo biográfico escrito por Cortázar (“Vida de Edgar Allan Poe”) y respeta el orden de los cuentos propuesto por el argentino nacido en Bélgica, los editores (se infiere que Iwasaki y Volpi) prescindieron de las postreras 67 “Notas” del traductor e incluyeron, antes de cada cuento, un azaroso comentario que 67 veces dizque abre el apetito del sediento y ansioso lector (un misceláneo y quesque exquisito y sustancio entremés); es decir, 67 escritores invitados (entre ellos Iwasaki y Volpi) comentan, ex profeso para tal edición, los 67 cuentos de Poe traducidos por el Gran Cronopio. Si bien algunos comentarios (variantes del egotismo) resultan sugestivos, informados y magnéticos, otros son secos topes de burro, auténticos patinazos que ipso facto envían al panteón de la eterna risotada o mandan a la tumba hundidos en la somnífera catalepsia (absolutamente vergonzantes, hilarantes y prescindibles).

En 2009, Edhasa, en Barcelona, publicó el tomo Cuentos completos, de Edgar Allan Poe, donde figuran los 67 cuentos de Poe traducidos por el Gran Cronopio. De hecho esto es un gancho publicitario anunciado desde la portada: “Traducción de JULIO CORTÁZAR”. No obstante, en el interior descuella una falacia (a todas luces intencional) al anunciarse: “Traducción y notas de Julio Cortázar”; pues este volumen no incluye ninguna nota de él, ni sus postreras y consabidas 67 “Notas”, ni tampoco su preliminar esbozo biográfico (“Vida de Edgar Allan Poe”). Y más aún: no se respetó el orden de los cuentos dispuesto por el traductor argentino, pues el objetivo de tal edición de los Cuentos completos de Poe (traducidos por Cortázar) se advierte y resume en una anónima y preliminar “Nota del Editor”: 
 
(Barcelona, Edhasa, 4ª reimpresión, 2015)
           “Se presentan en este volumen los cuentos de Edgar Allan Poe en su orden cronológico, siguiendo la edición llevada a cabo por Patrick E. Quinn y G.R. Thompson para The Library of America (Poe, Poetry, Tales & Selected Essays, Nueva York, 1984). Sólo en el caso de los textos creados para acompañar grabados no se ha respetado ese orden, y aparecen aquí a continuación del conjunto de los cuentos.
     “Las fechas de composición o de las versiones definitivas que han servido para establecer la cronología de los textos, así como precisiones acerca de los firmados con el seudónimo Littleton Barry, los sucesivos cambios de título, las refundiciones, etc., pueden encontrase al final de la obra (pp. 1.007-1.115).”
     
(Barcelona, Edhasa, 4ª reimpresión, 2015)
       En este sentido, tal volumen de los Cuentos completos de Poe se divide en tres partes. La primera agrupa 66 relatos, precedidos por un par de prólogos del propio Edgar Allan Poe, traducidos al español por Gregorio Cantera: “Prefacio a Cuentos grotescos y fantásticos (1840)” y “El Club del Libro en Folio”. De esos 66 relatos de Poe, 63 son traducción de Cortázar y 3 de Gregorio Cantera: “Instinto versus razón. La gata negra”, “Filosofía del mobiliario” y “El faro”. La segunda parte del volumen, titulada “Estampas”, comprende cuatro relatos de Poe, de los cuales dos son traducción de Cortázar: “La isla del hada” y “El alce”; y dos de Gregorio Cantera: “A propósito de Stonehenge. La danza del Gigante” y “Byron y miss Chaworth”. Y por último, cierra el volumen la sección bibliográfica anunciada en la “Nota del Editor”: “Procedencia de los cuentos”, cuya autoría también es anónima.
     Frente a tales acopios (Poe-Cortázar) el más ambicioso (y apoteósico) es el citado volumen Narrativa completa, de Edgar Allan Poe, impreso en Madrid, en 2011, por Ediciones Cátedra, dentro la colección Bibliotheca AVREA. La “Edición, introducción y notas” son de Margarita Rigal Aragón. Y al hojearlo se advierten dos grandes secciones. En la primera, Margarita Rigal Aragón expone una “Introducción general”, que es un bosquejo y análisis de la vida y obra de “Edgar Allan Poe (1809-1849)”, dividido en los siguientes apartados: “Marco histórico-social”, “Marco literario”, “Desmitificando el mito”, “Vida de Poe”, “Obra”, “A. Obra poética y ensayística”, “B. Narrativa. Novelas”, “C. Narrativa. Cuentos”, “C.1. Poe y el relato policiaco”, “C.2. Teoría de Poe en torno al cuento”, “C.3. Leyendo los cuentos de Poe: la configuración de los relatos”, “C.3.1. Estructuras”, “C.3.2. Narradores”, “C.3.3. Personajes” y “C.3.4. Tiempo y espacio”.
   
(Madrid, Cátedra, 2011)
       En la misma “Introducción general”, Margarita Rigal Aragón prosigue con una “Cronología” sobre la vida y obra de Poe y con una “Relación de los lugares en los que Poe vivió”. Luego presenta una nota sobre los criterios de su edición y una parcialmente comentada “Selección bibliográfica”, dividida en ocho interesantísimas partes.  
   La segunda (y última) gran sección del volumen se titula “Narrativa completa de Edgar Allan Poe”, la cual se divide en tres partes. En la primera se presentan los 67 cuentos de Poe traducidos por Cortázar, pero ordenados cronológicamente y no en el orden dispuesto por el argentino. Y en lugar de las postreras 67 notas de Cortázar, a cada cuento le corresponden 67 notas pergeñadas ex profeso por Margarita Rigal Aragón, en las que ella suele destacar los presuntos influjos literarios que al parecer incidieron en la escritura de cada texto. 
     En la segunda parte (de esa segunda gran sección del volumen) se lee la Narración de Arthur Gordon Pym traducida por Cortázar, pero sin su correspondiente prólogo; no obstante, salpimentada por 16 notas de Margarita Rigal Aragón en las que, pese a sus observaciones y erudición, no falta algún lapsus. Por ejemplo, al final de su tercera nota apunta: “Una semana después del rescate de los dos jóvenes [tras el naufragio del Ariel], estos inician una segunda aventura a bordo del Grampus.” Pues esto no ocurre “Una semana después” sino “Unos dieciocho meses después” del naufragio del Ariel, tal y como se lee en la página 796 al inicio del segundo párrafo: “Unos dieciocho meses después del desastre del Ariel, la firma de Lloyd y Vredenburgh (casa vinculada en cierto modo con los señores Enderby, creo que de Liverpool) se ocupaba de reparar y aparejar el bergantín Grampus para la caza de la ballena. Se trataba de una vieja carraca casi inútil para la navegación, a pesar de todas la reparaciones que se le habían hecho.” 
   O sea que los duendes no existen, pero de que los hay, los hay. Véase otro ejemplo: en la página 92 del catedrático volumen Narrativa completa se lee que el segundo libro que Poe publicó en vida (Al Aaraaf, Tamerlane, and Minor Poems) se editó en Baltimore en “1929” y no en 1829.
 
(Contraportada)
         El caso es que la tercera parte, de la segunda gran sección del volumen, cierra la Narrativa completa de Poe con El diario de Julius Rodman, cuasi novela inconclusa (dividida en seis capítulos) traducida por Margarita Rigal Aragón, quien la aderezó y documentó con 13 notas. En la primera apunta: “Esta ‘novela’ inacabada de Poe iba a constar de 12 capítulos pero solo seis de ellos fueron escritos y publicados. En vida del autor el diario apareció en seis entregas en la Burton’s Gentleman’s Magazine de Nueva York en el año 1840 y no iba firmado por Edgar A. Poe. Con posteridad a la muerte del autor, su autoría no sería reconocida hasta que el británico John Henry Ingram descubrió entre los manuscritos de Poe el de The Journal of Julius Rodman, obra que incluyó en su The Works of Edgar Allan Poe, aparecida entre 1874 y 1875.” 
   
Poe. Una vida truncada (Barcelona, Edhasa, 2009)
Página 5 de la iconografía
       Como dato curioso y controvertido, vale apuntar (y contraponer) que en la breve iconografía que ilustra el libro Poe. Una vida truncada (Barcelona, Edhasa, 2009), biografía del británico Peter Ackroyd, se observa una deficiente foto en blanco y negro del Gentleman’s Magazine, coeditado por William E. Burton y Edgar A. Poe, correspondiente a julio-diciembre de 1839, donde claramente se lee que la sede del Gentleman’s Magazine estaba en Filadelfia y no en Nueva York.    


(Barcelona, Seix Barral, 2006)
     El azaroso y póstumo destino de la versión cortazariana de la obra de Edgar Allan Poe comprende, también, los libros que entresacan y destacan alguna parte del todo. Por ejemplo, La trilogía Dupin (Barcelona, Seix Barral, 2006) reúne los consabidos tres cuentos policiales con los que, estipulan y proclaman los doctos, Poe inauguró el género policíaco en el orbe occidental. Es decir, aquí se leen (sin las postreras y correspondientes notas cortazarianas) la celebérrima traducción que Cortázar hizo de “Los crímenes de la calle Morgue”, de “El misterio de Marie Rogêt (continuación de ‘Los crímenes de la calle Morgue’)” y de “La carta robada”. 
     
(México, Seix Barral, 2006)
        Vale añadir que el prólogo de La trilogía Dupin es de Matthew Pearl, escritor norteamericano en cuya obra destaca su novela La sombra de Poe (México, Seix Barral, 2006), una mixtura de sustrato biográfico e histórico, thriller policíaco, novela negra y de aventuras, divertimento e historia de amor, donde escudriña y especula sobre los entresijos de la temprana y oscura muerte de Poe en Baltimore, sucedida, a sus 40 años, el 7 de octubre de 1849 en el hospital universitario Washington, tras haber sido hallado, cuatro días antes, en graves circunstancias etílicas en la taberna y hotel Ryan’s. Pero también, Matthew Pearl imagina la existencia de Quentin Hobson Clark, un joven abogado de Baltimore (fervoroso lector, admirador y contemporáneo de Poe), quien en 1851 se empeña en localizar en París al personaje de carne y hueso que puede desentrañar los misterios de tal fallecimiento y que no es otro que el individuo en que supuestamente se basó Poe para crear a su detectivesco raciocinador; pero en tal búsqueda se tropieza con dos candidatos que explosiva y encarnizadamente compiten entre sí para resolver el caso y, al parecer, por demostrar quién es el verdadero y único modelo inspirador: Auguste Duponte y el barón Claude Dupin. Curiosamente, el título de la obra de Matthew Pearl: La sombra de Poe, y la novela en sí, evocan o remiten a unas líneas de Jorge Luis Borges que se leen en “El cuento policial”, una de sus cinco conferencias editadas en Borges oral (Buenos Aires, Emecé/Universidad de Belgrano, 1979): “Poe es un proyector de sombras múltiples. ¿Cuántas cosas surgen de Poe?”
   
Antología de la literatura fantástica
Colección Laberinto núm. 1, Editorial Sudamericana
Buenos Aires, diciembre 24 de 1940
Páginas 226-227
         Y también, curiosamente, Borges, quien con Silvina Ocampo y Adolfo Bioy Casares antologó “La verdad sobre el caso de M. Valdemar” en la celebérrima Antología de la literatura fantástica (Buenos Aires, Col. Laberinto, núm. 1, Editorial Sudamericana, 1940), y que desde luego ultrasabía de la celebridad y calidad de la versión cortazariana de la obra de Poe, no eligió las traducciones de Cortázar para las no menos célebres antologías reeditadas, revisadas y anotadas a cuatro manos con Bioy: Los mejores cuentos policiales 1 (Buenos Aires, Emecé, 1962) y Los mejores cuentos policiales 2 (Madrid, Libro de bolsillo, núm. 950, Emecé/Alianza, 1983); ésta con un “Prólogo” (firmado por el porteño dúo dinámico en “Buenos Aires, 19 de octubre de 1981”) donde destacan el seminal y consabido aporte de Poe en la narrativa policíaca (y por ello seleccionaron “La carta robada”). Y tampoco lo hizo en las antologías del autor de “El cuervo” seleccionadas y prologadas por Borges en solitario (con el auxilio de una amanuense): La carta robada (Madrid, La Biblioteca de Babel, núm. 18, Ediciones Siruela, 1985); y Cuentos de Poe (Madrid, Biblioteca Personal de Jorge Luis Borges, núm. 65, Hyspamérica Ediciones, 1986). La curiosidad se amplía por el hecho de que Borges tenía en óptima estima los cuentos fantásticos del Gran Cronopio. Prueba de ello es el indeleble y laudatorio prólogo que preludia la antología de Cuentos de Cortázar (Madrid, Biblioteca Personal de Jorge Luis Borges, núm. 1, Hyspamérica Ediciones, 1985), en donde evoca el legendario y mítico episodio que remite a la publicación del cuento “Casa tomada” en el número 11 de la revista Los Anales de Buenos Aires (diciembre de 1946): 
     “Hacia mil novecientos cuarenta y tantos, yo era secretario de redacción de una revista literaria, más o menos secreta. Una tarde, una tarde como las otras, un muchacho muy alto, cuyos rasgos no puedo recobrar, me trajo un cuento manuscrito. Le dije que volviera a los diez días y que le daría mi parecer. Volvió a la semana. Le dije que su cuento me gustaba y que ya había sido entregado a la imprenta. Poco después, Julio Cortázar leyó en letras de molde Casa Tomada con dos ilustraciones a lápiz de Norah Borges. Pasaron los años y me confió una noche, en París, que ésa había sido su primera publicación. Me honra haber sido su instrumento.”
     
Borges en la Casa Museo Edgar Allan Poe (Baltimore, 1983)

Foto de María Kodama incluida en
Jorge Luis Borges. Un ensayo autobiográfico (España,GG/CL/Emecé, 1999)
        No extraña, entonces, que el cuento “Casa tomada” haya sido incorporado a la segunda edición (revisada, modificada y ampliada) de la susodicha Antología de la literatura fantástica, impresa en Buenos Aires, en septiembre de 1965, por Editorial Sudamericana; que es la que se ha venido reeditando hasta el presente (por varias editoriales) y por ende incluye, tanto el “Prólogo” de Bioy publicado en 1940, como el que firmó el “16 de marzo de 1965” en “Rincón Viejo, Pardo”.
   En el tomito segundo de la no menos célebre antología Cuentos fantásticos del XIX (Madrid, El ojo sin párpado, núm. 2, Ediciones Siruela, 1987), Italo Calvino seleccionó y prologó el cuento de Poe: The Tell-Tale Heart (1843). Además de que el título en inglés figura allí alterado por un duende más ciego que un topo de alguna fétida, humeante y deletérea alcantarilla de la Casa Usher: The Tale-Tell Heart, la traducción al español: “El corazón revelador”, hecha por un tal “J. Maestre”, es mucho menos afortunada que la traducción del tal J. Cortázar, rotulada (e inmortalizada) por éste: “El corazón delator”.
   
Cuentos fantásticos del XIX
Volumen segundo
Col. El ojo sin párpado núm.2, Ediciones Siruela
Madrid, 1987
(Página 9)
           Desde luego que no para curarse en salud por ese yerro (y quizá desdén ante la versión cortazariana), Jacobo Siruela, el fundador y ex dueño de Ediciones Siruela, en su prologada y voluminosa Antología universal del relato fantástico (Girona, Ars Brevis, núm. 78, Ediciones Atalanta, 2013) escogió (para la isla desierta) la traducción de Cortázar del “Manuscrito hallado en una botella” (Jacobo lo fecha entre paréntesis en “1831”; pero Cortázar, en su correspondiente nota, apunta que se publicó el “19 de octubre de 1833” en el semanario Baltimore Saturday Visiter; y en esto Margarita Rigal Aragón coincide con él, pese a su errata en la e de Visiter); uno de los cuentos de Poe más célebres, alucinantes, envolventes, vertiginosos y sobrecogedores, del que Ignacio Padilla, en el citado volumen Cuentos completos. Edición comentada, brinda un ameno y sugerente aperitivo. 



Antología universal del relato fantástico 
Col. Ars Brevis núm. 78, Ediciones Atalanta
Girona, 2013
(Página 165)
    Pero además, como para no reparar en gastos y tributos ante la mancuerna Poe-Cortázar, el nocturno, pálido y larguirucho dedo flamígero del Conde de Siruela eligió el “Axolotl” para su Antología universal, cuento que Julio Cortázar compiló en su cuarto libro: Final del juego, cuya primera edición apareció en México, en 1956, en la serie Los Presentes, editorial alentada y dirigida por Juan José Arreola. 
   
Antología universal del relato fantástico 
Col. Ars Brevis núm. 78, Ediciones Atalanta
Girona, 2013
(Página 1121)
        No obstante, según reporta Roger Bartra en una nota que se lee en página 281 del vistoso volumen antológico Axolotiada. Vida y mito de un anfibio mexicano (México, SEMARNAT/INAH/FCE, 2011): “La primera versión del cuento ‘Axolotl’ se publicó en el primer número de la revista Buenos Aires Literaria, en octubre de 1952.” Pero según apuntó Saúl Yurkievich (“Con la colaboración de Gladis Anchieri”) en la página 1119 del póstumo volumen de Julio Cortázar: Obras completas I. Cuentos (Barcelona, Galaxia Gutenberg/Círculo de lectores, 2003) fue dos años después, y no en el primero, sino en el tercer número de tal revista: “‘Axolotl’ [apareció] en Buenos Aires Literaria, núm. 3, 1954”.
 
Axolotiada. Vida y mito de un anfibio mexicano
SEMARNAT/INAH/FCE
México, 2011
(Página 281)
       Por su parte, Libros del Zorro Rojo, con el prólogo y la traducción de Cortázar, publicó, en enero de 2015, la Narración de Arthur Gordon Pym, editada en Barcelona e impresa en Polonia por Zapolex. Edición que descuella por su excelente diseño con solapas y guardas a dos tintas y buenas dimensiones (23.09 x 16.05 cm), profusa y espléndidamente ilustrada en blanco y negro por el artista argentino Luis Scafati.
     
(Polonia, Libros del Zorrojo, 2015)
      Pero ya en septiembre de 2009, Libros del Zorro Rojo había editado el volumen Cuentos de imaginación y misterio; una anónima antología de 22 cuentos de Poe traducidos por Cortázar, ilustrados en blanco y negro por el artista irlandés Harry Clarke (1889-1931). Se trata, también, de un volumen de dimensiones generosas (18.07 x 24.06 cm), buen diseño con sobrecubierta en blanco y negro, y tapas negras en cartoné con la tipografía en blanco. Y al igual que la Narración de Arthur Gordon Pym, Libros del Zorro Rojo cierra la magnífica edición con una nota que constata el aporte del Gobierno de España a través del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte: “Esta obra ha sido publicada con una subvención del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, para su préstamo público en Bibliotecas Públicas, de acuerdo con lo previsto en el artículo 37.2 de la Ley de Propiedad Intelectual.”
     
( Polonia, Libros del Zorro Rojo, 5ª reimpresión, septiembre de 2016)
         
(3ª de forros)
          Datos sobre la vida y la trayectoria de Edgar Allan Poe, en el volumen Cuentos de imaginación y misterio, se resumen y exhiben en la segunda de forros y sobre Harry Clarke en la tercera, cada nota encabezada por un correspondiente retrato del autor en óvalo. Y en la cuarta de forros, Libros del Zorro Rojo pondera y pregona (con bombo, flautín, pandereta y platillos) a los cuatro pestíferos vientos de la recalentada aldea global: 
       “Hacia 1917 el eximio artista irlandés HARRY CLARKE emprendió uno de los trabajos que determinaría su fama: la ilustración de TALES OF MYSTERY AND IMAGINATION, una antología de los más altos relatos de EDGAR ALLAN POE preparada por la editorial Harrap. La edición, publicada en Londres en 1919, fue reconocida inmediatamente como una de las joyas bibliográficas de la época. Desde entonces, las estampas de Clarke siguen ejerciendo un extraño magnetismo, fruto de una exquisita y laboriosa ejecución, que hizo honor a las sublimes historias que la inspiraron. Libros del Zorro Rojo recupera para sus lectores esta obra mítica, con traducción de JULIO CORTÁZAR y un notable prefacio de su autoría.” 
   
(2ª de forros)
               Los 22 relatos de Edgar Allan Poe, caprichosamente antologados por una mano anónima en Cuentos de imaginación y misterio, son los siguientes: “William Wilson” (1839), “El pozo y el péndulo” (1842), “Manuscrito hallado en una botella” (1833), “El gato negro” (1843), “La verdad sobre el caso del señor Valdemar” (1845), “El corazón delator” (1843), “Un descenso al Maelström” (1841), “El tonel de amontillado” (1846), “La máscara de la Muerte Roja” (1842), “El entierro prematuro” (1844), “La cita” (1834), “Morella” (1835), “Berenice” (1835), “Ligeia” (1838), “La caída de la casa Usher” (1839), “El coloquio de Monos y Una” (1841), “Silencio” (1837), “El escarabajo de oro” (1843), “Los crímenes de la calle Morgue” (1841), “El misterio de Marie Rogêt” (1843), “El Rey Peste” (1835) y “Los l
eones” (1835). 
        Vale añadir que además de las diseminadas viñetas de Harry Clarke, cada una de las estampas que ilustran las narraciones de Poe, y el “Prefacio” de Cortázar, se aprecian en una página completa. Y curiosamente, aquí, en el postrero apartado “Notas”, sí se incluyeron las correspondientes apostillas escritas ex profeso por el Gran Cronopio. Un lúdico y somero cotejo entre la ordenación cronológica que Margarita Rigal Aragón registra en Narrativa completa y la numeración cronológica que Cortázar consigna entre paréntesis en cada una de sus “Notas”, revela veinte coincidencias y sólo dos diferencias. Según Cortázar, “Ligeia” es el cuento 18 y según Margarita es el 17. Para Cortázar “Silencio” es el cuento 17 y para Margarita es el 16. En fin, cuento de nunca acabar (e indicios de la “abundante controversia”).     
   
(Cuarta de forros)
       En la nota de “La cita”, un cuento de impronta y tesitura romántica que tácita e implícitamente tributa a lord Byron (exiliado en Venecia), llama la atención la autocrítica y modestia de Cortázar ante su traducción de los versos de Poe: “Digamos del poema The one in Paradise que Poe intercaló en el cuento, que su versión española no pasa de un equivalente aproximado, que busca salvar algo del ritmo original. Lo mismo cabe decir de los poemas que aparecen en Ligeia y en La caída de la casa Usher.”
     Y en cuanto a la nota que le destinó al “Rey Peste”, quizá Cortázar no entendió del todo el sentido humorístico, bufonesco y paródico de Poe, pues se trata de uno de sus cuentos más chocarreros e hilarantes desarrollado en un fantástico entorno pseudomacabro, teatral y fársico (sin un grumo ni un pelo realista), y francamente lo interpreta como un chasco y por ende, con un preliminar e interpósito escupitajo de malaleche y una postrera pústula de interpósita moralina, lo pone a imagen y semejanza de un hediondo camote de Puebla: “Shanks ha visto aquí ‘una bufonada increíblemente estúpida e ineficaz’. Quizá cupiera ver también un gran fracaso; la primera mitad del relato es excelente, y la descripción de Londres bajo la peste parece digna de cualquiera de los buenos cuentos de Poe; pero hay algo de callejón sin salida al final, y hasta podría pensarse en una resolución vertiginosa como la de los sueños, un brusco viraje que echa abajo el castillo de naipes. Baldini ve en este cuento algún eco de I Promessi Sposi, de Manzoni, que Poe había reseñado unos meses antes. Para R.L. Stevenson, ‘el ser capaz de escribir El Rey Peste había dejado de ser humano’.” 
     
Aurora Bernárdez y Julio Cortázar

Foto incluida en Cortázar. Iconografía (México, FCE, 1985)
      Vale concluir la nota diciendo que el “Prefacio” de Julio Cortázar que preludia el presente volumen de los Cuentos de imaginación y misterio, crítico y no complaciente con la personalidad de Edgar Allan Poe, está fechado por él en 1972. Y se infiere que Cortázar lo escribió en inglés y no español, pues el copyright “de la traducción del prefacio”, datado en 2009, le pertenece a Aurora Bernárdez (1920-2014), la legendaria traductora y primera esposa de Cortázar (y postrera albacea de su legado documental, bibliográfico y literario), cómplice suya durante la prolongada, absorbente y meticulosa escritura de la inmortal versión cortazariana de la inmortal obra de 
Edgar Allan Poe.

Aurora Bermnárdez
(1920-2014)



Edgar Allan Poe, Cuentos de imaginación y misterio. Prefacio, traducción y notas de Julio Cortázar. Traducción del prefacio de Aurora Bernárdez. Ilustraciones en blanco y negro de Harry Clarke. Libros del Zorro Rojo. 5ª reimpresión. Polonia, septiembre de 2016. 430 pp. 


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Aurora Bernárdez y Mario Vargas Llosa charlan en torno a Julio Cortázar, el boom y otros temas. 
    

El puerto de las brumas

Entre el silencio y la sirena de la niebla

En la serie de bolsillo Booket y con el número 5011/12 de la colección Biblioteca Maigret, Tusquets Editores publicó en Barcelona, en 2003, El puerto de las brumas, novela policíaca del prolífico escritor belga Georges Simenon (1903-1989), traducida al español por Javier Albiñana, cuya primera edición en francés (Le port des brumes) data de 1932. 
(Tusquets, Barcelona, 2003)
          El puerto de las brumas es prueba incontestable de que Georges Simenon, desde su juventud, era un consumado maestro de la intriga, de la amenidad y del suspense. La obra se divide en trece capítulos con títulos. El protagonista: “El comisario Maigret, uno de los jefes más eminentes de la Policía Judicial” (según pondera el juez de Caen adulándolo), tiene por misión trasladar en ferrocarril, desde la capital francesa al pequeño puerto de Ouistreham, a un tal Yves Joris, ex capitán de la Marina Mercante y capitán de ese minúsculo puerto bretón por donde día a día, para llegar o venir de Caen, navegan, por las aguas del canal del río Orne, cargueros de vapor de gran tonelaje y veleros de cabotaje. El caso es que Yves Joris durante cinco días, a resguardo de la policía parisina en el Quai des Orfèvres, fue “el hombre”, un individuo cincuentón, amnésico y sin identidad, quizá loco, que no habla ni entiende lo que le dicen en “siete u ocho idiomas”. Antes de ser capturado por la policía anduvo deambulando sin ton ni son por “los Grands Boulevards”. Al registrarlo “en el despacho de Maigret”, “El traje que lleva es nuevo; la ropa interior, nueva; los zapatos [‘de fabricación alemana’], nuevos. Todas las etiquetas de sastrería y camisería han sido arrancadas. No lleva documentos ni cartera.” Pero sí “Cinco billetes de mil francos metidos en uno de los bolsillos.” Y además: “restos de raba, o sea, de huevas de bacalao secas y pulverizadas, que se prepara en el norte de Noruega y se utiliza como cebo para la sardina.” Y más aún: “Se le escurre de la cabeza una peluca gris, y se comprueba que una bala le hirió la cabeza como máximo dos meses atrás. Los médicos se quedan admirados: ¡rara vez se ha visto operación tan excelentemente realizada!” 

     La foto del hombre (de “aspecto alelado” y “paticorto”) se publicó en los periódicos. Y Julie Legrand, su joven sirvienta, de 24 años, lo identificó, envió un telegrama y fue a recogerlo a París; y por ello se pudo determinar que el capitán Joris despareció del puerto de Ouistreham la noche del 16 septiembre y reapareció “en París seis semanas después en semejante estado”. Ella “Siempre lo había visto con uniforme de oficial de la Marina”, así que “le humilló encontrárselo vestido con traje de confección”. Y allí en el compartimiento del tren durante el trayecto al puerto de Ouistreham (a finales del frío y neblinoso octubre), Julie le dice al comisario Maigret: “A fin de cuentas, quisieron matarlo.” Y él puntualiza que “Le dispararon, de eso no cabe duda. Pero también le cuidaron de manera admirable.” A tales misterios se añade el enigma de índole monetaria, pues según repite Julie Legrand: “el capitán no era rico”. O sea: “Se fue sin un céntimo y apareció con cinco mil francos en el bolsillo”. Y más aún: allí en el vagón del ferrocarril le muestra al comisario Maigret “Una carta de la Banque de Normandie, de Caen”, remitida a la casa del capitán Joris durante su extraña ausencia. “Un formulario impreso con casillas rellenadas a máquina” que a la letra dice: “Nos complace confirmarle que hemos abonado en su cuenta número 14.173 la cantidad de trescientos mil francos que se sirvió usted transferir a través de la Banque Néerlandaise de Hamburgo.” No obstante, Julie Legrand insiste en “que el capitán jamás ha tenido trescientos mil francos”. Se “lo habría dicho. ¡Y no habría dudado, el invierno pasado, en comprarse una escopeta de caza de dos mil francos! Con lo mucho que le apetecía...”
      El trío salió de París a las tres de la tarde; y en el vagón del tren, Maigret, que usa bombín, no ha dejado de hacer humo con su olorosa pipa de gran tamaño. Y a las siete de la noche arriban a la estación de Caen, donde, después de cenar en la taberna, abordan un taxi que los lleva a Ouistreham (pueblo de unos mil habitantes), pues “En invierno, el trenecito sólo hace el trayecto dos veces al día.” (Se trata del “trenecito que recorre el canal, de Caen a Ouistreham, semejante a un juguete, con sus vagones modelo 1850”.) En el trayecto por la carretera median unos diez kilómetros entre ambas poblaciones, que el taxista recorre con precaución y a diez kilómetros por hora, dada la humedad y la espesa niebla. No obstante, “un ciclista irrumpe de la bruma y embiste un alerón del coche. Se detienen. No se ha hecho daño.” 
   La esclusa del puerto de Ouistreham, donde laboraba el capitán Joris, está a un kilómetro del pueblo. Y al cruzar el “puente giratorio” del puerto se halla la casa del capitán Joris, “al lado mismo del faro”, rodeada de un pequeño jardín, cultivado y procurado por el propio capitán Joris, aficionado a la horticultura y a los libros de horticultura. Y en la esquina del puente está la “Buvette de la Marine”, o sea, la taberna donde “siempre están metidos los que trabajan en el puerto”. Cuando no hay neblina, “Desde sus ventanas y su puerta acristalada podía verse la esclusa, el puente, las escolleras, el faro y la casa de Joris.”
Al abrir la puerta de la casa del capitán Joris, sale el gato; cosa que le extraña a Julie Legrand, pues está segura de que antes de marcharse a París lo echó fuera, “como de costumbre”. Ante tal irregularidad, y por el miedo que siente, le pide a Maigret que inspeccione la casa con ella, lo que le permite al comisario echar una hojeada por los dos pisos y ver que “No hay nadie escondido”, que “Las ventanas están atrancadas” y cerrada la “puerta del jardín”; “pero la llave se ha quedado fuera” durante su ausencia. O sea: alguien debió entrar y salir (rascándose el ombligo) como Pedro en su casa y por ello el gato estaba adentro y no afuera.
  Maigret no acepta dormir en “el cuarto de los invitados” y opta por hacerlo en el Hôtel de l’Univers, en cuyo restaurante se puede dar servicio a cuarenta veraneantes y ahora está vacío por no ser temporada. Al ir allí andando en medio del frío y de la densa niebla, Maigret oye el espeluznante “mugido de una vaca, pero más dolorido, más trágico”, que no es otra cosa que “la sirena de la niebla”. Desorientado por la densidad de la persistente neblina, camina junto al muro de la esclusa. Y dado que no puede clarificar del todo las sombras humanas que observa, las voces que oye y lo ruidos de los movimientos y maniobras, ve, con sorpresa, que está pasando un enorme barco al alcance de su mano. (Casi sobra decir que Maigret no es un viejo lobo de mar ni tiene el caminar oscilante de un marinero en tierra e ignora el orbe de la marinería.) Y luego, “En torno al buque, la niebla, más luminosa, permite vislumbrar el ajetreo. En cubierta se oye hablar inglés. En el muelle, un hombre, tocado con una gorra con galones, visa papeles.” Y por ende Maigret colige que es “¡El capitán del puerto! ¡El sustituto de Joris!”, con quien cruza unas palabras y cuyo nombre luego sabrá: capitán Delcourt. 
Georges Simenon
(1903-1989)
       En su habitación del Hôtel de l’Univers, Maigret duerme mal. “Dos veces se levantó y arrimó la cara a los fríos cristales, pero sólo veía la calle desierta y el movedizo haz luminoso del faro, que parecía querer traspasar una nube. Insistente la sirena de la niebla sonaba más violenta, más agresiva.” “La última vez, consultó su reloj. Eran las cuatro, y unos pescadores cargados con cestos se encaminaban hacia el puerto al estruendoso ritmo de sus suecos.” Y su breve sueño (casi un pestañeo) es interrumpido por los fuertes golpes del hotelero, quien llama a su puerta para avisarle que “El capitán se está muriendo.” “¿Qué capitán?”, pregunta.

El médico que ausculta al moribundo capitán Joris dictamina que lo envenenaron con estricnina disuelta en el vaso y en la jarra de agua “colocados en la mesilla de noche”. Con tal asesinato el caso toma un inesperado rumbo y el comisario Maigret, sin transición, allí en el dormitorio y en la casa del capitán Joris, comienza a urdir las diligencias correspondientes al cadáver y a su investigación policíaca. Y Maigret, a partir de ahí, obseso, no para ni duerme ni descansa ni se quita la húmeda y mojada ropa; fuma su pipa, y ocasionalmente se alimenta de bocadillos y tragos de grog. 
En el escritorio del muerto, Maigret observa fotografías, papeles, documentos curriculares y cartas “dirigidas al ‘capitán Joris, a bordo del Diana, Compañía Anglonormanda, Caen’.” Y el médico le informa que el capitán Joris, “durante veintiocho años”, navegó y estuvo al mando de uno de los barcos del alcalde Ernest Grandmaison, “el director de la Compañía Anglonormanda” y “único propietario de los once vapores de la sociedad”, cuyas oficinas centrales están en Caen. No obstante, Ernest Grandmaison es alcalde de Ouistreham y, al parecer, también de Caen.
Pero lo más relevante de esa somera revisión es el hallazgo del testamento hológrafo (guardado dentro de un sobre amarillento que se podía abrir) escrito con la “cuidada caligrafía de brigada” del capitán Joris, en cuya parte inicial se lee: “Yo, el abajo firmante, Yves-Antoine Joris, natural de Paimpol, de profesión marino, lego mis bienes muebles e inmuebles a Julie Legrand, a mi servicio, en recompensa por tantos años de abnegación.” Es decir, la fiel, llorosa y abnegada Julie Legrand, empleada del capitán Joris durante ocho años (o sea: desde sus dieciséis años) y a la que él trataba como a una hija y de la que decía era “su ama de llaves”, es la heredera universal (hereda la casa y la cuenta bancaria), cosa que luego le notifica y corrobora el notario.
Para dar con el asesino (o asesina) y al unísono desentrañar los enigmas en torno a la misteriosa desaparición del capitán Joris la noche del 16 de septiembre, el comisario Maigret, que no deja de fumar su pipa, empieza por dialogar y beber con los habituales de la Buvette de la Marine. Y para que lo auxilie con las líneas y encomiendas de la indagación policial hace venir de París al detective Lucas. 
Georges Simenon
        Los giros y vericuetos de las conjeturas y pesquisas policíacas ponen en escena y en juego a varios personajes. Destaca el marinero Grand-Louis, un gigantón y fortachón proclive a la bebida, hermano de Julie Legrand, que pasó “ocho años de presidio” por propinarle una golpiza (durante una borrachera en Honfleur) “a un agente que al mes murió”. Grand-Louis es un tipo torvo, esquivo, que masculla cortante con frases cortas o en patois para que Maigret no lo entienda; que suele robarle el salario a su hermana cuando se queda sin un clavo; que durante el reciente viaje a París de Julie se metió a la casa del capitán Joris y en la alacena le dejó un recado, escrito con yerros ortográficos y torpe caligrafía, donde le dice: “Si vuelves con tu amo no te apartes de él, que hay mala gente que quiere perjudicarle. Volveré dentro de dos o tres días con el barco [la goleta mercante Saint-Michel]. No busques las costillas porque me las he comido. Tu hermano, siempre tuyo.” Que pese a no poseer dinero y a sólo ser uno de los tres tripulantes del velero de cabotaje Saint-Michel, cuyo supuesto propietario y patrón es un tal Lannec, luego, cuando Maigret se mete al barco y revisa el rol, descubre que figura como recién propietario. Es decir, la cédula está datada hace un mes y medio, “exactamente el 11 de septiembre”; o sea: “cinco días antes de la desaparición del capitán Joris”. Y dice a la letra: “Goleta Saint-Michel, 270 toneladas de arqueo bruto, equipada para el cabotaje. Propietario armador: Louis Legrand, de Port-en-Bessin. Capitán: Yves Lannec. Marinero: Célestin Grolet.” 

Otro de los personajes que descuellan en la novela (e inciden en los interrogantes y sucesos medulares de la trama) es el susodicho Ernest Grandmaison, que además de acalde de Ouistreham y dueño de la Compañía Anglonormanda de Navegación, preside la Cámara de Comercio de Caen. Un tipo petulante que se comporta como si fuera el señor feudal de la comarca. En Ouistreham, como a un kilómetro de la esclusa y de la Buvette de la Marine, posee una casa con jardín de menor coste y calado que su onerosa mansión de Caen (ésta se halla en el piso superior de las oficinas centrales de la Compañía Anglonormanda). Y suele instalarse en su casa de Ouistreham (donde también tiene despacho) porque en las orillas del río Orne posee un chozo para cazar patos (e incluso utiliza de ayudante particular a un guarda de pesca, que es un empleado público). Según la voz narrativa, Ernest Grandmaison “Era un hombre muy alto [mide un metro ochenta y cinco], de unos cuarenta y cinco y cincuenta años, metido en carnes y de cara sonrosada. Vestía traje de caza gris, con las piernas embutidas en unas polainas de aviador.” Y su actitud engreída, de gran señor, que disgusta y repele a Maigret, la traza la voz narrativa, que por lo regular hace migas con él: “Era una actitud de lo más tradicional: la del jerarca de pueblo que se cree el centro del mundo, viste de noble provinciano y contemporiza estrechando distraídamente manos, dirigiendo vagos saludos a las gentes del pueblo, preguntándoles, si tercia, por sus hijos.” 
   En el intríngulis de la misteriosa desaparición del capitán Joris la noche del 16 de septiembre, y en los giros y vaivenes de la trama que inciden en el sorpresivo e inesperado suicido del alcalde Ernest Grandmaison, tiene particular relevancia la presencia de su esposa Hélène, madre de dos hijos (un quinceañero y “Una chica de catorce años”). Pero también, y sobre todo, las soterradas actividades y furtivos movimientos de un supuesto forastero en Ouistreham, un tal Jean Martineau, un francés “nacionalizado noruego”, con residencia en “Tromsoe, en las islas Lofoten”, donde “hay tres meses de noche total al año”, y donde es dueño de “una fábrica para tratar desechos de bacalao”, “Como la raba y todo lo demás”. Según le informa a Maigret: “Con las cabezas y los hígados se hace aceite, con las espinas se fabrican abonos...” Boyante negocio que es el origen de su gran fortuna. Pero además ese francés, que se cambió el nombre y se nacionalizó noruego, originalmente se llamaba (o se llama) Raymond Grandmaison, pues es primo del alcalde. Y hace quince años, por una serie de oscuras razones (entre ellas la rivalidad de los primos, la mutua atracción por Hélène y el uso indebido de dinero de la compañía naviera para jugar y perder), se vio amenazado y obligado a irse para siempre de Caen y su entorno.
   
(Contraportada)
       Vale subrayar que la destreza narrativa de Georges Simenon es tal que sólo al término de la novela el lector puede armar las diseminadas piezas del puzle y ver que todas encajan y arman el panorama de la obra. En este sentido, se despeja el empedernido silencio que impedía saber por qué el alcalde, con sus ínfulas de poderoso gran señor, toleró que Grand-Louis (un simple marinero con antecedentes penales) lo golpeara con ferocidad (dejándole visibles y elocuentes daños en el rostro y en la ropa) y lo mantuviera acosado en el despacho de su casa en Ouistreham; no obstante, ambos adversarios y enemigos se negaron a revelarle algún indicio al comisario Maigret. Se despeja, también, el silencio, aparentemente delincuencial y cómplice, que mantuvieron los tres tripulantes de la goleta Saint-Michel; el por qué Grand-Louis, que no tenía un quinto, ahora es el flamante dueño del barco; y por qué Maigret se hizo de la vista gorda y toleró un hilarante y agresivo agravio: los tres tripulantes del Saint-Michel, pese al frío y a la persistente tormenta, a eso de las tres de la madrugada, lo amordazaron, lo ataron de pies y manos, y lo abandonaron a la intemperie en el muelle, casi frente a la taberna. Y así estuvo (tirado, amordazado, atado y mojado) durante varias horas; hasta que por fin despuntó el alba y un viejecillo pescador (algo tontorrón, lento y chusco) vio el bulto y desató los complicados nudos de marinero.
   Pero lo que a la postre cobra mayor relevancia y trascendencia es el sentido romántico, justiciero y perdona vidas del comisario Maigret. Pese a que el alcalde se suicidó para no encarar la humillación pública y la condena a la guillotina por sus actos criminales (se dio un balazo en su despacho de Caen y frente a su esposa), Maigret, con tal de no perjudicar la honorabilidad de Hélène (tras oír de ella los patéticos secretos de su matrimonio y los secretos de su desventurado vínculo amoroso con Raymond Grandmaison, roto hace quince años), decide no dar parte oficial del suicidio. Así que hace venir “al médico de la familia” y claramente le dice coaccionando su connivencia: “Monsieur Grandmaison se ha suicidado”, “A usted le corresponde averiguar de qué enfermedad ha muerto, ¿me entiende? De la policía me encargo yo.” 
   Después de ordenar esto, Maigret va a la gendarmería de Caen, donde dejó encerrado a Jean Martineau/Raymond Grandmaison “en la celda de seguridad”, como presunto asesino del capitán Joris. (Sobre ese crimen Maigret informará que se trató de “una vieja venganza, un marinero forastero que se ha escapado”.) Luego de liberar al noruego y de dialogar con él, Maigret ata, por fin, todos los cabos sueltos de la trama y completa las piezas del brumoso y oscuro rompecabezas. Y puesto que el noruego mostró evidencias de proteger, ayudar e indemnizar con generosidad a quienes de incógnito colaboraron con él para rescatar a su quinceañero hijo de las garras de Ernest Grandmaison, Maigret lo deja ir sin cargos. Y para su sorpresa y desconcierto, los tres tripulantes del Saint-Michel (sobre todo Grand-Louis) también se ven libres de la policía y sin cargos.
   
Georges Simenon
         Vale añadir que esa fría madrugada que dejaron amordazado y atado a Maigret en medio de la tempestad, el Saint-Michel fue a encallar no muy lejos, en el sitio conocido como “el banco de las Vacas Negras”; y por ende los tres tripulantes y un pasajero clandestino salieron a esconderse tierra adentro. Pero hacia el mediodía un remolcador de Trouville estaba ya próximo para su rescate con la ayuda de la subida de la marea. Aquel 16 septiembre, la noche que del puerto de Ouistreham desapareció el capitán Joris, de haber ocurrido las cosas tal y como estaban planificadas en secreto bajo los auspicios y la batuta del noruego, el Saint-Luis, velero de cabotaje, habría estado en vías de equiparse como un yate que hubiera navegado muy orondo rumbo al norte, quizá hasta Arjánguelsk, puerto ruso; y sin duda al puerto de Tromsoe, en las islas Lofoten. 



Georges Simenon, El puerto de las brumas. Traducción del francés al español de Javier Albiñana. Colección Biblioteca Maigret, serie Booket número 5011/12, Tusquets Editores. Barcelona, 2003. 232 pp.